Este jueves se cumpleieron 46 años de la llegada a Martes de la nave soviética Venera 7, la primera en lograr un aterrizaje exitoso en otro planeta.
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Anteriormente, otras sondas se habían estrellado en la Luna (1959, Lunik 2) y en el propio Venus (1966, Venera 3) tras enviar datos durante su caída, pero Venera 7 tocó superficie de manera semicontrolada y pudo transmitir en buen estado.
La sonda ingresó en la atmósfera de Venus el 15 de diciembre de 1970 y el vehículo permaneció unido al cohete interplanetario durante las etapas iniciales de la entrada atmosférica para evitar un mayor calentamiento.
El paracaídas abrió a una altura de 60 kilómetros y las pruebas de ambiente comenzaron con los resultados que demostraban que la atmósfera era en un 97 por ciento dióxido de carbono.
El paracaídas pareció fallar durante el descenso, lo que resultó en un descenso más rápido de lo previsto; como resultado, golpeó la superficie de Venus a unos 16,5 metros por segundo.
La sonda pareció quedar en silencio tras el impacto, pero las cintas de grabación siguieron funcionando; unas semanas más tarde, tras una revisión de las cintas, se encontraron 23 minutos de señales muy débiles.
La nave espacial había aterrizado en Venus y probablemente rebotó en su lado, dejando la antena de ganancia media apuntando incorrectamente para una transmisión de señal fuerte a la Tierra.
Venera 7 transmitió información a la Tierra durante 53 minutos, la cual incluyó 20 minutos desde la superficie; se encontró que la temperatura en la superficie de Venus era de 475 grados Celsius y la presión de 90 atmósferas.
Dicha presión correspondía a aproximadamente 900 metros bajo el nivel del mar; la sonda proporcionó información sobre la superficie de Venus, que no podía verse a través del grueso velo de su atmósfera.
La nave espacial confirmó definitivamente que los seres humanos no pueden sobrevivir en la superficie de ese planeta, y excluyó la posibilidad de que haya cualquier agua en estado líquido.
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