«En el caso de Hitler, a nadie se le ocurriría decir ‘sabes que también hizo cosas buenas, por ejemplo las carreteras son buenas’. No hay comparación entre las carreteras de Hitler y las matanzas. Lo mismo debe ser respecto a Pinochet». Lo dice Manuel Guerrero, hijo del profesor degollado en 1985 junto a José Manuel Parada y Santiago Nattino.
El sociólogo, quien tenía 14 años cuando su padre fue asesinado por un comando de Carabineros, entregó en radio Cooperativa su testimonio a 40 años del golpe de Estado que terminó con el Gobierno de Salvador Allende y dio inicio a la dictadura militar que estuvo en el poder hasta 1990 en Chile.
Como parte fundamental de llegar a un camino de paz y justicia, Guerrero afirmó que se deben dejar atrás los homenajes que recuerdan al líder golpista: «La carretera austral debe dejar de portar el nombre de Augusto Pinochet. En las clases de liderazgo de las fuerzas armadas debe salir Pinochet como el ejemplo que se da como un gran líder. Cuando demos ese paso habremos dado el paso de un reencuentro real y sano».
Guerrero se refirió de forma crítica a las peticiones de perdón de algunas figuras de la derecha como el senador de la UDI Hernán Larraín:
«Hay personeros que piden perdón. A mí me parece que es un gesto noble en la medida que no sea un cálculo hipócrita para aparentar algo en que no ha habido elaboración. El perdón concreto en el caso de violaciones a los Derechos Humanos es respecto de los crímenes de lesa humanidad, contra la humanidad.
Aquí hubo personas que en forma organizada desde el Estado violaron no solo cuerpos y derechos sino que violaron lo más humano del ser humano. Sometieron a personas a tales grados de vejámenes que los dejaron convertidos en paquetes. Los militares hablaban del traslado de televisores.
Ese perdón debe ser honesto y requiere no solo un gesto de arrepentimiento sino además una colaboración en el campo de la justicia para que haya castigo, reparación y así sí un camino hacia la paz».
Ante palabras del Presidente Piñera en relación a que hubo cómplices pasivos de la dictadura, señaló:
«Me parece que es una pedida de perdón a destiempo. Si él tiene la convicción profunda, y espero que sea responsable en sus dichos, de que hay cómplices pasivos, hubiese sido interesante que lo manifestara cuando conformó el Gabinete, cuando armó el Gobierno: hace cuatro años no haber invitado al Gobierno a gente que no solamente fue cómplice pasivo sino cómplice activo».
Entre las autridades que cuestiona Guerrero, nombró a Joaquín Lavín, Cristián Larroulet, Andrés Chadwick:
«No solamente son los Pinochet boys que participaron en Chacarillas sino que formaron parte activa del Gobierno de Pinochet con cargos de confianza y responsabilidad. Justificaron, avalaron ideológicamente y fueron completamente parte de un Gobierno que fue una dictadura terrorista de acuerdo con los documentos oficiales del Estado y la conciencia moral del conjunto de la humanidad».