martes, octubre 15, 2024
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El Martirologio de Salvador Allende

Cuarenta años después del fatídico golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973, encabezado por el sanguinario general Augusto Pinochet, la figura ejemplar del mártir de la democracia chilena inspira a todas las organizaciones políticas democráticas y a los movimientos sociales del continente latinoamericano. Más todavía cuando observamos el rescate de la soberanía regional y la construcción de la patria grande en los territorios considerados el “patio trasero” de los Estados Unidos.

Allende creyó en la democracia a carta cabal y pagó con su vida la defensa de ella, de la constitución y la ley; el sentido patriótico en el ejercicio del poder lo demostró en el intento de construir el socialismo a través de la participación ciudadana y la educación de las masas populares; lo demostró con la nacionalización de la minería del cobre, recuperada de manos de las empresas imperialistas; de la reforma agraria, expropiando las tierras a los latifundistas y del fomento de la propiedad social sobre los medios de producción en beneficio de la mayoría del pueblo.

La injerencia norteamericana en el golpe de estado y en la instauración de la dictadura de Augusto Pinochet ha sido ampliamente comprobada mediante la publicación de los documentos desclasificados del Departamento de Estado. Como se conoce la administración de Richard Nixon se empeñó en la destrucción del primer gobierno socialista de América Latina, establecido a través de un triunfo electoral, imponiéndose la tarea de sabotearlo hasta su hundimiento; recordemos la descarada declaración del secretario de Estado de aquel entonces, Henry Kissinger, cuando expresó:

«no veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo». Además, consta que en octubre de 1971, Richard Nixon comunicó a Kissinger: «He decidido remover a Allende» y a partir de esta insolente determinación se organizó el plan de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para dar el golpe de estado contra la democracia.

Luego, los 17 años de dictadura fueron marcados por el crimen, la represión masiva, las tortura, las desapariciones y las innumerables violaciones a los derechos humanos. Se impuso de esta violenta manera el experimento del neoliberalismo con las políticas privatizadoras, el libre mercado y la globalización. Por la debilidad del régimen dictatorial y el fracaso de la política económica, Pinochet se vio obligado a convocar el 5 de octubre de 1988 un referéndum donde triunfa el NO a la permanencia del dictador en el gobierno. Augusto Pinochet recibió la negativa del 56 por ciento de los votantes, y sólo el apoyo del 44 %, este resultado creó las condiciones para un proceso electoral programado para el año siguiente.

Sin embargo, en los veinte años de los gobiernos siguientes, los de la Concertación, integrada por los partidos Demócrata Cristiano, Socialista, Por la Democracia y Radical Social Demócrata, no hubo transformaciones sociales, permaneciendo intacto el sistema político excluyente creado por la Constitución de Pinochet que ampara el modelo económico neoliberal. El triunfo del derechista Sebastián Piñera, a continuación de los veinte años de la Concertación, profundizó la aplicación del modelo neoliberal que, felizmente, abrió las calles para un nuevo movimiento popular, encabezado principalmente por los estudiantes opuestos a las leyes de mercado en la educación.

El legado de Salvador Allende en términos de justicia social y posibilidades de desarrollo integral está ahora presente en la rebelión de los estudiantes, en la participación del pueblo, en la acción de los trabajadores contra del sistema imperante y contra el gobierno de Sebastián Piñera.

El pensamiento de Allende vuelve a tomar la significación democrática del cambio social revolucionario, pues nadie en Chile puede ser indiferente a su figura, y no sólo en Chile sino en el continente. La derecha fascista y golpista debe ser derrotada, es bastante fuerte como se observa, por ejemplo, en Venezuela, y nunca será ajena al protagonismo de los golpes de estado auspiciados por Estados Unidos, pero en la nueva realidad del escenario latinoamericano los “cuartelazos” han perdido la vigencia de los períodos pasados. Por consiguiente, la izquierda tiene la responsabilidad de seguir construyendo espacios cada vez más amplios de apoyo popular participativo; y ahí la imagen del presidente Salvador Allende adquiere la relevancia histórica de su sacrificio.

(*) Poeta y escritor peruano.

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