Claves de una Elección Histórica

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El resultado electoral y la composición social y política de la Convención Constituyente ha sido una de las grandes sorpresas de las elecciones del pasado 16 de mayo.

De la nueva asamblea electa destaca su diversidad social, etaria, territorial y laboral, lo que, unido a la paridad, los escaños reservados y la alta presencia de independientes, le otorga una alta legitimidad que nace de parecerse mucho a la sociedad chilena real y de comenzar a darle un rostro a ese “nuevo pueblo” que irrumpió el 18-O.

En los/as nuevos/as constituyentes -particularmente en los independientes y menos conocidos en los medios- lo que hay son historias y trayectorias biográficas asociadas a condiciones difíciles de vida y luchas asociadas a territorios específicos, muchas de índole medioambiental y/o regional, o a la sobrevivencia individual y comunitaria: historias de vida y prácticas territoriales sumergidas que ahora emergen constituidas políticamente.

Otro aspecto relevante es el fracaso de la derecha en lograr ese tercio de constituyentes que le permitiría ejercer su capacidad de veto. Ello significa que la redacción de la nueva Constitución nace libre de la amenaza del bloqueo de una minoría. Es una buena noticia, pero cabe la pregunta sobre cómo lo procesará una derecha acostumbrada a ejercer su influencia desde mecanismos contramayoritarios. En escenarios así es cuando surgen las pulsiones autoritarias de este sector político.

En la composición y diversidad de la nueva Convención Constituyente, la derecha ha perdido parcialmente las “riendas del poder”. A esto se debe agregar el bajo rendimiento del dinero invertido en el financiamiento de las campañas y la poca efectividad del uso sesgado de encuestas y medios de comunicación, mientras sus intelectuales orgánicos brillaban por sus desacertadas predicciones.

Un problema de la derecha y del empresariado es tener un coro de columnistas que les dice exactamente lo que quieren oír y no lo que está ocurriendo. Mientras ello no cambie, el “no lo vimos venir” será una letanía permanente en este sector.

En la poderosa irrupción de este mundo independiente y territorial también ha quedado en evidencia la crisis de representación de las organizaciones sociales y sindicales tradicionales, las que no han obtenido representantes en la Convención. A su vez, el sistema de partidos se ha visto desafiado como pocas veces en nuestra historia.

Los partidos y conglomerados han resistido de manera distinta lo ocurrido. Los más afectados son los de derecha (muy por debajo de su tercio) y los de la ex Concertación. Los dos conglomerados que dominaron la política chilena de los últimos 30 años son los grandes derrotados. Hay un cierre de un ciclo histórico.

Particularmente crítico es el desplome de la DC, un partido clave de nuestra política en los últimos 50 años. Algo parecido ocurre con el PPD (cuya continuidad ha sido puesta en duda por su presidente). El PS sobrevive electoralmente, pero no así la alianza de la cual participó desde el 90 a la fecha. Más allá del fallido intento de convergencia en una primaria de la izquierda entre el FA, el PC y el PS, quedará como asignatura pendiente para el PS definir su política de alianzas futura, teniendo a la vista el desfonde de sus aliados.

El nuevo escenario ha instalado una pregunta sobre la identidad y el proyecto del PS, sobre su relación con su propia historia y con el allendismo, y acerca de su domicilio político, o no, en la izquierda.

Por su parte, la izquierda agrupada en el FA y el PC ha resistido mejor este nuevo clima social antipartidos, tratando de leer y participar de las nuevas lógicas sociales, y obteniendo un buen resultado.

Al lograr un histórico sorpasso frente a la ex Concertación, se ha convertido en la principal alianza política del arco opositor en la Constituyente. A su vez, las predicciones que señalaban que el PC reduciría a su mínima expresión al FA no se cumplieron, e incluso este último supera en votos y constituyentes al PC. Los resultados muestran que la alianza FA-PC permite a ambos componentes crecer sin sacrificar sus propios perfiles políticos.

El viejo sistema de partidos puede exhibir resultados a su favor en las otras elecciones que se verificaron el pasado 16 de mayo. Allí se expresó, en efecto, más continuidad que ruptura. Los independientes casi no aparecieron, aunque la irrupción de lo nuevo también se manifestó en un número importante de alcaldías y en las elecciones de gobernadores en la RM y Valparaíso.

Hay buenas razones para considerar que lo que viene está mejor representado en la elección de constituyentes que en la de concejales, por el espesor político de lo que estaba en juego en cada una de estas elecciones. En este sentido todo indica que la elección de constituyentes debiera proyectarse en las próximas parlamentarias y presidenciales.

¿Qué viene por delante? El eje gravitacional de la política debiera inclinarse hacia la Convención Constituyente. Allí, se estarán jugando definiciones para las próximas décadas. Por otro lado, tendremos dos primarias: una de la derecha y otra de izquierda (esta última puede ser más competitiva de lo que se piensa). La otra variable decisiva estará en manos de la Lista del Pueblo, en su capacidad de mantenerse unida y proyectarse en las próximas parlamentarias e incluso en las presidenciales, en la definición de sus alianzas y en su emergencia o no como primer movimiento o partido “octubrista”.

Resta saber si la ex Concertación se reagrupará en una primaria, en las que tiene todas las de ganar la senadora Yasna Provoste y en la cual seguramente la DC se cobrará algunas cuentas y se encargará de “humillar” al PS por los vetos que este ejerció contra su abanderada presidencial.

Habrá que ver, además, si la derecha buscará un acomodo democrático al nuevo momento político o crecerán en ella las pulsiones autoritarias. Ha comenzado a sobrevolar el fantasma del año 64: si bien con segunda vuelta no tiene sentido no presentarse en primera, lo cierto es que el paso de la derecha a la segunda vuelta ya no está asegurado.

En lo más cercano, tendremos el emblemático duelo por la gobernación de la RM entre Claudio Orrego y Karina Oliva, donde esta última puede dar una sorpresa y terminar de enterrar el ciclo anterior, frente a un candidato DC que requiere para su triunfo de una masiva movilización de la derecha, una suma que le puede terminar restando.

“Resta saber si la ex Concertación se reagrupará en una primaria, en las que tiene todas las de ganar la senadora Yasna Provoste y en la cual seguramente la DC se cobrará algunas cuentas y se encargará de “humillar” al PS por los vetos que este ejerció contra su abanderada presidencial”.

¿Y el Gobierno? Cada vez más invisible y fantasmagórico. Preparando un cambio de gabinete que apenas será noticia. Un Gobierno y un presidente del que seguramente los propios precandidatos de la derecha tratarán de distanciarse.

En ese claroscuro de la historia entre lo nuevo y lo viejo en que hemos vivido en los últimos meses, lo nuevo, por fin, ha despuntado y ha registrado un decisivo avance.

(*) Psicólogo, doctor en educación en la Universidad de Barcelona, académico de la Universidad de Chile.

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