A lo largo del artículo hemos intentado sentar las bases de una conceptualización de la burocracia estatal a partir de su nexo estructural interno con la relación de capital, específicamente, a partir de las exigencias que la forma mercantil de la relación capital/trabajo presenta a la articulación de la dominación política de la burguesía.
Teniendo siempre presente esta relación, como punto de partida del abordaje de los diferentes autores y como criterio de relevancia para valorar sus aportes, avanzamos en una recuperación crítica de algunas de las contribuciones más importantes a la teoría de la burocracia en la sociología y en las ciencias políticas.
Sin duda, una serie de preguntas implícitas originadas en la investigación empírica y también, diríamos fundamentalmente, en problemas de orden político – ideológico se encuentran detrás de los énfasis en el desarrollo del trabajo. Ellas se harán explícitas en algunas de las consecuencias que extraemos de dicho desarrollo para la consideración del problema del estado en general.
En este sentido, partir del enfoque de la derivación no es casual. No sólo porque creemos que constituye el punto de partida correcto para la construcción de una teoría marxista del estado, consistente con la crítica marxiana de la economía política y que escape del economicismo y del politicismo. Sino también, y de nuevo diríamos fundamentalmente, porque el enfoque nació enfrentando dilemas políticos similares a los nuestros.
A fines de los años ’60 y principios de los años ’70 la llegada al gobierno de la socialdemocracia alemana impulsó un debate profundo entre los marxistas alemanes sobre la cuestión del estado.
El consenso a las políticas socialdemócratas entre la clase obrera alemana, el aislamiento de los movimientos sociales, en especial el estudiantil, que protagonizaran importantes conflictos previos al triunfo socialdemócrata y la incapacidad de la izquierda tradicional para enfrentar la nueva situación con un bagaje economicista e instrumentalista enmarcaron los, a primera vista, abstractos debates de la “escuela de la derivación”.
Entre fines de los años 90 y comienzos de la década del 2000, varios países sudamericanos se vieron atravesados por procesos de movilización social que, en los hechos, configuraron una rebelión popular contra el neoliberalismo. Los gobiernos surgidos de dicho proceso, aunque ideológicamente muy heterogéneos, han dado sustento a una resurrección de concepciones fundadas en la primacía de lo político, en las relaciones de fuerzas como determinantes de cualquier resultado social y en el estado como instrumento de transformación social.
Frente a ello, una izquierda teóricamente débil ha opuesto un instrumentalismo vulgar de sesgo economicista. Ambas visiones son solidarias en la aceptación de la separación entre lo económico y lo político.
La cuestión de la burocracia deviene central porque el estado está burocráticamente estructurado, lo cual la convierte en una categoría crucial para cualquier análisis de su aparato pero, además, porque su aparente neutralidad técnica da lugar a todo tipo de ensoñaciones sobre su supuesto papel en procesos de emancipación social.
Nuestro punto de partida ha sido la separación de coerción desarmada y coerción armada derivada de la constitución de los trabajadores como vendedores de fuerza de trabajo y, por lo tanto, de la apariencia objetiva de capitalistas y trabajadores como partes contratantes libres e iguales.
A su vez, del mismo modo que sólo en el dinero se expresa la naturaleza social de los trabajos privados, sólo en el estado se expresa la naturaleza social de la dominación de los comandos privados de los muchos capitales, aunque lo haga en una forma trasmutada. Aquella desigualdad real revestida de igualdad formal se duplica en la forma estado, donde la dominación social de clase se estructura como imperio de la norma objetiva sobre ciudadanos libres e iguales.
La burocracia aparecía entonces como modo histórico de estructuración de una dominación impersonal que exigía la subordinación de los mismos individuos encargados de ejecutar dicha dominación al imperio de la norma abstracta. Weber ha puesto al descubierto la estructuración de la burocracia como sujeción a la norma impersonal y como actividad de dominación niveladora, calculadora y calculable y, por lo tanto, previsible.
La burocracia moderna, a diferencia de las burocracias precapitalistas de carácter patrimonial y/o prebendario, se funda en la separación de los funcionarios de los medios de administración, lo que instituye la separación de las esferas de lo público y lo privado y, con ellos, la sujeción de las actividades públicas a reglas de carácter universal.
En ese acto histórico de separación se funda la estructuración de la dominación como imperio de la norma objetiva sobre individuos abstractamente iguales. Tratamos de mostrar también como, en tanto organización formal, la burocracia oculta sus determinaciones histórico – sociales, encubriéndolas como exigencias técnicas, pero, al mismo tiempo, las recrea y reproduce.
Buscamos exponer, además, que la burocracia sólo puede articular un dominio impersonal constituyéndose como cuerpo separado y autonomizado. Como tal reproduce de modo concreto la separación entre lo económico y lo político, que es su fundamento, y se constituye en esqueleto del estado, al que le otorga, simultáneamente, apariencia de cosa y de agente autónomo con continuidad histórica.
Pero en tanto cuerpo autonomizado también exige un análisis empírico de su lógica de funcionamiento que no puede reducirse a respuestas mecánicas a exigencias del ambiente. La dominación de clase se refracta, al mismo tiempo que se constituye, en el mecanismo burocrático, siempre históricamente concreto, del estado.
El modo siempre histórico de existencia de un interés de clase dominante resulta entonces afectado por la estructura del estado. Por último, en cuanto cuerpo autonomizado se pone de manifiesto como actividad especializada de dominio y, por lo tanto, como puro medio de dominio.
Pero de este modo, se nos plantea el carácter instrumental de la burocracia estatal. No como instrumento neutral, ni como simple herramienta controlada por una clase, sino como fin impersonal de un aparato autonomizado de dominio.
En la medida que la burocracia en general siempre existe como aparato burocrático determinado, su estructura está organizada como orientada a un fin determinado, resulta así relativamente rígida e inútil para diversos fines.
De este modo, aquella separación entre funcionarios y medios de administración emancipa a los aparatos de dominación, estructurados como poder público, de todo interés particular real. Pero ello, lejos de constituirlos como aparatos neutrales, instituye en el nivel de “lo político” la dominación de clase como lógica objetiva e impersonal del mismo modo que la lógica objetiva e impersonal del capital señorea sobre todo individuo real en el nivel de “lo económico”.
¿Qué consecuencias se siguen de lo expuesto para el problema del estado en general?
En primer lugar, la separación entre lo económico y lo político supone la distinción de dos formas de integración social. El mecanismo integrador del mercado es la competencia. Esta opera como compulsión sobre los individuos aislados y enfrentados. Por un lado, como compulsión sobre los obreros para que vendan su fuerza de trabajo. El poder de mando del capital individual sobre sus trabajadores, aunque reforzado y regulado jurídicamente, se basa fundamentalmente en este hecho. Por otro lado, como compulsión sobre los capitales individuales para extender e intensificar la explotación de la fuerza de trabajo.
El mecanismo integrador del estado es la ley, cuyo cumplimiento es garantizado por el monopolio de la violencia y que nivela a todos los individuos como ciudadanos.18 Ambos mecanismos se suponen mutuamente y no pueden existir el uno sin el otro. Pero, si bien mercado y estado son dos formas de la misma relación social, dos formas además necesarias para la reproducción del capital como totalidad orgánica, su separación constituye dos modos de integración social que hasta cierto punto se oponen y que pueden entrar en conflicto.
Estado y mercado no plantean un juego de suma 0, puede haber, y en general hay, más mercado y más estado simultáneamente (Bonnet 2011). Pero, en la medida que constituyen dos modos de integración social parcialmente enfrentados la extensión del estado puede ser vista como una limitación del mecanismo de la competencia.
Al mismo tiempo, ciertos procesos de desintegración social necesarios para la vigencia de la ley del valor pueden significar una amenaza para la integración política y desatar intentos de regulación legal. Sería erróneo, sin embargo, concluir de ello una tendencia a la pérdida de control consciente sobre los procesos “económicos” en procesos de mercantilización y de aumento del control consciente sobre los mercados en procesos de desmercantilización. Mucho menos aún identificar a los segundos con tendencias a la democratización.
El análisis de la burocracia permitió observar que una extensión o profundización del principio democrático debilita el imperio de la norma objetiva. De esto se sigue que toda estatalización de procesos sociales supone su traducción en mecanismos rutinizados y sujetos a normas objetivas e impersonales.
Si en la base de muchos de estos fenómenos puede haber procesos de movilización social y de formulación de demandas desafiantes del poder político, su captura estatal equivale a un reemplazo tendencial de criterios de definición fundados en la deliberación y en la lucha por criterios técnicos normativamente determinados.
Lejos de constituir formas más conscientes de control social, suponen la subordinación de los asuntos comunes a la lógica ciega de la razón instrumental autonomizada. Desde esta perspectiva, mercantilización y desmercantilización no sólo pueden darse simultáneamente, como señala Bonnet, sino que ambos son modos de sustracción de los procesos sociales a formas deliberativas de control y a la lucha social.
En segundo lugar, que las burocracias estatales sean modos de captura autonomizados de la lucha de clases supone que las estructuras de los diferentes estados son el resultado de, y contienen a, toda una historia de la lucha de clases.
La relativa rigidez y continuidad temporal de la burocracia estatal, a la que nos refiriéramos antes, hace que en la estructura del estado se acumulen sucesivas capas de sedimentación de la luchas de clases, que constituyen una especie de peso muerto de la historia sobre las luchas presentes.
Esto puede a priori favorecer o perjudicar las luchas presentes de los trabajadores. Pero en cualquier caso obliga a ser cautelosos a la hora de explicar ciertas dinámicas estatales por las relaciones de fuerzas actuales. Por la misma razón, del mismo modo que un interés de clase de la burguesía existe sólo y desde el inicio como “deformado” por la estructura del estado en que se constituye, la traducción de las relaciones de fuerzas actuales resulta modificada por la estructura del estado en las que aquellas son capturadas.
Este fenómeno supone, a su vez, un problema para la coherencia del aparato de estado, lo que ha sido señalado por Poulantzas (Poulantzas 1986a, 1986c). El estado realmente existente es un ensamble poco armónico de aparatos y secciones de aparatos, cada uno de ellos, a su vez, persiguiendo a cada momento cierta coherencia normativa (Hirsch 1978, 2005, Demirovic 2011).
Los intentos de los sucesivos gobiernos de racionalizar el aparato de estado pueden hacer que el remedio sea peor que la enfermedad. Una vez más, esto debe prevenir de los análisis que de una manera impresionista le atribuyen no sólo agencialidad al estado sino una racionalidad unívoca.
Estos presupuestos no son ajenos a muchos trabajos de marxistas. Están muy presentes en ciertos análisis funcionalistas donde se presupone que el estado reconocerá y responderá adecuadamente a las necesidades de la acumulación y la dominación capitalistas.
La consideración de la burocracia estatal como coagulación de la lucha de clases tiene también consecuencias para la teoría de la hegemonía. La hegemonía supone coagulación estatal de las relaciones entre las clases. De modo que un consenso social que no dé lugar a la captura burocrática de las luchas sociales, a su internalización en mecanismos rutinizados de resolución de conflictos, resulta inestable.
La imprevisibilidad y la imposibilidad de cálculo que resulta de la ausencia de dichos mecanismos genera incertidumbre, lo que puede afectar la magnitud, los plazos y las modalidades de la acumulación de capital. La valoración de una dominación como hegemonía depende, entonces, del grado de éxito en la estatalización, es decir, en la rutinización, de los procesos de canalización de las contradicciones sociales.
En tercer lugar, el estudio de la burocracia es relevante a la hora de evaluar la aptitud del estado como herramienta de transformación social. El carácter instrumental de la burocracia estatal vuelve a replantear la relación entre estado y capital. Como afirmábamos antes, la burocracia en general sólo existe como aparato con un fin determinado, fin que determina su estructura.
Esto significa, en primer lugar, que el fin existe como finalidad impersonal, autonomizada, lo cual previene de cualquier instrumentalismo vulgar así como de cualquier funcionalismo o relación de correspondencia con lo económico. Pero, en segundo lugar, que los aparatos burocráticos del estado capitalista están ligados por su estructura a la reproducción de la relación de capital, porque su fin determinado existe en su estructura, no fuera de ella.
Las concepciones que ven en el Estado un instrumento apto para la emancipación social tienden a eludir este problema enfatizando su rol de regulador del mercado y su aparente capacidad para disciplinar a actores económicos poderosos. Sin embargo, como hemos visto, la modalidad estatal de integración social no es menos alienante que la del mercado y las dinámicas ciegas del estado obedecen a fines autonomizados de la voluntad política de cualquier gobierno.
Aquí no hemos señalado todavía el vínculo entre la reproducción de la burocracia estatal y la participación del estado en la distribución del plusvalor a través del sistema de impuestos. Hemos dejado de lado ese importante aspecto del problema por razones de espacio, pero cabe advertir su carácter ambiguo para la reproducción capitalista.
Por un lado, la burocracia resulta por este medio estructuralmente ligada a la reproducción capitalista. Sin embargo, por otro lado, la traducción estatal de una lucha de clases en ascenso y la propia dinámica expansiva de la administración burocrática pueden ser un pesado lastre para la acumulación capitalista o agravar crisis originadas en las tendencias de la acumulación de capital (O´Connor 1981).
Por último, es necesario tener presente la distinción entre burocracia en general y aparato burocrático porque la burocracia es, siempre y más allá de sus modos concretos de existencia, actividad especializada de dominio. La burocracia abstraída como técnica resulta muy seductora.
Parece siempre dispuesta para el uso de cualquiera que pueda tomarla. Sin embargo, nadie puede usarla sin transformarse a su vez en medio y sin convertir la reproducción de la burocracia en su propio fin.
Como le sucedió a Lenin y a los bolcheviques.
Fuente: Marx desde Cero
Notas
1 Este trabajo es producto de una estancia de investigación desarrollada en la Universidad de Frankfurt, Alemania bajo la dirección del Dr. Joachim Hirsch entre el 1º de agosto de 2011 y el 31 de enero de 2012 y que contó con el financiamiento de CONICET. Quiero agradecer a Joachim Hirsch y especialmente a Jens Wiessel, Sebastián Wolf y Fabian Georgi del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt con quienes compartí mi trabajo en Alemania y que generosamente leyeron y discutieron una versión preliminar de este artículo.
2 Por razones de espacio no podemos extendernos aquí en torno a los límites que presentan, a nuestro entender, dichos enfoques (Ver Piva 2009).
3 El capítulo XXIV de El Capial, La llamada acumulación originaria (Marx 1998), El proceso de civilización (Elías 1989) y Vigilar y Castigar (Foucault 1986) son ejemplos notables del relato de dicho proceso.
4 Gerstenberger llama la atención sobre diversos estudios que han puesto de manifiesto especificidades del áfrica, especialmente subsahariana, que suponen un desafío para la teoría marxista del estado. Por lo general, los estudiosos no africanos las adjudican demasiado rápidamente al subdesarrollo capitalista de la región (Gerstenberger 2011).
5 Ver supra pág. 4.
6 “No sólo se trata, pues, de que la libertad y la igualdad son respetadas, en el intercambio basado en los valores de cambio, sino que el intercambio de valores de cambio es la base productiva, real, de toda igualdad y libertad. Estas, como ideas puras, son meras expresiones idealizadas de aquel desarrollarse en relaciones jurídicas, políticas y sociales, estas son solamente aquella base elevada a otra potencia.”(Marx 1986: 183, resaltado mío)
7 En todo este párrafo seguimos en gran medida a Alberto Bonnet (Bonnet 2009). Bonnet, partiendo también de la separación entre productor directo y medios de producción, deriva el estado del doble carácter de la libertad del obrero. En cuanto “hombre libre” de los medios de producción ésta se vuelve para él necesidad, obligación de vender la fuerza de trabajo. En cuanto “ciudadano libre” es que contrata libremente en el mercado la venta de la fuerza de trabajo al capitalista. Ambos aspectos de la libertad se desarrollan en la separación entre lo económico y lo político. A su vez, en la medida que la libertad encuentra su determinación en la necesidad aquella se convierte en dominación. Aquí recuperamos esta relación entre libertad y necesidad, pero sostenemos que ella existe no como oposición entre lo económico y lo político sino en ambos niveles simultáneamente, como coerción revestida de libertad
8 Para una discusión crítica de la literatura que sostiene dicha tesis con el aporte de contraevidencia ver (McSweney
2006)
9 El lazo entre esta concepción y muchos de los usos habituales en los marxistas como cuando se habla de “burocracia sindical” e incluso en los propios escritos de Trotski sobre la burocracia soviética nos parece evidente. Casi nos atreveríamos a afirmar que constituyen una concepción implícita en gran parte del “sentido común de izquierda”.
10 Excluimos a Downs, y en general al enfoque de las elecciones racionales, porque su énfasis está puesto en la burocracia como modelo de organización aunque claramente su perspectiva difiere de la weberiana en sentido estricto y podría incluirse como una tercera vertiente (Downs 1965). Debiéramos mencionar también entre quienes desarrollaron la vertiente organizacional a Parsons y a Crozier y, aun antes, a Bendix (Parsons 1976, Crozier 1974, Bendix 1947). Entendemos, sin embargo, que ninguno de ellos ha puesto en cuestión los aspectos fundamentales de la tesis weberiana que aquí retomaremos, sus importantes aportes no resultan relevantes para el problema aquí tratado y faltan en ellos muchos elementos presentes en el pensamiento de Weber que deberemos retomar.
11 Por ello sostiene Weber que bajo el socialismo, al tiempo que la burocracia se desarrollaría como nunca antes, su eficiencia debiera ser menor que en el capitalismo: porque perdería en el mercado un productor de insumos para su actividad calculadora.
12 “Niveladora y cínica desde la cuna, (la mercancía) está pronta a intercambiar no sólo el alma sino también el cuerpo por cualquier otra mercancía, aunque ésta sea más repulsiva que Maritornes” (Marx 1998, 104).
13 El formalismo del análisis de Weber presupone, como señalara Marcuse, una abstracción de la racionalidad instrumental de su carácter histórico y social, más allá de que se afirme su origen histórico contingente (Marcuse 1969).
14 Para un tratamiento sistemático de las tensiones entre democracia y burocracia en una perspectiva neo weberiana ver (Etzioni Halevy 1983)
15 Las FFAA, aunque se organicen burocráticamente, deben ser tratadas aparte. Su especialización en el uso o amenaza de uso de la violencia material afecta su estructura hasta el punto en que el carácter de la obediencia y de la disciplina adquieren un significado completamente distinto. Debe incorporarse la constitución como aspecto que completa esta autonomía ilusoria del estado. Ambos esperamos poder tratarlos en futuros trabajos.
16 El objetivo de Lefort es comprender la potencialidad de la burocracia de constituirse como una clase, lo cual habría ocurrido en la URSS. Sin embargo, es posible dejar de lado ese debate en la medida que el propio Lefort señala que bajo el capitalismo no se dan las condiciones para que ello suceda.
17 Esta noción de la concepción instrumental del estado presente en Lenin la debo a Alberto Bonnet.
18 La “sociedad” se presenta, entonces, como coerción exterior sobre los individuos, más o menos internalizada. Como “ley natural” en la esfera de la competencia, como “ley social” bajo la forma de estado.
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