El libro La fin de l’utopie libérale [El fin de la utopía liberal], de Michel Bourdeau (Hermann, 2023), tiene el mérito de abordar a Friedrich Hayek, su carrera y su obra desde un ángulo original, exhaustivo e interno, siguiendo paso a paso el pensamiento del autor austriaco.
Hayek no puede definirse como un simple economista, ni siquiera como un simple teórico del liberalismo: es a la vez un pensador teórico y un militante, cuya obra no puede entenderse sin tener en cuenta su hostilidad hacia el socialismo y el dirigismo económico, así como hacia el concepto que considera inherente a esas perspectivas: la justicia social.
Hayek fue también un actor histórico y un activista que contribuyó a renovar los fundamentos teóricos y epistemológicos del liberalismo, y ayudó así a forjar la matriz de lo que los investigadores llaman hoy «neoliberalismo», desde el Coloquio Lippmann hasta el Committee on Social Thought de Chicago y la Sociedad Mont Pelerin.
El objetivo de este libro es acercarse a la obra y al pensamiento de Hayek presentando un panorama coherente de los conceptos claves que permiten reconfigurar las bases teóricas y el marco epistemológico del liberalismo clásico, con la noción de división social del conocimiento, la ignorancia (información fragmentada) como sustento del individualismo, la complejidad y, sobre todo, el orden espontáneo autogenerado entendido como «sistema complejo organizado», con un foco específico en el vínculo entre orden espontáneo y evolución, de los que se dice que son ideas «gemelas» o incluso paralelas.
Michel Bourdeau recorre, con erudición, la génesis y la estructura del liberalismo hayekiano tradicionalista y evolucionista, desde los primeros textos fundadores como «Economía y conocimiento» (1937) hasta Derecho, legislación y libertad (1973-1979), apoteosis de una obra propiamente política, pero al mismo tiempo multidimensional.
Hayek contra el liberalismo
Aunque el libro contiene un cierto tecnicismo necesario para abordar el tema, todos los conceptos están definidos y explicados de forma comprensible para un amplio público, y la principal dificultad es la gran densidad conceptual. No obstante, el libro consigue ofrecer no solo una «introducción crítica» al pensamiento de Hayek, sino también un resumen de los principales conceptos y una guía de lectura.
Se centra, además, en el utopismo como estrategia y como filosofía política en la obra de Hayek a partir de 1947y, luego, con la publicación de Los intelectuales y el socialismo: para hacer frente y derrotar al socialismo, según Hayek, hay que recurrir a los intelectuales, esos «traficantes de ideas de ocasión», y difundir las ideas neoliberales, o más bien «auténticamente liberales», en forma de utopías para convencer a las masas, consideradas maleables, y luego a los gobiernos para que pongan en marcha las «reglas de conducta justa» necesarias para el surgimiento y el buen funcionamiento de la «catalaxia», u orden económico espontáneo, que debería ser el modelo y el paradigma de la sociedad en su conjunto, lo que demuestra el paneconomismo hayekiano.
Todos ellos son dispositivos capaces de hacer realidad la «Gran Sociedad» abierta, en la tradición de Adam Smith y Karl Popper, y recrean así una filosofía de la Historia con un horizonte teleológico, sin que sea siempre posible distinguir entre el carácter descriptivo o positivo y el carácter normativo o prescriptivo: si el orden espontáneo es «sinónimo» de evolucionismo o es producto de él, y si es «espontáneo», ¿por qué fundar la Sociedad Mont Pelerin, escribir toda una obra y llamar a la introducción de normas de conducta correcta y de derecho para promover el advenimiento de la «Gran Sociedad»?
En efecto, en su texto de 1949 Los intelectuales y el socialismo, Hayek describe el liberalismo como una utopía, a la vez que como una estrategia política y una doctrina ideológica.
El libro de Bourdeau nos ofrece una visión crítica del pensamiento de Hayek, proporcionando las herramientas necesarias para descifrar el mundo político y económico contemporáneo, y en particular los tratados europeos, habida cuenta de la fuerte influencia de las ideas de Hayek en los círculos liberales y más allá de ellos.
Bourdeau nos recuerda la necesaria distinción entre liberalismo económico y liberalismo político. Se trata de dos formas o dimensiones distintas pero relacionadas del liberalismo.
El liberalismo político precedió al liberalismo económico como pensamiento e ideología. El liberalismo político consistía en limitar el poder político y acabar con los abusos de poder promoviendo los derechos individuales.
Sin embargo, el liberalismo económico tenía un significado político inmediato: cualquier acción del gobierno se consideraba una injerencia innecesaria o incluso perjudicial. Pero los whigs del siglo XVIII eran proteccionistas, y sabemos que el liberalismo económico ha funcionado muy bien bajo dictaduras militares.
Se trata, pues, de subrayar que Hayek defiende ante todo un liberalismo económico, que toma la economía de mercado como paradigma de la vida en sociedad -es el mercado el que debe supervisar al Estado y no al revés-.
Hayek se define como liberal, no como neoliberal, en referencia a una tradición liberal «auténtica» de cuyo prestigio buscaba beneficiarse. Esta es una de las dimensiones del tradicionalismo de Hayek, además del hecho de que las normas de conducta justas son producto de tradiciones que solo deben modificarse en los márgenes en nombre de la preservación de los mecanismos autogenerados del orden espontáneo.
Cabe señalar que Hayek y sus seguidores practican una forma de «reescritura de la historia del liberalismo que pasa por alto las luchas fratricidas libradas entre distintos miembros de la gran familia liberal» (p. 17).
Mientras Hayek llevaba adelante una batalla política, epistemológica e ideológica contra el socialismo y la planificación en todas sus formas, también libraba una batalla contra John M. Keynes, cuya Teoría general dominaba los círculos de economistas e intelectuales de Cambridge.
Sin embargo, Keynes también se consideraba liberal y puede considerarse como tal en la gran familia de pensadores liberales. Hayek también pronunció una suerte de excomunión contra John Stuart Mill, también pensador liberal y economista, por su «utilitarismo» y sus «excesos socialistas».
Hayek como teórico, activista y cruzado antisocialista
El libro también tiene el mérito de destacar la «extraordinaria influencia» que la obra de Hayek ha tenido mucho más allá de los círculos de economistas y académicos. Es probablemente uno de los pocos economistas que produjo auténticos best-sellers como Camino de servidumbre.
Se pueden encontrar rastros del pensamiento de Hayek tanto en Jimmy Wales, cofundador de Wikipedia, como en Margaret Thatcher, que afirmaba abiertamente haber leído Los fundamentos de la Libertad (1960), que se dice que blandió en una reunión del Partido Conservador británico, declarando «esto es en lo que creemos». [También en el recientemente electo presidente argentino Javier Milei, N. del E.].
Hayek ocupa una «posición singular» por su compromiso político con una causa. Tiene también tiene la particularidad de redefinir el liberalismo para el siglo XX de forma sistemática, es decir, mediante un sistema de conceptos interconectados con un alcance normativo y prescriptivo, a veces asumido, a veces implícito.
Así, para Hayek, la libertad reside no solo en la «ausencia de coacción» por parte de un poder arbitrario que impida la libre circulación de bienes y personas, sino también en la capacidad de utilizar «el propio conocimiento para alcanzar los propios fines», y el liberalismo se convierte en una utopía que hay que poner en práctica, con todas las contradicciones que ello plantea, ya que Hayek rechaza el intervencionismo y el constructivismo, al tiempo que propugna la constitución de una nueva forma de legislación y de sociedad.
Para sus amigos liberales, los utópicos son los socialistas. Sin embargo, Hayek pretende afirmar que «son las ideas las que gobiernan el mundo», reivindicando el legado de Hume. En este sentido, además, la «mano invisible» revisitada a través del derecho y las normas de conducta correctas funciona como una «secularización de la teodicea» (p. 21).
Los fundamentos teóricos y epistemológicos de la «Gran Sociedad»
Una vez aceptada la idea de que uno de los rasgos originales del pensamiento de Hayek es plantear y presentar su liberalismo como una utopía, necesitamos comprender sus fundamentos y conceptos claves para poder explicitarlos y desplegarlos porque, al igual que Hegel en este punto, la utopía hayekiana es un «sistema» que plantea y reclama «el coraje de la utopía», tomando nota del hecho de que el socialismo no podría haberse extendido, como visión del mundo y como programa político, sin la ayuda y el apoyo de los «intelectuales».
Para llegar al meollo del pensamiento de Hayek, hay que partir de la influencia que el subjetivismo pudo tener en él.
El aspecto cognitivo, incluso cognitivista, de la epistemología de Hayek se pone de relieve en el primer capítulo del libro de Bourdeau mediante una lectura del artículo seminal «Economía y conocimiento» (1937). El individualismo se define sobre la base de que cada individuo posee un «mapa mental» que le permite aprehender el mundo mediante representaciones e información fragmentada.
El objetivo del mercado o de la catalaxia sería, pues, permitir a los individuos interactuar según sus representaciones o percepciones subjetivas con total libertad, sin trabas, en un marco que sería el de la ley y las normas de conducta justas.
La «división social de la ignorancia» permite conciliar la noción de individualismo con la de subjetivismo, según la cual solo tenemos representaciones parciales, de ahí la necesidad de un sistema que permita el intercambio de información y la comunicación a través de señales como los precios: este sistema es la economía de mercado, entendida como un orden espontáneo, autogenerado y autorregulado en el que no debemos interferir, ya que ello distorsionaría los canales de circulación de la información y el ajuste de las expectativas individuales; una verdadera teoría del equilibrio inscripta en el legado de Carl Menger, en lugar de la teoría neoclásica del equilibrio basada en la oferta y la demanda.
El mercado se teoriza como un lugar donde se intercambia información, donde los precios funcionan como señales. Este razonamiento conduce precisamente al rechazo de cualquier forma de planificación centralizada y de cualquier forma de intervencionismo en el mercado, ya que no solo podría obstaculizar las «libertades individuales», sino sobre todo la conformación de los precios y, por tanto, la correcta circulación de la información.
Bourdeau nos presenta así la base de la epistemología hayekiana en forma de tres conceptos: complejidad, orden espontáneo y evolución; los tres íntimamente ligados en su propia definición, ya que la complejidad permite comprender el orden espontáneo y rechazar el cientismo o al menos el «racionalismo constructivista», y un evolucionismo no darwiniano permite justificar la pertinencia de la noción de orden espontáneo y a la vez rechazar la sociobiología y el «darwinismo social».
El evolucionismo y la evolución cultural se convierten así en filosofías de la historia, de manera paradójica, ya que Hayek reclama la «intervención» mediante «reglas negativas» para impedir cualquier «interferencia» en la «catalaxia», al tiempo que proclama el carácter espontáneo y autogenerado del mercado.
La «gran sociedad abierta» como horizonte teleológico y discurso
El utopismo liberal de Hayek se basa en dos grandes construcciones discursivas, la «Gran Sociedad» y un «Mercado Mundial», que permitirían superar las soberanías nacionales con el establecimiento de un «orden jurídico internacional».
Para lograr esta «Gran Sociedad», sería necesaria una verdadera «cruzada contra la justicia social», considerada como un freno al advenimiento de esta utopía; un freno que en última instancia se reduce a lo que Hayek llamaría «constructivismo».
Al redefinir el individualismo como «humildad con respecto al proceso social» (p. 115), Hayek lo convierte en uno de los pilares de esta «Gran Sociedad», que sería pluralista por la pluralidad de perspectivas individuales.
Así, la lucha por alcanzarla implica la lucha contra todo lo que pueda impedirla, al tiempo que subraya que esta «Gran Sociedad» no solo necesita del mercado para funcionar, sino que toma el mercado como paradigma.
Pero la principal preocupación del economista austriaco es desacreditar y refutar la «ilusión absurda» (p. 131) de la «justicia social», último avatar de lo que queda del socialismo una vez rechazados el dirigismo económico y la planificación centralizada.
Además, Hayek establece una continuidad discutible entre justicia social y «servidumbre», ya que la justicia social no tendría nada que ver con la «justicia» e incluso sería contraria a la ley porque no respetaría la igualdad formal.
Más allá de estas consideraciones, la hostilidad a la justicia social demuestra una determinada visión de la relación entre política y economía, ya que la esfera política debería estar separada de la esfera económica, «destronando» así a la política y rechazando cualquier forma de intervención estatal como injerencia ilegítima.
De ese modo, para Hayek, la propia noción de «justicia social» sería una «quimera» y un sinsentido desde todos los puntos de vista.
El libro de Bourdeau tiene también el mérito de presentar una alternativa al pensamiento de Hayek sobre la noción de justicia social, al defender el principio de solidaridad con la idea de «corresponsabilidad» y de derechos propiamente sociales, lo que abre el debate sobre la naturaleza y el sentido de una «sociedad abierta», noción que Hayek habría malversado.
¿Podemos escapar del utopismo neoliberal?
El libro de Bourdeau concluye con la idea de que la utopía liberal es ya una página de la historia política, pero que ello no significa en modo alguno el fin del liberalismo como gran familia de pensamiento.
Es más, ¿no deberíamos hablar más bien de una utopía «neoliberal»?
Predecir la evolución de los sistemas políticos en las llamadas sociedades modernas avanzadas sería un ejercicio peligroso. Las políticas gubernamentales actuales en Francia son probablemente una mezcla de ultraliberalismo, liberalismo autoritario, neoliberalismo de inspiración evolucionista y nueva gestión tecnocrática con elementos populistas.
Ningún gobierno es «químicamente puro» para ser únicamente liberal o neoliberal, entendiendo que estos términos pueden designar realidades diversas, o incluso autores y corrientes de pensamiento con ideas divergentes, aunque tengan fundamentos comunes, como el individualismo.
El debate sobre el posneoliberalismo no está cerrado, como tampoco lo está, por definición, el debate sobre la naturaleza del propio neoliberalismo.
Nota: la versión original de este artículo, en francés, se publicó en la revista La Vie des Idées con el título «Hayek, théoricien et militant».
(*) Doctorando en filosofía política y economía política en la Universidad Bordeaux Montaigne.
Traducción: Pablo Stefanoni.