La Brigada de Derechos Humanos de la PDI detuvo al militar en retiro Jaime Torres Gacitúa, uno de los dos condenados que aún no se entregaban a la Justicia tras ser condenado junto a otros 13 uniformados por la muerte del ex químico de la DINA, Eugenio Berríos. Ahora solo permanece prófugo de la justicia, en la clandestinidad, Arturo Silva Valdés, el autor material de secuestro y homicidio de Berríos.
La PDI detuvo hoy a Jaime Torres Gacitúa, uno de los dos exmilitares condenados por el secuestro y muerte del exquímico de la DINA Eugenio Berríos, que hasta el momento no se había entregado a la justicia, confirmaron este lunes fuentes policiales a Efe.
“La Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones detuvo al mayor retirado, quien está siendo trasladado hasta el penal de Punta Peuco”, donde cumplirá una pena de 10 años y un día por secuestro y otros cinco por asociación ilícita, sin posibilidad de acceder a beneficios”, añadieron las fuentes.
Ahora solo permanece en rebeldía Arturo Silva Valdés, el autor material de secuestro y homicidio de Berríos, quien junto con Torres Gacitúa fueron escoltas de Augusto Pinochet.
Incluso se conoció que Silva Valdés planteó a su familia que a sus 61 años no estaba dispuesto a pasar las próximas dos décadas en prisión, por lo que pasaría a la clandestinidad.
Once de los militares condenados, entre ellos tres oficiales uruguayos, ya se encuentran en “Punta Peuco”, una prisión especial para violadores de derechos humanos situada a 35 kilómetros al norte de Santiago.
Los trámites de ingreso a la cárcel se aceleraron después de que el decimocuarto condenado, el general retirado Hernán Ramírez Rurange, se suicidara el pasado jueves.
Eugenio Berríos, químico de profesión y sindicado como fabricante del gas sarín en Chile, que la policía secreta de Augusto Pinochet usó para cometer varios asesinatos, fue llevado a Uruguay en noviembre de 1991 para evitar que declarara en el juicio por el asesinato del excanciller Orlando Letelier y su asistente Ronnie Moffit, perpetrado en Washington en 1976.
El químico se instaló en Montevideo bajo un nombre falso y fue visto por última vez en 1992, cuando se presentó en una comisaría para denunciar que era vigilado. Fue entregado a unos militares uruguayos y en abril de 1995 se descubrió su cadáver enterrado en una playa, atado y con disparos en el cráneo.