lunes, noviembre 18, 2024
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Entrevista a Ruy Fausto (*): “La Reorganización de la Izquierda se Impone con Urgencia”

Hablar la verdad y tener flexibilidad. Eso sería una buena receta para la supervivencia y renovación de la izquierda brasileña, según Ruy Fausto, profesor emérito de la USP, Departamento de Filosofía.


Para el filósofo, que estudia a Marx y la izquierda contemporánea, la verdad tiene lo que él llama “fuerza práctica” que los “pseudo bababans” /1/ desconocen. La flexibilidad, explica, está en la capacidad de dialogar con el otro.

Fausto se presenta como un miembro de la izquierda independiente y va más allá: defiende que el discurso de la izquierda necesita ser reconstruido no sólo en la forma, sino en su contenido.

“¿Cuáles son los puntos principales de esa reconstrucción? La crítica del populismo-patrimonialismo y la herencia mal liquidada de los totalitarismos de izquierda”, sostiene.

En su libro Caminos de la Izquierda (editora Cia. Das Letras), Fausto hace una larga reflexión sobre los temas que impregnan esta entrevista, llevada a cabo por correo electrónico.
Para él, la burocracia del Partido de los Trabajadores impidió tanto el avance de Fernando Haddad en las urnas como una renovación de la izquierda brasileña.

Tal burocracia, dice Fausto, sólo sobrevive en los días actuales por la insistencia en colocar a Lula en el centro de los planes futuros del partido.

“Lula candidato era el símbolo de la continuidad, y la bandera de la continuidad era, en este caso, peligrosa”, afirma.

Ruy Fausto fue entrevistado por Marina Gama Cubas para Carta Capital.

Carta Capital: ¿Qué significa la victoria de Jair Bolsonaro?

Ruy Fausto: No se puede ocultar la realidad. Es un verdadero desastre nacional. Ahora hay una tendencia a practicar un discurso mistificante, que deja en la penumbra lo que está ocurriendo. En nombre de la pacificación de los espíritus, o bajo la apariencia de discusiones confusas que se ocupan de las nuevas tecnologías y del nuevo capitalismo – la tecnología ultramoderna desempeñó un papel importante en la victoria Bolsonaro – pero el fenómeno no es tecnológico, es político. Se perdió de vista lo esencial y una extrema derecha muy radical y extremadamente peligrosa llegó al poder en Brasil.

CC: ¿Qué es lo que la victoria de Bolsonaro dice sobre la sociedad brasileña? ¿Y sobre los partidos políticos que se presentan hoy?

RF: Comienzo reflexionando sobre el evento, intentando después indagar sobre sus causas, que podrían iluminar un poco lo que pasa en la sociedad brasileña. Estoy pensando: 57 millones y medio de brasileños votaron un candidato que elogia no sólo la dictadura militar, sino el ala más extremista de esa dictadura, aquella que se oponía a cualquier apertura más el resto: racismo, homofobia, etc.

¿Cómo fue posible? Intentando resumir, yo diría: los factores fundamentales fueron la utilización del tema de la corrupción, el problema de la violencia, la orquestación deshonesta en cuestiones de “sociedad”, más el uso sistemático e ilegal de ciertos medios ultramodernos de comunicación. En casi todo eso, la responsabilidad de la dirección del PT fue inmensa. ¿En qué eso refleja la sociedad brasileña?

La enorme desigualdad – tema fundamental que terminó siendo más o menos olvidado por la izquierda, que desemboca frecuentemente en una posición radical, que puede ser de izquierda, pero en ciertas condiciones -en nuestro caso: vacío político, desgaste de todos los partidos, violencia- puede ser de extrema derecha. Fue lo que ocurrió.

CC: ¿Cómo el campo progresista brasileño puede organizarse para un nuevo paradigma de sentido común, crítico y racional impacte en el proceso de la toma popular de decisiones?

RF: La reorganización de la izquierda ya se imponía antes del 28 de octubre y ahora impone con mayor urgencia.  Es necesario reconstruir el discurso de la izquierda, no sólo en la forma, sino también en su contenido. ¿Cuáles son los principales puntos de esta reconstrucción?

Como vengo insistiendo desde hace mucho tiempo -y no estoy solo en eso-, los dos puntos principales son la crítica del populismo-patrimonialismo y la crítica de la herencia mal liquidada de los totalitarismos de izquierda. En algunas cosas, estas dos exigencias se cruzan, pero no en todo.

Concretamente: hay que tomar en serio el problema de la corrupción. Por supuesto que él no es el único y quizás ni el más importante -el problema de la desigualdad lo supera bajo muchos aspectos. Pero sin repensar el tema de la corrupción, al contrario de lo que pretenden ciertas sociologías fáciles, la izquierda no tiene futuro.

El segundo aspecto es la exigencia de un rechazo radical de todo autoritarismo, ya sea de derecha o de izquierda. La izquierda brasileña, como parte de la izquierda mundial, sigue confusa en materia de libertad y democracia. Hay mucho autoritarismo difuso, que nos atrapa.

Eso puesto, se trata de saber cómo nuestro mensaje llegará al pueblo. En mi opinión, necesitamos dos cosas: por un lado, mucha verdad. Tenemos que habituarnos a decir la verdad, y sin miedo. Por otro lado, está en la capacidad de oír al otro, lo que exige gran flexibilidad. Las dos cosas no son incompatibles. La verdad penetra mucho más de lo que se piensa, ella tiene una fuerza práctica inmensa que los “pseudobambans” de la práctica política desconocen.

En el plano organizativo, necesitamos un amplio frente de los diferentes partidos de izquierda, más la participación efectiva de la masa de hombres y de mujeres de izquierda que no están ligados a ningún partido. El papel de ellos y de ellas se vio en las grandes manifestaciones hace algunos años atrás, y también al final de la campaña del segundo turno:

¿cuántos millones ellos y ellas representan? ¿Cinco? ¿Diez?

No sé, pero son muchos. Y hasta aquí ellos y ellas no fueron tenidos en cuenta suficientemente. Se piensa también en los más o menos 42 millones de personas que votaron en blanco, votaron nulo, o no asistieron a los locales de votación -claro que en parte eso se puede explicar por otros motivos, pero una proporción grande es, sin duda, que por lo menos no “tragó” el discurso de Bolsonaro, aunque no aceptara el de Haddad. Hay que preocuparse por todo ese pueblo.

CC: La atmósfera social brasileña durante el proceso electoral estalló en incidentes de violencia motivados y potenciados por el discurso de intolerancia. Según el filósofo Karl Popper, la tolerancia ilimitada lleva, paradójicamente, a la desaparición de la tolerancia. ¿Cómo la sociedad brasileña puede establecer límites a las olas de intolerancia?

RF: Intentemos dar nombres a los bueyes. Claro que del lado de la izquierda -principalmente porque ella actúa bajo el mando de cierto partido hegemónico- no todo fue perfecto. Pero a ese respecto, como en otros casos, la simetría es ilusoria. No hay simetría. La violencia, la intolerancia vino y vendrá de la extrema derecha representada por Bolsónaro y las fuerzas que lo apoyan. Se han estado comparando las reiteradas declaraciones antidemocráticas del candidato electo con lo que dijo una vez tal o cual diputado del PT.

Este método es malo. Hay que comparar a las palabras de Bolsonaro con la trayectoria (claro que con puntos altos y puntos bajos) del PT en sus catorce años de gobierno. Puede haber existido muchas cosas mal, pero no hubo atentado a la democracia. Si quisieran intentar alguna jugada antidemocrática ya lo habrían hecho.

Y las palabras del candidato electo tuvieron y tienen un efecto inmediato: sus partidarios cazan homosexuales, intentan amordazar a los profesores, proponen que se filmen furtivamente las clases, además de los asesinatos políticos. Dirán que él cambió de lenguaje después de ser electo. Un poco, pero él volvió a amenazar a los “rojos” del PT, se lanzó contra la Folha de S. Paulo, y declaró también que la dictadura no fue dictadura.

CC: Tratando de hacer una distinción entre los errores de las partes, en la opinión del Señor, ¿cuáles fueron los principales errores del PT y cuáles fueron los Fernando Haddad en la elección?

RF: La responsabilidad de la dirección del PT en todo esto fue enorme. El lanzamiento de la candidatura de Lula fue un error, como declaré sucesivas veces en entrevistas y artículos. No quiero decir con eso que no se debería defender a Lula, pero eso no implicaba la necesidad de lanzarlo como candidato.

Lula tenía y, en parte todavía tiene, gran prestigio, pero ya tuvo dos mandatos como presidente.

El candidato era el símbolo de la continuidad, y la bandera de la continuidad era, en este caso, peligrosa. Además de eso, tal vez la cosa más importante: si el prestigio de Lula era grande, el rechazo de su nombre no era menor.

La dirección del PT simplemente “olvidó” ese elemento fundamental. Hay que sumar el hecho de que, desde el principio, se sabía que la candidatura de Lula difícilmente obtendría registro legal. Este énfasis en su candidatura no es inocente: la burocracia del partido vive del mito Lula. Ella sabe que, si hubiera un sucesor, sobre todo si es un buen sucesor, ella está muerta.

La candidatura Haddad, hasta donde sé, fue apoyada esencialmente por Lula. La gran mayoría del partido no lo quería como candidato. Cuando, al final, no hubo alternativa, y Lula se pronunció por la candidatura del profesor, la dirección del partido postergó, todo lo posible, el cambio de candidato. Gleisi Hoffmann humilló a Haddad cuánto pudo.

Además de la posibilidad de presentar desde luego un candidato nuevo -y a lo mejor era ciertamente Haddad- estaba la posibilidad de lanzar la fórmula Ciro-Haddad, deseada por los dos, pero vetada por la dirección del partido, por Lula inclusive.

Lanzado por el partido, Haddad fue literalmente amarrado. La consigan “Haddad = Lula” fue un cuchillo de dos filos, un verdadero bumerán, que llevó votos a Haddad por parte de los admiradores de Lula, pero sacó en de todos aquellos que lo rechazaban.

En cuanto a los errores de Haddad: le costó mucho cambiar, y podría haber cambiado más. Aceptó al principio el papel que el partido le dio. Si lo hubiesen dejado más suelto, seguramente habría salido mejor. Él fue cambiando su discurso, dio buenos pasos en el sentido de la autocrítica, pero no fue, o no pudo ir más lejos, porque dependía del partido.

El cambio fue tardío, pero en general fue bastante bueno. Afortunadamente, hubo la segunda vuelta. Sin ella, tal vez Haddad hubiese quedado quemado.

CC: ¿No cree que el nombre de Haddad salió más fuerte del pleito? En su opinión, él tiene chances de ser el nuevo nombre en el campo de izquierda y / o progresismo?

RF: En mi opinión, Haddad fue un muy buen candidato. Mucho mejor que la dirección del PT. Claramente anticorrupción. Claramente democrático. El partido lo transformó en un “poste”, lo que ayudó mucho al adversario. Haddad se convirtió en un candidato «débil», cosa grave en la situación actual.

Las ambigüedades de dirigentes del partido sobre estos tres puntos sirvieron bien a la oposición.

CC: ¿Cuáles aspectos debería mejorar Haddad para convertirse en una dirección política en los próximos años?

RF: No me cabe duda de que gente de la dirección del PT, entre otros chistes, va a culpar de Haddad.  Fuera de eso, se oye, de parte de algunos petistas un discurso optimista del tipo: “Elegimos una buena bancada federal, cuatro gobernadores, tuvimos casi 47 millones de votos, ¡qué belleza!”.

No lo desprecio, pero nada de eso compensa la victoria de un candidato neo totalitario. Era mejor tener la mitad de la bancada y la mitad de los gobernadores, y no digo haber ganado la elección presidencial (ahí el saldo sería incluso enorme) o incluso haber perdido con cualquiera de los candidatos de centro derecha, que continuaría por poner en práctica la misma política reaccionaria pero no pondría en riesgo a las instituciones.

No olvidemos que la dirección del PT llegó a la irresponsabilidad de aupar a Bolsonaro (lo que ni Ciro, ni Boulos hicieron, ni siquiera Alckmin), porque muy “hábilmente” se convenció de que Bolsonaro sería el adversario más débil en la segunda vuelta. Incluso si hubiera supuestas razones para creer en ello, un partido político de izquierda responsable tiene que pesar muy bien lo que representa un adversario en términos de peligro para la democracia y, por lo tanto, también para su propia supervivencia.

CC: ¿Qué tendría que hacer la izquierda brasileña en los próximos años? ¿O en lo que necesitan estar preocupados para sobrevivir?

RF:  Es preciso reorganizar las fuerzas. Ciro, que tuvo buen papel en la campaña, pero dio una “mancada” final tomando una posición neutra
-el PT tiene mucha culpa en esa historia-: prepara una alianza con varios partidos: PSOL, PDT, PCdoB, pero sin el PT.

Con respecto a Boulos, candidato por el PSOL, creo que tuvo buen desempeño, pero tendría que deshacerse de sus ilusiones bolivarianas.

Haddad prepara otro esquema. Necesitamos saber: ¿cómo Haddad se relacionará con la dirección de su propio partido? ¿Será capaz de dar otro camino al PT? ¿Continuará haciendo concesiones? ¿O será obligado a romper y constituir otro movimiento.

CC: ¿Los movimientos sociales que resurgieron en esta elección perdurarán o tendrá lugar una cierta resignación a partir de ahora? ¿Cree que se mantendrán sin una relación fisiológica con los partidos políticos?

RF:  Hasta ahora, la resistencia antes y después del resultado ha sido buena. No olvidemos que Bolsonaro tiene en contra a las fuerzas vivas del país, un ejemplo: más de mil abogados firmaron una solicitada pro-Haddad; menos de cien, en favor de Bolsonaro. Sobre la relación con los partidos, creo que ya he dicho lo suficiente: organizaciones y probablemente los partidos son indispensables, pero sin que haya subordinación a intereses burocráticos que juegan contra nosotros y hasta marcan goles en contra.

Es importante destacar en qué el gobierno de Bolsonaro es peligroso. No se puede prever en detalle. Pero los “análogos” de Bolsonaro intentaron siempre, con éxito o no, dominar el poder, manteniendo ciertas formas democráticas o pseudodemocráticas.

Veamos un escenario posible para el nuevo gobierno: sin acabar con la “democracia”, él puede actuar en varios frentes. El Ministerio Público de ciertos estados es claramente parcial. ¿Cómo serán ciertos Ministerios Públicos bajo Bolsonaro?

De cualquier modo, no será difícil denunciar y condenar a mucha gente, en nombre de la lucha contra la corrupción. Sabemos de la violencia de la Policía Militar en manifestaciones. ¿Cómo será la PM bajo Bolsonaro, que promete garantías excepcionales en caso de “accidente”? También él puede presionar a las universidades y centros de investigación, limitando drásticamente los fondos.

En fin, como declaró un historiador, la Constitución de 1988, a pesar de sus cualidades, da, como se sabe, ciertos poderes a las Fuerzas Armadas, que fácilmente pueden ser utilizadas por gobernantes para pervertir la democracia. En el plano de las grandes instituciones, sería más o menos el esquema puesto en práctica por Viktor Orban, en Hungría. ¿Esto sucederá en Brasil? No hay certeza. Pero, en mi opinión, sólo no ocurrirá si “resistimos”.

No se trata de hacer llamamientos a la violencia, sino resistir manteniendo una mirada lúcida y sin concesiones para lo que está ahí. Resistir en el parlamento -a través de las bancadas de izquierda-, en los ejecutivos estaduales y municipales, en el poder judicial, resistir en la Universidad, en los medios, en las ONG, en la calle. Resistir.

(*) Profesor emérito de la Universidad de San Pablo, doctor en filosofía por la Universidad de París I. Autor de Caminhos da Esquerda

Fuente: Sin Permiso

Publicado originalmente en Carta Capital, 7-11-2018

Nota:

1.-expresión que se podría traducir por “gilipollas”.

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