Comparto este texto, que es la recopilación de 11 testimonios. Escritos en no muchas palabras. Es la historia de 11 niñ@s de mi generación, es la historia de un día de sus vidas que nunca olvidaron, y aunque a varios de ellos nadie les dijo nada… ellos supieron que no era un día cualquiera. Somos la última generación del 11 de sept de 1973. Aún tenemos algo que decir, que es parte de la historia de nuestro país. (Aunque no me lo digan yo lo sé…)
1. Angélica, 8 años, Punta Arenas. Por primera vez iba a bailar en el conjunto folclórico de su escuela. Tenía un vestido de china nuevo, confeccionado a su medida, había pasado todo el día anterior admirándolo. El 11 de septiembre era el Día del Profesor. Sobre el escenario se luciría bailando una cueca. A media mañana su mamá salió apurada de casa, iba muy seria. No hay clases hoy, dijo la muchacha que cuidaba de ella y sus tres hermanos menores. Por la tarde regresó su madre y le explicó: Murió Allende. Sintió que era algo muy grave.
2. Eliana, 15 años, Lota. Todo estaba listo en su sala de clases, se habían esmerado en preparar un cóctel para la profesora que tanta paciencia les tenía, era un día de fiesta. Cuando alguien avisó que se suspendían las clases, ella se sintió decepcionada. Salió del liceo junto a sus amigas rumbo a casa, ya en la calle notaron algo extraño, en las polvorientas calles de Lota circulaban a esa hora camiones militares y tanquetas. Un uniformado les gritó que se apuren porque habría “toque de queda”, ella corrió sin saber por qué. Por la tarde supo.
3. Omar, 6 años, cerca de Ñuble. Su abuelo, era el médico del pueblo, con él aprendía el mundo. Ese día Omar jugaba entre el follaje de un gran árbol. Era mediodía. Sintió un fuerte ruido de motores, extraño en un lugar de campo. Asomó la cabeza entre las ramas y vio como a golpes, su abuelo era detenido y subido a un camión militar. Él se quedó escondido allí, arriba del árbol y lloró en silencio aterrado de miedo, hasta que despertó sintiendo que lo llamaban. Entró a casa rogando que solo haya sido un sueño. Omar nunca superó ese momento, todavía llora al recordarlo. En secreto se considera un cobarde.
4. Silvana, 8 años, San Antonio. Estaba en clases, cuando llega el Director con cara de mucha preocupación a decir que se suspendían las clases y se debían ir a sus casas. En el camino, junto a su hermano se daban cuenta que algo inusual pasaba. Todo el mundo adulto tenía más o menos la misma cara del Director. En su barrio, vecinos entraban y salían de sus casas, sacaban cosas: afiches, libros, discos… Tuvieron que esperar hasta tarde para saber lo que había pasado. Su madre dijo al llegar llorosa a casa: Murió el Presidente.
5. Eduardo, 14 años, Quillota. Estaba en el paro de los camioneros, llevaba un mes allí. Su trabajo era ése. Cuidar el camión de su patrón. Para él era una manera de ganarse la vida. No sabía por qué habían personas que les demostraban su adhesión con aplausos y otras en cambio les tiraban piedras. Nunca preguntó y nadie le informó. Al mediodía del 11 les avisaron a todos que la huelga de los camioneros había terminado, solo eso. Feliz volvió a su casa, desde allí miraba por la ventana como todo se veía extrañamente silencioso: gente que caminaba con apuro, vehículos militares. Silencio. Y sin embargo se acuerda.
6. Carmen, 8 años, Punta Arenas. Era el cumpleaños de la Madre Directora de su Colegio y el Día del Profesor. El día estaba asoleado y ella, una tímida estudiante, había llegado nerviosa unas horas antes, con un impecable vestido de marinera para bailar con sus compañeritas, pero nunca bailó. Antes de las 12 se suspendieron las clases y llegó a buscarla un vecino que conducía un camión de la basura. Carmen cuenta que la tomó por la cintura y la subió a un inmenso camión blanco, a ella y a su vecinita, hija del chofer. Le llamó la atención, en el camino, que en sentido contrario venían muchos tanques… y también que en esa avenida grande no anduviera gente. Su madre la dejó al cuidado del hermano menor, mientras iba al colegio de sus hermanos para traerlos de vuelta al hogar. Nadie le dijo qué pasaba, pero ella nunca olvidó ese día.
7. Gabriela, 5 años 11 meses, Valdivia. En esa fecha ya no tenía mamá. Ella lo recuerda por el miedo espantoso, desde allí comienza ese día. Fuertes golpes en la puerta. Hombres de civil se llevan a su abuela afuera y no regresa. Por la tarde llegan militares con sus armas. Eran muchos y grandes, entran derribando la puerta, golpean a su padre y sus tíos con sus fusiles, rompen todo lo que pueden; a ella, la nieta mayor y a los otros niños no los miran. Todo es gritos, insultos, violencia. Los pequeños se quedan solos llorando en un rincón. Comenzaron a pasar las horas, tenían hambre y pena. Gabriela les dijo que mejor se durmieran, que así no sentirían nada. Al preguntar a Gabriela: A ti ¿Quién te abrazo, te consoló? Ella responde: Nadie.
8. Tamara, 10 años, Punta Arenas. Esa mañana entre sueños sintió a su madre respirar profundo. Se levantó y la vio en la cocina, al lado de la radio, con lágrimas corriendo por sus mejillas. Se miraron y Tamara preguntó sin abrir la boca. Ella respondió con palabras: Parece que mataron al Presidente. Y rápidamente se puso de pie: Quédate con tus hermanos, yo voy a ver a tu abuelo, que debe estar mal. Ella nunca olvidó que ese día fue la primera, y una de las pocas veces que ha visto a su madre llorar.
9. Volga, 9 años, Punta Arenas. Tenía una cortina de muchos colores, y como esa mañana estaba asoleada, esos colores le parecían en cantidad, infinitos. La distrajo un ruido muy fuerte, gritos, bombas, llantos. Sintió como uno de esos ruidos se acercaba… su madre con la cara bañada en lágrimas. Junto a sus hermanos la abrazaron asustados, no podían entender nada de lo que hablaba, insultaba y lloraba a gritos. Volga sentía que el cuerpo de su madre estaba frío, y de alguna manera a través de él también sentía su miedo. Poco a poco dijo: Es un golpe de estado; y ella, la hija menor preguntó: ¿Qué es eso? Entonces la madre empezó a insultar, volvía a llorar: Los milicos. Tomaron el gobierno. ¡Mierda! ¡quedó la cagada! Unos años después cuando su madre falleció, Volga reconoció el mismo frio.
10. Luis, 10 años, Puerto Montt. Estaba solo en su casa. Su mamá había salido. Su papá trabajaba en el municipio. Recién se había levantado y apurado tendía su cama, cuando sintió un vehículo frenar bruscamente y vio a su padre que entraba por el patio. Apurado y nervioso le dijo que se vistiera, tomara unas cosas y se fuera a la camioneta. Luis obedeció y en una bolsa de compras puso unas prendas de vestir. Dieron muchas vueltas antes de salir de la ciudad. Llegaron a la casa de unos padrinos que no visitaban nunca, y allí lo dejaron. “Después te vamos a venir a buscar”. Ese día le dolió mucho el estómago y solo tomó té. Dos días después solo vino su abuela.
11. Carolina, 10 años, Punta Arenas. Vivía muy cerca de un regimiento. Se despertó con ruidos de tanques y fue a mirar por la ventana pensando que había un desfile. Su madre la sacó de allí de un tirón. No se puede mirar en la ventana, le dijo. En ese momento Carolina se percató que sobre la mesa de la cocina había una gran cantidad de papeles, cuadernos, libros. Metieron ambas, todo en bolsas. En el patio, la madre comenzó a cavar un hoyo, no hablaba, todo era rápido. Ella sentía que no debía preguntar nada. En un momento llegó su padre, y desde el patio ella sentía que discutían. Carolina vio entre los libros un cuento de ella, y cuando lo iba a rescatar, sintió el grito soterrado de su padre enojado: ¡No toques eso!