La derecha, bastante seca de ideas, de programa, de acción y contenidos políticos, tiene claro sus objetivos. Muy debilitada de apoyo ciudadano, tomó el camino de la acción fáctica; del amedrentamiento, para detener las reformas, dividir a la Nueva Mayoría, golpear a la Presidenta Michelle Bachelet y criminalizar las históricas y justas demandas del Pueblo Mapuche.
Su propósito es desestabilizar el proceso de cambios, y para ello cuenta con el respaldo casi unánime del hegemónico sistema mediático que opera como un real dispositivo político-comunicacional. En rigor, es el que le da su direccionalidad.
En ese marco de correlación de fuerzas se debe ubicar el bloqueo y cerco a la Región Metropolitana, por parte de los dueños de camiones.
Se equivoca medio a medio el académico Carlos Peña, cuando muy superficialmente afirma que la izquierda chilena reaccionó con el “fantasma del golpe” y el gravitante papel que jugaron los dueños de camiones en la desestabilización del Gobierno de Salvador Allende.
Y se equivoca en dos sentidos:
Como cualquier sociedad que necesita y construye parte sustantiva de su presente referencial desde el pasado, la chilena efectivamente tiene “presente” y recuerda a quienes, el día de la acción fáctica, se encargaron de recordárselo. Con prepotencia y explícitamente.
La acción, instalada desde los medios, operó no desde la búsqueda del diálogo, sino desde los hechos de fuerza. Se cercó la Región Metropolitana con camiones; y se usó la violencia en contra de quienes quisieron romper el bloqueo hacia el sur, el norte y la Región de Valparaíso.
Aunque trataron de ocultar su lenguaje anti mapuche, el hecho de acusar de terrorismo, de delincuencia, de legitimación de la violencia, su acción tuvo como propósito criminalizar al Pueblo Mapuche.
Quienes los apoyaban en la Plaza de la Constitución, por momentos gritaban “Bachelet, Bachelet, terrorista de la UP”.
Siempre es bueno dialogar. Pero en esta ocasión el tema de fondo no fue la falta de diálogo.
Ante este cuadro, la NM tiene un desafío:
Movilizar y articular su potente expresión política con toda la diversidad que posee. Su fuerza radica en que expresa al centro y a la izquierda en una gama de partidos políticos que tienen representación e incidencia en la sociedad chilena.
Hay un Gobierno común, un programa común, una Presidenta común. Se suma la convicción de que la NM debe seguir adelante, por el bien de la democracia chilena. Es claro que un nuevo régimen derechista sería desastroso para el país; para los postergados; para las reformas y el objetivo de superar las odiosas desigualdades que perviven con fuerza.
Esto, precisamente, es lo que la derecha quiere romper.
Sería un error de lesa política disminuir el impacto de lo ocurrido. Este fue una especie de ensayo, de acción premeditada, que en buena medida tuvo resultados positivos para esa táctica desestabilizadora.
Por eso, la NM y su Gobierno deben considerar el nuevo escenario. Esto implica fortalecer las reformas que quedan; por cierto priorizarlas en los tiempos y con los recursos políticos que se necesitan. Mantener y profundizar el diálogo con la ciudadanía y los movimientos sociales, que no son una debilidad, sino una fortaleza del nuevo ciclo.
Piñera machaca con la idea de que el error de la NM ha sido “escuchar a la calle”…
En rigor, la NM y su Gobierno no han convocado a la ciudadanía, y tampoco a sus partidos y militantes. Es el momento de hacerlo. Con amplitud, con unidad, con sentido democrático, dando muestras que nuestro objetivo es un país de todas y todos, sin exclusiones. El Chile que queremos debe superar los poderes fácticos; las elites; y avanzar pacientemente hacia la plena restitución de la soberanía al pueblo, que es el Soberano.