sábado, noviembre 23, 2024
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La Unidad Popular y su Proyecto Nacional de Desarrollo

Tres ex ministros del Presidente Salvador Allende y el director de la CORMU, analizaron temas claves del gobierno de la Unidad Popular, en especial su Programa Nacional de Desarrollo, y entregaron sus testimonios, incluidas anécdotas y la relación con el mandatario socialista.

José Cademartori (Ministro de Economía), Jacques Chonchol (Ministro de Agricultura), Juan Carlos Concha (Ministro de Salud) y Miguel Lawner (Director de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU), se reunieron en conversación convocada por la Fundación Gladys Marín, y moderada por la académica y ex presidenta del Colegio de Periodistas, Margarita Pastene, el periodista y director de El Siglo, Hugo Guzmán, y el periodista y director de RedDigital, Francisco Herreros.

Fue un encuentro virtual al que se conectaron cientos de personas y que causó impacto por el contenido y los recuerdos de cuatro protagonistas del histórico proceso del gobierno popular.

Vea el conversatorio completo.

La siguiente es una transcripción de parte de esa conversación:

José Cademártori

Creo que se abrió hoy una gran oportunidad para las fuerzas de izquierda consecuentes, para iniciar el gran cambio que se nos viene, no sólo para los chilenos progresistas, sino que diría para las fuerzas progresista en el mundo entero, a raíz de todo lo que está ocurriendo. Alguien dirá, bueno, pero ustedes se alegran por la crisis. No, lo que sabemos es que las crisis desembocan en nuevas oportunidades, en cambios profundos, en crisis profundas, como la que estamos viviendo. Y como decía Marx, así como el nacimiento de una nueva criatura, llega chorreando sangre, así por desgracia, estos cambios están ocurriendo en la situación trágica que conocemos y que podría ser todavía peor más adelante.

Pero, lo que nos alegra a muchos, a las fuerzas de izquierda en todo el mundo, es que la historia nos está dando la razón. Lo que hicimos en el tiempo de Salvador Allende fue, en condiciones muy difíciles, muy inéditas. No había otras experiencias de intentar cambios revolucionarios estructurales en las condiciones de un desarrollo pacífico de la vida política. Y no a través de una guerra civil o cambios de ese tipo.

Esa era la apuesta de Salvador Allende, la suscribimos todos los que participábamos, sabíamos que era difícil, particularmente en el caso chileno, en que las fuerzas no estaban todavía equiparadas y el enemigo contaba con enormes fuerzas, dispuestas a arrasar con la democracia, con las libertades, con los derechos humanos, tal como efectivamente ocurrió.

De manera que no era extraño pensar en que íbamos a tener dificultades enormes, existía el peligro de golpe de Estado, sublevación militar, etc. Las cosas que pasaron, los crímenes que se cometieron y que, a la larga, se impusieron para impedir que el gobierno de Salvador Allende culminara su obra.

Estuvimos tres años, la mitad del período. En tres años, pocos gobiernos del mundo han podido realizar tantos cambios, por lo menos iniciarlos, como lo que realizó el gobierno de Salvador Allende. Se puede decir que buena parte del programa, en particular el de las cuarenta medidas y en específico de las reformas estructurales, como la Nacionalización del Cobre y la Reforma Agraria, se realizó. Pocos gobiernos han podido hacer esto, en el plazo que tuvimos de los tres años y mostrar resultados a mediano plazo, como una serie de beneficios que la población recibió.

Entre ellos, no se puede dejar de nombrar el esfuerzo enorme por mejorar la alimentación infantil, a través del programa del medio litro de leche gratuito que se entregó a todos los niños de Chile. En ese tiempo, ese fue un programa audaz del que muchos de nuestros adversarios decían que no se podía cumplir, pero que no sólo se cumplió, sino que dejó como herencia la base alimenticia que mejoró la nutrición infantil en nuestro país.

Y así como ese tipo de cambios, además de los grandes cambios estructurales, han quedado como una huella muy indeleble y abrió un camino que hoy, ya todo el mundo se da cuenta, tiene que continuarse, con las diferencias que puede haber en las distintas fuerzas. Yo creo que es muy auspicio, como digo, es una oportunidad. No está asegurada y depende de las fuerzas de izquierda, de la maduración que ellas tengan, de la comprensión del momento, de la unidad por encima de las divergencias que serán siempre secundarias a esta tarea y entonces creo que podamos salir adelante.

Juan Carlos Concha

El alcalde Daniel Jadue señaló que el Programa de las Cuarenta Medidas del Gobierno de Salvador Allende, tenía plena actualidad, lo cual es cierto. Entre esas medidas estaba la entrega de medio litro de leche para todos los niños.

Quisiera referirme a ello, especialmente en lo que significó políticamente el medio litro de leche y qué significa hasta ahora. Esta medida tuvo su nacimiento político en una asamblea, la última concentración de la campaña de Allende, regresando del Tren de la Victoria en la avenida Bulnes. Ahí pronunció el discurso en el que estaban contenidas la enumeración de las 40 medidas. El segundo paso fue 20 días después, recuerdo, en la sede de la Federación de Trabajadores de la Salud, en que se discutió cómo implementar, convertir en un plan de trabajo, el programa de salud y fundamentalmente las 40 medidas. Esto fue un plan de trabajo que tenía solamente cinco páginas, pero era suficientemente concreto para empezar.

El 5 de noviembre inició sus tareas el Gobierno Popular y entonces empezó la tarea de implementar, primero la traída de la leche porque había que duplicar la cantidad de leche que estaba disponible en Chile, que eran doce mil toneladas. Había que tener 36 mil más, para alcanzar la meta de las 48 mil toneladas de leche a distribuir en un año. El 4 de enero de 1970 se inició el medio litro de leche en Chile.

En la primera semana o segunda semana de abril del año 71, se hicieron las elecciones municipales en las cuales los candidatos de la Unidad Popular obtuvieron el 51% de los votos, elevándose enormemente desde el 37%, que se había conseguido en las elecciones presidenciales. Esa es la reflexión que hay que hacer. Desde enero del año 71, todos los niños chilenos, pudieron saciar su hambre. Eso es lo que ocurrió por primera vez en la historia. Eso es lo importante, la gente sintió la ventaja que tenía el gobierno popular.

Esa fue la aceptación, la comprensión de los cambios estructurales que el gobierno quería hacer, como la Reforma Agraria, la Nacionalización del Cobre, que fueron dos elementos estructurales fundamentales en el desarrollo del programa de la Unidad Popular. Me consta que, de las 40 medidas, se cumplieron 39. La única que no se alcanza a cumplir, fue la iniciación de sus actividades de un Ministerio de la Familia porque prácticamente no hubo tiempo.

Quiero decir que esto del hambre, ha sido verificado hoy día. En medio de la pandemia, nosotros hemos visto la insuficiencia de los ingresos, de la posibilidad de la familia de poder comer. Hoy día hay hambre en Chile.

Hemos vuelto a perder todo lo que habíamos avanzado. Eso nos hace reflexionar. A propósito de la desigualdad, también existe una desigualdad ante la muerte. En la comuna de La Pintana, por ejemplo, la mortalidad en los últimos años indica que la mitad de la población falleció antes de los 70 años y lo si lo comparamos con Providencia, allí la mitad de la población sobrevivió hasta los 86 años. Es decir, entre las comunas ricas y las comunas pobres, hay una diferencia de 16 años de vida. Los pobres hoy se mueren antes y cuando sobreviven es en pésimas condiciones de vida.

Esa situación es visible, hemos hecho algunas indagaciones y recordando lo que dicen algunos grandes salubristas en el mundo, parece ser que la vivienda es el mejor indicador de la situación de vida y el trabajo de la gente. Y cómo señala Miguel Lawner, hoy día en Chile, son muchos los lugares donde la vulnerabilidad medida por la calidad de la vivienda en muchas de las comunas de Santiago, explica esta explosión de la pandemia del coronavirus.

Entonces ¿quiénes son los más vulnerables?, son exactamente los más pobres y los que viven en las peores condiciones. Se dice que el gobierno actual iba a distribuir unos dos millones de cajas con alimentos. Supongamos que estas cajas de alimentos fueran en total más o menos 200 toneladas. Eso es lo que hoy distribuye un consultorio, es decir, el peso de la leche distribuida en cinco días de la semana. Esta inmensa diferencia de los criterios, parecería ser que la lógica de la vida, del derecho a la salud, del derecho a una vida digna, es mucho más eficiente que la mirada mercantil.

Esa es una primera conclusión, el fracaso de la crisis sanitaria, no solamente es un fracaso del Ministro de Salud, es un fracaso del Presidente que asumió la tarea de dirigir esta campaña, sin tener las competencias necesarias. Pero también es el fracaso de todo el gobierno. A mí me parece que el coronavirus ha llevado a una crisis social que pone en debilidad al modelo neoliberal que hoy día se impone.

Y esto es entonces lo que se nos presenta, como una gran oportunidad para proponer una sociedad nueva y distinta, una sociedad que sea capaz, al menos en la salud, de llegar a este ideal propuesto mundialmente y que fue un lema de la Unidad Popular, salud igual para todos.

Esto significa tener un sistema de salud pública de acceso universal, que puede llevar a cabo esta tarea. Pero el gran impedimento de hoy, es que nada de eso es posible, sino cambiamos la Constitución. Lo que queremos en salud, es cambiar el sentido de la subsidiaridad. Simplemente tratar de no mirar cómo dar una limosna a la extrema pobreza, y sustituirla por un concepto solidario de la sociedad, concepto de justicia social.

Eso lo podemos hacer si realmente cambiamos la Constitución y colocamos al centro de lo que hay que hacer el derecho a la salud y no la salud según la capacidad de pago. Si junto a la salud se desarrolla el derecho a alimentación y se resuelven los problemas de la propiedad del agua, si se resuelven los problemas de la habitación, de la vivienda digna, de dimensiones humanas, nosotros podemos llegar a cambiar esta sociedad. Me asiste la misma convicción de ayer, cuando decíamos venceremos. Ahora, siguiendo lo que dijo Gladys Marín, ya que estamos homenajeando a ella también, Mil Veces Venceremos.

Miguel Lawner

Lo que es patente y categórico es el nivel de hacinamiento y de pobreza que hay hoy en Chile. En los últimos 40 años, se ha experimentado un crecimiento muy significativo, como consecuencia del modelo neoliberal puesto en práctica.

Digamos que, en el primer gobierno de Piñera, el Ministerio de la Vivienda hizo un censo, que es un catastro de lo que llamó “condominios sociales en Chile” y constató que había 200 mil unidades habitacionales construidas en esos malditos bloques de tres pisos con sus escaleras cruzadas que eran altamente vulnerables. Son todos construidos durante estos últimos 40 años. Eso es una vergüenza, inadmisible, muchos de ellos han sido demolidos, en medio del silencio de la población. Nadie del Ministerio de la Vivienda ha sido sancionado por semejantes delitos.

En cambio, en el gobierno de Allende -debo reconocer también en el gobierno de Frei Montalva- fue una prioridad la integración social y urbana. Por una situación categórica y fundamental acabamos con la especulación del suelo urbano, donde no había ninguna posibilidad de que se pudieran construir unidades habitacionales aceptables para la población.

Hoy es imposible, porque los valores del suelo hacen imposible que las personas puedan asentarse donde desearían hacerlo. ¿Qué razones hay para que hoy día, un metro cuadrado valga 200 UF en Las Condes y valga 4 o 5 UF en La Pintada? Ninguna, simplemente especulación.

Nosotros en el gobierno de Salvador Allende, establecimos efectivamente el derecho a la vivienda y el derecho a una ciudad y dimos prioridad, sobretodo en el primer año de gobierno, a los pobladores sin casa. Para eso, se efectuó un cambio en las postulaciones y se eliminaron los ahorros que eran requeridos anteriormente para el que quería optar a una solución habitacional. Y segundo, se estableció que el pago de los dividendos sería un 10 por ciento del ingreso familiar, lo que permitía que, si una familia tenía un ingreso más alto, amortizaría la deuda en un plazo más breve. Y si por alguna circunstancia, perdía el trabajo o no estaba en condiciones de pagar, se demoraría más.

Esas dos circunstancias hicieron posible que nosotros, por ejemplo, pudiéramos construir para los sin casas en Las Condes, el icónico conjunto habitacional de Villa San Luis de Las Condes. Esa fue destinada fundamentalmente a las familias de ese sector que eran muy numerosas. Dicho sea de paso, como lo son hoy día, con la única diferencia que en nuestros tiempos estaban visibles. La gran mayoría vivía en la ribera norte del Mapocho, a la altura de Lo Barnechea. Y fueron a ellos a quienes nosotros les entregamos los departamentos nuevos, de superficies habitacionales de 50 o 60 metros cuadrados cada uno. Sin que tuvieran que presentar requisitos previos, salvo haber calificado urgencia habitacional.

Esto lo construimos nosotros, además con espacios comunes, con áreas verdes, con equipamientos necesarios, próximos a las vías de locomoción colectiva. Es decir, integrados a la ciudad.

Es uno de los grandes méritos que tenemos, que podemos exhibir. El gobierno de Allende construyó un total de 180 mil viviendas habitacionales, todas impecables, gozan de esplendida salud, hasta el día de hoy. No hay una sola que haya tenido necesidad de demolerla. Eso fue una política, velando por el bien común y no por el lucro, como ocurrió desde que la dictadura cambió el concepto de un Estado productor, como el que teníamos nosotros, a un Estado subsidiario.

Jacques Chonchol

En el campo que a mí me correspondía, que era el agrario, hubo cosas que considero muy importantes. Primero fue tratar de resolver el problema indígena, que todavía sigue siendo un problema de plena actualidad. ¿Qué había pasado históricamente? A fines del siglo 19, cuando se hizo la famosa pacificación de La Araucanía, las tierras indígenas en Malleco, Cautín, Arauco y otras partes que correspondían más o menos a unas 10 millones de hectáreas, se las quitaron completamente a los pueblos indígenas. Las repartieron en grandes latifundios o entre colonos que se trajeron desde Europa con la perspectiva de la época, de que los indígenas eran atrasados y que la única manera de progresar el país, era con inmigración de europeos que fueron los que colonizaron esa parte. Y prácticamente de las 9 a 10 millones de hectáreas que tenían los indígenas, se les dejó apenas medio millón de hectáreas, en las famosas llamadas comunidades indígenas.

Posteriormente gobiernos que vinieron -inclusive muchas tierras entregadas a las comunidades- se las fueron quitando con subterfugios legales, por corridas de cercos y por otra serie de cosas. Entonces había una profunda insatisfacción en el pueblo indígena que corresponde una parte muy importante a la población de esas zonas, Malleco, Cautín, Arauco, Valdivia y Osorno.

Cuando subió Allende al poder, lo primero que se hizo fue ir a una reunión de comunidades indígenas que tuvo lugar en Temuco, en diciembre del año 70. Yo lo acompañe como Ministro de Agricultura y ahí le plantearon los indígenas cuál era su situación y la necesidad de que hubiera una nueva legislación favorable para ellos. Inclusive le entregaron al Presidente un proyecto de ley que habían elaborado para que el gobierno lo hiciera suyo.

Allende lo tomó, dijo “yo lo hago mío, a cargo del gobierno de la Unidad Popular y esto lo vamos a enviar al Parlamento para que sea aprobado lo más rápidamente posible”. Y al mismo tiempo me dijo que había que resolver, porque había mucha toma de tierra, muchos problemas de conflicto. “Hay que resolver como podamos” porque sin tener una legislación adecuada no se podía atender ese problema.

Entonces pidió que trasladara el Ministerio de Agricultura a Temuco, lo que hicimos en diciembre del 70 y en enero del 71 y parte del 72. El Presidente me dijo “expropia tierras de acuerdo con la posibilidad” que daba la Ley de Reforma Agraria. Esas tierras expropiadas les pertenecían anteriormente a las comunidades indígenas, y se las devolvimos.

De esta manera se empezó a trabajar. Trasladamos todo el Ministerio de Agricultura a Temuco y durante esos años se expropiaron más o menos 200 a 300 mil hectáreas por la Ley de la Reforma Agraria, que no decía nada sobre los indígenas y se les devolvió en partes a las comunidades indígenas.

Al mismo tiempo, Allende hizo estudiar el Proyecto de Ley que le habían entregado, lo hizo suyo, lo mandó al Parlamento y en el año 1972 se aprobó una nueva Ley Indígena, la que le daba muchas mejores posibilidades de desarrollo, de mejoramiento social, de mejoramiento económico cultural, etc., a los indígena. Entonces, en ese sentido, hubo un enorme avance, que desgraciadamente se perdió porque posteriormente cuando llegó la dictadura suprimió la Ley Indígena y le quitó la tierra a las comunidades.

El problema no se ha resuelto por los gobiernos posteriores, sigue siendo de plena actualidad, no hay más que leer la prensa de todos los días, sobre todos los medios de esas regiones, para darse cuenta que el problema indígena no ha sido resuelto, es un problema fundamental y mientras no seamos capaces de resolverlo, este problema nos va a seguir penando en la historia de una manera muy importante.

Otro aspecto significativo en el gobierno de Allende y que se avanzó mucho, fue la Reforma Agraria. La idea de esta reforma era terminar con el antiguo latifundio improductivo, pero que daba poder político, económico y social a una minoría de grandes terratenientes y que marginaba a gran parte de los campesinos, muchos de ellos reducidos a la calidad de inquilinos, viviendo como verdaderos sirvientes en los fundos o bien como afuerinos, desplazándose por todo el país.

Esto había que resolverlo de una manera muy importante. Teníamos ya felizmente la Ley de Reforma Agraria que había sido probada en 1964 en el gobierno de Frei Montalva, durante el cual se había expropiado más o menos tres millones y medio de hectáreas.

En el poco tiempo que duró el gobierno de Allende, se expropiaron seis y medio millones de hectáreas, con lo que se llegó a un total diez millones de hectáreas expropiadas. Entonces, se empezó a distribuir las tierras a los campesinos de una manera muy importante. La Ley establecía un sistema provisorio que se llamada asentamiento, pero después había que entregar la tierra a los campesinos en propiedad. Hubo que hacerlo de ese modo, porque como tenía el defecto de ir fundo por fundo, muchas veces marginaba a una serie de campesinos que no eran inquilinos de los fundos y se trató de cambiar el sistema a través de los centros de Reforma Agraria que abarcaba varios fundos y englobaba a un número de campesinos mucho mayor.

De esa manera, en el gobierno de Allende también se avanzó y cuando vino el golpe de Estado, el latifundio prácticamente había terminado en Chile. Desgraciadamente, con la dictadura se echó marcha atrás. Se devolvieron parte de las tierras a los antiguos propietarios, se parcelaron en pequeñas parcelas las tierras de los campesinos, sin darles ningún apoyo y muchos tuvieron que vender sus predios y, en ese sentido, ocurre un retroceso muy importante.

Relación personal con Allende

Jacques Chonchol

No había un trato de subordinado con el Presidente, sino como compañero, el compañero Presidente. Y en ese sentido, había mucha intimidad.

A mí me tocó muchas veces y por razones de mi cargo, tener que resolver y había que ir a conversar con ellos.

Pero hay una ocasión que recuerdo siempre. Estábamos conversando un problema de la reforma agraria y se produjo en una parte de exterior de Santiago una toma. Los carabineros persiguieron a los pobladores, los trataron a palos. No creo que hubo muertos, nada de eso, pero hubo un acto muy descomedido, desde el punto de vista de la represión, por el hecho de que se habían tomado un terreno, con el fin de pedir que se construyera ahí una población y les dieran casas.

Allende ordenó al edecán que llamara al Mayor de Carabineros que había dirigido esta represión. Yo estaba con él y por lo tanto me tocó asistir a la conversación. El mayor de Carabineros le explicó al Presidente lo que habían hecho porque había una toma que era ilegal. Después que terminó, Allende le dijo, “mire, hay algo que jamás voy a permitir que se hagan en mi Gobierno, represión al pueblo”. Hay que razonar, hay que buscar una solución, dijo el Presidente, pero “por ningún motivo aceptó que se utilice la represión”, los palos, las carabinas o lo que sean contra el pueblo el pueblo, “porque nosotros estamos al servicio del pueblo”.

Esto muestra la actitud permanente que tenía Allende de respeto al pueblo. Había conflictos, había que solucionarlos, pero nunca había que utilizar la represión, contra el pueblo para solucionar esos problemas. Eso me quedó grabado para toda la vida.

José Cademartori

Tengo, por cierto, recuerdos y momentos culminantes de la relación con el Presidente Allende. La primera fue cuando lo conocí, al ser elegido por primera vez como diputado de una coalición popular de izquierda que fue creciendo como se sabe de forma muy acelerada.

Él fue a conocer a los que no conocía y a darles la bienvenida y ofrecerle todo su apoyo, fue muy estimulante para quienes éramos jóvenes en ese tiempo, contar con ese auspicio de Allende.

La otra cosa que creo marcó mi relación en particular, cuando me tocó estar más cerca del él como Ministro. Allende fue siempre muy respetuoso de las atribuciones y de las opiniones que, como Ministros, podíamos dar. Nunca la subestimó y muchas veces confió en nosotros para gestiones bastante complejas y difíciles, a veces. Algunas de ellas en el campo internacional, donde había gobiernos que nos daban su apoyo desde los países socialistas, así como también de Europa occidental.

Allende, para mí, ha sido el político más destacado, más consecuente en la historia chilena. Eso por mucho que miremos también a otros personajes. Creo que siempre Allende va a sobresalir, porque fue sobre todo muy consecuente, cosa que a veces es el pecado principal de muchos políticos que se dicen de izquierda o son de izquierda durante un tiempo y después se dan vuelta la chaqueta, como se dice corrientemente en nuestro país.

Eso es lo más característico, que nunca se puede confiar lo que te están diciendo otros políticos, porque la experiencia nos indica, como dije, que el cambio de bando se hace con mucha facilidad.

Allende fue leal y firme con sus principios. Tuvo diferencias de opinión con algunos de nosotros, con los partidos que lo apoyaban, pero siempre él respetaba mucho la opinión, aunque estuviera en desacuerdo. De manera que el trato personal fue siempre muy fácil, y las discusiones era muy breves cuando se trataba de resolver algún tema o de alguna divergencia con nosotros, los que estábamos en una relación más cercana, al acompañarlo.

Fue muy estimulante también el que nos incorporara a las conversaciones más directas con algunas figuras internacionales que vinieron a Chile, entre ellas, principalmente Fidel Castro. Con ello nos dio la oportunidad de intercambiar opiniones, escuchar atentamente lo que decía y a la vez trasmitirle nuestra visión del tipo de gobierno que queríamos hacer. De manera que espero que pronto también en las nuevas generaciones, surjan figuras políticas que no podrán olvidar el ejemplo que nos dio Salvador Allende.

Juan Carlos Concha

Yo siendo muy joven en ese momento, tenía además la desventaja de ser médico, de manera que las relaciones con el Presidente tenían que ser muy refinadas. En este contexto, quiero recordar una anécdota que me mostró un costado muy particular de Salvador Allende. Él había creado la idea de ir hacer gobierno en campaña. Así como a Jacques Chonchol le pidió instalar el Ministerio de Agricultura en Temuco, Allende instaló el gobierno en Concepción el verano del 72.

Me pidió que concretara uno o dos programas del Ministerio de Salud, para seguir avanzando. Uno de ellos fue, aparte del medio litro de leche, el Programa de Alimentación Nacional que dirigía un grupo de expertos bastante interesante en ese tiempo y un programa interesante también que había surgido hacía muchos años que era el programa de la lucha contra el alcoholismo. Estábamos en la Plaza de Concepción, en el balcón de la Intendencia y Allende entonces empieza explicar. Grandes aplausos para el nuevo programa de alimentación, que consistía en asegurar alimentación del pueblo, no solamente con el medio litro de leche, sino la del trabajador.

Anuncia entonces, con la voz potente que tenía, el programa para luchar contra el alcoholismo. La mitad de la plaza silbaba en contra y la otra mitad, aplaudía. Aplaudían las mujeres y silbaban los varones. Allende pacientemente, levantó las manos, hasta que consiguió silencio y dijo: “Compañeros, no vamos a dejar de tomar, vamos a tomar mejor”.

Fuera de esta anécdota, aquí hay un elemento muy importante y que a mí me llamó mucho la atención: el conocimiento que Allende tenía de los sentimientos de las masas. Y la reflexión a la que llega uno, es que Allende en la medida que fue conductor del pueblo, desde el año 37 cuando el empieza a ser diputado, también es modelado por el pueblo. Me llamaba la atención esa vinculación, esa manera de conocer la realidad del pueblo, que yo la atribuí al contacto de él con las masas, que lo fue modelando y convirtiendo en el hombre que llegó a ser.

Quisiera decir que esto lo corroboré en Francia, cuando una doctora que era directora del Instituto Nacional Internacional de la Infancia que había estado en Chile varias veces y también durante el Gobierno Popular, y que nos había ayudado bastante. Ella me dijo que se apoyaba en la figura de Allende y su obra, primero por la imagen de Allende, un hombre tan consecuente y la segunda porque “nosotros hubiéramos querido tener aquí (en Francia) el programa de la Unidad Popular y conquistar el poder para el pueblo llamo sin tener que pasar por la dolorosa experiencia de una guerra civil”.

Yo diría que lo más interesante de Allende, para mí, es esta vinculación que él tiene con el proceso de democratización chileno que empieza de los años 20, por el impulso de los trabajadores del salitre, lo que se convierte en una necesidad de resolver los problemas de los trabajadores y la Unidad Popular como la culminación de ese proceso.

En ese proceso de modernización, Allende ocupa un lugar preferencial, de conducción, paralelo a este proceso y que son inseparables. Hoy día eso se proyecta. Los líderes nacen cuando son necesarios, pero hay que ayudar a construir el clima social y político dónde puedan surgir nuevos dirigentes que aporten a la conducción del pueblo, pero que aprendan también cuál fue la experiencia nuestra, de cómo fuimos transformados por las grandes incidencias de la vida internacional de ese tiempo y de las experiencias de la Unidad Popular, y de líderes como Salvador Allende de los cuales aprendimos.

Miguel Lawner

Yo tuve el privilegio de participar en las cuatro campañas del Presidente Allende. Desde el año 51 y hasta que Allende falleció, estuvimos de alguna manera en contacto. No es que hayamos contraído una amistad muy estrecha, pero sí una relación muy fluida y mutuamente respetuosa.

Ahora bien, yo quiero contar una anécdota que muestra la capacidad de conductor de Allende y su relación con todos nosotros los funcionarios. No había ocurrido un mes en que habíamos asumido el gobierno, a fines de noviembre del año 70, cuando Allende llamó al Ministro de la Vivienda -que dicho sea de paso fue un magnífico Ministro- y le dijo: “Bueno Ministro, cómo es la cosa. Vivienda tenía que partir de inmediato y ustedes están parados”. La vivienda pública debía ser el motor movilizador de la economía, porque habíamos encontrado un país muy deprimido en la última etapa del presidente Frei, en consecuencia, la confianza estaba depositada en nuestro sector para movilizar la economía, en el corto plazo.

Entonces Allende dijo, “quedan todos citados para el 2 de enero a una reunión en La Moneda”. El Ministro nos llamó a todos, nos preparamos todos, cada uno llegó con toda una documentación, éramos unos 20, entre todos los representantes de las corporaciones de la vivienda y obras públicas.

Entonces, el Ministro dijo, “compañero, hemos acordado que el compañero de Planificación del Ministerio de la Vivienda va hacer una pequeña introducción y después cada uno de los vicepresidentes y directores de las diversas funciones, tienen preparada su intervención”.

Sergio López, que era Director de Planificación de Desarrollo Urbano, del MINVU, no alcanza a comenzar a intervenir y el Presidente pregunta: “A propósito ¿cuántas viviendas se están construyendo en Américo Vespucio, esquina de Recoleta?”

Sergio López dijo “yo creo que el compañero Vicepresidente de la Conavid, tiene que tener ese dato”.

Al pobre se le cayeron los anteojos, empezó a hurgar en todo el voluminoso expediente que había traído. Allende no debe haber esperado 10 segundos, se levantó y dijo “muy bien señores, cuando estén preparados, me avisan” y se fue. La reunión no duró ni cinco minutos.

Pero, ¿de qué sirvió? Yo me acuerdo que salí de esa reunión, caminando con mi fiscal y le dije, “mira en un mes más voy a estar construyendo sea como sea”. De ahí en adelante, puedo decir que toda la remodelación del Parque OHiggins, toda la UNCTAD, la Piscina Chacarillas, se echó andar, quedando definitivamente en seis meses las resoluciones para la construcción. Esa fue la capacidad del Presidente de hacernos caminar, de una forma inteligente, única.

Fuente: El Siglo

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