Allende, la Biografía, el último libro del historiador español Mario Amorós, es, como el título lo enuncia, un recorrido por los hitos principales de la historia personal del líder indiscutido de la izquierda chilena de la segunda mitad del siglo XX, pero también una incursión por la línea de tiempo del singular movimiento popular chileno, aquel que supo conjuntar a partidos políticos y organizaciones sociales detrás de un programa político de transformaciones profundas y estructurales, del que Salvador Allende fue inspirador, infatigable constructor y principal intérprete.
Escrito, probablemente, con la premura de la coyuntura de los cuarenta años del golpe de Estado, lo que le falta en profundidad y análisis, lo compensa con ritmo, rigor y respaldo documental. En más de 600 páginas, que se asimilan de manera casi inadvertida, desfilan los principales hitos de la historia personal de Salvador Allende, inextricablemente vinculada con la evolución y ascenso del movimiento popular.
El libro de Amorós, narrador y cronista ya especializado en la trayectoria de la izquierda chilena, es una buena introducción a su historia, con la vida de Salvador Allende como hilo conductor.
De visita en el país con motivo del lanzamiento del libro, se hizo un espacio en su apretada agenda de actividades, para la siguiente entrevista, que parte con la obligada introducción de las motivaciones que lo impulsaron a escribirlo:
“Yo creo que faltaba una biografía potente, de carácter político de Salvador Allende. No hay ningún trabajo que con una documentación de archivos, y de prensa de la época, explore minuciosamente la trayectoria de Allende y su faceta humana. El libro parte con los orígenes de la familia. Habla de la infancia y la época estudiantil, peroel valor del libro es sobre todo político, recupera la lucha de Allende en la universidad con el grupo marxista Avance, su participación en la fundación del Partido Socialista, etc. Espero que sea una referencia al hablar de Allende, que se sitúe en ese nivel, porque tiene una sólida base de documentación y bibliografía”.
-¿Cuáles fueron las fuentes principales?
“Obtuve documentación de quince archivos diferentes, algunos muy importantes. Pude revisar el archivo de la Fundación Eduardo Frei. Pude revisar bastantes carpetas del su archivo personal. También revisé el archivo de Orlando Letelier, que se conserva en el Archivo Nacional, donde obtuve documentación muy importante. También visité la Fundación Salvador Allende.
En la propia Biblioteca Nacional encontré mucha documentación. Este trabajo de documentación era imprescindible para poder decir algo nuevo sobre Salvador Allende y no caer en los tópicos. Incluso esta documentación sitúa algunos hechos y situaciones sobre las que hay mucha confusión en los libros sobre Allende, por ejemplo, cuando fue relegado a Caldera. Yo sostengo que fue el año 1936. El propio Salvador Allende entró en contradicciones varias vecesen torno a esa fecha.
También consulté 54 medios de comunicación chilenos, y 23 medios de nueve países. Esa fue una fuente muy importante; allí he encontrado mucha información. He revisado todos los libros sobre Salvador Allende que contienen sus discursos. Dentro de la bibliografía, destaco las memorias de personajes de la época, tanto de dirigentes de la Unidad Popular, como la de sus opositores.
Todo esto permite armar un relato consistente, riguroso y exhaustivo sobre la figura de Salvador Allende como no se había hecho hasta ahora. La bibliografía y los discursos de Allende ya los tenía, pero procuré rellenar huecos de lo que no tenía. De hecho, el trabajo con la prensa, y el trabajo de documentación en los archivos, lo he hecho exclusivamente para este libro. Cuando vine por primera vez a Chile, el año 1997, ya tenía la idea de escribir un libro sobre Allende y la Unidad Popular. Esa idea cuajó con el libro Compañero Presidente, que hice en 2008, pero para este libro tuve las condiciones para ampliar la investigación, la cual insumió dos años. La redacción me tomó otro año”.
– A primera lectura, diría que el libro es una buena introducción a la historia del movimiento popular chileno, narrada con la perspectiva de la historia personal de Salvador Allende…
“Es que es indisociable. No se puede hacer una biografía de Allende sin contar la historia de la izquierda chilena entre el año 32 y el año 73. La vida de Allende es parte de la historia del desarrollo del movimiento popular en Chile. Es decir, Allende fue el líder, pero junto a Allende también había un gran movimiento popular. No hay que pensar en Allende como una especie se súper héroe que lo hacía todo, y él lo decía siempre: yo no soy un mesías ni un salvador, sino sólo un dirigente político que cumple una tarea.
En eso fue siempre bastante claro. No quería caudillismos ni liderazgos carismáticos, lo que no significa que no tuviera la ambición de liderar ese proyecto político, pero lo hacía con unos contenidos bien claros, y no por una posición de prestigio personal, porque él, por sus orígenes familiares y su carrera profesional, parecía encaminado a ser senador de Partido Radical, o Ministro de Salud de algún gobierno radical, pero optó por lo difícil.
Él se convierte en el líder indiscutido del movimiento popular en 1958, en su segunda candidatura presidencial, cuando quedó a treinta mil votos de La Moneda. Creo que ahí nace el allendismo como fenómeno de masas, superior a la suma de los votos de socialistas y comunistas, que convocaba gente más allá de las fronteras partidarias.
El año 52 era el único senador del Partido Socialista de Chile , el sector minoritario del socialismo en aquel momento, y levanta su candidatura porque no soporta que el Partido Socialista Popular, donde entonces estaban Altamirano, Almeyda y Ampuero, le diera su apoyo a Ibáñez. El año 58 es elegido candidato sin ninguna discusión, lo mismo que el año 64. El año 70 ya es más complicado. La elección del candidato llega desde agosto del 69 hasta enero del 70.
El propio don Lucho Corvalán lo cuenta en sus memorias. Allende había sido Presidente del Senado, y para la juventud que se radicalizó, esa era una imagen casi aristocrática, de un miembro de la vieja clase política. Sin embargo, Allende renace en la campaña del 70 y demuestra una vez más sus condiciones naturales para la acción política desde el liderazgo, y su tenacidad”.
-Del libro se desprende que Allende fue un incomprendido en su propio partido…
“Yo no diría que fue incomprendido. Lo que ocurre es que el Partido Socialista es muy heterogéneo; no hay una línea política asumida por todo el partido, como es el caso del Partido Comunista, y entonces vivía sacudido por congresos anuales. En diciembre del año 38, cuando es elegido Pedro Aguirre Cerda, el partido celebra un Congreso, creo que el quinto, y Allende es elegido subsecretario general. Hay un gran debate si entrar o no al gabinete del Gobierno. Al final se impone la posición de entrar, pero mientras Allende fue Ministro, sectores del partido le hicieron críticas furibundas.
Esa convivencia entre las alas reformista y ultraizquierdista del PS se da hasta el año 73. Después, es mucho más complicado analizar que pasó en el PS, pero hasta el año 73 conviven esos sectores. Una parte del partido se radicaliza, pero sólo discursivamente. Es sabido lo que pasó en Chillán el año 67 y todo lo que vino después”.
– Sin embargo, más allá de ese debate, Allende nunca perdió la perspectiva de lo que hoy se denomina la vía chilena al socialismo, construyéndola desde el espacio democrático e institucional…
“Sí, él tenía esa característica, y lo plantea a partir del año 58: en Chile es posible lo que casi en ninguna parte de América Latina, y en pocas de Europa occidental, ese camino al socialismo a partir de un movimiento popular que une a la clase obrera y sectores progresistas del centro político a los que la izquierda atrae con sus oposiciones. Lo expresa con gran claridad, y tuvo que batallar duro para imponer ese proyecto. Incluso, Clodomiro Almeyda escribió en Punto Final, el año 67 o 68, que la vía pacífica al socialismo se había acabado, y ya no tenía sentido en Chile, aunque no proponía cuál era la alternativa.
Augusto Olivares, gran amigo de Allende, también sostenía esas posiciones desde Punto Final. Obviamente, se da ese debate, y volvamos a aquella época, por el efecto impresionante que tuvo la revolución cubana”.
-El hecho de que ese proyecto haya sido derrotado por una conspiración armada ¿clausura su viabilidad?
“Bueno, durante mucho tiempo eso se decía en Europa. Sin embargo, lo que está pasando en Venezuela, Ecuador y Bolivia es la vía chilena, obviamente en un mundo diferente, con sectores políticos inicialmente sin un marcado cariz marxista clásico, pero que al final se desarrollan y apuntan a lo mismo que Allende. Incluso, han aprobado nuevas constituciones como no fue capaz de hacer a la Unidad Popular, porque no tenía las amplias mayorías que tienen los compañeros en esos países, que permite aprobar esas constituciones con gran apoyo popular, lo cual es mérito de esos procesos políticos. Los propios líderes de esos procesos reconocen que siguen la estela de Allende”.
– De la lectura del libro fluye también la consistencia de Allende con la visión programática…
“Es curioso como Allende va a la empresa Yarur, el año 64, donde lo recibe el propio Amador Yarur, el propietario. Allende habla frente a los obreros y empleados, y lo que dice en ese discurso, en un tono muy fraternal, es que en un gobierno de izquierda, donde los trabajadores tengan un mejor nivel de vida y acceso al consumo, los empresarios como Yarur también se van a beneficiar, porque van a vender más. Después del año 70, los trabajadores se toman Yarur, y pasa al área social. El programa de la izquierda, después del año 52, fue cada vez mejorándose y perfeccionándose, y definiendo cada vez mejor cuál era el horizonte. Al principio, los programas del 52 y 58, no se habla de socialismo.
– El libro también ilustra al lector con pinceladas de la magnética y entrañable humanidad del personaje…
“El libro trata de ofrecer una perspectiva de la personalidad de Allende. Hablo de la relación con su esposa, sin entrar en los chismes de los amores extramatrimoniales, y de la relación con sus hijas y sus amigos. Y ahí descubrí que Frei y Allende habían sido grandes amigos. Yo no lo sabía, y nunca había leído algún artículo en la prensa, y vaya que he leído, sobre esa amistad.
Era una persona que le gustaba mucho compartir la buena mesa con su familia y sus amigos, tomarse un trago, pero no más como dice la derecha, pero un buen trago de whisky, jugaba dominó con Neruda en su casa de Algarrobo, y tuvo amigos que lo acompañaron durante toda su vida, en el plano personal y político, Osvaldo Puccio, Miguel Labarca, Augusto Olivares, entre otros. Generaba entre ellos un gran sentimiento de lealtad. Es parte de su rica personalidad humana. Le gustaba la ropa, y le hacían muchas bromas por eso. Otra cosa interesante es que tenía una gran memoria, lo que le sirvió para sus estudios de medicina, y en las campañas.
Su vida entre el 51 y el 70 fue una larga campaña electoral, en que recorrió Chile hasta en los pueblitos más remotos, y donde iba, le preguntaba al militante comunista o socialista, doña Juanita, como está su salud, o su hijo. Tenía ese tipo de relación con la gente, tenía esa capacidad de generar afecto entre la gente, afecto que no excluía la franqueza y la sinceridad. Por ejemplo, le dijo a los trabajadores de El Teniente: el cobre no es para los trabajadores de El Teniente, el cobre es para los trabajadores de Chile”.
Entre las causas de la derrota del proyecto político de Allende ¿situaría el desborde del programa por sectores de la izquierda?
“Allende tenía una relación con el MIR a través de su sobrino Andrés, y con Miguel Enríquez, con el cual se tenían mutuo respeto. Su hija Beatriz tenía casi una doble militancia socialista-MIR, la Payita tenía también fuertes vínculos con el MIR. O sea, en el núcleo cercano de Allende había personas muy unidas al MIR. Y a pesar de esa comunicación fluida, nunca fue posible lo que hubiera sido imprescindible: atraer al MIR a los marcos de la UP, y todo el movimiento popular que surge a partir de los cordones industriales después del paro de octubre, integrarlo sólidamente tras el programa de la Unidad Popular, lo cual era muy difícil, dado el clima de la época.
Todas esas expresiones, muchas veces espontáneas, tenían que estar bajo la disciplina de unos objetivos políticos nacionales, a través de un programa. Obviamente, eso es muy difícil. En todas las revoluciones se dan esos procesos. Las personas actúan por motivacionessubjetivas, por realidades locales y por circunstancias históricas personales.
El MIR fue consecuente. Desde que asume la dirección el grupo de Miguel Enríquez, el año 67, y sobre todo cuando Allende gana las elecciones en 1970, plantea una línea política de apoyo crítico a la UP, y de exponer los límites de esa opción por el socialismo, a través de las vías pacíficas. Equivocada o no, me parece importante que uno sea coherente con su propuesta política. Al menos, ellos hicieron énfasis con más claridad que otros sectores de la izquierda, incluyendo al Partido Comunista, la posible agresión del imperialismo a Chile.
El diario El Siglo publicaba, por ejemplo, que militares chilenos iban a la Escuela de las Américas en Panamá, pero no sabían que significaba eso. En cambio, el Partido Socialista mantiene de manera irresponsable un discurso radicalizado, verbal, estéril, retórico, siendo parte de la Unidad Popular y un programa político, con todo lo que supuso eso. Pienso que ya el 73, Allende no quiso imponerse, y decir, ya, esta es la línea porque eso hubiera significado la ruptura de la UP”.
– A la luz del debate que se da en Chile con motivo de los 40 años del golpe, resulta hasta cierto punto sorprendente la manera como la derecha y los sectores conservadores siguen abstrayendo la conspiración inspirada por una potencia extranjera, entre las principales causas del golpe…
“La derecha dice que el Partido Comunista chileno era un títere de Moscú, que el MIR era la fracción chilena del guevarismo y del castrismo, que el Partido Socialista tenía fuertes vínculos con la RDA y otros países socialistas, es decir, que la izquierda chilena, títere del comunismo mundial iba a imponer en Chile una dictadura estalinista. Obviamente, son patochadas y mentiras. La derecha y un sector de la democracia cristiana no pueden asumir que fueron ellos los que apelaron a una potencia exterior, para hacer de ese apoyo un ariete para destruir el país. Ellos no lo pueden asumir jamás.
Fíjate que cuando Orlando Letelier le entrega las cartas credenciales, en marzo del 71, Nixon dice: «el camino representado por el programa de su gobierno no es el camino elegido por el pueblo de este país, pero nosotros reconocemos el derecho de todo país a ordenar sus propios asuntos internos. (…) Por nuestra parte, este Gobierno y su nación están comprometidos con el mutuo respeto hacia la independencia, la diversidad y los derechos y obligaciones internacionales». A la luz de lo que sabemos hoy, es un acto de consumado cinismo”.
-Da la impresión que se quedaron atrapados en su montaje…
“Es que tienen que decirlo. Callar o decir lo contrario significaría asumir que fueron unos criminales. El domingo pasado vi en El Mercurio reseña de tres libros, todos de derecha, y uno de ellos hablaba cómo se armaba la izquierda, como el PC con el apoyo de la RDA planeaban un golpe Eso se demostró falso. Podrán decir lo que quieran, pero no podrán demostrar jamás que había un ejército extremista de cien mil extranjeros, porque lamentablemente, no lo había. Pero qué vas a esperar de El Mercurio, un periódico que participó directamente en la conspiración, y al que denominé la DINA mediática”.
– Siempre en la perspectiva del debate de los 40 años, llama la atención la universalidad de la figura de Salvador Allende…
“Sí, es notable. En España, para los 40 años, se van a hacer decenas de actos. La Casa América de Cataluña dedica todo el mes de septiembre a Chile, con más de diez actividades, en Madrid habrá un acto el 11, yo lanzo el libro el 10 en Madrid y el 18 en Barcelona, una gran cantidad de cosas. Allende universaliza y simboliza ante el mundo a la Unidad Popular y al pueblo chileno. El, Neruda y Víctor Jara son los íconos de un tiempo histórico que cautivó y atrajo la atención de millones de personas en todo el mundo, que se sentían identificadas con ese proyecto político. Allende es la memoria de la esperanza de una parte de la humanidad”.
– Con la perspectiva del tiempo, resulta obvio que el golpe formaba parte del plan imperial para instalar el neoliberalismo. Esa perspectiva falta en el libro…
“Es que yo no me he metido en eso. Diría que la Democracia Cristiana, el Partido Nacional y los sectores fascistas, en suma, la insurrección de las clases medias atraídas por el fascismo contra Allende, y el clima de odio de todo ese conglomerado político, que se gesta con la gran campaña del terror del 64, es el caldo de cultivo que permite que cuaje la idea del golpe de Estado, que se da para revertir el proceso de construcción del socialismo. Dentro del sector golpista de las Fuerzas Armadas, había sectores nacionalistas, como el propio Gustavo Leigh, partidarios de un régimen fascista y autoritario, pero con un programa nacionalista.
En cambio sectores de la Armada tenían preparado El Ladrillo, como se sabe, el programa del neoliberalismo. Hubo un gran debate. El primer año la política económica no fue neoliberal, y sólo el 75 meten el programa. En mi opinión, el golpe se da para salvar los privilegios de la gran burguesía y el gran capital: devolver las fábricas, devolver los fundos, y desatar una violencia brutal para destruir al movimiento popular”.
– Sin embargo, creo que los que suministraron la tecnología de la inteligencia y los recursos, y me refiero al imperio, ellos sí tenían claro ese propósito…
“Ahí no te puedo decir nada”.
-En dos de los períodos históricos que analizas, el Frente Popular y la Unidad Popular, la confluencia entre el movimiento popular y el centro político generó los gobiernos más democráticos y transformadores de nuestra historia. Pero en ambos casos, el centro político se asustó con los cambios y se refugió en la sensación de seguridad de los sectores conservadores, lo que se expresó con la Ley Maldita, en el primer caso, y el golpe de Estado, en el segundo. Ahora el ciclo tiende a repetirse ¿visualizasalgún desenlace?
“Respecto a lo que me preguntas, no se puede decir nada. Lo que está claro es que ganará Michelle Bachelet, en primera o segunda vuelta. Incluso puede ser peor para la derecha que gane en segunda vuelta, con un 65 a 35, o un 70 a 30 por ciento, lo que se puede dar, porque Evelyn Matthei representa a la derecha dura, esa que no puede captar votos.
No me imagino a un demócrata cristiano votando por Evelyn Matthei. Sí por Piñera. Peor para la derecha sería perder por 70 a 30 en la segunda vuelta, que Bachelet saque el 50,7 por ciento en primera, y gane porque tenía que ganar. No te puedo decir qué va a pasar después, pero sí que celebro ese pacto.
Aparte de sectores menores, la gran novedad de ese pacto es la presencia del Partido Comunista. Eso es fruto de dos cosas, una muy importante. Me parece que la Democracia Cristiana ha entendido que no puede haber cambios democráticos en Chile, sin el Partido Comunista. Les ha costado un cuarto de siglo entenderlo, o más bien, casi tres décadas, desde 1985-86, cuando rechazaron todo acuerdo con el PC. Obviamente, Michelle Bachelet sin el PC adentro, igual seguramente ganaría, pero haría lo mismo que han hecho durante veinte años, que ha producido este gran malestar y movilización social.
Por otra parte, el pacto Nueva Mayoría es mérito, de Michelle Bachelet, que lo ve muy bien por su propia historia, por sus amistades; su madre, doña Angela Jeria siempre ha tenido un gran respeto por el Partido Comunista, pero fundamentalmente, es producto de la línea política del Partido Comunista. Yo recuerdo que el año 2008 ya Teillier planteaba claramente un gobierno de nuevo tipo. Un gobierno de nuevo tipo es lo mismo que la nueva mayoría, si ésta es capaz de desarrollar el programa que está planteando.
Es mérito de esa línea política del partido, que obviamente tenía que encontrar resistencia, pero que se ha demostrado acertada. Hoy tiene tres parlamentarios, y puede obtener en el peor de los casos cinco, y tal vez seis o siete. Puede haber una gran bancada comunista en el próximo Congreso, es decir, esa política del partido, histórica, de la época central del siglo veinte, del 52 al 70, de buscar grandes alianzas, de ir ganando poco a poco con paciencia, con tesón, con tenacidad allendista, conquistando espacios políticos frente a los que se impacientan y los que sólo gritan, se ha mostrado acertada, y lo demostró el éxito de las primarias”.
Hasta donde se conoce, la propuesta programática de Nueva Mayoría, se puede resumir reforma tributaria, reforma educacional, reforma institucional y, eventualmente, reforma laboral. ¿Es suficiente?
Obviamente, no es suficiente. Pero no se cambian cuarenta años de neoliberalismo en tres días. No es fácil. Lo importante es que exista la voluntad política de llevar adelante ese programa y que se pueda hacer lo máximo posible. Las movilizaciones de 2011 han tenido un papel importante en una cosa: cada vez sectores más amplios de la sociedad chilena, que no son de izquierda, asumen que hay cosas que son estúpidas, como por ejemplo, la educación.
Un diez por ciento de la sociedad chilena se puede permitir el modelo actual, pero para el noventa por ciento de la sociedad chilena, sin ser marxista, ni ser de izquierda, es obvio que hay que cambiar de modelo educativo, y Chile lo puede hacer, en este momento.
Mi impresión es que es un pacto positivo, va a haber un gobierno de Michelle Bachelet sustentado -esperemos- por una amplia mayoría en el Congreso, y ese Gobierno tiene un programa positivo para Chile y para los intereses del pueblo chileno. Habrá que sacarlo adelante, habrá que pelear con los poderes fácticos, habrá que pelear con la derecha, pero el contexto general es muy positivo, sin perjuicio de que no es el de los años 70”.