Como se dice ahora: la derecha no tiene relato. Y es cierto. Más aún, el asunto de fondo es que la derecha de Chile no tiene programa político, se quedó estancada en un paradigma socio-económico que pierde terreno y legitimidad en todo el mundo, y que en nuestro país fue impuesto como laboratorio con un golpe de estado mediante.
Y desde la promesa interminable de tránsito hacia un estado democrático soberano, los aspectos estructurales de ese modelo socio-político heredado, han sostenido crecimiento macro económico hiper concentrado en una élite clasista; una profundización de la desigualdad en todos los planos, y una insoportable forma de agotar los recursos naturales y energéticos del país.
Sin embargo, esa misma derecha, que no tiene ni programa ni relato político, sí tiene una audaz y eficaz conducción política, que no está en sus partidos: Está en los medios de información de derecha, que son hegemónicos, que ordenan a los atávicos y cada vez más violentos líderes del sector; que los conecta armónicamente con las audiencias y masas ciudadanas; y que les da, día a día, una agenda y una minuta de contenidos destinados a desmantelar a la Nueva Mayoría; a su gobierno y su programa; y a la Presidenta Michelle Bachelet.
En un país en donde todavía existen grandes y contundentes poderes fácticos; una significativa ausencia de sociedad civil cívicamente democrática, con altos índices de mercantilización, esta táctica de resistir y “desnaturalizar” las reformas, bloquear, perseguir a quienes las impulsan, ha dado resultados no menores.
En este contexto, la derecha política y económica simplemente se ha amparado en el sistema de medios altamente concentrados en propiedad, formas y contenidos.
Es relevante señalar que “los medios” son una parte muy significativa del espacio mediático, pero este es mucho más que el primero. En definitiva, en una sociedad como la chilena, la mediación entre el poder y la sociedad está determinado por este factor esencialmente político.
Aún así, y este es un dato no menor, esta misma derecha no logra representar los descontentos, demandas y desencantos sociales, que subjetiva y objetivamente existen, son reales, no virtuales.
Entonces se apertrecha en una acción reactiva, no propositiva, atávica, por momentos autoritaria y antidemocráticamente conservadora (postura respecto del aborto).
Una parte de la derecha persigue, vigila y tiene ganas de castigar a sus adversarios políticos.
Una “lectura” diferente del “cónclave” puede dar algunas claves:
El gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet ya logró hacer ley varias importantes reformas que harán mucho más democrático y justo Chile.
Este año, se deberían hacer ley varios proyectos que buscan disminuir la desigualdad.
Otras reformas profundas, por su naturaleza, deberán continuar en el próximo gobierno de la NM, que podría tener un parlamento más representativo, más democrático y con vocación constituyente.
En medio de la aguda crisis de representación del sistema y de las instituciones políticas y del estado (porque también hay crisis en la administración de Justicia), de la cual por cierto no escapa la NM ni tampoco otras fuerzas políticas, el tema es quién, en definitiva, mantiene la iniciativa y la direccionalidad del proceso político.
El Chile real y verdadero necesita reformas estructurales.
Pero con la misma intensidad, requiere enfrentar a la delincuencia armada y violenta; las listas de espera en la salud; el pésimo transporte que hace el día a día insoportable a millones; mejorar los salarios y la educación, tan desiguales hoy.
Si alguien tiene duda del impacto positivo que tendrá la gratuidad para cerca de 500 mil chilenas y chilenos, a partir del próximo año, entonces es muy probable que esa percepción esté originada en un sistema mediático que no deja otra alternativa que no creer y sospechar.
De igual manera, las reformas laborales impactarán positivamente en la actual capacidad reducida de los trabajadores para negociar sus salarios y derechos básicos. Repetimos, mejores salarios y mejores derechos. Entonces el sistema de medios mete miedo y sospechas, y afirma, categóricamente, que las reformas provocarán desempleo (??); menos inversión (??).
Sin renunciar al objetivo de la gratuidad universal en la educación, la Presidenta ha señalado que hay que avanzar “paso a paso”, y ha descartado, a la vez, el “nunca jamás”.
El desafío, por tanto, es llevar adelante la ecuación de gestión política en ambos planos, no hay otro camino ni otra posibilidad.
Ciertamente, el “libreto” de la derecha que realmente conduce al sector, es claro: Dividir a la NM. Sabe perfectamente que si logra eso, a pesar de su extrema debilidad, podría incluso ganar el futuro gobierno. Persistirá en ese esfuerzo, hasta el final.
Y la NM no tiene otra alternativa, o ganan todas y todos, o pierden todas y todos.
Su principal fortaleza: un ethos político común que, con diversidad y tensiones, une a los demócratas progresistas de Chile, como lo señaló Michelle Bachelet al apostar a una proyección del conglomerado más allá de su gobierno.
Finalmente, hay un factor que puede ser determinante en este proceso: La Nueva Mayoría en los territorios; en los frentes sociales; en las comunas; en el campo llano y en el Chile profundo y anónimo, y por momentos no visible.
Esa Nueva Mayoría que tiene muchas ganas de seguir adelante, que tiene una pasión política a veces mayor que sus dirigencias; que sabe que es diversa y no pone el acento en las diferencias, porque sabe ciertamente que cambiar Chile necesita de unidad política firme y clara.
Esa Nueva Mayoría que desde el Chile real, no virtual ni mediático, siente el peso y la fuerza de la derecha mezquina a los cambios. Y quiere superarla definitivamente.
¡El segundo tiempo hay que ganarlo, por Chile!
Fuente: El Siglo