A las puertas de un nuevo ciclo político aparecen luces y sombras. Las primeras, el espíritu unitario de la Nueva Mayoría -por ejemplo en los foros de la Fiesta de los Abrazos 2014- y las segundas, a cargo de analistas y cientistas políticos de raigambres famosas por lo desconocidas que plantean dudas y cuestionamientos de distinta índole.
La desconfianza nacida de prejuicios y el apresuramiento surgido de la desesperación son malas consejeras para el inicio de un período de cambios como el que exige denodadamente la ciudadanía y ofrece con propiedad el programa de gobierno de la Nueva Mayoría.
Antes de asumir el poder ejecutivo, la presidente electa ya es conminada por ciertos sectores a maximizar los alcances y proyecciones reales de las transformaciones prometidas y, por otros, a acelerar y/o moderar la velocidad y profundización de las mismas. Se ha dicho hasta la saciedad que cuatro años de período presidencial es un plazo demasiado breve para los complejos asuntos institucionales, económicos, sociales y políticos a resolver.
La ciudadanía es cada vez más consciente que para participar con mayor eficacia en todas y cada una de las tareas a emprender para hacer realidad los sueños de la calle hace falta unidad y decisión para ir cumpliendo paso a paso –sin relativizarlo ni postergarlo- el programa prometido al pueblo.
Sin ánimo de comparaciones históricas, vale la pena recordar actitudes que debió enfrentar el gobierno popular de Salvador Allende en medio del fragor de la lucha ideológica contra la derecha desde sectores que debían apoyarlo y, sin embargo, colocaron trabas e impidieron el avance gradual que exigía el momento político en aquella época en aras de utopías que se demostraron inalcanzables en aquellas condiciones.
La derecha ya está mostrando sus garras, en medio de la crisis interna, y no cejará en impedir los avances democráticos y este adversario real y potente –pese a su debacle electoral- utilizará los mismos instrumentos, y ahora más modernos, para detener el proceso de cambios. El apresuramiento, las suspicacias y sospechas infundadas contribuyen al molino de la reacción.
La serenidad, el justo discernimiento y la justeza de las medidas a adoptar de acuerdo a las correlaciones de fuerzas deben convertirse en claves que destrabarán los candados impuestos por la dictadura para alcanzar una democracia plena con participación ciudadana.
Un lúcido ejemplo de la manera de actuar para avanzar en las respuestas a las demandas de la gente lo dio el fallecido dirigente democratacristiano Eugenio Ortega, al abrir un debate con el Partido Comunista sobre los puntos ideológicos y políticos que nos unen en la idea que “una fe común democrática distingue entre una ética mínima y una ética máxima”.
Es decir, cada partido puede tener su propia identidad ideológica, social y política pero compartir un conjunto de valores con la gran mayoría de los ciudadanos en una ética mínima, sin perder principios ni identidades propias de su ética máxima.
Ambas colectividades reconocen la imposibilidad de un consenso o unanimidad, pero para que la democracia funcione debe requerir un consenso especial: un consenso-aceptación. Asimismo, plantean que la democracia esté en permanente evolución y perfeccionamiento para adaptarse a las nuevas realidades.
Estos conceptos deberían guiar la praxis política no sólo de los partidos, movimientos y organizaciones sociales que integran la Nueva Mayoría y quienes apoyan el programa de la presidenta electa Michelle Bachelet, sino de todos los ciudadanos de pensamiento progresista que luchan por una nueva institucionalidad, el fin de las desigualdades y por mejores condiciones de vida para todos los chilenos.
No se trata de relativizar ni postergar metas pero es evidente que plantear hoy día temas tan acariciados como la renacionalización del cobre, constituyen objetivos para los cuales hay que consolidar pasos previos importantes, nuevamente, sin apresuramientos, desconfianzas, desesperación ni prejuicios.
Los exitosos resultados de la reciente Fiesta de los Abrazos 2014 con el lema: “Que los sueños de la calle sean los objetivos del gobierno”, muestran nítidamente que el nuevo ciclo político está al alcance de la mano y hay que preservarlo con sagacidad y apoyo de las grandes mayorías nacionales.
(*) Editorial del semanario El Siglo, edición N° 1698