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A El Mostrador le ha Llegado Carta (que No Publicó)

La psicóloga Clarisa Hardy, columnista de El Mostrador, envió una carta al director de ese medio, que éste decidió no publicar. En ella formula una severa crítica, tanto al tono como a la forma y el fondo del artículo “El Estado Mayor del oficialismo o la estrategia para contrarrestar el vacío de poder”, firmado por Marcela Jiménez, publicado el 27 de agosto pasado. Por estimar que la misiva contiene argumentos de interés respecto a la polémica suscitada por dicha nota, es que la publicamos de modo textual.

 

Señor Director de El Mostrador:

Como a usted le consta, he sido asidua lectora del Mostrador desde sus orígenes como diario electrónico y, en varias ocasiones, columnista del mismo. Me han parecido muy respetables las muestras que El Mostrador ha dado de independencia del poder, aún si muchas veces no he compartido algunos de sus contenidos.

Por lo mismo, por respeto al periodismo libre, independiente, de calidad e informativo, le escribo esta carta para manifestarle mi decepción por la vulneración precisamente de todas estas cualidades del buen periodismo, a raíz de un artículo firmado por Marcela Jiménez el día de hoy, 27 de agosto. Me refiero a la nota que ella tituló «El estado mayor del oficialismo o la estrategia para contrarrestar el vacío de poder».

Ninguna carrera seria de periodismo universitario podría reconocer en ese artículo algo parecido al periodismo. Y ningún medio periodístico serio podría permitirse publicar una nota igual.

En la mejor de las tradiciones del periodismo sensacionalista, la autora construye una nota a partir de hechos que involucrarían a partidos y dirigentes en una reunión de la Nueva Mayoría, basada en citas entrecomilladas de anónimos informantes que, como ha quedado claro con el categórico desmentido público de la presidenta del Partido Socialista, Isabel Allende, asistente a dicha reunión, son parte de la fantasía de la autora del artículo o de inventos de terceros a los que ella da credibilidad sin ningún rigor periodístico de fuentes y búsqueda de veracidad.

En medio de una crisis generalizada de credibilidad de las instituciones (que por cierto incluye a los medios de comunicación) y de confiablidad de la política, esta nota va más allá y opta por escarbar en la basura, llena de trascendidos que carecen de fuentes, enlodando de paso, gratuitamente, a una Presidenta de la República.

Sin argumentos ni evidencia alguna, pero con muchos adjetivos, se hace cargo de rumores o afirmaciones que, al poner entrecomillados en boca de terceros en las sombras, elude su propia responsabilidad como periodista.

Y, por favor, que la señora Jiménez o El Mostrador no vayan a argumentar que se reservan la confidencialidad de las fuentes, porque aquí no hay denuncias o acusaciones de hechos objetivos que deban ser conocidos por la opinión pública, sólo denostación personal, apreciaciones subjetivas y opiniones que nada hacen al cuadro político nacional y en nada contribuyen al análisis de la realidad actual.

La periodista en cuestión, mujer además, se hace cargo de la peor de las tradiciones sexistas que aún perviven en la política chilena y le pone altoparlantes a la maledicencia que, desde hace varios meses, ronda en los medios de derecha, interesados en desacreditar, a través de la imagen de la presidenta Bachelet, las reformas que su programa de gobierno comprometió al país.

gnoro si esta nota responde a la línea editorial del Mostrador y si además la discute en conjunto con otros editores de medios opositores de derecha, como es el caso de La Segunda que, la semana pasada, intentó algo parecido, asociando -ambos medios- la idea de ausencia de liderazgo presidencial, con inestabilidad emocional y otras fragilidades sicológicas. Y todo ello, escondiendo las discusiones que sí están detrás de estas caricaturas: la sociedad que tenemos y la sociedad que los distintos actores políticos quieren o promueven y por los cuales la ciudadanía debiera pronunciarse.

En el límite de la farandulización de la noticia, su medio electrónico contribuye, no al sano debate político, ni a la exigente tarea de informar y generar opinión fundada y seriamente investigada, sino al linchamiento de imágenes y a la exacerbación de estereotipos que promueven lo contrario de la deliberación ciudadana racional.

Una vergüenza que no tiene otra explicación que el interés por vender mucho, a cualquier precio, y no precisamente ideas.

Clarisa Hardy
Santiago, 27 de agosto 2015

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