La última elección presidencial en Ecuador estuvo marcada por un proyecto: la continuidad con el mandato de Rafael Correa que prometía implementar Lenín Moreno, antes de traicionar su herencia en todos los puntos. (1)

Cuatro años más tarde, todos los candidatos a la supremanmagistratura están de acuerdo sobre una urgencia: romper con Moreno, que nonse volverá a presentar.

Es que Ecuador no va bien. La pandemia de Covid-19 fue particularmentensevera en el país. El gobierno registró 13.994 víctimas de la enfermedad enn2020 (2), pero el exceso de mortalidad con respecto a los años precedentes se elevó a cerca de 40.000 personas, en un país con 17 millones de habitantes (3).

Aunque no se pueda afirmar con certeza que todos estos fallecimientos sean consecuencia de la enfermedad, son ciertamente el resultado de la crisis sanitaria provocada por la pandemia.

Este balance agrava una recesión económica que comenzó mucho antes de la aparición del coronavirus Sars-Cov2. Estimada en un 10%, la caída del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020 será la más vertiginosa que se haya registrado en la contabilidad nacional, cuyas series estadísticas se remontan a 1927.

El desempleo (6,6%) es el más alto desde 2009 y el subempleo alcanza el 23,4% (4).

La respuesta del gobierno a la crisis es la austeridad.

En 2020, el presupuesto de la educación nacional, que ya había sido reducido en 2019, sufrió un recorte del 25% (5). En el momento más crítico de la pandemia, Moreno anunció una reducción de los gastos del Estado de 4.000 millones de dólares suplementarios (6). Aprovechó también para que se aprobara una ley que flexibiliza el derecho al trabajo.

De ahora en más, los empleadores pueden cambiar los contratos de manera unilateral y modificar las horas –y horarios– de trabajo como quieran. Y así, por lo tanto, los salarios de sus empleados (7).

Mientras que la deuda pública no superaba el 27,7% del PIB antes de su llegada, Moreno, que sin embargo había criticado fuertemente el nivel de endeudamiento de su predecesor, elevó los montos adeudados por el país al 62,1% del PIB (la deuda ya alcanzaba el 53,4% en enero de 2020, antes de la pandemia).

A comienzos del año 2019, el Presidente había solicitado la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), que, a pesar de los discursos contra la austeridad de su nueva directora, Kristalina Georgieva, condiciona su intervención a la implementación de reformas que profundizan la recesión.

Los métodos de la institución con sede en Washington, padecidos en la región, suscitan el oprobio de la población al punto que hasta la derecha liberal promete ignorar sus recomendaciones.

El banquero

Elección Presidencial en Ecuador: El banquero, el Yogui y la Esperanza

“Le diremos claramente al FMI que esta vía que sugieren es recesiva”, proclamaba por ejemplo Guillermo Lasso, uno de los tres candidatos (sobre dieciséis) que encabezan las encuestas, el 14 de octubre de 2020 (8). Sin embargo, en 2018, Lasso había exhortado al gobierno de Moreno a aprobar un acuerdo con el FMI “de manera urgente” (9).

Ex presidente del grupo Banco de Guayaquil, del que sigue siendo uno de los principales accionistas, Lasso es el candidato del empresariado y del sector de las finanzas. Su campaña goza del apoyo de los gran des medios de comunicación, cuya influencia sobre la sociedad Moreno se empeñó en reforzar (10).

Vencido en la primera vuelta por Correa en 2013, y luego en la segunda en 2017, Lasso prueba su suerte por tercera vez. Su campaña parece sacada directamente de un breviario liberal y conservador: crítica al Estado, los impuestos y la burocracia; elogios al sector privado del que habría que “liberar” la energía; celebración de las libertades individuales; autorización de la portación de armas como el mejor medio para luchar contra la delincuencia, etc.

Desafortunadamente para él, los ecuatorianos conocen bien a Lasso. Principalmente gracias a su participación en el gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000), primero como gobernador de la provincia de Guayas, y luego, brevemente, como “super- ministro” de Economía y Finanzas. Este período fue el punto culminante de una década (1996-2006) marcada por una profunda crisis política y económica.

Siete presiden tes y una junta de una noche desfilaron en diez años. Ningún presidente elegido logró llegar al término de su mandato. Y algo más grave aun para la población, dieciséis bancos quebraron en 1999: las cuentas de los depositantes fueron congeladas y la moneda nacional, el sucre, se desmoronó.

El 9 de enero del 2000, el país adoptó finalmente al dólar como moneda oficial, una medida radical destinada a terminar con la inflación y las devaluaciones, cuyo costo
social difícilmente pueda ser sobrestimado. El país sufrió entonces una ola de emigración masiva y salió herido de esos años negros.

Estos antecedentes complican a a Lasso, más aun cuando fue acusado de enriquecerse comprando a la mitad de su valor los certifica dos públicos de los haberes congelados de los depositantes desesperados, y de poseer, todavía hoy, numerosas cuentas offshore en paraísos fiscales (11).

El Yogui

Elección Presidencial en Ecuador: El banquero, el Yogui y la Esperanza

Antes conocido como Carlos Pérez Guartambel, el segundo candidato que encabeza las encuestas cambió su nombre por “Yaku”, que significa “agua” en quichua. Basa su candidatura en las temáticas indigenistas y ecologistas.

Actualmente a la cabeza del gobierno regional de una provincia austral de Ecuador, sorprendió con una campaña dinámica que apunta a atraer a los jóvenes, principalmente aquellos preocupados por la cuestión del medio ambiente. Más interesado por la práctica del yoga en la playa y la neoespiritualidad andina que por la exposición del modelo de desarrollo que preconiza, Pérez Guartambel apuesta a los símbolos y estallidos mediáticos mientras surfea la ola identitaria, comunitarista y anti extractivista que alimentó la oposición a la corriente universalista y desarrollista de la izquierda latinoamericana.

Su animosidad contra ella es tal que el 11 de noviembre de 2019, un día después del Golpe de Estado contra el boliviano Evo Morales, Pérez Guartambel calificaba al presidente derrocado de “pequeño dictador” (12), antes de retomar las acusaciones –infundadas (13)– de fraude electoral lanzadas por la Organización de los Estados Americanos
(OEA) (14).

Pérez Guartambel se apoya en una parte del movimiento indígena ecuatoriano, que supo ser el más importante del continente. Si la histórica Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) ya no es lo que era en los años 90, las grandes manifestaciones de octubre de 2019 le permitieron, sin embargo, recuperar algo de su peso político.

No obstante, las divisiones internas abundan. Su brazo político, Pachakutik, bien anclado en el sistema político ecuatoriano, apoyó a Moreno en la Asamblea Nacional. “Yaku”, que llamó a votar a Lasso en 2017, emana de esta franja derechista del movimiento indígena en conflicto con el ala izquierda, representada por Jaime Vargas y Leonidas Isa.

Y la esperanza

Elección Presidencial en Ecuador: El banquero, el Yogui y la Esperanza

Estos últimos aceptaron la invitación de Morales –que regresó a Bolivia tras la restauración de la democracia en el país, en octubre de 2020– a reunirse públicamente con el
candidato de la izquierda ecuatoriana, Andrés Arauz.

El movimiento de la Revolución Ciudadana, que nació con la llegada al poder de Correa en 2007, desconcertó a sus adversarios al optar por esta candidatura antes que por la de uno de sus referentes históricos.

Arauz, ex ministro del Conocimiento y el Talento Humano (2015-2017), es poco conocido por el gran público. De manera que no formó parte de los blancos privilegiados del poder, determinado a desacreditar a las principales figuras (y potenciales candidatos) del “correísmo” antes de las elecciones presidenciales del 2021.

Con 35 años, la edad mínima establecida por la Constitución para ejercer la función suprema, Arauz espera que su candidatura haga ruido en un país en el que el 40% de la población tiene entre 16 y 39 años y donde el voto es facultativo a partir de los 16 y obligatorio a partir de los 18.

Al elegir un perfil técnico –Arauz es un reconocido economista–, el correísmo apuesta al recuerdo de los éxitos económicos que caracterizaron los mandatos de su fundador.
También desea exhibir las competencias de las que dispone en un contexto de hartazgo general frente a los desaciertos y las payasadas de Moreno –burlarse de él se convirtió en un deporte nacional–. Esta opción evoca la del Movimiento al Socialismo (MAS) boliviano, que eligió al ex ministro de Finanzas de Morales, Luis Arce, para las elecciones presidenciales de 2020 –con éxito–.

Si, en América Latina, la batalla entre keynesianos y neoliberales todavía está vigente, el famoso “No hay otra solución [que el neoliberalismo]” de Margaret Thatcher parece, sin embargo, haber quedado atrás.

Los ataques contra la candidatura de Arauz recuperan las cantinelas repetidas desde hace varios años por parte de las derechas del continente, principalmente las denuncias de corrupción –a veces reales, pero con frecuencia exageradas o inventadas–, de la que la izquierda tendría la exclusividad.

La persecución jurídica, acompañada de fuertes campañas mediáticas, dio sus frutos en la opinión pública (15), aun cuando ninguna de las acusaciones implique a Arauz.

Pero el proceso de “descorreización” institucional oficialmente esgrimido por el gobierno de Moreno se está quedando sin aire. La alianza que selló con los grandes medios de comunicación y las elites económicas para expulsar a una corriente política que había amenazado sus privilegios fue develada hace tiempo.

El veredicto de la justicia contra Correa, pronunciado el 7 de abril de 2020 –ocho años de prisión por el ejercicio de una “influencia cognitiva [sic]” sobre sus colaboradores–, fue recibido como una burla por la población. Su verdadera motivación está clara para todo el mundo: impedir que Correa, exiliado en Bélgica, sea candidato a la vicepresidencia o a la Asamblea Nacional, o que esté presente en el país durante la campaña.

Otros juicios, que culminaron con dictámenes de prisión o exilio para varios dirigentes y ex altos funcionarios de su gobierno, reforzaron, sin embargo, la hostilidad frente al correísmo, ya bien arraigada en las clases sociales más altas.

Otro eje de las críticas contra Arauz es la amenaza de una “desdolarización” de la economía. A pesar de las duras dificultades que impone a la economía nacional, la adopción del dólar estadounidense como moneda corriente tras la gran crisis de 1999-2000 sigue asociada al fin de la inestabilidad monetaria; y cuenta por tanto con el apoyo popular.

Aunque los correístas siempre criticaron una decisión que privó al país de una importante herramienta de política económica, repiten sin cesar que la vuelta atrás es inviable. Pero la campaña está fuera de control, principalmente en las redes sociales… Arauz retruca que los que amenazan la dolarización son partidarios de una desregulación financiera que
ocasionaría una fuga masiva de dólares hacia el exterior. Lasso y otros candidatos anunciaron, en efecto, que quieren eliminar el impuesto a la salida de divisas (ISD).

Al igual que Correa antes que él, y como todo representante de la izquierda latinoamericana, Arauz se ve finalmente relegado al espectro del “castrochavismo” (16). De manera que la prensa de derecha –es decir prácticamente todos los medios– cubre la campaña dedicando numerosas páginas a las penurias en Caracas. La llegada de una importante ola de
inmigrantes venezolanos a Ecuador durante el transcurso de los últimos años reforzó, sin lugar a dudas, la eficacia de este ángulo de ataque.

Si el correísmo pierde, se tratará de su primera derrota en una elección presidencial desde su victoria en 2006, porque Moreno había ganado en 2017 gracias a su promesa de continuidad. En síntesis, significaría la consagración de la empresa de “descorreización” de Ecuador iniciada cuatro años atrás. En cambio, el éxito de Arauz demostraría la potencia popular de la Revolución Ciudadana, a pesar de los ataques sufridos.

Por otra parte, confirmaría la recuperación de la fuerza de la izquierda en América Latina, tras los triunfos progresistas durante las elecciones presidenciales en México (2018), en Argentina (2019) y en Bolivia (2020), así como en ocasión del referéndum chileno de octubre del 2020 destinado a liberar al país de la Constitución legada por el dictador Augusto Pinochet.

Esta victoria comprobaría también las dificulta des de las elites, que, a pesar del inquebrantable apoyo que les brindó la administración de Donald Trump en Estados Unidos, no logran consolidar su influencia sobre el poder político a largo plazo.

(*) Ex ministro de Relaciones Exteriores de Ecuador, analista del Center for Economic and Policy Research (CEPR), Washington, DC.
Traducción: María Julia Zaparart

NOTAS:

1. Véase Franklin Ramírez Gallegos, “¿Tú también, Lenín Moreno?”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, diciembre de 2018.

2. “Covid-19 en Ecuador: 204.249 casos confirmados; muertes en el contexto de la pandemia ascienden a 13.932”, El Comercio, Quito, 17-12-20.

3. “Ecuador acumula más de 25.000 muertes por causas inciertas en 2020”, El Comercio, 29-11-20.

4. En Ecuador, se habla de subempleo cuando una persona gana menos que el salario mínimo (400 dólares en 2020) o no trabaja a tiempo completo a pesar de su voluntad de hacerlo. Instituto Nacional de
Estadística y Censos, www. ecuadorencifras.gob.ec

5. Mariela Rosero, “USD 894 millones menos tiene Educación, en este 2020”, El Comercio, 23-6-20.

6. Evelyn Tapia, “Lenín Moreno anuncia siete medidas; recorta USD 4.000 millones del gasto público”, El Comercio, 19-5-20.

7. María Vanessa Silva y Mónica Orozco, “La flexibilización laboral incluye las jornadas y la remuneración”, El Comercio, 17-5-20.

8. “Guillermo Lasso: ‘Los compromisos que haya asumido este gobierno con el Fondo Monetario Internacional son de este gobierno (de Lenín Moreno)’”, El Universo, Guayaquil, 14-10-20.

9. “Lasso exhorta a Moreno a negociar con el FMI antes de que sea tarde”, La República, Guayaquil, 14-10-18.

10. Véase Anne-Dominique Correa, “Le retour des pieuvres médiatiques”, Le Monde diplomatique, París, julio de 2019.

11. Cynthia García, “Lasso, el magnate de las offshore”, Página/12, Buenos Aires, 15-3-17.

12. Durante una conferencia “en solidaridad con las víctimas de la represión política y militar”, durante las manifestaciones anti-Morales, el 11-11-19.

13. Véase Anne-Dominique Correa, “Bolivie, chronique d’un fiasco médiatique”, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2010.

14. Véase “Le ministère des colonies américaines”, Le Monde diplomatique, mayo de 2020.

15. Véase Perry Anderson, “Brasil, el Lava Jato y la farsa mediática”, Le Monde diplomatique, edición chilena, septiembre de 2019.

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