En el año 1980, Souza y Baltar, acuñaron la idea del “Efecto Faro” en el análisis de Salarios Mínimos. La tesis es bastante intuitiva: el Salario Mínimo, además de fijar el piso de la remuneración legal, opera como una guía de referencia para el resto de la economía. En su trabajo original, los autores sostienen que los aumentos en el Salario Mínimo del sector formal, inducían a aumentos salariales en el sector informal (Souza y Baltar, 1980).
Asimismo, el efecto faro, y la capacidad formadora de salarios, también es distinguible en el propio sector formal. Esta tesis es la trabajada por Maloney y Nuñez, quienes se refieren al rol numerario que tiene el Salario Mínimo (Maloney y Nuñez, 2004). De acuerdo a esta línea, los salarios del resto de los trabajadores formales, se encuentran sincronizados completamente o en una fracción, a un determinado múltiplo del Salario Mínimo.
A propósito de este tema, el pasado 1° de julio, en Chile comenzó a regir el nuevo Salario Mínimo de $241.000 brutos y el llamado efecto faro, resulta esencial para entender la dinámica salarial del país.
Primeramente, y tomando la idea de Maloney y Nuñez, la institucionalidad laboral Chilena, presenta varias correas de transmisión directas entre el Salario Mínimo y los salarios generales de los trabajadores formales. Sin ser exhaustivos en esto, se observan a lo menos 5 formas de contagio: i) a través del sueldo base, ii) con las gratificaciones, iii) con las horas extras, iv) con aguinaldos, v) con bonos.
El vínculo sueldo base y Salario Mínimo se encuentra consagrado por Ley, pues el sueldo base debe ser a lo menos el Salario Mínimo vigente. Esta situación provoca que los trabajadores comisionistas (muy recurrentes en el comercio de grandes tiendas), vean incrementado su salario general cada vez que sube el Salario Mínimo.
Por el lado de las gratificaciones (considerando la opción del artículo 50 que es la más común), el contagio se percibe en dos frentes: i) al subir el sueldo base, sube el monto asociado al 25% de la remuneración mensual (gratificación) y ii) al subir el Salario Mínimo, sube también el monto recibido por gratificación legal cuando se opera en el tope (4,75 ingreso mínimos mensuales).
En cuanto a las horas extras, la transmisión es directa: un mayor sueldo base, aumenta la base de cálculo para las horas extras. Finalmente, existen casos en los cuales, los aguinaldos y bonos de productividad y otros, se encuentran engarzados con el Salario Mínimo en el sentido numerario (“equis veces el Salario Mínimo“).
Revisada la conexión teórica entre Salario Mínimo y el resto de los salarios entre los formales (o al menos una parte de ella), cabe realizar un ejercicio exploratorio empírico para ir en busca del llamado efecto faro del Salario Mínimo en el contexto Chileno. Para ello, se tomará como referencia la última encuesta CASEN. El análisis se realizará sobre las Funciones de Densidad Acumuladas (FDA) y en el espacio de las distribuciones cuantílicas.
La inspección visual del efecto faro a través de la FDA, permite inferir una zona de contagio que en general se concentra en torno a la mediana y hasta el percentil 70 ó 75. En la figura exhibida, se realiza una prueba gráfica sobre 3 modelos. En el primero se considera la sub-muestra de trabajadores asalariados privados (incluido el servicio doméstico) de tiempo completo. En el segundo, se trabaja con la sub-muestra de asalariados privados (también incluido el servicio doméstico pero sin control de jornada).
Finalmente, en el tercer panel, se observa la sub-muestra de todos los trabajadores. En los tres casos se acota al grupo de ocupados de hasta 64 años de edad. En los tres casos, la visualización da cuenta de una marcada zona de concentración en la vecindad del salario mínimo líquido correspondiente a la fecha de la encuesta.
La revisión cuantílica, ofrece otra mirada, que permite indagar sobre diferentes umbrales en la distribución de ingresos del trabajo. Para estos efectos, se usará como referencia el modelo 1, por considerarse el más exigente en torno a su cercanía con la formalidad. Tomando esta sub-muestra, los datos reportan que: el 36% de los trabajadores asalariados privados de tiempo completo, perciben menos de $220.000 líquidos (US$424 al tipo de cambio de la fecha de la encuesta), el 46% de los trabajadores asalariados privados de tiempo completo perciben menos de $250.000 líquidos (US$482 al tipo de cambio de la fecha de la encuesta). El 67% de los trabajadores asalariados privados de tiempo completo, perciben menos de $350.000 líquidos, en otras palabras, 2 de cada 3 trabajadores asalariados privados de tiempo completo perciben menos de US$674 al tipo de cambio de la fecha de la encuesta.
De este análisis se pueden derivar dos elementos: de una parte, los bajísimos niveles salariales observados en Chile y de otra, una relativa estabilidad en la concentración de ingresos a montos bajos también, en la zona mediana de la distribución de los salarios.
El salario mínimo en Chile encierra así un papel trascendental (sobre todo en un contexto de negociación colectiva constreñida, donde sólo un 8,4% de los asalariados negocia contratos colectivos). La línea de investigación trazada por Souza y Baltar, así como los aportes de Maloney y Nuñez, nos dicen que: la política de Salario Mínimo tiene impacto no solo sobre quienes directamente lo perciben, sino de todos los trabajadores. Este último punto es muy relevante en la discusión nacional ya que es común asociar el ámbito del Salario Mínimo a un grupo localizado y acotado de trabajadores. Los datos en Chile, muestran que sobre 1,1 millón de trabajadores perciben el Salario Mínimo o menos y muchos otros se encuentran alrededor de dicha cifra (ver datos Fundación SOL).
Ahora bien, teniendo en cuenta lo anterior, es necesario encuadrar el debate en algo que es más de fondo, y es que, hablar de Salario Mínimo en Chile, con efecto faro mediante, es hablar sobre cómo se distribuye el poder y la posición del Trabajo en la sociedad. Y por tanto, si se trata de poner al trabajo al centro de la estrategia de desarrollo país, entonces, es de primer orden repensar el Salario Mínimo. Eso, necesariamente requiere que quienes se favorecen de que exista un Salario Mínimo demasiado bajo, pierdan espacios de poder, y se comience así a redibujar la correlación de fuerzas en el siempre presente conflicto entre el Capital y el Trabajo.
(*) Economista, Fundación SOL
Fuente: Red Seca