lunes, noviembre 25, 2024
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Dossier: La Encrucijada de Podemos

Javier García Garriga

He aquí uno de los lugares comunes del análisis que el equipo de Íñigo Errejón, Recuperar la ilusión, ha presentado en su documento político para el segundo congreso de Podemos:

Si ayer se trataba de crear una máquina de guerra electoral concentrada para el asalto inmediato, hoy se trata de generar una organización democrática y popular, distribuida, territorializada, feminizada y compleja.

Errejón fue uno de los principales urdidores de la así llamada “máquina de guerra electoral”, e Izquierda Anticapitalista la única corriente interna que era crítica entonces y lo sigue siendo (aunque se hayan dejado el sustantivo por el camino de lo transversal y hayan quedado silenciados por el “escándalo” que, parafraseando a Dario Fo, impide la concienciación de la gente).

Lo cierto, en cualquier caso, es que los miembros de Recuperar la Ilusión rechazan ahora esa efectiva “concentración de poder” que ha estado “excesivamente centralizada” en la figura del Secretario General del partido, Pablo Iglesias. Pero, ¿son idénticas la “máquina de guerra electoral” y la “excesiva centralización” en la figura de Iglesias? ¿No ha tenido nada que ver en ello una Secretaría Política tan prematuramente hipertrofiada?

Caben, sin embargo, otro tipo de preguntas: ¿Puede una “democracia popular” (el resto de adjetivos de la cita son aún más vagos; éste al menos es paradigmático del pensamiento político de Errejón) ser una democracia que, como el despotismo ilustrado, funcione “para el pueblo pero sin el pueblo”? Perfectamente. ¿Es el caso del populismo errejoniano?

Antes de aventurar una respuesta (que cae del lado de la “prognosis”, del proyecto), veamos otro de los lugares comunes del análisis de Recuperar la ilusión: Quienes nos faltaron ese día [26-J] no se perdieron en las dos semanas previas a las elecciones, sino en los meses anteriores. Esto se dice después de haber subrayado que la confluencia de última hora con IU no pareció funcionar y de afirmar al mismo tiempo que las dos elecciones generales consecutivas pusieron de manifiesto que la gente quiere un cierto orden. Se habla asimismo de una “percepción de inmadurez” y de “soberbia” en los procesos de “negociación” para formar gobierno con el PSOE (y con Ciudadanos, puesto que, no se olvide, Sánchez dijo desde el primer día que “miraría a izquierda y a derecha”).

Una lectura generosa (desatenta a las incongruencias) puede bastar para señalar que la autocrítica que hoy practican Errejón y su equipo no tiene que ver sino con la consabida amabilidad que debiera transmitir Podemos ante una “opinión pública” (¿qué es la opinión pública?) hipermediatizada y en principio hostil o recelosa. Pero en el documento se dice también que allí donde Podemos tiene menor penetración social, allí debe “aparecer” como ya útil; y esto se entiende en el sentido de “recuperar” la iniciativa parlamentaria fundamentalmente frente a un PSOE cuya crisis existencial se pone en el epicentro de las diferencias de estrategia que se han venido sucediendo desde entonces en la formación morada.

¿Cuál es el problema? Como suele ocurrir con los análisis defectuosos, también aquí se mezclan cosas y se dan saltos ilegítimos desde el punto de vista de la argumentación. Tratemos de aclararlo recurriendo al “qué hacer” que plantea el equipo de Errejón:

Abordar la relación con el PSOE de manera inteligente y laica ha sido siempre mucho más productivo para Podemos que la negación obsesiva y el choque frontal. Esta posición se ha caracterizado por confrontar con el PSOE en los momentos y por las cuestiones menos oportunas, y ha dado alas a los sectores más inmovilistas para atrincherar a su gente frente al cambio político. No es una cuestión ideológica, es una cuestión de habilidad política.

La relación de Podemos con el PSOE debe ser hábil, pues no puede desconocer su importancia histórica pero tampoco tomar decisiones en base a su existencia. No puede obviarlo pero tampoco subalternizarse de forma sistemática por definirse en relación a él. La obsesión con el Partido Socialista tiene más que ver con las deudas pendientes de una parte de la izquierda de nuestro país que con las pretensiones y aspiraciones que Podemos debe tener en esta nueva etapa. A Podemos no le toca elegir entre dilemas del pasado, no tiene que decidir entre ser el PCE o ser el PSOE: Podemos nació con una hipótesis que pateaba esos dilemas, a pesar de que desde el 20 D las decisiones le hayan hecho escorarse en mayor medida hacia una de esas dos opciones. Si algo nos enseñó el 15M, es la importancia de librar la batalla contra los privilegiados en un terreno nuevo.

Vayamos por partes.

Abordar la relación con el PSOE de manera inteligente y laica […]. “Laica” quiere decir aquí, como aún veremos, sin ideología, sin metafísica, sin dogma, es decir, para el caso, sin crítica de izquierda.

[…] ha sido siempre mucho más productivo para Podemos que la negación obsesiva y el choque frontal. Esta posición se ha caracterizado por confrontar con el PSOE en los momentos y por las cuestiones menos oportunas, y ha dado alas a los sectores más inmovilistas para atrincherar a su gente frente al cambio político. Digamos de momento que se nos invita, por el bien de la amabilidad y del consenso de un nuevo orden, a silenciar los GAL, la entrada en la OTAN y sus actuales bases e incluso la memoria histórica (salvo la descafeinada “memoria histórica” de Zapatero o Manuela Carmena). Pero sigamos.

No es una cuestión ideológica, es una cuestión de habilidad política. La relación de Podemos con el PSOE debe ser hábil, pues no puede desconocer su importancia histórica pero tampoco tomar decisiones en base a su existencia. De entrada, el habilidoso populismo es al menos tan ideológico (en tanto que presunto “post-marxismo”) como, si se quiere, el comunismo. Seguir hablando de la “importancia histórica” del PSOE se cura con este artículo de Nancy Fraser sobre el “neoliberalismo progresista” y con la lectura atenta del discurso que Habermas pronunció en 1984 en el Congreso de los Diputados a invitación del PSOE, discurso que vino a sustanciar internacionalmente la renuncia chantajista de Felipe González al marxismo declarando, entre otras lindezas, que la “utopía del trabajo” y de la “propiedad privada” entendida como objetivo de la lucha social debía dejar paso a la “utopía de la comunicación” y del “consenso” y la reconciliación (esto es, a la pacificación de la lucha de clases, a la aceptación del “capitalismo democrático”) como fin último de la política.

Finalmente, y a pesar de la verdaderamente obsesiva distancia que se quiere marcar con respecto a IU y al presunto “revanchismo” de toda la “vieja izquierda” contra el PSOE, lo cierto es que tomar decisiones en base a la existencia del PSOE es exactamente lo que propone el documento político de Recuperar la ilusión, donde se presenta la quiebra de dicho partido como la clave de bóveda de la situación política actual en nuestro país. Y así, se indica que «la obsesión» de los “revanchistas” con el Partido Socialista tiene más que ver con las deudas pendientes de una parte de la izquierda de nuestro país que con las pretensiones y aspiraciones que Podemos debe tener en esta nueva etapa. Lo cierto es que esto es bastante ideológico.

Errejón define su qué hacer en relación con el PSOE y su crisis; además, ¿acaso “las pretensiones y aspiraciones de Podemos” no consisten, en el planteamiento de Errejón, en llegar a toda esa gente que todavía les “falta”? Se dirá que eso no es revancha, sino legítima competición electoral. Bien, pero entonces, siendo honestos, la crítica a los “mitos” y “símbolos” de la “vieja izquierda” debería disolverse con la verdad analítica (no la populista, que quiere seducir pintando muy “fea” a IU) que muestra cómo la formación que lidera Alberto Garzón no es la misma que la liderada por Cayo Lara o Llamazares. ¿Garzón quiere ganar legítimamente o sólo quiere revancha? O todavía: ¿de verdad alguien se cree que Pablo Iglesias no quiere “ganar”?

Hay en este sentido algunas incongruencias (medias verdades populistas) más:

A Podemos no le toca elegir entre dilemas del pasado, no tiene que decidir entre ser el PCE o ser el PSOE: Podemos nació con una hipótesis que pateaba esos dilemas, a pesar de que desde el 20 D las decisiones le hayan hecho escorarse en mayor medida hacia una de esas dos opciones. Si algo nos enseñó el 15M, es la importancia de librar la batalla contra los privilegiados en un terreno nuevo.

La crítica cae constantemente del lado de la confluencia con IU. Pero si, de nuevo en una lectura generosa, todo es cuestión de parecer un partido de orden, y al mismo tiempo toda la prognosis, el proyecto, se basa en un análisis que dice que la clave está en la crisis del PSOE (netamente, en sustituirlo como partido de régimen), quizás entonces, y por parafrasear ahora maliciosamente a Germán Cano, efectivamente el errejonismo carga hoy con las caricaturas que merece. O, si se prefiere de otro modo:

¿Acaso no era ilusorio esperar una negociación con el PSOE, impugnado por igual junto al PP en las plazas de mayo de 2011; un PSOE que no tardó en repartirse la primera composición de la Mesa del Congreso con Ciudadanos y PP tras el 20D, con Sánchez mirando “a izquierda y a derecha”; con la amenaza permanente de perder las “alcaldías del cambio” donde se depende de su apoyo? El 20-D no se pudo y hasta ahí llegó (que ciertamente no fue poco) la hipótesis tele-populista. Nadie puede creer que Pedro Sánchez intentara de verdad formar una alternativa de izquierdas; pese a sus declaraciones estratégicas en Salvados, es obvio que lo suyo era una huida hacia delante.

Por otro lado, la “ventana de oportunidad” hacia la “intervención política” que, según el documento, abrió la gestión del PSOE de la crisis económica fue también aprovechada por IU en las elecciones europeas, que logró un eurodiputado más que Podemos. Claro que la irrupción populista (simplificadora) que vino después ganó por goleada y con verdadera audacia a IU, pero precisamente tal cosa sirvió para que esta última emprendiera cambios necesarios. Es torpe (y simplificador) desde el punto de vista del análisis seguir comparando, como se ha dicho ya, la IU de Garzón con la anterior.

¿Será exitoso desde el punto de vista del proyecto? Todavía está por ver, pero, en cualquier caso, leyendo el documento político parece claro que no se quiere tolerar ese competidor por la izquierda. El momento precioso que desde Recuperar la ilusión dicen estar desaprovechando (las eventuales nuevas mayorías que deja la “crisis existencial” del PSOE), ¿no podría articularse perfectamente con la IU de hoy? Al margen de la vanidad o la soberbia, del neoombliguismo de los errejonistas de Podemos, los argumentos presentados en contra (el “miedo a los comunistas entre la gente que quiere orden”) no parecen muy convincentes desde el punto de vista de una política que se quiere transformadora y no transformista.

La prognosis, pues, de Errejón es la proyección de una fantasía populista: construir pueblo, en lugar de analizar críticamente lo que sucede en “el pueblo”. Si el arma de la crítica (un partido, un movimiento, etc.) no puede reemplazar la crítica de las armas (el análisis de lo que ocurre en ese partido, en ese movimiento, en su contexto, etc.), el análisis tampoco puede ser torticero ni simplista si de verdad quiere tomar asiento en el “pueblo”. A no ser, claro, que sigamos pensando “el pueblo” con categorías vanguardistas, elitistas y aristocratizantes que presentan a la “gente” como incapaz de llevar a cabo iniciativas.

Si continuamos por la misma senda resistencialista, dice el documento errejonista en alusión a la confluencia con IU, que iniciamos tras el 20D, la restauración estará mucho más cerca. Esto ya no es análisis, a lo sumo es política del miedo. Pero sigamos: Si dejamos que el PSOE se recomponga regalándole toda iniciativa que Rajoy le permita presentar a la opinión pública como mejora de las condiciones de vida habremos fracasado.

Tres últimas observaciones conectadas en forma de pregunta:

· ¿No se recompone el PSOE aceptándolo como interlocutor privilegiado (siempre en detrimento de IU); no habría destruido la credibilidad de Podemos, sobre todo tras la impugnación del 15-M, un gobierno mano a mano con el PSOE?

· La “opinión pública” que hay que arrebatar al PSOE, ¿se configura con iniciativas parlamentarias; es la misma que, desde Kant hasta Habermas, pasando por el Hegel que interpreta la revolución francesa, tiene que ser domesticada por la razón de Estado, por el bien del consenso?

· ¿Fracasar en ganarle la iniciativa parlamentaria al PSOE no es medirse, subalternizándose, con él; si hay que “construir pueblo” y hay que hacerlo aprovechando las nuevas oportunidades del ciclo, por qué la iniciativa parlamentaria es ganadora y la movilización es resistencialista?

Todo la “construcción popular” de Errejón (su democracia popular y radical) se eleva hacia las esferas del Parlamento: Con la movilización social bajo mínimos, con parte del peso de lo institucional recuperado en la vida política, con un relativo cansancio y hastío generalizados hacia la política y la percepción de que “ganaron los mismos”, se ha terminado el momento en el que las posiciones estaban desordenadas y todo era posible ya. ¿No es eso profundamente resistente; en sus claves: perdedor?

Pero su hábil populismo cambia las palabras y a lo resistente lo llama ganador, y la construcción “del pueblo” la encomienda, no al aprendizaje colectivo espontáneo y que ha de ser organizado, sino a la “iniciativa parlamentaria” ejemplarizante, ilustradora para el resto, para la “opinión pública”. ¿No es eso recuperar, más que la ilusión, viejas posiciones vanguardistas, demasiado viejas, por comparación con el PSOE?

(*) Licenciado en filosofía y doctorando en filosofía política por la UB

Fuente: Viento Sur

 

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