El pasado 21 de mayo, la OCDE publicó el informe In It Together: Why Less Inequality Benefits All, y dentro de los puntos destacados, sostiene que Chile es el país más desigual del grupo de 34 estados miembros. No es novedad que Chile aparezca al tope en los rankings de desigualdad. De hecho, de acuerdo a las mediciones de ingresos en manos del 1% más rico, el caso chileno sería el más extremo a nivel mundial.
El economista francés, Thomas Piketty, record mundial en ventas con su libro sobre los Top Income, tiene un diagnóstico similar al logrado en el trabajo de los profesores de la Universidad de Chile, Ramón López, Eugenio Figueroa y Pablo Gutiérrez, quienes usando datos de SII, arriban a que en Chile, el 1% más rico acumula el 31% de los ingresos de la economía, siendo la cifra más elevada en estudios comparados.
Esta marcada desigualdad económica, pero también de poder político a efectos de transformar la sociedad, otorga un espacio ideal para analizar la pregunta ¿Cómo domina la clase dominante?
Göran Therborn, sociólogo sueco, aborda teóricamente dicha interrogante. Entre las vías por las cuales se ejerce la dominación de clase, Therborn, remarca la relevancia de profundizar sobre los procesos sociales que determinan la naturaleza del poder en manos de la clase dominante.
Una de las dimensiones que participan de la conformación de ese poder es el carácter del aparato del Estado, que queda de manifiesto en los efectos que tienen sus acciones sobre la sociedad (más que en las personas concretas que lo dirigen).
Al día de hoy, es claro que la desigualdad que se observa y en particular en Chile, no hubiera sido posible sin la ayuda activa de un Estado fuertemente impregnado de intereses de los grandes grupos económicos.
Siguiendo al intelectual británico David Harvey, la dinámica de acumulación de ingresos por desposesión y la historia del neoliberalismo, son un buen marco para analizar cuáles son las vías que tiene el capital para ejercer su dominación y expresar su poder en los ya mencionados indicadores de desigualdad económica.
Tomando la línea de Harvey, podemos revelar un abanico amplio de procesos imbricados entre sí y facilitados por el Estado, que dan cuenta de una historia contemporánea propulsora de la desigualdad y de la restauración del poder de clase.
Un primer dispositivo de desposesión aplicado en la década de los 80 y continuada en los 90, fue el proceso de privatización de empresas del Estado. Compañías como Colbún, Esval, Aguas Andinas, LAN, Telefónica, IANSA, Entel, Laboratorios Chile, CAP, SQM, Chilectra, Endesa y Essbio son parte del listado de las privatizadas.
Un segundo elemento clave fue la mercantilización de los derechos sociales como educación, salud y pensiones. En este caso, al igual que en las privatizaciones, los procesos comienzan en Dictadura y se consolidan durante los gobiernos ulteriores.
El saqueo sobre las pensiones es particularmente ilustrativo: mientras las Administradoras de los Fondos de Pensión capitalizan – con las cotizaciones de los trabajadores – a los principales grupos económicos de Chile y el mundo, hoy el 91% de las pensiones de vejez, en su modalidad de retiro programado (las pagadas por las AFP) son menores al 65% del salario mínimo.
De este modo, la clase dominante, que siempre había tenido privilegios, adapta su proceso de súper acumulación, esta vez mediante una nueva institucionalidad avalada por el Estado dictador y luego reforzada terminado el régimen. En este nuevo paisaje, cruzado por la desposesión, la tasa de ganancia llega a niveles insospechados para un país pequeño del Sur de América Latina: 460 millones de pesos por persona al mes es la realidad del 0,01% más rico.
Pero quizás, uno de los procesos más nítidos en el día a día de los trabajadores, es la desposesión salarial ligada a la desposesión vía endeudamiento.
De acuerdo a los datos oficiales de la principal encuesta de hogares de Chile, la CASEN, el 74,1% de los trabajadores percibe menos de $400.000 líquidos y viven altamente endeudados. Este bajo valor del trabajo se percibe aún más, en el caso de los trabajadores de tiempo completo, donde un 71,8% percibe menos de $400.000 líquidos.
Como contracara, el sistema de crédito, se consolida como uno de los verdaderos sostenedores de la demanda agregada. De acuerdo a los últimos datos: i) el 27,8% de las personas en Chile, reporta que los ingresos no les alcanzan para comprar alimentos, ii) prácticamente, dos de cada tres hogares se encuentra endeudado y en las familias de menores ingresos (deciles 1 al 5 de ingresos), la carga financiera llega al 45%. La deuda, también es un poderoso mecanismo de sumisión al orden establecido, opera pues como un consentimiento a la dominación de clase.
Esta espina dorsal del capitalismo, vista en el bajo valor del trabajo, refleja la faceta relacional (Wright, 1994) de la desigualdad: los dominantes acumulan a costa del infravalor del trabajo de los dominados.
¿Cómo preserva la dominación la clase dominante? Por estos días, en Chile se debate un cambio al Código del Trabajo, específicamente en las materias que norman las reglas del derecho colectivo: la organización de los sindicatos, de la negociación colectiva y de la huelga. Se trata de uno más de los tantos procesos históricos, que buscan transformar, o rectificar, en este caso, las relaciones de producción.
Un examen detenido confirma que más que rupturas, la actual reforma laboral opera como un paquete de medidas que dan continuidad al modelo laboral neo-liberal impuesto en Chile a partir de 1979. Un punto de referencia para evaluarlo es revisar la situación de lo que José Piñera llamó, “los 4 pilares del plan laboral”: negociación colectiva sólo al nivel de empresas, la huelga que no paraliza, el pluralismo organizacional extremo y la despolitización sindical. En la mayoría de estos puntos, el esquema propuesto mantiene o incluso profundiza el modelo.
La apropiación de los excedentes de la producción en el seno de la relación Capital – Trabajo, con el consecuente acaparamiento de poder político, es una de la principales disputas. Ahí, la lucha contra la acumulación por desposesión salarial es un puntal directo contra las reglas de la clase dominante, que hoy en día, trabajadores y trabajadoras de distintas procedencias sindicales están intentando librar.
Fuente: Red Seca