sábado, mayo 11, 2024
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Las Estadísticas, la Desaceleración y la Opinología

Escuchamos reiterativamente en la TV a opinólogos formados en las Escuelas de Negocios emitir sentencias económicas basadas en nuestras estadísticas. Cuando se estudiaba economía en las Facultades de Ciencias Económicas se nos enseñaba que para hacer diagnósticos y proyecciones económicas viables había que contar con estadísticas precisas, confiables y continuas.

Eso ya no importa en Chile, donde hemos llegado a la originalidad de decidir por definición que los chilenos somos 18 millones. No pudimos llegar a una cifra vía Censo. El mismo INE lo canceló, gracias a una profesional honesta que denunció las malas metodologías utilizadas por el organismo. Ello coincidió con opiniones de la CEPAL respecto a la Encuesta CASEN.

A través de otros medios también podemos enterarnos que las estadísticas que se producen en nuestro país, desde hace bastante tiempo, son altamente cuestionables y los que hemos investigado algunas materias específicas tenemos bases para afirmar que muchos datos no corresponden a la realidad por estar basados en encuestas falsas.

Como ello compete al Ministerio Público, y no a nosotros, es mejor que cuestionemos la “sabiduría opinóloga”, mirando la realidad y aplicando a nuestras observaciones una lógica elemental.

Desde que se habló del derecho a huelga y de cobrar algunos tributos mínimos al gran capital, comenzó el cuento de la desaceleración, que se mezcla con la baja del precio del cobre instándonos a suponer que los Ingresos de la Nación solo dependen de este.

Ha sido dramático para los canales de TV que el precio del cobre haya llegado a alrededor de US$2 la libra en 2015. No lo fue en el año 2000 cuando el precio era de US$0,71, en 2001 cuando llegó a US$0,82, ni en 2002 que fue US$0,71. Tampoco en 2003 que era de US$0,70 la libra, en 2004 que era US$0,80, ni en 2005 que solo había subido a US$1,30.

Es claro que una economía que exporta recursos naturales se afecta por las fluctuaciones de los precios de estos, pero hay otras variables que también se deben incluir en los análisis para lanzar vaticinios tan definitivos.

Los commodities, en general, han bajado sus precios en el mundo, pero el problema actual de la minería chilena no es de precios, sino de costos y los costos de producción han aumentado, porque se ha avanzado hacia tecnologías más intensivas en capital. Ya los camiones de las faenas mineras se manejan sin conductor y hay decenas de funciones que se cumplen digitalmente.

En un plazo mediano, en el que se amorticen las inversiones, se rebajará costos. Es decir, el problema actual, se debe justamente a lo contrario de la propaganda opinóloga, aunque es cierto que los patrones prefieren que los gremios no hagan huelgas.

Los trabajadores expulsados de la minería han sido reemplazados por maquinaria.

Tampoco la economía chilena se desacelerará si los millonarios pagan algunos impuestos. Esos que han ingresado en los últimos años a los records de Forbes, incluyendo a un ex Presidente de la República y a un billonario que se puede permitir el lujo de mantener una torre de más de 60 pisos virtualmente desocupada en pleno centro financiero de
Santiago.

Los que extraen y venden nuestros recursos naturales, los que han hecho fortunas comprando barato en el Asia y vendiendo caro en Chile, liquidando con sus tiendas elefantiásicas a los pequeños comercios aledaños, cobrando tasas de interés usureras y aprovechándose del sobre endeudamiento de los más pobres, que cuando no pueden pagar una cuota, renegocian una deuda triplicada.

No se puede desacelerar por eso una economía de “18 millones de habitantes”, con ocho familias en Forbes, que siguen invirtiendo en Chile y en toda América Latina.

Con las utilidades que continúa teniendo la Banca y otras empresas financieras como ISAPRE y AFP.

Los opinólogos no comentan estas contradicciones ni que haya casi pleno empleo en una economía en desaceleración.  Pero, tampoco informan, como lo hace la Fundación Sol, que la mayoría de los trabajadores ocupados se desempeña en trabajos precarios, para empresas enganchadoras, sin contrato y sin derechos, porque la mayoría son desechables, con lo que podrían fundamentar parte sus tesis.

Tampoco pueden decir que con salarios tan bajos y la enorme presión por el consumo, los pobres se endeudan a morir. Su única alternativa es el endeudamiento que se fomenta desde las mismas grandes tiendas, las que no pierden si no se les paga. Lo único que les importa es tener buenas carteras de clientes para aumentar el precio de sus acciones como se demostró en el caso de La Polar.

Los pobres pasan a DICOM o son embargados cuando no pagan y debido a ello no pueden conseguir trabajo. Ya hay casos de suicidios, que la prensa rápidamente oculta, por el sobre endeudamiento. Para seguir consumiendo, y sin trabajo, lo que les queda es el trabajo ilegal.

Llama la atención que expertos, opinólogos y gobernantes no digan una palabra del impacto que tiene en la economía el trabajo ilegal. Quizás si demostramos que la mayor parte de la demanda y el consumo, que son grandes en Chile y no propios de una economía desacelerada, provienen del sobre endeudamiento y el trabajo ilegal, podríamos comenzar a preocuparnos seriamente por la inestabilidad de nuestra economía.

No es sustentable una economía basada en estos y en la exportación de recursos naturales no renovables. En efecto, una de las formas de compensar la externalización de la manufactura al Asia y, por tanto, la disminución de puestos de trabajo, ha sido la industria de la entretención en todo el mundo.

Y eso ha sido facilitado por los casinos de juego que proliferan a lo largo del país y las maquinitas tragamonedas que se encuentran por doquier especialmente en los barrios populares. La industria de la entretención proporciona trabajo legal, pero alrededor de esta se desarrollan las actividades ilegales más importantes existentes en el mundo actual y también en Chile, como el narcotráfico y la trata de personas.

Ocultar nuestros problemas, no significa que no existan. Mentir para impedir que se desarrollen tibias reformas no trae soluciones. La preocupación de los gobiernos, del Estado y de los expertos debería centrarse en el diseño de una nueva estrategia de desarrollo que considere que Chile depende de la venta de recursos naturales agotables, cuyas ventas y precios dependen de los ciclos de crecimiento de los países compradores, ya que el crecimiento de las economías no es lineal ad infinitum; tiene ciclos, altos y bajos, dependiendo de la maduración de las inversiones, de las transformaciones productivas, de las crisis de sobreproducción.

Se debe analizar el impacto de que, tanto en Chile como en el mundo, haya cada vez más funciones realizadas por máquinas. El desarrollo de la industria digital es tan enorme que cada día se reemplaza alguna función. En pocos años habrá una gran masa de desocupados por el reemplazo tecnológico, acrecentado por el aumento de la longevidad.

La mano de obra desocupada solo puede ser materia de políticas públicas, aunque algunos crean que hay que hacer desaparecer el Estado. Al mismo tiempo, cuando el país carezca de recursos naturales, deberá seguir compitiendo en el mundo y ello solo es posible con patentes, innovación científica y conocimiento, para lo cual el Estado deberá invertir desde ya con seriedad. No podemos basar nuestra economía en análisis mentirosos, en el dinero ilegal y en las migajas que nos chorrea el gran capital.

(*) Economista, ex directora de CONADECUS

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