¿Cuál Renovación?

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El concepto «renovación» ha protagonizado los debates de la izquierda en varias ocasiones a lo largo de su historia. Casi siempre rodeado de intensas y apasionadas discusiones entre quienes militamos en sus filas. Es presentada como una necesidad que proviene tanto de los cambios sociales, económicos, culturales y políticos que vive la sociedad como de una consideración teórica que reivindica el carácter antidogmático y creativo de su doctrina, opuesto al dogmatismo y al conformismo del pensamiento conservador, tanto en su versión autoritaria como liberal.

Las izquierdas de todo el mundo se han visto conminadas a enfrentar procesos de renovación en reiteradas ocasiones. El leninismo lo fue respecto de una anquilosada socialdemocracia que adoptaba un mecanicismo cientificista como fundamento filosófico de su política y conservando un dudoso concepto de la sociología marxista. De ello se deducían posiciones evolucionistas y de un optimismo ingenuo respecto del progreso y las posibilidades del capitalismo de transformarse a sí mismo y que sería una de las condiciones culturales para la aparición del fascismo pues desmovilizó a la sociedad y a las fuerzas críticas del sistema.

La política de los Frentes Populares también lo fue respecto de las políticas del «tercer frente» propiciadas por la Komintern, políticas de un ultraizquierdismo sectario que aislaron a los comunistas y dividieron a las izquierdas frustrando las esperanzas de cambio de la humanidad a mediados del siglo XX.

La vía pacífica al socialismo en Chile, o como la caracterizó Corvalán «no armada», se adelantó a lo que sería el desarrollo del pensamiento acerca de las relaciones entre socialismo y democracia que actualmente se reivindican en todo el mundo. La derrota del proyecto popular y la contrarrevolución neoliberal, también abrieron debates que propiciaron procesos de renovación en la izquierda chilena. Unos para abjurar de su pasado ultraizquierdismo y elevar la tesis de las amplias alianzas para producir reformas en beneficio del pueblo que antes negaban, a la categoría de hipóstasis y no de resultado de una actividad práctica concreta.

Otros para abordar el problema de la transición del capitalismo al socialismo -debate de una gran actualidad dada la crisis a la que ha conducido a las sociedades occidentales el neoliberalismo y que amenaza con arrastrar a toda la humanidad -y que no estaba resuelto por la Vía Chilena, síntesis de la revolución con empanadas y vino tinto, como le gustaba decir a Allende. En este sentido, también la Política de Rebelión Popular de Masas para combatir a la dictadura, fue una renovación, aunque su contenido ha sido reducido al problema de las formas de lucha y el factor militar entendido en un sentido estrecho.

Los movimientos que se autodenominaban «izquierda revolucionaria» en los sesenta y setenta, también fueron una renovación respecto de las concepciones dominantes en la izquierda histórica, la que reivindicaba al movimiento obrero como Sujeto casi exclusivo y una relación de sus partidos con éste basada en la primacía de lo político y de su rol como vanguardia. El MIR, el MAPU, la IC y otras agrupaciones más pequeñas, le dan visibilidad y reivindican el lugar de pobladores, campesinado mapuche y cristianos y dan cuenta del influjo de la revolución cubana y del Concilio Vaticano II en la izquierda chilena, combinándolos con un marxismo igualmente ortodoxo que considera los aportes del estructuralismo, el trotskysmo y un marxismo occidental crítico del stalinismo.

La renovación ha sido, pues, una constante en la historia de la izquierda. Y afortunadamente, y a contrario sensu del lugar en el que política y culturalmente desembocaron los procesos de renovación de algunos sectores de la izquierda en los noventa, no hay en ésta quien desconozca la inviabilidad del capitalismo en su versión neoliberal, y del capitalismo en términos absolutos, para conducir a la humanidad a una etapa superior de desarrollo de la convivencia social y política. En los documentos de todos los partidos y organizaciones de izquierda, se reivindica el socialismo como horizonte de transformaciones y modelo de una sociedad distinta.

También, la necesidad de incorporar la lucha contra el cambio climático, los derechos de las divergencias sexogenéricas; hacerse cargo de fenómenos como la inmigración y el impacto de las novísimas tecnologías de la información los que generan otras tantas formas de exclusión, violencia y sometimiento de los seres humanos. Ya ni siquiera se trata de la lucha contra los neoconservadores y su defensa a troche y moche de privilegios y valores anacrónicos. Es la brutalidad desembozada, la negación de la razón y de los avances de la civilización de cuyas entrañas emerge, a menos que ella misma le ponga coto.

Ese debiera ser precisamente el contenido de una renovación de la izquierda en la actualidad. Lo fue el leninismo y la lucha por la paz en la primea mitad del siglo XX y que dio origen a los partidos comunistas; los Frentes Populares frente al avance del fascismo y que se prolongaron en la construcción de los Estados de Bienestar en la Europa de la Post Guerra; la revolución cubana y el surgimiento del movimiento juvenil en los sesenta; la teología de la liberación y la incorporación de las masas de excluidos en la lucha por la democracia en América Latina en los años ochenta.

En los últimos años, la incorporación de la mujer y las luchas por la igualdad de género; el respeto de los Derechos Humanos de las divergencias sexogenéricas, de la infancia y las personas mayores; el cuidado del medioambiente y la inmigración como parte integrante de las sociedades contemporáneas, son otras tantas motivaciones que la izquierda ha tenido en su proceso de renovación más reciente. Toda la izquierda con acentos distintos, estilos y una estética diferente que da cuenta de la diversidad de su origen, composición e historia y lo que le da la riqueza cultural que la derecha no tiene porque es la afirmación de lo existente. En este sentido, la renovación es, y siempre lo ha sido, un problema político.

La reivindicación de la diferencia, por lo tanto, lo que la define. Diferencia que está en el corazón de la realidad social y que la «renovación» apenas alcanza a comprehender cuando ya ha cambiado motivando nuevas discusiones, otros problemas, una nueva renovación. La renovación debe por esta razón hacerse cargo de la crisis a la que ha llevado a la humanidad, un orden basado en la explotación del ser humano y la naturaleza a niveles nunca antes vistos y que se expresan en un Estado puesto a su servicio y por tanto, cada vez más controlador y represivo.

No es el fin ni un ajuste de cuentas con una consciencia ideológica anterior, aunque por momentos adopte ese tono pontificador, sino parte consustancial de la práctica política y teórica de la izquierda. Proviene de su propia historia porque es parte de ella y debe proyectar la nueva sociedad que intenta abrirse paso entre las ruinas que el neoliberalismo le hereda a las futuras generaciones.

No es el fin ni un ajuste de cuentas con una consciencia ideológica anterior, aunque por momentos adopte ese tono pontificador, sino parte consustancial de la práctica política y teórica de la izquierda. Proviene de su propia historia porque es parte de ella y debe proyectar la nueva sociedad que intenta abrirse paso entre las ruinas que el neoliberalismo le hereda a las futuras generaciones.

(*) Profesor de Arte.

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