viernes, noviembre 22, 2024
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Burocracia y Teoría Marxista del Estado

En este sentido, pretendemos sólo sentar las bases conceptuales de un estudio más profundo que no podríamos realizar aquí y que requiere para su desarrollo de una amplia investigación empírica de contenido histórico. Aquel punto de partida será el criterio para valorar la relevancia de un conjunto de autores y de sus aportes que nos permitirán realizar una recuperación crítica de algunas de las contribuciones más importantes a la teoría de la burocracia en la sociología y en las ciencias políticas. Una referencia más explícita a las principales corrientes y autores se hace en el inicio de la segunda sección.

Sin embargo, el planteamiento preciso del problema requiere de su inscripción en la teoría marxista del estado. A ello dedicaremos la primera sección. Debemos realizar aquí, empero, algunas aclaraciones al respecto. En primer lugar, la inexistencia de una teoría marxista del estado es un hecho reconocido. Más bien debe considerarse a la problemática del estado, igual que a la de las clases y a la de la ideología, como un campo en desarrollo dentro del marxismo y en el que, a su vez, la propia lectura de Marx y la interpretación de su método están en cuestión y en proceso de reformulación.

Desde los años ’60 los trabajos de Althusser y Poulantzas reaccionaron contra las tesis instrumentalistas y economicistas y tuvieron el enorme mérito de plantear problemas que dieron nueva vida a los estudios marxistas sobre el estado (Althusser 1984, Poulantzas 1986a, 1986b, 1986c). Muchos de esos problemas, sin embargo, encontraron soluciones insatisfactorias en el marco del estructuralismo marxista.2

Durante la primera mitad de los años ’70, un conjunto de intelectuales marxistas – la mayoría de ellos de las universidades de Berlin y Frankfurt – dieron origen a un nuevo enfoque conocido como de la “derivación del estado”. Su proyecto era derivar la “forma estado” de la crítica marxiana de las categorías de la economía política: mercancía, dinero, capital. Aquí sólo expondremos las principales coordenadas de un enfoque marxista del estado que consideramos adecuado para la comprensión de la naturaleza del estado capitalista y productivo para explicar los procesos de dominación y crisis.

Este enfoque recupera el problema del estado en los términos en que fuera formulado por Pashukanis: “¿por qué la dominación de una clase no continúa siendo aquello que es, esto es, la subordinación de hecho de una parte de la población a otra parte? ¿Por qué adopta la forma de dominación oficial del estado? O, lo que es lo mismo, ¿por qué no es creado el mecanismo de la coerción estatal como el mecanismo privado de la clase dominante? ¿Por qué se encuentra disociado de la clase dominante tomando la forma de un mecanismo impersonal de autoridad pública aislado de la sociedad?” (Pashukanis 1976: 128).

Las respuestas a esta pregunta en el marco del debate fueron diversas y dieron lugar a diferentes vías de derivación del estado (ver Holloway, Picciotto 1978, Bonnet 2007). Aquí hacemos propio el punto de partida afirmado por Joachim Hirsch y desarrollado posteriormente con diversos énfasis e importantes matices por Holloway, Bonefeld y Jessop, entre otros. Desde su perspectiva la respuesta se encuentra en la propia constitución de las relaciones de producción como relaciones capitalistas de explotación.

La expropiación del productor directo de los medios de producción lo libera en dos sentidos: lo libera en tanto propietario de esa mercancía particular que es la fuerza de trabajo y, por lo tanto, lo relaciona con los capitalistas en la esfera de la circulación como individuos formalmente libres e iguales y lo libera de los medios de producción obligándolo a vender esa fuerza de trabajo para procurarse lo necesario para vivir. Mientras esta segunda liberación hace posible la explotación capitalista de la fuerza de trabajo, la creación de valor y plusvalor, la segunda – la presentación de la desigualdad real como igualdad formal en los actos de compra/venta del mercado – vuelve posible y necesaria la abstracción de la coerción en la forma particularizada del estado. De modo que lo económico y lo político son en realidad dos formas de la misma relación social: la relación de capital, dos modos de la misma realidad de subordinación del trabajo al capital (Hirsch 1978, Holloway 1994, Bonefeld 1992, Jessop 1990, Bonnet 2008).

En la primera parte de este artículo retomaremos este punto de partida para desarrollar más precisamente algunos aspectos de la derivación del estado, en particular respecto del rol de la coerción, y extraer algunas consecuencias que resultarán relevantes para plantear y luego desarrollar el problema de la burocracia estatal. En particular, recuperaremos a tal fin aspectos de la derivación de Blanke, Jürgens y Kastendiek (1978).

Sin embargo, tanto el objetivo de este artículo como el punto de partida teórico elegido para abordarlo obligan a una breve reflexión sobre los límites de cualquier intento de derivación lógica del estado. La crítica que debe hacerse a muchas de las intervenciones en el debate original de la derivación no es su alto nivel de abstracción. En realidad sólo a ese nivel de abstracción era posible plantearse y resolver el problema de la separación entre lo económico y lo político en el capitalismo.

El problema es que en casi todos los casos se pretendieron resolver lógicamente problemas de orden histórico/contingente. Esto fue señalado por Hirsch, quien planteó que no podían deducirse las funciones de la forma y especialmente por Gerstenberger (Hirsch 1978, Gerstenberger 1978 y 2011). En términos estrictamente lógicos sólo puede derivarse la separación entre lo económico y lo político como potencialidad inscripta en la relación de capital y su necesidad para la reproducción del capital. Su actualización y desarrollo son enteramente contingentes y obedecen a desarrollos históricos específicos.

En primer lugar, en términos genético – históricos, diversos estudios han puesto de manifiesto la relativa independencia y mutuo reforzamiento de los procesos de separación de estado y sociedad y de génesis y desarrollo de relaciones capitalistas (Gerstenberger 2007, Meiksins Wood 2002, Teschke 2003).

En segundo lugar, la “Forma Estado” sólo existe bajo determinadas “Formas de Estado”. Pero el problema de la relación entre “Forma estado” y “Forma de estado” no es de carácter lógico, refiere al modo siempre histórico-concreto en que la burguesía es capaz de reproducir su dominación produciendo y reproduciendo la separación entre lo económico y lo político, proceso nunca asegurado. Como hemos desarrollado en otro lugar, el concepto de hegemonía puede ser visto como una categoría de mediación entre la posibilidad abstracta de separación de lo político y de lo económico, es decir, de la particularización de la “forma estado” y su actualización en una “forma de estado” (Piva 2009a).

Esta limitación del alcance de cualquier derivación formal del estado se extiende también al objeto de este trabajo. La dilucidación teórica del nexo interno estructural entre la organización burocrática del estado y la forma mercantil de la relación de capital no puede reemplazar su estudio empírico, sólo puede sentar las bases para una aproximación a los procesos históricos de constitución de la burocracia como coagulación de las luchas sociales. Pero sin aquel esfuerzo teórico el vínculo estructural se pierde y sólo queda la relación contingente o la simple correlación entre fenómenos extrínsecos. Nuevamente, sólo a un alto nivel de abstracción es posible plantearse y resolver ese problema.

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