El ajedrez chileno hasta entrada la década de los sesenta fue un deporte amateur, sin mayores pretensiones, a pesar de haber tenido visitas ilustres como Robert James Fischer antes de alcanzar la gloria mundial. Los jugadores que descollaban a nivel internacional eran pocos y el caso más controvertido de lucidez y genialidad hasta la década de los ochenta del siglo veinte, fue Klaus Junge. Este chileno derrotó sin apelación al campeón mundial Alexander Alekhine en sucesivos torneos, Praga por ejemplo, pero las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, su temprana muerte en el conflicto y filiación nazi, hasta hoy mantienen ignorada su carrera y vida en relación a lo que le toca en la historia del ajedrez chileno.
Con el arribo del Presidente Salvador Allende a La Moneda, el ajedrez comenzó a tener algunos grados de importancia debido a la profusión que se dio a los libros de coste barato y el impulso natural que este juego tenía en la órbita socialista, recordar sino la partida simbólica entre Fidel Castro y Bobby Fischer.
Los manuales de Juvenal Canobra de la editorial Quimantú por ejemplo, se constituyeron en una pieza fundamental para el aprendizaje del ajedrez. Por otro lado la cercanía ideológica con Cuba y la URSS generó un aprecio doble por parte de la clase gobernante dado el gran impulso y prestigio del juego ya en esos tiempos como herramienta educacional.
El nivel organizativo contaba con la federación de ajedrez de Chile conducida por Sergio Costagliola Carotti que logró en la fortalecer el Club Chile, piedra angular de la orgánica ajedrecística nacional. Un recinto de amplios salones que permitía desarrollar todas las actividades en el centro de la capital chilena (torneos nacionales, internacionales, reuniones federativas) del juego ciencia con relativa holgura.
La fortaleza de esta organización que se basaba en diversos clubes a lo largo de todo Chile convocaba para dirimir el campeón nacional en un sistema escalonado de eliminatorias (torneos provinciales, regionales, semifinales y final de Chile en Santiago).
Hasta los primeros años de la década de los setenta, Chile contaba con un solo Maestro Internacional: René Letelier jugador que gracias a un talento desbordante y una carrera solitaria obtuvo una membresía ajedrecística reconocida por la FIDE, en tiempos que los títulos internacionales escaseaban, como también los torneos internacionales en Chile.
De hecho Letelier obtuvo sus laureles ajedrecísticos básicamente en Buenos Aires, por ese entonces principal centro ajedrecístico sudamericano. Sin embargo, el nivel de Chile en el concierto sudamericano era bajo potencias como Argentina y Brasil, este ultimo liderado por la legendaria promesa Henrique Costa Mecking( Mekiño).
Algunos jugadores con fuerza de Maestro defendían el honor nacional bajo el mítico MI René Letelier que ya hacia la década de los setenta era un jugador en declive, y como solía suceder en nuestra realidad deportiva se le exprimía en competencias hasta el hartazgo, sabiendo incluso que su rendimiento sería discreto en eventos internacionales.
Entre otros Cesar Velásquez, Carlos Silva, David Godoy y Pedro Donoso completaban el panteón de jugadores fuertes a la hora de defender la escuadra nacional. Las actuaciones en justas olímpicas (cual campeonato mundial y gran evento para todo ajedrecista nacional hasta hoy en día) no eran más que un continuo de temores, aprensiones y juegos calculado para no ser aplastados por las potencias mundiales.
A decir verdad hasta la década de los setenta el ajedrez chileno era un deporte discreto sin grandes revelaciones y carente de un plan deportivo claro que augurara en el futuro algún jugador descollante que al menos clasificara (todos los cupos eran ganados por argentinos y brasileños) y solo eso a un Interzonal [1] fase de antesala a la disputa de un match por el cetro mundial.
Como observadores de este panorama mundial del ajedrez, casi como cronistas solo en algunos pasajes del siglo XX había logrado centrar la atención mundial con la visita de R.J. Fischer y los jugadores que habían dedicado tiempo y dinero no rebasan los niveles de juego de la zona sudamericana.
En la estructura deportiva, la federación de ajedrez se mantenía como una institución pétrea, sin grandes aspiraciones y lograba equilibrar los presupuestos para mantener las competencias en el ámbito nacional e internacional. Dicho en buen chileno, marcaba el paso como otras tantas federaciones deportivas discretas casi inexistentes en la esfera del deporte nacional.
El 11 de septiembre de 1973 la junta de gobierno mediante un golpe militar derroca a Salvador Allende. La vida apacible de los chilenos se ve drásticamente alterada y el asesinato político, encarcelamiento y restricciones a las libertades individuales y de reunión se ven seriamente afectadas.
En los más recónditos rincones de organización que la sociedad chilena tuvo hasta ese momento la dictadura militar intervino bajo el sistema de soplonaje y colaboracionismo, transformándose en la práctica que una mitad de Chile espiaba a la otra mitad del país.
El ajedrez no fue una excepción a la regla; algunos miembros de esta especie de logia lúdica debieron abandonar Chile y otros simplemente sumergirse en la clandestinidad abandonando el juego para siempre. Los jugadores reconocidos en el ambiente se marginaron de entregar opiniones y como una regla tácita se erradicó la opinión política en aras de preservar la práctica del juego.
Disciplinadamente se mantuvo el silencio al menos hasta inicios de los ochenta. De cierta manera el temor a suprimir el desarrollo del juego y los clubes fue algo que rondó durante todo el periodo dictatorial y por tanto la vertiente política debía ser evitada a toda costa.
Recordar que el derecho a reunión fue restringido en esos tiempos y el deporte pasó a depender del ministerio del interior. El ajedrez participó en las olimpiadas de 1974 con discreta actuación que fue ampliamente criticada en la revista A5CD, hasta ese momento la más reconocida en Chile.
Comentarios ácidos reflejaban el estancado nivel de la selección chilena, lugar treinta y ocho entre setenta y dos competidores, compuesta por veteranos jugadores que ya se iban distanciando del nivel internacional a pasos agigantados. La olimpiada Haifa en 1976 marcó el recambio generacional que vendría aparejado de cambios radicales en todas las esferas del ajedrez chileno.
En busca de Fischer
Al finalizar el match por el campeonato del mundo en Reikiavik, el genio norteamericano desapareció de la faz de la tierra. Los soviéticos que luego del duro revés intentaron catapultar una nueva arma secreta llamada Anatoli Karpov, no consiguieron el ansiado match, simplemente porque Fischer no apareció por ninguna parte en 1975.
La incógnita quedó el aire de si el portento americano habría ganado el match o no. Karpov confesaría años después que era probable que en el match contra Fischer hubiera sido derrotado de todas formas. Nunca lo sabremos, sin embargo, la desaparición del ex campeón mundial, se llenó de especulaciones en torno a la sucesión de su genio ajedrecístico:
¿ Quién sería capaz de derrotar a los soviéticos nuevamente?.
Esa idea impulsó a masas de jóvenes que ansiaban llegar a ser como el mítico Bobby, padres que apostaban en la reencarnación del genio de Brooklyn, chicos que devoraban libros y jugaban campeonatos como la fiebre del elegido.
Chile no fue la excepción y los noveles ajedrecistas soñaban con llegar a las apabullantes estadísticas que el ex campeón mundial había marcado para cada edad como estaciones de destino al campeonato mundial. Fue en Viña del Mar que un chico de ascendencia yugoslava comenzó a deslumbrar con un juego fuerte y que acaparó pronto todos los títulos de campeonatos nacionales de su categoría.
Ivan Morovic en 1977 con catorce años jugó la final del campeonato de Chile, rematando en el quinto lugar con una sola derrota en el tablero. La perfomance del viñamarino echaba por tierra a toda la generación anterior y encendía las luces de alerta ante un sucesor posible de R.J. Fischer en occidente.
Este doble juego propagandístico y político por una parte de búsqueda incansable de un sucesor occidental que humillara nuevamente a los soviéticos fue la idea que se instaló en las zonas bajo influencia norteamericana.
La dictadura de Pinochet colaboraba ampliamente con Washington, la DINA con un aparato de soplonaje plenamente articulado llegaba con su tentáculo hasta los modestos clubes de ajedrez y las noticias relevantes eran rápidamente informadas.
En Chile los ajedrecistas después del golpe militar eran sujetos sospechosos, tanto en los clubes como cuando viajaban a jugar al extranjero. Conocida es la anécdota del equipo olímpico chileno ingresando a Moscú y siendo revisados durante horas por la policía como delincuentes.
En ese contexto, el giro radical de los acontecimientos tendría como epicentro el balneario de Viña del Mar. Morovic lideró el recambió sorprendente del ajedrez chileno. El primer factor fue la cercanía de la dirigencia ajedrecística con el poder.
Sergio Costagliola, don Checho, le decían sus cercanos, era partidario de la dictadura chilena y en ese contexto mantuvo una relación privilegiada con su tocayo Sergio Badiola edecán y posterior director de Digeder. Este hecho fue pieza clave para dar luz verde al financiamiento del ajedrez y el desarrollo de la actividad a nivel nacional.
Por vez primera el Estado chileno financiaba sin tapujos todas las actividades (viajes de delegaciones y torneos federados en todos sus niveles) elevando el poderío y presencia del ajedrez chileno.
Iván Morovic entregó el soporte deportivo desarrollando una carrera meteórica: logró sendos empates con Garry Kasparov, obtuvo en corto tiempo el título de Maestro Internacional[2] y posteriormente se erigiría como el primer Gran Maestro chileno de todos los tiempos.
Si bien, el ajedrez chileno experimentaría una leve mejoría,( en la Olimpiada de 1982, Chile obtiene medio punto contra un equipo de la URRS, quizá uno de los más fuertes de la historia) aún faltaba mucho por hacer y aspirar a llegar a niveles aceptables.
A principios de los ochenta Pinochet se propuso realizar los juegos sudamericanos en Santiago, se realizarían en 1985 y para cumplir a cabalidad ese objetivo creó la Escuela de Talentos.
El modelo de esta institución fue copiado de la RDA, la idea era formar una pléyade de deportistas de elite que obtuvieran medallas en diversas disciplinas deportivas y de paso instalar a Chile en el mapa deportivo mundial, al tiempo de intentar salir del aislamiento diplomático que la dictadura chilena evidenciaba en esos tiempos.
Gracias manejo político y el acceso al poder de la Federación de Ajedrez liderada por Costagliola Carotti, el Ajedrez sin ser una disciplina olímpica, fue incluido en este ambicioso plan. Ocupando el expediente de las becas cada federación seleccionaba a sus deportistas y los enviaba a Santiago de Chile, otorgándoles además la posibilidad de estudiar paralelamente en el Internado Nacional Barros Arana. Fue la primera vez que se creó un modelo virtuoso del ajedrez chileno.
Los jugadores bajo férrea disciplina y supervisados por la estructura del estado eran sometidos a un régimen deportivo digno de una gran potencia deportiva, con todos los elementos básicos como asistencia médica, alimentación y traslados, los alumnos de la escuela de talentos podían desplegar todo su potencial deportivo.
Como señalo en alguna ocasión Pedro Donoso, Maestro FIDE y profesor titular de la escuela de talentos “había nacido la Escuela Chilena de Ajedrez”, parafraseando a los entrenadores soviéticos que se vanagloriaban de la “Escuela Soviética de Ajedrez ”.
El sueño duraría corto tiempo, ya que el mentado sudamericano fue abortado por la dictadura y la escuela de talentos disuelta. Con todo ese “veranito” consiguió formar jugadores que a la postre serían campeones de Chile al poco tiempo después, aunque los miembros eran pocos, lo que logró irradiar en los salones del Club Chile con profesores pagados por la Digeder fueron muchos [3].
Paradójicamente Iván Morovic solo participó nominalmente de la escuela de talentos deportivos.
El declive del ajedrez chileno posterior fue también por razones políticas, ya que con el advenimiento de la democracia en Chile (1989) Sergio Costagliola cayó en sucesivo descredito político y debió ceder la federación. Asimismo, la caducidad de un modelo estatal para el apoyo del deporte en Chile, producto de las reformas económicas iniciadas en la década de los setenta por los militares se hicieron palpables y el Ajedrez volvió, de manera elegante, a “sus cuarteles”.
Fue paulatino el deterioro de una orgánica que hasta la década de los ochenta funcionaba con relativa comodidad, pero que a la postre se privatizó completamente.
Fuente: Blog del autor
Notas
[1] Las eliminatorias para acceder al campeonato del mundo eran: Zonal-Interzonal-Candidatos-Match contra el campeón del mundo.
[2] Títulos reconocidos por la FIDE : MC,MF,MI y GM
[3] C. Michel(MI),M. Abarca( MF),J. Egger(MI).