La abrupta salida del Director del SII, Michel Jorrat; el sobreexpuesto «caso» Caval, sin que hasta ahora se haya formulado un solo cargo serio, y la infame campaña contra la Universidad ARCIS, donde tampoco se ha logrado suministrar una sola prueba del cúmulo de acusaciones al voleo, son ejemplos de los efectos sociales y políticos que puede generar un fenómeno de reciente aparición, que reemplazó al periodismo canalla del tiempo de la dictadura: el periodismo prepotente y desbocado, al que la ética y la honra de las personas le parece un anacronismo.
Peor aún, detrás de esa aparente entropía espontánea hay quienes saben exactamente lo que persiguen: atemorizar a la sociedad con cualquier noción de cambio, y criminalizar a los que lo impulsan.
Conviene aclarar que en estas líneas no hay la menor intención de inhibir el periodismo de denuncia e investigación, el más noble y difícil de los géneros periodísticos.
Sólo advertir que aquellos que lo intenten, deben hacerlo como corresponde; a saber, todo lo que digan a través de cualquier medio, deben ser capaces de sustentarlo, incluso, o más bien preferentemente, en el nivel de tribunales.
¿Quién vigila a los vigilantes?: ética periodística y acusaciones varias se entrecruzan en la realidad noticiosa
Por Felipe Reyes
Los personajes públicos caen, los titulares con nombres acusatorios se multiplican y cada día que pasa el morbo por saber quién será la nueva víctima se incrementa. La historia no tiene visos de terminar.
En la actualidad los medios de comunicación, los tradicionales y los modernos, han encarnado cada día más una labor que, en ocasiones, ha ido mucho más allá de sus atribuciones. Se han convertido en «fiscalizadores» del quehacer social. Jueces y partes de la realidad, lo que ha devenido en que por explotar el morbo confunden información con rumores.
Si consideramos los hechos de los últimos meses, Penta, Caval, SQM y boletas de por medio, muchos han perdido sus cargos a raíz de las acusaciones hechas por un medio o por un periodista. Investigaciones serias y otras no tanto, trabajos extensos y caracteres limitados que acusan y juzgan. Lo que ahora conocemos como redes sociales se han tomado el poder a la fuerza.
Pero, ¿es bueno, útil y atingente que los medios de comunicación busquen criminales, juzguen e inciten a la destitución de sus funcionarios a su amaño o cuáles son los límites?
La realidad te juzga no como eres
La presidenta del Colegio de Periodistas Chile, Javiera Olivares, conversó con Cambio21 sobre el tema de las investigaciones periodísticas y de la ética de la investigación. Para ella, «el ejercicio del periodismo tiene como base el respeto a la dignidad de las personas y a la presunción de su inocencia. Además de convertirse en un ente fiscalizador del quehacer del servicio público, todo esto en un ambiente democrático. Me parece sumamente relevante que el periodismo lleve a cabo este rol fiscalizador, pues es de importancia que la democracia se fortalezca con esta supervisión y, si no sucede, deberíamos de preocuparnos», opina.
Refiriéndose al elemento de bases para una correcta acusación es tajante:
«Es necesario tener una base firme de pruebas para poder realizar cualquier tipo de acusación. Más hoy cuando el periodismo se ha convertido en uno de los elementos fiscalizadores de mayor contundencia, si apreciamos la realidad política que se ha desarrollado. Sin embargo con el afan de golpear con noticias se ha ido abusando paulatinamente por parte de los periodistas de los trascendidos, lo que ha devenido en hipótesis forzadas hasta el extremo buscando relaciones entre casos que no son tales, y ahí cuando las pruebas no están presentes, todo se vuelve muy complejo».
Consultada sobre estas situaciones exageradas en las que algunos medios han caído en el último tiempo al querer encontrar «la hipótesis verdadera» dice con seguridad:
«Se termina ocupando un rol equivocado en las investigaciones periodísticas. Le corresponde a las líneas editoriales de cada medio poder mantener y sostener una forma investigativa ética, precisa y clara. Se debe comprobar la información, tener la presunción de inocencia de cada persona, respetar las bases y si una investigación te permite demostrar la culpabilidad de alguien, bien fundada, eso es lo ideal».
Al ser consultada por este afan fiscalizador del periodismo, Javiera Olivares se explayó:
«Me parece muy importante que el periodismo tenga un afán fiscalizador, pero con responsabilidad. Se deben barajar un montón de aristas para que después de una investigación acabada y detallada se puedan emitir una serie de aseveraciones en orden de la búsqueda de la verosimilitud investigativa. La complejidad está cuando se presentan hipótesis no bien fundadas, con poco trabajo de investigación y se termina acusando a personas sin un sentido claro. De comprobarse que las investigaciones son falsas, el medio debería de disculparse públicamente por haber expresado acusaciones infundadas».
En tanto para Abraham Santibáñez, presidente del Consejo de Etica de los Medios, la realidad es algo menos grave de lo que se quiere hacer creer. Si bien reconoce algunas exageraciones, prefiere resaltar el aspecto positivo de la participación en develar situaciones:
«Lo más grave de las acusaciones atribuyendo culpas antes de investigar se da principalmente, aunque no únicamente, en los medios digitales y en las denominadas redes sociales. Esa chimuchina es lo que más daño ha originado. Pero en mi perspectiva no creo que haya sido tan malo en la generalidad».
Refiriéndose netamente al valor del trabajo de los medios opina:
«Los medios se han equivocado, pero tampoco han sido los que más han colaborado en perjudicar la realidad noticiosa e investigativa. En algunos casos han exagerado, pero en términos generales su desempeño ha sido bastante importante».
Fuente: Cambio 21