El socialismo fue concebido por sus ideólogos como una sociedad diseñada para el bien de todas las personas, y su esencia democrática está por ello implícita. Sus principios se desarrollaron esencialmente durante el siglo XIX europeo. Si se admite la verdad de que los más poderosos económicamente en cualquier sociedad son los que en última instancia determinan la política, el socialismo hace que esos más poderosos económicamente sean justamente todos los ciudadanos.
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Al poseer colectiva o socialmente los medios fundamentales de producción sustituyen a una minoría económicamente poderosa como determinantes de la política. Y sobre esa idea se puede entonces diseñar y construir una verdadera democracia, si se hace bien. Sobre todo si se concibe con la capacidad de irse perfeccionando en la medida en la que se obtienen éxitos y experimentan fracasos, igual que los programadores hacemos con las diversas versiones de nuestros programas.
Para construir sociedades en estos tiempos se debería usar una suerte de “tecnología social”. Los hacedores de la Revolución Rusa enfrentaron por primera vez el reto de diseñar y poner en práctica un sistema social que solo aparecía entonces en ideas de pensadores ilustres. La “tecnología” de construir el socialismo soviético se comenzó a desarrollar solo a partir de la teoría, sin experiencias previas.
Una búsqueda en los textos fundacionales más aceptados del socialismo marxista, los de Marx, Engels y Lenin, permite descubrir que la planificación no parece haber sido imaginada por ellos como herramienta para la construcción de una sociedad socialista, y mucho menos la comunista. Solo una referencia de Engels en el Anti-Düring, citada por los manuales clásicos del Instituto de Marxismo Leninismo de la extinta URSS, menciona la palabra “plan” en un determinado contexto.
La necesidad de un plan fue esbozada también por Lenin en 1918. Pero la planificación centralizada fue planteada por primera vez en 1920, según la Enciclopedia Británica, en un artículo de Bujarin (uno de los importantes y poco conocidos líderes de la Revolución Rusa). Un año después se fundó la institución administrativa que elaboraría tales planes, el famoso GOSPLAN.
El más conocido “Primer Plan Quinquenal” de los finales de los años 20 del pasado siglo fue el jalón que permitió que el inmenso país devastado por cambios revolucionarios y guerras (mundial y civil) comenzara a salir a flote, según la mayoría de los textos.
Para muchos de buena fe, y también para algunos beneficiarios sin tan buena fe, la planificación centralizada se convirtió en la herramienta más importante de conducción social. Muchos todavía hoy confunden la herramienta de la planificación considerándola como un principio. Al decir de Fidel en 2005, uno de nuestros errores mayores fue pensar que alguien sabía cómo construir el socialismo.
La planificación tiene muchas caras y formas de aplicación. Tiene bondades e inconvenientes. Y como parte de una tecnología social, las bondades dependen mucho de la forma en la que se aplica. Una de sus formas en la URSS y los demás países socialistas europeos desaparecidos fue la de los “balances de la economía nacional”. Estos fueron muy detallados y fundamentados, hasta con supuestas leyes científicas, en los manuales soviéticos arriba mencionados.
Explicados de forma muy simplificada y sujetos a imprecisiones, un grupo de funcionarios elaboran un plan para todo un país donde lo que se produce en un sitio se consume en el otro y lo que no se puede “balancear” de esa forma se importa o exporta. La reproducción tiene un tratamiento propio, a través de inversiones. La innovación resulta algo demasiado complejo y riesgoso para un plan “balanceado” y hasta suele evitarse. Puede aparecer sin embargo, formalmente, en muchos documentos.
Es obvio que en una economía de guerra o de supervivencia, estos balances planificados pueden funcionar. Para ellos no hace falta ni el dinero como elemento de evaluación. También es obvio por qué pueden estancar y hasta destruir una revolución como la soviética si se mantiene en tiempos lejanos a la economía de guerra.
También hay que considerar que los funcionarios que hacen tales balances de los que dependería un país en condiciones normales deben ser geniales y eficientes, muy bien intencionados y además disponer de información óptima y confiable, para minimizar errores. Esto no se logra fácilmente, al menos con una mirada desde las ciencias naturales.
Sin embargo, muchas formas de planificación pueden ser muy útiles para desarrollar un país. En muchos casos la herramienta de la planificación aplicada a cualquier sistema, capitalista o socialista, puede ser decisiva para el progreso, si se hace bien y buscando eficiencia, sin dogmas a priori de cómo aplicarla.
Es preciso notar que durante las dos últimas décadas ha ocurrido una revolución informática. Probablemente la mayor desde que se inventó la escritura hasta ahora. La situación particular de Cuba actualmente puede que no nos permita captar su magnitud abarcadora. Todavía en nuestras agencias bancarias se ve con preocupación un teléfono móvil y se nos ordena apagarlo si recibimos una “inoportuna” llamada dentro de sus locales.
En estos mismos tiempos los bancos en el mundo están pensando que los teléfonos inteligentes actuales y sus aplicaciones informáticas les evitarán los gastos de tener agencias con empleados.
La realidad del mundo alfabetizado de hoy es que cualquier persona, hasta una criatura en su escuela, puede portar en su bolsillo un dispositivo electrónico, que aún llamamos teléfono, y que le puede garantizar el acceso instantáneo a la mayor parte de toda la información que la humanidad ha generado.
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Además esa persona puede acceder a infinidad datos de todo tipo, públicos y propios, en tiempo real y desde cualquier lugar conectado. Puede además conocer su propia ubicación exacta en el universo, en cada momento. También se puede comunicar y ver a cualquier interlocutor en cualquier parte, conversando y compartiendo experiencias simultáneamente.
La informática y las tecnologías existentes y por desarrollar deberían jugar un papel muy importante en cualquier tecnología social conducente al socialismo.
Probablemente será mucho más importante y trascendental usar la informática hoy como herramienta para lograr el triunfo de este sistema que lo que fue la idea de la planificación central de Bujarin para el experimento soviético en 1920.
¿Goza esta convicción del espacio que requiere en nuestras mentes y nuestras acciones?
(*) Doctor en Ciencias Químicas y miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Preside la Sociedad Cubana de Química y el Consejo Científico de la Universidad de La Habana.
Fuente: Cubadebate