Es julio de 1986. Una jornada de protesta nacional termina en uno de los episodios más escalofriantes del regimen militar. Una joven estudiante y un fotógrafo retornado son quemados vivos por una patrulla militar en Estación Central y luego abandonados moribundos en Quilicura. Otra patrulla de carabineros, que los encuentra luchando por sus vidas, los lleva a un consultorio y luego a la ex Posta Central.
Carmen Gloria Quintana tenía más del 60% de su cuerpo quemado. Rodrigo Rojas de Negri, sobre el 70%. El fotógrafo muere a los cuatro días producto de sus lesiones. Carmen Gloria lucha por su vida.
El “Caso Quemados” volvió al tapete luego de que el ministro en visita Mario Carroza ordena la detención de los siete ex uniformados implicados en el hecho. Ello, luego de que el ex recluta Fernando Guzmán rompiera un pacto de silencio entre los presuntos autores.
Y uno de los actores claves de este episodio es el doctor Jorge Villegas, el profesional que le salvó la vida a Carmen Gloria Quintana, quien accedió a conversar con La Cuarta y revivir pasajes hasta ahora poco conocidos de este episodio. “Había visto chicos quemados cuando les hacían apagar las barricadas con los pies”, dijo. Esa mañana del 2 de julio, su secretaria llegó a avisarle que habían dos jóvenes quemados. “Yo pensé que era lo mismo que había visto antes. Y ella me dice esta vez es peor”.
Sin trabajar en la Posta Central, Villegas contactó a Mario Garcés, jefe del Servicio de Quemados. “Él me dice que, de acuerdo los cánones de la Posta, creo que están perdidos. Fue su mirada y la que todos los médicos del país tenían en ese momento”.
-¿Los puede ver en ese instante?
-No. En ese momento llegó un médico y un enviado de la embajada de Estados Unidos y me dice que el embajador manda a decir que me haga cargo de Rodrigo Rojas, un muchacho residente de Washington.
-¿Cuál fue su respuesta?
-Yo dije: pero los quemados son dos. O nos hacemos cargo de los dos o de ninguno. En ese minuto todo el mundo estaba preocupado de Rodrigo. En ese momento no conocía a ninguno. Volví al Hospital del Trabajador, donde era jefe del Servicio de Quemados y solicité el traslado de los pacientes.
-¿Lo autorizaron?
-Me dijeron que no había problema, pero que organizara el traslado para el día siguiente. Vuelvo al día siguiente y me encuentro con que no hay ambulancia ni ninguna preparación. Y el director me dice “no se van a trasladar”. En la tarde, en mi consulta, llegó un oficial de la embajada de Estados Unidos, con un mensaje en el que la dirección del Trabajador informaba al embajador que habían visitado a Rodrigo, no a la Carmen, y que habían llegado a la conclusión de que era un paciente muy grave y que no estaba calificado ni el Hospital del Trabajador ni yo para trasladarlo. Yo sabía que el pronóstico era grave.
-¿Qué hizo?
Hablé con el equipo de la Clínica Las Condes a ver si los podíamos llevar allá. En ese momento llega a Chile el doctor John Constable, un prócer de la cirugía plástica y manejo de quemados de Estados Unidos. Él pertenecía a “Physician for Human Rights” y él, al ver mi archivo de casos llama al embajador para acreditarme. Pero él creía que era muy difícil rescatar a Carmen. Iba a partir el traslado. Pero en ese momento había fallecido Rodrigo. Tenía muchísimas complicaciones.
-¿Qué recuerda de ese momento?
-Fue un traslado difícil. No teníamos ambulancia. Celsa Parrau, una gran dirigenta del Colegio de Enfermeras organizó el traslado mientras yo organizaba la recepción.Ahí conocí a Carmen. No conocía a sus padres y los conocí en ese momento. Le pedí a la madre de Carmen que vaya a ver a su hija, y veo que ella pasa al lado y no la reconoció. Fue un golpe tremendo. No se pudo imaginar algo de esta manera y fue muy difícil explicarle lo que íbamos a hacer.
-¿Cómo venía ella?
-Nadie puede imaginarlo. Era urgente rescatarla. Era nuestra responsabilidad porque nosotros habíamos convocado al paro. Cuando se destruye la piel la respuesta es progresiva. Primero se producen las ampollas, y se cae la piel. Luego se va acartonando. Más del 60% del cuerpo estaba quemado.
-¿Cómo la trataron?
-No hacía hace más de cinco años que era aceptado que se retirara la piel quemada hasta el plano muscular, porque lo que mata al paciente es la piel quemada. Y lo segundo fue que nosotros utilizamos piel de cerdo fresca, pero se acabó y necesitábamos donantes, porque hasta el día de hoy no tenemos un banco de tejidos. Entonces dos amigos, dos héroes, donaron su piel para Carmen. Ellos le salvaron la vida a Carmen.
-¿No siente que usted fue quien le salvó la vida?
-Uno le salva la vida a mucha gente, pero no lo hace solo. Es como tocar en una orquesta.
-¿Cuántas cirugías hizo?
-Fueron muchísimas, para reconstruir manos, cara, labios, pero en casos de pacientes así son entre 12 y 15. El período agudo fue de un par de meses y luego la llevamos a Canadá, país donde recibieron a Carmen junto a su familia, el 14 de septiembre. Ahí la habíamos logrado poner de pie. Y un año después la fui a buscar para hacerle otras cirugías y la atendimos en la Clínica Alemana.
-¿Cómo es su relación con ella? ¿Hablan con frecuencia?
-Generalmente casi todos los días, para eso está el Facebook. Fernanda, su hija mayor es mi ahijada. Y hay vínculos entre médicos y pacientes que en estos casos tan dramáticos siguen por siempre.
Fuente: La Cuarta