domingo, noviembre 24, 2024
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Venezuela: Tres Miradas para Una Crisis

La crisis de Venezuela no deja indiferente a nadie. A contrapelo del sistema dominante, este medio apoya decididamente al régimen bolivariano; lo cual no significa que se abstiene de la crítica, si esta es fundada, y no apunta al desmantelamiento de la democracia en ese país. Es el caso de esta selección de tres artículos de connotados y reconocidos autores.


Venezuela: mapa de la derrota de la derecha

por Marco Teruggi

A esta hora la derecha debía estar, según sus propios cálculos, en una posición de fuerza totalmente diferente. O sentada en el Palacio de Miraflores, o en el despliegue de un gobierno paralelo combinado con movilizaciones de masas y acciones violentas, incluidas militares. Se había planteado la apuesta a todo o nada/ahora o nunca, y hoy se encuentra en una disputa interna para ver cómo seguir, y no terminar peor que al iniciar la escalada de los cien días.

Pasó lo que les suele pasar: se equivocaron en sus análisis. Sobrestimaron la fuerza propia, subestimaron al chavismo, leyeron de manera errada el estado de ánimo de las masas, calcularon mal las coordenadas del campo de batalla. Y en las batallas las responsabilidades son colectivas pero diferenciadas: el peso mayor recae sobre los generales -así lo enseña, entre otros, el libro La extraña derrota, de Marc Bloch-. Porque hubo una derrota, táctica en el marco de un equilibrio inestable prolongado, pero derrota al fin, y eso trae cambios, facturas, desbandadas y cambios de posiciones.

¿Por qué evaluaron de manera equivocada las condiciones para la toma del poder de manera violenta? Se combinan varios elementos. En primer lugar, la posición de clase de la dirigencia. La dirección del movimiento estuvo y está en manos de hombres y mujeres de la burguesía, la oligarquía, cuadros en su mayoría de clase media-alta, formados en esa política e imaginario. Sería falso decir que no han desarrollado estructuras en algunas zonas populares, pero no parecen de dirección, y son minoritarias. A ese elemento se suma otro, agravante para sus cálculos: una parte de su dirección, tanto venezolana como norteamericana, se encuentra en el extranjero, en particular en Estados Unidos.

Esas lecturas, marcadas por una distancia de clase y de país, se ensancharon por el efecto boomerang de una sus fuerzas: las redes sociales. Asumieron que la dinámica expresada en las redes era representativa del estado de ánimo de las mayorías. Pensaron que la capacidad desplegada -con millones de dólares- en twitter, Facebook, Instagram, YouTube, era la que realmente existía, que la radicalidad allí expresada era la radicalidad popular real.

De esa manera creyeron que el gobierno estaba a un empujón de caer, que su respaldo popular era minoritario y contra las cuerdas, que las masas descontentas acompañarían su llamado a la calle para sacar al “régimen”, y que su propia fuerza tenía capacidad de desplegarse hasta alcanzar la masividad policlasista y nacional necesaria.

Esa combinación de elementos iba a tener a su vez incidencia sobre factores políticos e institucionales del chavismo, que, al ver el ascenso irrefrenable de las masas en su pedido de elecciones generales, se iban a cambiar de bando. Solo sucedió con la Fiscal General y algunos dirigentes intermedios puntuales -y no fue por las masas sino por cálculo y compra política-. Lo más importante en ese plan era la Fuerza Armada Nacional Bolivariana: no se quebró.

Esos cálculos condujeron a sostener la hipótesis de la salida violenta durante más de cien días. Con puntos clave como el anuncio de que sería elegido el próximo presidente en elecciones primarias. Lo había proclamado Ramos Allup, el primero en decir luego que participará en las elecciones regionales. Entre un anuncio y el otro pasaron quince días, y en el medio una fecha clave: la victoria electoral del 30 de julio, con más de 8 millones de votos en contra de la violencia opositora y en respaldo a una solución democrática en manos del chavismo. La derecha desconoció públicamente los resultados, pero su impacto fue innegable, abrió un reacomodo de posiciones y cambio de táctica en desarrollo.

Las conclusiones fueron la inversión de sus premisas: el chavismo no estaba nocaut y dio una lección histórica, los sectores populares miraron, en su mayoría, desde lejos a la dirigencia opositora y rechazaron la violencia, la fuerza propia -compuesta por su base social ampliada, los grupos de choques, y sectores paramilitares- no alcanzó a quebrar el cuadro de empate. Tomar el poder por la fuerza es insostenible con esas coordenadas. Cayeron entonces uno tras otro en el anuncio esperado: la participación en las elecciones bajo el ordenamiento del mismo poder electoral que acusan de ilegal, ilegítimo y fraudulento. Freddy Guevara, de Voluntad Popular, ya anunció que el “camino es electoral”.

Algunos todavía no se han pronunciado, producto de desacuerdos, incapacidad para una disputa electoral -como María Corina Machado-, tensión con una base social defraudada a la cual le prometieron un poder inminente para anunciarle cien días después una vía electoral, y crisis interna. Estos meses de escalada reconfiguraron el mapa interno de la derecha, que parece compuesta por tres sectores, que, aunque sostienen posiciones diferentes -por pragmatismo o convicción-, no parecen tener fronteras tan claras.

1. El primero está conformado por los partidos de derecha más históricos, como Acción Democrática presidido por Ramos Allup, que, aunque acompañó la escalada de violencia, su apuesta reside y residió en la estrategia del desgaste del gobierno -en particular por el efecto de los ataques económicos- para acumular en votos el descontento popular, y apostar a victorias electorales.

2.El segundo está dirigido, por ejemplo, por Voluntad Popular y Primero Justicia -cuyos dirigentes están inhabilitados para presentarse como candidatos- y fue quien apostó a la salida por la fuerza, trabajó en la conformación/financiamiento/entrenamiento de grupos de choque, y se vinculó de manera directa con sectores paramilitares.

3. El tercer grupo es el que se ha autodenominado “resistencia” y se ha multiplicado en varios nombres según las zonas del país. El discurso es el del rechazo a la traición de los dirigentes que aceptaron ir a las elecciones, la necesidad de escalar en la confrontación callejera, y la reivindicación de las acciones de violencia -como los ataques el día de las elecciones-. Sus espacios comunicacionales son centralmente las redes sociales y Miami. Resulta difícil saber si se trata de un proceso de relativa espontaneidad, o la “resistencia” fue creada para desplegar acciones planificadas, por ejemplo, por el segundo sector, bajo otra identidad. ¿Cuánto son, quiénes dirigen? Según algunas propias declaraciones maiameras, son grupos dispersos que no tienen centro de mando.

Desde ese análisis se puede entender por ejemplo la acción en Fuerte Paramacay. No se trata, como los ataques a cuarteles durante los meses de mayo/junio/julio, de medidas en el marco de una escalada que busca acorralar, de ofensiva. Pareciera más bien un intento de mantener medidas de alto impacto -con fuerte repercusión internacional- junto con la preparación de los grupos más radicales.

La autoría del hecho debería buscarse en el tercer sector -que parece vinculado, por debajo de la mesa, al segundo, y a dirigentes de la derecha como el senador norteamericano Marco Rubio-. Seguramente intenten más acciones como esta, o mayores. Hay síntomas de desesperación, y eso puede traer violencia y apuestas más radicales.

A este cuadro deben agregarse las dos principales líneas de fuerza de la derecha: la económica y el frente internacional. En el primer caso se ha visto como luego del 30 de julio se produjo un ataque frontal contra la moneda al aumentar vertiginosamente el dólar paralelo. El objetivo es disparar los precios, desgastar a la población, distanciarla de esa manera del gobierno, agravar el cuadro de dificultad material, intentar asfixiar los cotidianos de las clases populares. En cuanto a lo internacional, la escalada sigue dirigida desde los Estados Unidos, con apoyo central desde Colombia y los gobiernos subordinados de la región.

El resultado es que la derecha ha vuelto a depender de dos estrategias que expresan su incapacidad. Una es golpear a la población para llevarla al desespero e intentar traducir esa situación en votos. La otra es pedir la intervención norteamericana, disfrazada de la forma que sea necesaria. Esa realidad es muestra de debilidad y no de fuerza.

La elección del 30 de julio fue una victoria táctica del chavismo. Esa nueva situación dentro del equilibrio inestable trajo efectos dentro de una derecha que volvió a equivocarse furiosamente en su análisis del campo de batalla. Esa ventaja chavista debe ser traducida en acciones urgentes. La principal, además de la justicia, es la económica, y, se sabe, la economía es concentración de política. Ahí parece estar el desafío central de la revolución.

Boaventura de Souza: “Por qué sigo defendiendo a la Revolución Bolivariana”


por Arturo Wallace

Descrito como el “sociólogo de la antiglobalización” y el “pensador estrella de los movimientos sociales”, Boaventura de Souza Santos es, sin duda, uno de los más respetados intelectuales de izquierda. En entrevista con BBC Mundo, el sociólogo portugués analiza la situación en Venezuela.

Su trabajo, sin embargo, trasciende fronteras nacionales y académicas, pues además de ejercer como director del centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra es investigador distinguido de la facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, y uno de los principales impulsores del Foro Social Mundial.

Y desde hace unas semanas un reciente escrito suyo titulado “En Defensa de Venezuela” ha sido ampliamente compartido a través de las redes sociales, especialmente por simpatizantes del gobierno venezolano.

Aunque De Souza Santos no es el tipo de pensador dispuesto a firmar cheques en blanco a favor de ningún gobierno.

De hecho, en mayo pasado el sociólogo portugués suscribió un manifiesto llamado a “detener la escalada de violencia en Venezuela” bastante crítico con el gobierno de Nicolás Maduro.

En dicho documento se califica al de Maduro como “un gobierno con marcados rasgos autoritarios” y se hace al Estado venezolano “el principal responsable de la situación en Venezuela”.

Lo que no significa que De Souza Santos le haya dado la espalda a la Revolución Bolivariana o descalifique completamente la reciente convocatoria a una Asamblea Constituyente, por razones que explicó en “En defensa de Venezuela” y profundiza en esta entrevista con BBC Mundo.

– Cuando escribe usted “En defensa de Venezuela”, ¿exactamente a qué o a quién está defendiendo?

Yo estoy defendiendo a las mayorías de Venezuela, porque hasta ahora es evidente que estas mayorías se han manifestado a favor de continuar con las políticas de inclusión social, de mejoría de las clases pobres. Como usted sabe, en 1998 un 60% de la población de Venezuela vivía bajo del nivel de pobreza y hoy es mucho menos. Claro, ahora hay una crisis de abastecimiento, una crisis económica muy grave.

Pero hasta ahora las mayoría pobres de Venezuela no se han manifestado en contra (del actual gobierno), a no ser durante las elecciones (parlamentarias) de 2015, cuando ganó la oposición, pero no por una gran diferencia.

La venezolana es una sociedad polarizada, con diferencias. Y defender Venezuela es defender la democracia venezolana y que las mayorías puedan manifestarse democráticamente. Si usted mira, la oposición organiza un referendo -aunque no tenga ninguna validad jurídica- y se habla de 7 millones, el gobierno organiza unas elecciones para la Asamblea Constituyente y se habla de 8 millones.

Y después viene una empresa que dice que en realidad fueron siete millones, pero lo que muestra todo eso es que la sociedad está dividida. Y las divisiones en nuestra sociedad deben resolverse democráticamente.

– ¿Pero está funcionando la democracia venezolana?

Lo que está claro es que Venezuela no es una dictadura, porque si fuera una dictadura no se podría hacer lo que la oposición está haciendo: quemando centros de salud, quemando escuelas, un helicóptero que bombardea el Tribunal Supremo, la oposición en la calle provocando todo tipo de problemas, de provocaciones.

En los medios internacionales parece que son provocaciones del gobierno cuando es claro que no. Y sabemos que no porque lo hemos visto antes.

Si usted vio por casualidad el reportaje de Sky News antes de las elecciones (de la Asamblea Constituyente), sobre lo que parecía casi una guerra civil en Caracas, acuérdese de lo que Sky News ha hecho en Libia, en Trípoli, y también en Mosul, en Siria, que después se verificó que eran falsedades.

Hay un intento de no mostrar la realidad de Venezuela en los medios internacionales y por eso defender Venezuela es defender un poco la democracia y una salida no violenta para esta crisis, porque si hay una salida violenta los venezolanos, sobre todo, pero el mundo en general, va a sufrir.

– ¿Y está usted seguro de que la mayoría de los venezolanos apoyan al actual gobierno? Como usted mismo recordó, la última vez que la oposición participó en unas elecciones, las ganó…

Si, la mayoría votó a favor de la oposición, no hay duda ninguna, pero si usted mira fue en el contexto de una crisis. Y obviamente Maduro no es Chávez. Sabemos también que hay problemas -nadie va a negar que hay problemas en Venezuela- y sabemos también que Maduro no es Allende.

Pero la verdad es que cuando se organizan las elecciones en 2015 las mayorías estaban muy poco contentas con algunos de los desarrollos de la Revolución Bolivariana, pero querían continuar con la Revolución Bolivariana: corregirla, no eliminarla. Por eso, cuando viene la Asamblea Constituyente -en las condiciones difíciles que sabemos, con lugares de voto que han sido quemados, que han sido impedidos- ocho millones de personas se manifestaron a favor.

Me parece que la mayoría de los venezolanos no quiere exactamente el tipo de políticas bolivarianas que Maduro está realizando en este momento, pero quiere que siga el mismo proyecto de inclusión social, de dar más poder a las comunas, a los más pobres, etc. No es eliminar del todo todas las conquistas que se lograron desde 1998. En ese sentido es que hablo de mayorías.

– ¿Pero cree usted que en las condiciones que se da la Constituyente puede tomarse como un ejercicio de democracia y sus resultados como una expresión de voluntad de las mayorías?

Sí, es un ejercicio democrático, no de una dictadura. Los procesos constituyentes pueden tener diferentes composiciones, diferentes formas de elegir. Y el artículo 348 de la Constitución establece que el presidente tiene esa prerrogativa (de convocarla).

Ahora, yo he criticado siempre, de una manera solidaria, algunos aspectos de la política bolivariana; no es de hoy. Y claro, yo personalmente pienso -aunque no soy venezolano- que habría sido mejor seguir con la Constitución de 1998, y mucha gente cree que eso sería posible.

Hablar de que quizá la Asamblea Constituyente no es plenamente democrática es una hipocresía, porque realmente la Asamblea Nacional le estaba haciendo un bloqueo total a Maduro, desde el inicio.

– Pero era un proceso más simbólico que efectivo, mientras que la Constituyente sí tiene poder: de hecho uno de sus primeras decisiones fue destituir a la fiscal general Luisa Ortega. ¿Cree usted que ese tipo de actos contribuyen a la confianza y el diálogo que el gobierno dice quiere impulsar?

No. Y yo pienso realmente que hay una polarización creciente y muy preocupante, que las dos partes están realmente polarizando la situación.

Usted ve, por ejemplo, que ha habido intento de dividir a los militares, intentos detrás de los que hay una interferencia norteamericana muy fuerte, que está documentada, porque realmente están intentando boicotear todo el proceso bolivariano de Venezuela. Y las reacciones tampoco me parecen muy buenas, por supuesto.

Lo que me parece interesante, sin embargo, es que la oposición ha decidido participar en las elecciones regionales y locales que se van a realizar. Y esa es la manifestación de una voluntad de enfrentar una votación y seguir por la vía democrática, lo que para mí es una noticia muy buena.

Por otro lado, en Venezuela ahora tenemos una situación de poder dual, con la Asamblea Nacional por un lado, y también un vacío institucional muy fuerte, porque la fiscal general ha sido echada por Maduro, o por la Asamblea Constituyente, pero ella no lo va a aceptar.

Y todo eso crea una situación -que no es nueva en historia, en Rusia tuvimos eso durante un tiempo en 1917- en la que hay una división de poder en la sociedad que hace que cada vez sea más difícil una solución vía el diálogo. Y esto no lo habíamos visto antes en América Latina.

Lo que sí hemos visto son las sangrientas dictaduras que vienen después, la destrucción de todo, y eso a todos los demócratas les debe preocupar. Y por eso todos los intentos deberían ser para fomentar el diálogo.

Lamentablemente hay gente que no está interesada en ninguna manera en el diálogo. Y no sé si realmente no hay fuerzas externas en este momento que están interesadas en que Venezuela, que tiene todas las riquezas minerales del mundo, no sea realmente un país soberano y con alguna independencia en relación a Estados Unidos, porque sabemos que todos los otros países han sido eliminados, destrozados, destruidos cuando tiene reservas que son considerada estratégicas para lo que EE.UU ve como su seguridad nacional.

Y hay muchas formas de intervenir. No podemos ser ingenuos. Después de la Operación Cóndor en el Cono Sur de América Latina en la década de 1970 no podemos ser ingenuos: hay muchas formas de intervenir en los asuntos de otro país. Yo pienso que sin eso esta polarización se podría resolver por la vía democrática. Así, no sé. Y eso me tiene bastante preocupado.

– El chavismo, sin embargo, lleva 18 años en el poder. ¿No es esa la prueba de que se está sobredimensionando el peso de esa supuesta conspiración organizada por Washington?

El problema no es realmente de cuántos años está en el poder, sino si gobierna bien. Y en Venezuela hubo un problema estructural muy claro: que Venezuela no aprovechó la bonanza del petróleo para reconstruir un Estado históricamente rentista y muy dependiente de EE.UU.

Porque realmente Chávez no lo cambió: no aprovechó la bonanza del petróleo para cambiar la matriz productiva de la economía de Venezuela. Al contrario, de alguna manera quedó todavía más dependiente de la producción del petróleo.

Eso obviamente es un problema estructural. Y a eso hay que sumarle el problema de la corrupción, que no es de ahora. La corrupción era absolutamente endémica en Venezuela, en los 70, en los 80. Era un caso de estudio…

– ¿Y ya no hay corrupción en Venezuela?

Claro que hay. Como lo hay en otros países. Pero no estoy diciendo que no lo hay. El problema es el del doble estándar, que permite por ejemplo que en Brasil la presidenta más honesta de América Latina, que es Dilma Rousseff, fuera echada por los políticos más corruptos de América Latina. Este doble estándar es lo que me molesta.

¿Y dónde está el doble estándar? Es básicamente esto: ¿estás o no alineado con las lógicas internacionales del neoliberalismo, de privatizaciones y de entrega de recursos naturales al mercado internacional?

Si estás a favor de esto se tolera todo, como se tolera que en Arabia Saudita van a ejecutar jóvenes que estuvieron en la primavera árabe, y nada pasa; o que a las mujeres les dan latigazos porque conducen vehículos.

Para nosotros nada de eso pasa, no es importante, y ese el doble estándar que me molesta. Pero de ninguna manera estoy tratando de ocultar los problemas estructurales del país.

. ¿Pero cree usted que las preocupaciones con la calidad de la democracia en Venezuela son pura fachada?

No, yo pienso que la lucha debe ser por la calidad de la democracia. Pero, el tema es qué se entiende por democracia.

Por ejemplo, usted hoy tiene en Venezuela una estructura muy importante que se llama el Poder Comunal, donde además hay gente muy crítica con algunas políticas de Maduro, que están intentando construir desde la base un poder comunal que es un poder participativo, no necesariamente un poder representativo en términos de democracia representativa. Pero usted sabe que hay otras formas de democracia.

Y en Venezuela había un sistema electoral muy sofisticado. Y a mí me sorprende que la empresa venga a decir -con qué base no lo sé, lo que sí sé es que acaba de concluir un contrato millonario con Colombia- que solo fueron siete millones, que no fueron ocho millones.

Hay cosas que no entendemos y que me causan un poco de sorpresa y de distancia por lo que he visto otras veces en América Latina y las consecuencias son siempre las mismas: una guerra civil, muertes, asesinatos cada vez más, y eso sería muy malo para el pueblo venezolano y los demócratas del mundo.

– Y no le resulta sospechosa la unanimidad de las decisiones de la Constituyente? ¿Hasta qué punto puede un cuerpo que toma decisiones así considerarse representativo de la sociedad venezolana?

No estoy seguro que las cosas vayan a ser de esta manera…

– Pero así ha sido hasta el momento…

Claro, pero todavía no ha empezado, por así decirlo. Vamos a ver lo que va a pasar.

Por otro lado, en Venezuela todavía hay mecanismos democráticos muy fuertes. Cuando esta Constituyente termine su trabajo la nueva Constitución va a tener que ser refrendada, no puede entrar en vigor sin más, tiene que haber un referendo. Entonces los venezolanos van a tener la oportunidad, en un referendo, de decir que están en contra.

En otras palabras, me parece que hay algunos mecanismos todavía existentes que nos permiten ver una salida democrática, una salida con un mínimo de violencia -que lamentablemente ya es grande- y con un mínimo de intervención internacional.

Vamos a ver si eso es posible, pero no hay que desistir de esa posibilidad. Aunque, por lo pronto, las dos partes en este momento no se están comportando de la mejor manera para intentar un diálogo.

– ¿Y cree usted que la voluntad de diálogo del gobierno es legítima?

Pues no hay que olvidar que todo empezó cuando la oposición ganó las elecciones en 2015. Ganó las elecciones legislativas, no la presidencia, pero la primera cosa que dijo fue: ‘Hay que destruir la Revolución Bolivariana y sacar a Maduro‘.

Es decir, las primeras declaraciones del nuevo presidente de la Asamblea son para destruir todo lo que pasó antes.

Esto no es normal. Y uno no se puede sorprender de que los que están con el presidente o están con el gobierno empiecen a pensar en maneras para defenderse. Y estoy feliz que la manera que hasta ahora intentaron fuera una Asamblea Constituyente, pues podría haber sido el recurso a una lucha armada y sabemos que en Venezuela hay muchas armas.

Por eso, yo prefiero de alguna manera prestigiar mínimamente la Asamblea Constituyente, preparar un referendo, someterlo y si es derrotado, es derrotado. Y si gana, gana.

Pero hay que intentar que el proceso siga, aunque sea al borde del caos. Estamos al borde del caos, pero muchos países hemos pasado por esto -mi país, Portugal, pasó por lago muy similar en 1975- y lo superamos.

Y en ese entonces se decía que tenía que haber una intervención norteamericana en Portugal, después de la Revolución de Abril. O sea que logramos mantener el sistema democrático.

Ahora, Venezuela no es Portugal, los países son distintos, los contextos son distintos.

Pero sigo defendiendo la posibilidad de una salida de diálogo democrático, lo que probablemente pasaría por no profundizar la dualidad de poder con la Asamblea Nacional, dejar redactar una Constitución de la Asamblea Constituyente y someterla a un referendo, y sobre todo apostar con fuerza a las elecciones regionales y locales.

Las elecciones regionales y locales nos van a decir lo que realmente piensa el pueblo. Y todas las informaciones que recibo desde dentro, de gente que está con los pueblos, es que la gente no está en contra de la Revolución Bolivariana, pero quiere comer, quiere resolver.

Y piensa además que ha habido un boicot durante mucho tiempo de las fuerzas oligárquicas que bloquearon el abasto de la sociedad. Pero claro, no hay cosechas, no hay medicamentos, no hay protección para la salud y estas cosas son insostenibles. Y la gente no está satisfecha, para nada.

– ¿Pero esa situación se puede explicar únicamente por un supuesto boicot de la oligarquía? ¿No es también un resultado de las políticas del chavismo? ¿Puede acaso un boicot explicar que Venezuela se haya convertido, en palabras de Ricardo Hausmann, en “el país más endeudado del mundo”?

Venezuela No es el país más endeudado, el país más endeudado es Estados Unidos: US$23 billones de deuda pública. No lo es ni en términos absolutos, ni en términos relativos. El tema es que EE.UU. puede imprimir los billetes que quiere y el valor del dólar se mantiene…

– Pero la venezolana es una deuda significativa…

Sí, es importantísima. Y no le voy a decir que el boicot es la única causa (de la crisis económica de Venezuela). No hay causas únicas en esto. Y hay errores. Yo no estoy intentando de ninguna manera defender que el pobre Maduro es una víctima inocente de toda la oposición. No es so.

El tema es que, si hay errores, en una democracia qué se hace: es derrotar. Y por eso empezó en 2015 la derrota de algunos errores de la Revolución Bolivariana.

Pero, ¿qué pasó después? Que el que ganó las elecciones (legislativas) decidió que la única manera de poder conquistar y hacer valer su victoria era destruir la Revolución Bolivariana y no corregirla.

Ese es el problema hoy. Esa es la causa de la polarización. Porque cuando se piensa no hay que corregir los errores sino destruir entonces hay que hacer algo más radical.

Fue así en Brasil: tuvo que ser un golpe. Porque si únicamente se hubiera tratado de corregir los errores de Lula -que eran muy grandes y que los critiqué a su debido tiempo- se hubiera podido encontrar una solución democrática, esperar a las próximas elecciones y derrotar ahí a Dilma Rousseff. Pero la oligarquía estaba impaciente y produjo un golpe.

Yo pienso que en Venezuela eso es lo que va a pasar. O puede pasar. Porque los mecanismos democráticos que todavía existen, están muy frágiles y exigirían grandes líderes o la protección de instituciones como Celac y Unasur, que si estuvieran fuertes podrían intervenir y decir “Amigos, vamos a intentar salvar lo más importante”.

Pero eso es lo que está ausente en estos momentos y hay culpas de todos los lados. Y para mí lo importante es mantener una estructura democrática, porque el resultado, va a ser terrible. Y eso es lo que no podemos tolerar.

– ¿Es usted optimista o pesimista?

En este momento soy cada vez más pesimista, porque todos los días que pasan veo que las posibilidades de diálogo son cada vez menos y veo que la presión internacional, la presión de EE.UU., está creando una situación que básicamente quiere producir un golpe. Pero, además, la oposición está muy dividida. Está unida simplemente para destruir la Revolución Bolivariana pero para nada más.

¿Entonces qué vamos a tener después? Una gran incertidumbre, quizá mucha violencia y un retroceso total de las conquistas sociales.

Fuente: BBC Mundo

La tragedia de Venezuela


por Michael Roberts (*):

Mientras el régimen de Maduro intenta imponer su nueva Asamblea Constituyente como rival o sustituta del actual Congreso de Venezuela y arresta a los líderes de la oposición pro-capitalista, la grave situación económica y social del país sigue empeorando.

Según el FMI, el PIB de Venezuela en 2017 es un 35% inferior a 2013, un 40% en términos per capita. Es una contracción significativamente más dura que durante la Gran Depresión en los EE UU de 1929-1933, cuando se estima que el PIB de Estados Unidos cayó un 28%. Es ligeramente mayor que la sufrida en Rusia (1990-1994), Cuba (1989-1993), y Albania (1989-1993), pero menor que la experimentada por otros ex estados soviéticos en el momento de la transición, como Georgia, Tayikistán, Azerbaiyán, Armenia y Ucrania, o de países en guerra como Liberia (1993), Libia (2011), Ruanda (1994), Irán (1981) y, más recientemente, el sur de Sudán.

Por lo tanto, con estos datos, según Ricardo Haussman, ex economista jefe del Banco Interamericano de Desarrollo, la catástrofe económica de Venezuela empequeñece a cualquier otro en la historia de los EE UU, Europa Occidental o el resto de América Latina.

En 2013, advertí que los logros de la revolución bolivariana con Chávez estaban seriamente amenazados. Chávez había mejorado las condiciones de los más pobres con el aumento de los salarios, los servicios sociales y la reducción de la desigualdad. Sin embargo, estos sólo podían aumentar en los confines de la economía capitalista mediante el uso de los ingresos de las exportaciones de petróleo en un momento de precios muy altos del petróleo. Pero los precios del petróleo comenzaron a caer y prácticamente se han reducido a la mitad en los últimos dos años.

Las exportaciones de petróleo se redujeron en2 200 $ per cápita de 2012 a 2016, de los cuales1 500 $ se debieron a la disminución de los precios del petróleo. El gobierno de Maduro comenzó a acumular enormes deudas externas para tratar de mantener el nivel de vida. Venezuela es ahora el país más endeudado del mundo. Ningún país tiene una deuda externa pública mayor en proporción del PIB o de las exportaciones, o tiene un servicio más elevado de la deuda como porcentaje de sus exportaciones.

El gobierno recurrió a la devaluación de la moneda para impulsar los ingresos en dólares, pero esto sólo estimula una inflación escandalosa y recortes en los salarios reales. Al mismo tiempo, el gobierno decidió honrar todos sus pagos de la deuda externa y reducir las importaciones en su lugar. Como consecuencia, las importaciones de bienes y servicios per capita se redujeron un 75 % en términos reales (ajustados a la inflación) entre 2012 y 2016, con un nuevo descenso en 2017. Tal colapso es sólo comparable al de Mongolia (1988-1992) y Nigeria (1982-1986) y es mayor que el resto del derrumbe de las importaciones de cuatro años en todo el mundo desde 1960. Esto condujo a un colapso de la agricultura y la industria, incluso mayor que la del PIB global, recortando casi otros 1 000 $ per capita en bienes de consumo producidos localmente.

El salario mínimo -que, en Venezuela es también el ingreso del trabajador medio, debido a la gran proporción de perceptores de salario mínimo- ha disminuido en un 75 % (en precios constantes) de mayo de 2012 hasta mayo de 2017. Si se calcula en las calorías más baratas disponibles, el salario mínimo se redujo de 52,854 calorías por día hasta apenas 7,005 en el mismo período, un descenso del 86,7 % que es insuficiente para alimentar a una familia de cinco miembros, suponiendo que todos los ingresos se gasten en comprar las calorías más baratas. Con su salario mínimo, los venezolanos podían comprar menos de una quinta parte de la comida que los colombianos tradicionalmente más pobres pueden comprar con los suyos.

La pobreza de ingresos se incrementó de 48 % en 2014 al 82 % en 2016, según una encuesta realizada por las tres universidades más prestigiosas de Venezuela. El mismo estudio encontró que el 74 % de los venezolanos han perdido involuntariamente un promedio de 8,6 kilos de peso. El Observatorio de Salud de Venezuela señala un aumento del 10 % en la mortalidad de los pacientes y un aumento del 100 % entre la de los recién nacidos en los hospitales en 2016.

Según un estudio llevado a cabo entre octubre y diciembre de 2016 por Cáritas Venezuela, en colaboración con Caritas Francia, la Comisión Europea y la Confederación Suiza, hay indicios claros de desnutrición crónica entre los niños en Venezuela. En algunas zonas, alcanza niveles cercanos a lo que, según las normas internacionales, es una crisis. El informe dice: “se están registrando estrategias de supervivencia inseguras e irreversibles desde un punto de vista económico, social y biológico, y el consumo de alimentos de venta callejera es especialmente preocupante”. “De acuerdo con una encuesta realizada en junio de 2016 en el estado de Miranda, el 86 % de los niños temía quedarse sin alimentos. El cincuenta por ciento dijo que se fueron a la cama con hambre por falta de alimentos en sus hogares“.

Erika Guevara, directora de la Oficina Regional de Amnistía Internacional para las Américas escribió en junio de 2016: “el Hospital de Niños JM. De los Ríos en Caracas, que una vez fue un orgullo como modelo de atención pediátrica en Venezuela, hoy es un símbolo trágico de la crisis que está barriendo al país sudamericano. La mitad del gigantesco edificio se derrumba, las paredes se tambalean, los suelos se inundan y las habitaciones están tan deterioradas que ya no se utilizan. A pesar de ello, cientos de niños están siendo tratados. Pero tanto los medicamentos como los suministros médicos básicos son escasos, y las madres de los niños ya han renunciado a exigirlos. (…)”. “Las Voces del Hambre”, un informe realizado por Telemundo y dirigido por el periodista venezolano Fernando Girón, muestra cómo niños venezolanos luchan con aves de presa por los huesos desechados por los carniceros (El Nacional, 02/28/17).

Antes de Chávez, la mayoría de los venezolanos eran extremadamente pobres tras una serie de gobiernos de la derecha capitalista. Pero ahora, una vez más, bajo Maduro, esta es la situación de los pobres y la mayoría de la clase trabajadora venezolana. No es de extrañar que el apoyo al gobierno de Maduro ha disminuido, mientras que las fuerzas de la reacción se hacen más fuertes. Mientras que la mayoría lucha, muchos en la jerarquía superior del gobierno de Maduro viven tan cómodos como los capitalistas venezolanos y sus partidarios que están tratando de derrocar al gobierno.

El gobierno de Maduro depende cada vez más no del apoyo de la clase obrera, sino de las fuerzas armadas. Y el gobierno se ocupa de ellos también. Los militares pueden comprar en mercados exclusivos (por ejemplo, en las bases militares), tienen un acceso privilegiado a préstamos y compras de automóviles y viviendas, y han recibido aumentos salariales sustanciales. El ejército también ha obtenido contratos lucrativos, gestionando los controles de cambio y los subsidios -por ejemplo, la venta de gasolina barata comprada en los países vecinos- con grandes ganancias.

Como Rolando Astarita ha señalado en una serie de notas, el ejército tiene un fuerte poder económico directo, ya que las FANB dirigen y controlan toda una serie de empresas: el banco BANFANB; AGROFANB para la agricultura; EMILTRA en el transporte; EMCOFANB, una empresa de sistemas de comunicación de la FANB; TVFANB, un canal de televisión digital abierto; TECNOMAR, una compañía de proyectos de tecnología y militares mixtos; FIMNP, un fondo de inversión; CONSTRUFANB, una constructora; CANCORFANB; Aguas Tiuna, una planta embotelladora de agua; Y además está CAMINPEG, la compañía anónima militar minera, de petróleo y gas.

Sectores importantes de las élites del gobierno de Maduro han utilizado la crisis económica para su propio beneficio personal. Han comprado deuda pública con fuertes rendimientos, mientras que al mismo tiempo se aseguran que no habrá una bancarrota pública, todo ello a expensas de la caída de los niveles de vida de la gente que debe pagar esta deuda a través de los impuestos y los ingresos del petróleo no percibidos. Las divisas destinados al pago de la deuda externa ha sido compensadas por la reducción de las importaciones de alimentos, medicamentos o insumos industriales esenciales.

Así, mientras los manifestantes anti-gubernamentales luchan contra la policía y el ejército en las calles y el gobierno de Maduro evoluciona cada vez más hacia un régimen autoritario, la clase obrera se queda sin amparo. El programa económico y social de la oposición es el tradicional de los capitalistas nacionales apoyados por el imperialismo: a saber, la reforma de las leyes laborales (es decir, más explotación y saqueos), la privatización o la re-privatización de las empresas estatales, la desregulación de los controles sobre la inversión ( es decir, garantizar una alta tasa de explotación laboral) y, por supuesto, la liberación de precios y la unificación de los tipos de cambio. La implementación de este programa impondría aún más recortes en su nivel de vida a la mayoría. Al igual que las sanciones previstas por el imperialismo norteamericano y sus acólitos en la región.

¿Qué salió mal con los loables objetivos del chavismo? ¿Podría haberse evitado esta tragedia? Sí, si la revolución chavista no se hubiese quedado a menos de la mitad, dejando la economía predominantemente bajo el control del capital. En lugar de ello, los gobiernos chavistas y Maduro se apoyaron en los altos precios del petróleo y sus enormes reservas de hidrocarburos para reducir la pobreza, pero no para transformar la economía a través de la inversión productiva, la propiedad estatal y la planificación. Entre 1999 y 2012 el Estado tuvo ingresos de 383 000 millones de dólares del petróleo, debido no sólo a la mejora de los precios, sino también al aumento de las regalías pagadas por las transnacionales. Sin embargo, estos ingresos no se utilizaron para transformar los sectores productivos de la economía. Sí, algo se utilizó para mejorar el nivel de vida de las masas más empobrecidas. Pero no había un plan de inversión y crecimiento. Al capital venezolano se le permitió seguir adelante operando como siempre – o no, según fuese el caso. De hecho, la participación de la industria en el PIB se redujo del 18 % en 1998 al 14 % en 2012.

Ahora la derecha pro libre mercado nos dicen que Venezuela demuestra que el socialismo no funciona y que no se puede escapar a los rigores del mercado. Pero la historia de los últimos diez años no es la del fracaso del socialismo o de la planificación, sino la del fracaso para poner fin al control del capital en un (cada vez más aislado) país capitalista aparentemente débil con un único activo: el petróleo. No hubo inversión en la gente, en su formación, en el desarrollo de nuevas industrias y la innovación tecnológica: todo ello se dejó en manos del sector capitalista. Basta comparar con el socialismo con características chinas, aunque en un país más grande que ahora es la economía en el mundo.

Hace poco más de un año, escribí en una nota que, para salvar los objetivos del chavismo, “es probable que sea demasiado tarde, ya que las fuerzas de la reacción ganan terreno cada día en el país. Parece solo estamos a la espera de la decisión del ejército de cambiar de bando y expulsar a los chavistas”.

(*) Reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: Viento Sur
Publicado originalmenteel en el blog del autor.

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