¿Qué tienen en común Sergio Jadue, Eliodoro Matte, Andrónico Luksic y Michelle Bachelet? Simplemente, la Teletón: todos ellos se han arrimado –ya sea por interés comercial, cálculos políticos o deseos de mayor visibilidad social– a la llamada “cruzada del amor” que encabeza hace casi cuatro décadas el multimillonario conductor televisivo Mario Kreutzberger.
El próximo fin de semana se repetirá por vigésimo séptima vez este rito instaurado en 1978, en plena dictadura. En una época en la que el régimen cívico-militar buscaba maneras de legitimar y normalizar su poder ad portas de una nueva Constitución, y después de cumplir su misión de “exterminar como ratones” a comunistas, socialistas, miristas y otros disidentes internos.
Es probable que, como tantas otras veces, don Francisco recurra el próximo sábado 28 de noviembre en la noche a sus ensayadas lágrimas televisivas para exigir un último esfuerzo con el fin de llegar a la meta de recaudación.
Se trata del punto dramático que, como en todo buen guión de Hollywood, forma parte del show.
Y tal vez serán, como en otras ocasiones, los grandes empresarios que salgan al rescate. Como sucedió hace un año, cuando la familia Luksic, que es una de las familias más millonarias del mundo, aportó -en vivo y entre los inmensos agradecimientos de Don Francisco- 2.500 millones de pesos.
¿Pero qué está realmente detrás de la Teletón? En los últimos meses y años hemos sido testigos de cómo se derrumban instituciones y organizaciones que hasta hace poco eran consideradas intachables.
El Grupo Penta, Soquimich o Corpesca, que eran empresas que reflejaban el éxito del espíritu emprendedor chileno, ahora se revelan como cajas pagadoras de campañas políticas con el fin de asegurar los negocios rentistas de esas mismas corporaciones.
La ANFP, el órgano directivo del fútbol profesional chileno, estuvo presidido por un dirigente que ahora es testigo protegido, pero culpable, del FBI en la causa de las multimillonarias coimas en este deporte.
Hace menos de un mes, Sergio Jadue participó junto a la Presidenta Michelle Bachelet y Mario Kreutzberger en la inauguración de un nuevo centro de la Teletón en Santiago.
El ahora semi-confeso funcionario corrupto aseguró que “la Teletón es el orgullo de todos los chilenos, una obra social en la que participan todos los actores sociales del país y como representante del fútbol chileno, me siento honrado de ser considerado en el anuncio de este nuevo centro de rehabilitación que (…) entrega esta maravillosa fundación”.
Y la propia mandataria no se quedó atrás a la hora de elogiar a la Teletón en ese mismo evento.
“Es un día muy importante para las miles de familias que reciben el apoyo de Teletón y también para todo Chile porque al ampliar los servicios disponibles para las personas en situación de discapacidad, estamos avanzando hacia una sociedad más inclusiva y solidaria”, sostuvo la Presidenta.
Lo curioso es que Bachelet alabara una iniciativa privada de caridad, como lo es la Teletón, cuando su propio Gobierno está impulsando una ley de protección a la infancia que estipula que los niños son sujetos de “derecho” y no de caridad, como es el caso de la Teletón.
Y tal vez en este punto radique el mayor problema de la “cruzada” del animador televisivo.
En el fondo, la Teletón perpetúa –con sus armas propias de la manipulación emocional a través de las pantallas y de los “rostros” de TV– una forma de política pública y justicia social que es extremadamente individualista y neoliberal.
Es decir, no es el Estado, a través de programas de salud pública, el que se debe hacer cargo de la rehabilitación de niñas y niños discapacitados, sino que todos los chilenos mediante nuestro sentido solidario-televisivo que florece una vez al año.
Si uno mira de cerca quiénes forman parte de la Fundación Teletón, se daría cuenta que se trata de los poderosos de siempre. Es probable que, para ellos, esta obra sea una manera de limpiar su imagen social o, tal vez, incluso, su conciencia.
De hecho, al revisar quiénes son y fueron parte del directrorio de la Fundación Teletón uno se encuentra con los “sospechosos de siempre”. Hasta el año pasado, el presidente de la fundación fue Carlos Alberto Délano, llamado el “Choclo”, el mandamás del grupo de empresas Penta.
Antes lo fueron Andrés Navarro y Alfredo Moreno, ambos empresarios de derecha y cercanos al ex presidente Sebastián Piñera.
Al revisar el directorio actual, éste parece ser un quién es quién de la elite empresarial chilena. Su Presidente es Humberto Chiang, urólogo de la Clínica Las Condes. El vicepresidente es Patricio Jottar, gerente general de la CCU (que pertenece a los Luksic) y profesor de la Universidad de Los Andes, del Opus Dei. El tesorero es Alfredo Schönherr, que es director de Farmacias Ahumada, coludida con otras dos cadenas para cobrarle más caro los remedios a todos los chilenos.
Entre los directores están Rodolfo Rosenfeld (socio fundador de la Clínica Las Condes y ex presidente la Fundación Teletón), Ignacio Cueto (gerente general de la aerolínea LAN), Lázaro Calderón (dueño y gerente corporativo de Ripley), Alfredo Moreno (actual presidente del Grupo Penta y ex canciller de Piñera) y Daniel Fernández (militante PPD, ex funcionario de gobierno y actual gerente corporativo de HidroAysén).
Es decir, los directivos de este empeño “de todos los chilenos” son casi todos ejecutivos o empresarios de derecha. Por no recordar que uno de los grandes auspiciadores del evento de TV es el grupo CMPC, la papelera de Eliodoro Matte que se coludió durante casi una década para estafar a los consumidores chilenos a la hora de utilizar el papel higiénico.
Lo cierto es que, a la luz de lo que muchos chilenos sabemos o intuimos hoy en día, la Teletón parece ser una institución más heredada de la dictadura militar y del neoliberalismo chileno, que una iniciativa de los tiempos actuales.
Incluso su propio conductor, Don Francisco, parece ser un recuerdo de un pasado que muchos queremos dejar atrás. Hace poco, Kreutzberger condecoró, en plena transmisión televisiva de la Teletón, al entonces director general de Carabineros.
“Yo quiero que esta medalla sirva de disculpa a la incomprensión y a veces a la necesidad de la represión”, le dijo al general Gustavo González Jure.
Y ante una pregunta de un estudiante en un programa de TV hace algunos años, Don Francisco afirmó:
“Fíjese que este país ha producido un cambio tremendo de Pinochet en adelante (…) la gran virtud de los gobiernos que continuaron después de Pinochet es que fueron capaces de mantener la política económica”.
En otras palabras, Don Francisco y la propia Teletón pertenecen ya a un pasado autoritario, neoliberal y sentimentalmente individualista que ya no armoniza con nuestros tiempos.
Ya lo intuyó claramente el ex líder de Los Prisioneros, Jorge González, cuando en noviembre de 2002 se subió al escenario del Estadio Nacional, en pleno cierre de la campaña de la Teletón, y dijo:
“Qué bonito que todo el ego gigante y las ganas de figurar que tenemos los artistas, lo podamos transformar en ayuda a los niños. Que toda la avaricia y buen sentido de negocios que tienen las empresas, que pueden subir los precios, pagar menos impuestos, hacerse propaganda y que con lo que consume la gente entre comillas ayudar, realmente a los niños”.
Después la banda interpretó el tema “Quieren dinero”, cambiando las letras de la canción. Cantaron:
“Quiero más Luksic, quiero más Angelini, quiero más UDI, quiero más Pinocheques, quiero más Büchi, quiero más Lavín, quiero más dólares”.
Fuente: Radio Universidad de Chile