En los últimos decenios el dominio del capital financiero sobre la economía mundial ha sido casi absoluto. La esfera financiera se ha constituido en un espacio de rentabilidad que mantiene un fuerte grado de autonomía frente a las actividades productivas y comerciales de la economía real. Pero hoy las cosas podrían estar cambiando.
Los gobiernos de los países que han decidido mantener una tasa de interés negativa (TIN) están sometiendo al sector bancario a una severa prueba de esfuerzo.
El sector financiero llegó a dominar el quehacer de la política económica. Por ejemplo, los últimos cuatro decenios se caracterizan por el desmantelamiento del sistema regulatorio sobre todas las operaciones del sistema financiero y bancario.
La definición de prioridades para la política macroeconómica no se quedó atrás.
Los objetivos de la política fiscal y de la política monetaria fueron los del capital financiero. En materia fiscal la prioridad número uno fue la de generar un superávit primario para cubrir el pago de cargas financieras. Los objetivos relacionados con el desarrollo económico y social quedan subordinados a las necesidades del capital financiero.
En la parte monetaria, la política macroeconómica buscó siempre luchar contra otro de los peores enemigos del capital financiero, la inflación. La política monetaria mantuvo casi siempre una tasa de interés capaz de contener la demanda agregada y frenar el incremento en el índice general de precios al consumidor.
En cuanto a los bancos y sus funciones de creación monetaria la política macroeconómica mantuvo una postura pasiva y procedió a reducir radicalmente las regulaciones del sistema financiero y bancario.
La teoría económica convencional siempre consideró que el banco central imponía los niveles de reservas necesarios para asegurar el buen funcionamiento de los bancos comerciales privados. En realidad, la capacidad de los bancos para crear dinero de la nada mantuvo a los bancos centrales en la defensiva.
En lugar de que el instituto monetario central dictara los niveles de reservas necesarios, fue la actividad bancaria privada la que le impuso la creación de reservas necesarias para mantener los niveles de actividad económica.
Varios países importantes han introducido tasas de interés negativas (TIN), incluyendo el gran espacio económico de la esfera del euro. Y la tendencia podría intensificarse: Estados Unidos y su Reserva federal podrían recurrir a este esquema de tasas negativas si la ‘recuperación’ se debilita más y termina por agotarse (lo que muchos analistas y miembros de la Fed consideran que tendrá que ocurrir).
Hace unas semanas, el influyente ex director de la Reserva federal de Minnesota, Narayan Kocherlakota, señaló que las tasas negativas de interés eran un instrumento poderoso en las herramientas de cualquier banco central. ¿Hasta dónde podría llegar esta tendencia? Analistas de JP Morgan consideran que los bancos centrales del Reino Unido y Japón, por ejemplo, podrían llevar sus tasas negativas al nivel de menos 2.7 y menos 3.45 por ciento, respectivamente. La eurozona podría alcanzar tasas negativas de menos 4.5 por ciento y esa decisión podría anunciarse en marzo. Finalmente, de considerarlo necesario la Reserva federal tendría la capacidad de imponer una tasa negativa de hasta menos 1.3 por ciento.
Todo lo anterior tendrá un fuerte impacto sobre la rentabilidad de los bancos. Es decir, por primera vez en cuatro décadas la autoridad política adopta medidas que tienen un impacto decisivo sobre la rentabilidad del sector bancario comercial privado.
A pesar de que los bancos efectivamente tienen la capacidad de crear dinero «de la nada», su rentabilidad depende de los diferenciales de tasas de interés (pasivas y activas). Y una tasa negativa sobre sus depósitos y reservas en el banco central les afecta de manera directa.
No todo el capital financiero es afectado de la misma manera por estas tasas negativas, pero es cierto que casi todo el espectro de actividades financieras ha recibido un impacto directo. Por ejemplo, los rendimientos de bonos soberanos de corto plazo en Suiza, Suecia y la eurozona fueron negativos en 2015.
La razón es que las tasas de referencia del banco central han sido siempre una base para determinar rendimientos en los mercados secundarios. Los componentes no-bancarios del sector financiero también se han visto afectados. Con las tasas negativas la capacidad de algunos fondos de pensiones y compañías de seguros para hacer frente a sus obligaciones de corto plazo se ha visto severamente limitada.
Las tasas negativas tienen por objeto luchar contra la deflación. Quizás terminan por erosionar la paridad cambiaria y ése es otro objetivo del banco central. Pero también es probable que las tasas negativas afecten la estabilidad del sector bancario y financiero de maneras que todavía no terminan de ser bien apreciadas.
La lucha entre el Estado y el mundo financiero es una larga e interesante his