por Alejandro Nadal.
La tragedia de Casandra, la hija del rey Príamo y Hécuba de Troya, no fue haber sido asesinada. Su verdadera maldición fue que, a pesar de tener el don de la profecía, ella estaba condenada a ser ignorada y, por tanto, nadie creía sus presagios.
Cuando los griegos tendieron la trampa del caballo de Troya, ella fue la única que advirtió sobre el ardid y nadie le hizo caso.
El mundo parece hoy estar lleno de Casandras, que alertan sobre la inminencia de la próxima crisis del capitalismo global. A fuerza de escuchar tanta advertencia, la credibilidad se esfuma rápidamente. Tal parece que la maldición de Casandra renace todos los días.
La realidad es que las amonestaciones sobre la llegada de una nueva crisis no provienen de un don mágico de algunos expertos economistas. Esas advertencias están bien cimentadas en datos duros y en un análisis riguroso de experiencias pasadas.
Si las advertencias caen en oídos sordos, eso se debe al trabajo de los medios de información y a la necedad de los economistas ortodoxos que siguen recomendando más austeridad y más libertad para el mercado para superar y hasta evitar la llegada de una nueva crisis.
De manera especial, cuando la admonición proviene de economistas como Mervyn King, ex director del Banco de Inglaterra, sería bueno escuchar cuidadosamente.
En una conferencia dictada en noviembre del año pasado en el Fondo Monetario Internacional (conferencia Per Jacobsson, www.fmi.org), King puso el dedo en la llaga al señalar que desde que estalló la crisis de 2008 nadie ha cuestionado las ideas económicas que aún predominan y que condujeron al desastre de hace 10 años.
Los bancos centrales y las autoridades económicas en general siguen comportándose como si aquella crisis hubiera sido producto de un terremoto. De hecho, esa es una explicación que un funcionario del banco le ofreció a la reina cuando en visita a las bóvedas del banco preguntó cómo era posible que nadie hubiera visto venir la crisis y sus efectos.
«Es tan difícil hacerlo como predecir un terremoto», fue la respuesta.
No es lo que piensan Mervyn King y muchos otros economistas críticos. Su advertencia es clara.
Primero, la crisis de 2008 no se produjo por factores externos imposibles de predecir. Se generó por fuerzas endógenas, inherentes a cualquier economía capitalista.
Segundo, al seguir abrazando la ortodoxia de la política monetaria y fiscal nos seguimos acercando como sonámbulos a una nueva crisis.
Ese es el diagnóstico del ex director del Banco de Inglaterra. Algo debe conocer sobre el tema.
Sin embargo, muchos políticos y portavoces del sector financiero señalan que estamos ya entrando en el décimo año de crecimiento y recuperación económica.
Pero olvidan siempre mencionar un dato que puede ser una señal ominosa: esta recuperación ha sido más larga que las que siguieron a las últimas cinco recesiones de la economía estadunidense, la recuperación ha sido mucho más lenta.
Y este comportamiento letárgico de la economía ha sido calificado de ‘estancamiento secular’, queriendo decir con esto que las mediocres tasas de crecimiento coexisten con muy bajas tasas de interés (en la vecindad de cero por ciento).
Eso significa que la política monetaria no está teniendo ningún efecto sobre el nivel de actividad económica. Y que en caso de crisis, el banco central estará desarmado.
Una parte clave del diagnóstico de King es que ha existido un exceso de inversión en países como Alemania y China, y que será necesario introducir cambios en esos patrones de inversión. Pero aquí se aprecian las limitaciones del análisis de King.
Si algo sabemos de las economías capitalistas es que exhiben permanentemente una tendencia a la sobreinversión.
Así que el remedio no será fácil de introducir.
King no mencionó el indicador que más preocupa al mundo financiero. En diciembre pasado, la Reserva Federal (Fed) decidió inyectar unos 500 mil millones de dólares al mercado de reportos (contratos de recompra de títulos vendidos en garantía por un prestatario a un prestamista en el mercado de muy corto plazo).
Este mercado es un gran indicador sobre la salud y tendencias del mercado interbancario. Claramente la Fed quiere evitar un estrangulamiento en la liquidez para el mercado interbancario.
En consecuencia, el regreso a la normalidad ya no se refleja en la hoja de balance de la Fed y habrá que ver si esta enorme inyección de liquidez sirve para evitar la crisis que muchos analistas anuncian para el mercado de reportos.
En todo caso, sin regreso a la normalidad la Fed está desprovista de herramientas para hacer frente a la próxima crisis. Grandes implicaciones tiene esta medida de la Reserva Federal.
El último libro escrito por Mervyn King se intitula El fin de la alquimia. Ese título hace referencia a la creación de poderes financieros extraordinarios que constituyen un factor de desestabilización y son, al mismo tiempo, un desafío a la imaginación.
Casandra se hubiera sentido en casa con esos poderes mágicos como interlocutores.
Fuente: La Jornada