por Rodolfo Schmal (*)
Simultáneamente, tres familiares muy cercanos debieron ser hospitalizados: uno para una operación a la cadera, otro por derrame cerebral, y otro por infección a la sangre.
El primero, en un hospital público, en Talca; el segundo en la clínica Reñaca, en Viña del Mar; y el tercero, en un hospital privado en Nueva York, USA.
El del hospital público, ingresó un viernes, luego de tres años de espera, fue operado al día siguiente y el lunes dado de alta. La atención, impecable, con equipo médico de primer nivel y personal paramédico con excelente disposición.
El segundo caso ya lleva casi dos semanas en la clínica privada sin que se tenga claridad respecto de cómo saldrá, ni las secuelas que dejará el derrame cerebral. Mientras esté con vida, la esperanza va acompañada de desesperanza, que se acrecienta con el paso de los días.
Similar fenómeno se está dando en una clínica privada en Nueva York, donde el paciente llegó por dolores, detectándose infección a la sangre. Ésta se bate en retirada luego de varios días por efecto de aplicación de antibióticos. Ahora está sometido a exámenes para investigar el origen de la infección.
Los dos últimos casos, hospitalizados en clínicas privadas, con el paso del tiempo empieza a anidar la desconfianza, por el alto costo que encierra cada día adicional de hospitalización con las consiguientes consecuencias en los bolsillos de la familia del paciente y en los ingresos de una clínica con fines de lucro.
Las diferencias entre los distintos casos impresionan. Para ser tratado en un hospital público, debes esperar varios años, y cuando ingresas, dado que las camas son siempre escasas, se procura que sean ocupadas los días estrictamente necesarios, ni un día más, para posibilitar la atención de otros pacientes. En el caso de los servicios privados, no debes esperar nada, basta un cheque en blanco y/o la firma de un pagaré. Además, no hay mayor urgencia por desocupar las camas, dado que suele no haber escasez en tales hospitales, y porque se está pagando por su ocupación.
Lo descrito invita a reflexionar sobre el tema del lucro en el sector salud. Se nos quiere hacer creer que todo lo público es de mala calidad y que lo privado es bueno. Este es el credo que se nos ha inoculado ya por décadas y que no necesariamente es cierto. Los productos/servicios públicos pueden ser de muy buena calidad si se disponen de los recursos financieros, tecnológicos y humanos para atender la demanda de los sectores más desposeídos. Desgraciadamente, quienes idolatran lo privado y demonizan lo público son quienes se resisten a proveer tales recursos.
(*) Ingeniero Civil Industrial de la Universidad de Chile y Magister en Informática de la Universidad Politécnica de Madrid-España.
Fuente: Pressenza