lunes, diciembre 23, 2024
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Caso Eugenio Ruiz Tagle: El Mercurio y su Complicidad para Nada Pasiva

El ingeniero Eugenio Ruiz Tagle Orrego, militante del Mapu, fue fusilado el 19 de octubre de 1973 a la 01:.20 horas, junto a otras trece personas, en el episodio Antofagasta de la Caravana de la Muerte. El inefable diario El Mercurio publicó que Ruiz Tagle había sido condenado por «su participación en el delito de malversación de caudales públicos…y giro de fondos para adquirir armamentos para el Partido Socialista y el Movimiento de Acción Popular. Además se acreditó su responsabilidad en la organización de un plan terrorista preparado para los días 18 y 19 de septiembre de l973″…

El informe Rettig consignó que en realidad, Eugenio Ruiz Tagle y los otros doce fusilados en Antofagasta fueron asesinados por agentes del Estado que actuaron al margen de toda legalidad, lo cual constituyó una violación de sus derechos humanos, en especial a la integridad física, al justo proceso y a la vida de las víctimas.

Hasta la fecha, no se conoce un solo acto de contricción de El Mercurio por su papel de cómplice y encubridor de los crímenes de la dictadura.

DDHH. Las volteretas del diario de Edwards: El Mercurio no solo Miente es “Cómplice”

Por Mario López M.

• Más de cuarenta años después del crimen del ingeniero Eugenio Ruiz-Tagle, ejecutado político, El Mercurio publica una carta al director que da cuenta de la sentencia judicial, que establece la verdad del caso.

• Años antes, informaba que el joven profesional había sido fusilado tras un Consejo de Guerra (inexistente), culpable de “malversación y terrorismo”, cargos que fueron inventados.

• Ruiz Tagle en realidad fue ametrallado y repasado a corvo por los integrantes de la Caravana de la Muerte.

El emblemático caso del ingeniero Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, exgerente de Industria Nacional del Cemento (Inacesa) en Antofagasta, brutalmente ejecutado en 1973 por la llamada Caravana de la Muerte, y cuya reciente sentencia definitiva estableció como uno de los crímenes más atroces de la dictadura, no solo ha estado ligado fuertemente a la historia de violaciones de DDHH en el país, sino que también a El Mercurio, al primer desafuero de Pinochet y a la participación de la aristocracia nacional, que llevó al propio Jaime Guzmán, mentor de la UDI, a intervenir en el caso.

“Hasta la vista, amigo”

El 12 de septiembre de 1973 Eugenio Ruiz-Tagle Orrego optó por presentarse voluntariamente ante los mandos militares de Antofagasta, luego de ser requerido a hacerlo por el Bando Militar n° 3. Herman Zuljevic Rojas, directo colaborador del ingeniero, lo acompaño a hacerlo. “No creía que lo iban a matar. Eugenio decía que creía en el apego de los uniformados a la democracia”, recuerda. “Nos despedimos con un apretón de manos cariñoso, deseando volver a encontrarnos”. Esa fue la última vez que su amigo y también su familia lo vieron vivo. Tras estar preso por 11 días en la base aérea de Cerro Moreno de Antofagasta,  fue trasladado a la cárcel local. Desde ahí fue secuestrado y asesinado, transformándose en una de las 75 víctimas de la Caravana de la Muerte.

Ruiz-Tagle (26), una persona catalogada de “brillante y humanitaria” por quienes desde su entorno dialogaron con Cambio21 acerca de su historia, era primo del expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. En aquel entonces estaba casado con  Mónica Espinoza –quien posteriormente se transformó en la esposa del ex ministro José Joaquín Brunner (PPD)-, tenía una hija: Josefa. Su viuda reconoció que “Eugenio se presentó porque pensó que, si no lo hacía, mucha gente iba a caer presa, y probablemente yo y la Josefa íbamos a sufrir las consecuencias también (…) les informaron a los papás en ese momento. Que era una cosa totalmente administrativa, que no había ningún cargo contra él, que nunca había estado involucrado en nada, y que esto simplemente se tenía que aclarar”.

Eugenio Ruiz-Tagle fue uno de los 14 prisioneros políticos que fue secuestrado desde la cárcel pública en Antofagasta por la Caravana de la Muerte y llevado clandestinamente a la “Cuesta del Way”, en el desierto, donde fue masacrado. Jamás a su respecto se ejecutó un Consejo de Guerra, nunca fue juzgado, como asegurara más tarde la dictadura y El Mercurio. Uno de los testigos del secuestro fue el otrora cabo de Gendarmería Luis González Pacheco, quien declaró: “Los formaron al lado de los camiones y uno que mandaba comenzó a pasar lista. Después dijo: ¡Ya, arriba con ellos!  Los militares los tiraron al camión como sacos de papas. Los detenidos estaban asustados y algunos preguntaban: ¿Dónde me llevan? ¿Qué me van a hacer?”, recuerda.

¡Miserables!

El general Gonzalo Santelices –quien fuera absuelto del crimen-, declaró judicialmente que salieron de Antofagasta en camiones y se internaron en la pampa, deteniéndose a esperar al escuadrón de Arellano Stark. Luego procedieron a bajar a los detenidos “Los formamos en línea frente a los camiones, que tenían las luces encendidas. Vi que estaba Fernández Larios. Enseguida se sintieron miles de disparos (luego) “los llevamos a la morgue, donde nos estaban esperando”, confesó el general. Lo que no relata, pero sí lo hacen los demás testigos que participaron del horrendo crimen, fue lo acontecido durante los homicidios y el estado de los cuerpos.

Así lo describió su madre, Alicia Orrego:

“Sólo pude ver a mi hijo ya en el ataúd, a través del vidrio. De las torturas que sufrió en su cuerpo, no puedo dar testimonio directo. No lo vi, pero el abogado y el empleado de la funeraria lloraban al contármelo. De su cara, de su cuello, de su cabeza, sí puedo hablar. Lo tengo grabado a fuego para siempre. Le faltaba un ojo, el izquierdo. Tenía la nariz quebrada, con tajos, hinchada y separada abajo, hasta el fin de una aleta. Tenía la mandíbula inferior quebrada en varias partes. La boca era una masa tumefacta, herida, no se veían dientes. Tenía un tajo largo, ancho, no muy profundo en el cuello. La oreja derecha hinchada, partida y semi arrancada del lóbulo hacia arriba. Tenía  huellas de quemaduras o, tal vez, una bala superficial en la mejilla derecha, un surco profundo. Su frente, con pequeños tajos y moretones. Su cabeza estaba en un ángulo muy raro, creí por eso que tenía el cuello quebrado”.

La abogada Alicia Vidal Magno, recuerda cómo quedó el ingeniero, tras ver su cuerpo en la morgue local: “Les faltaban las uñas de las manos y los pies (…) su columna estaba quebrada en tres partes, presentaba fracturas en el cráneo y las costillas, sus puños estaban amarrados con alambre y le faltaba un ojo”. El testimonio de la profesional coincide con la autopsia. El general Lagos relató al juez Guzmán: “Estaban irreconocibles, masacrados”.  En el proceso se puede leer: “Los llevaron a una quebrada, amarrados, rodeados de un inmenso contingente militar y luego, ya de noche alumbrados por los focos de los vehículos, desde unos camiones bajan los soldados camuflados y con pinturas, corriendo y gritando, armados con corvos y prácticamente destrozan a las víctimas que nada podían hacer”.

El Mercurio, “secuaz” de la dictadura

El Mercurio tituló el 19 de octubre de 1973 sobre los hechos: “Planeaban asesinatos en masa en Antofagasta” y a continuación daba cuenta que Eugenio Ruiz-Tagle Orrego fue ejecutado (fusilado) por instrucciones “ordenadas por la Junta Militar de Gobierno a fin de acelerar el proceso de depuración marxista y de centrar los esfuerzos en la recuperación nacional“. No fue la única oportunidad en que se refirió a lo acontecido con el joven ingeniero, lo haría muchas otras veces después, incluso recientemente, algunas para avalar de manera cómplice el crimen, otras para dar a conocer cartas de la familia e incluso un reportaje que daba a reconocer el “exceso cometido respecto de este joven y destacado profesional”.

La edición de El Mercurio del 9 de junio de 1976 dio a conocer la “defensa” de la dictadura al Informe sobre “ejecuciones ilegales” de la CIDH de la OEA, y donde se daba cuenta del caso del ingeniero: “Ruiz-Tagle Orrego fue procesado en la causa 349-73 que instruyó el 1° Juzgado Militar de Antofagasta. Se le comprobó participación como autor de malversación de caudales públicos (…) giró fondos para adquirir armamentos para el partido Socialista y el Movimiento Acción Popular (sic). Se acreditó su responsabilidad en la organización de un plan terrorista programado para los días 18 y 19 de septiembre de 1973. Como consecuencia de haberse comprobado fehacientemente su responsabilidad en estos hechos, el tribunal correspondiente le impuso la pena de muerte que se cumplió por fusilamiento el 19 de octubre de 1973.”

Jamás hubo juicio, menos “fusilamiento”, pues fue una vil masacre, pero para El Mercurio, la respuesta de la dictadura debía ser ensalzada: “Deseamos que este esfuerzo (el del gobierno de Pinochet) contribuya a disipar las falsedades que se repiten sobre Chile en el exterior, y a situar en sus verdaderos términos la situación de los derechos humanos en nuestro país. Este aporte a la verdad corresponde a la mejor tradición de la prensa chilena”, aseguraba el diario de propiedad de Agustín Edwards. La “noticia” que daba por cierta El Mercurio, era una puesta en escena del general Joaquín Lagos, jefe de zona de Antofagasta, tras los asesinatos ejecutados por la comitiva del general Arellano Stark. Lagos, que se opuso a la medida, confesó judicialmente que debió mentir para mantener “ascendiente sobre la ciudadanía”.

De Pinochet a Jaime Guzmán

Las acusaciones sobre el crimen de Ruiz-Tagle llegaron a altas esferas de la dictadura. Ellas denunciaban terribles flagelos, inexistencia de juicio y muerte cruel, ejecutada por la comitiva de Arellano, en su calidad de «delegado» del mismo Pinochet.

El ministro de Justicia de la época, Gonzalo Prieto Gándara, el 31 de octubre de 1973, envió un memorándum confidencial al general Patricio Carvajal, entonces titular de Defensa, en que daba cuenta de “las torturas a que habría sido sometido el ciudadano don Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, quien posteriormente fue ejecutado al parecer sin previa condena del Tribunal competente”. Y, además, señala: “La denuncia en cuestión me ha sido confirmada, personalmente, por los abogados Sergio Diez Urzúa y Jaime Guzmán Errázuriz”.

Pinochet no dudo en contestar por escrito el 24 de noviembre de ese año al general Osvaldo Salas, Auditor General del Ejército: “Proponga respuesta: El señor Eugenio Ruiz-Tagle O. fue ejecutado en razón a los graves cargos que existían contra él. No hubo torturas, según información”. Este sería uno de los documentos vitales tenidos a la vista al momento de provocar el primer desafuero de Pinochet: “Si al Comandante en Jefe del Ejército le hubiere merecido reproche lo actuado por Arellano, resultaría totalmente incomprensible que el 2/12/1973, antes de haber transcurrido dos meses de los luctuosos sucesos, asumiera como Comandante en Jefe de la 2ª División del Ejército”, indica la sentencia.

María Alicia, la hermana de Eugenio, recuerda: “Ciertamente, Jaime (Guzmán) se enteró de la muerte de Eugenio por un bando militar que decía que habían ejecutado al terrorista Eugenio Ruiz-Tagle o algo por el estilo. Me consta que Guzmán dijo que si tenía que poner las manos al fuego por alguien, ese era Eugenio, ya que se conocían y respetaban mucho desde la época de la universidad. Guzmán dijo que iba a hacer los contactos con los miembros de la Junta, y sé que tenía muy buena relación con el general Óscar Bonilla. Me constan las varias llamadas recibidas de parte de Jaime Guzmán y del general Bonilla, quien personalmente me expresó su dolor por lo ocurrido”.

No se crea, como intentó hacerlo aparecer en su oportunidad el gobierno totalitario y la propia cadena Mercurial, que Jaime Guzmán hubiera sido un adalid de la justicia. Como se recordará, Guzmán era partidario acérrimo de la dictadura y contrario, como solía decirlo, a la “dictablanda”. Una minuta conocida del inspirador de la UDI, luego del golpe, señala: “El éxito de la Junta está directamente ligado a la dureza y energía que el país aplaude. Todo complejo o vacilación en este propósito será nefasto. El país sabe que enfrentará una dictadura y la acepta”. Guzmán sostuvo que “la Junta de Gobierno no responde ante nadie, sino ante Dios y la historia”, según consta en la sesión de la Comisión Constituyente del 5 de septiembre de 1974.

¡Por fin se hace justicia!

El Mercurio volvería un par de veces a referirse al caso de Ruiz-Tagle, incluso con una extensa nota publicada el 17 de febrero de 2001, que se titulaba “Los pedazos de una vida”, cuyas autoras son Marcela Escobar y Virginia Herrera. Allí se relataba la truncada vida del joven profesional. El artículo comenzaba:

 “Fue un excelente alumno del Verbo Divino. Un deportista innato. Un idealista que optó por la sencillez extrema. En octubre de 1973 se convirtió en uno de los torturados y fusilados por la llamada Caravana de la Muerte. Un documento revelado hace diez días acredita que el general (r) Augusto Pinochet habría sabido de su ejecución. Esta es la historia que hay detrás de un joven que se encontró con la muerte a los veintiséis años”.

Se trataba de El Mercurio, el mismo que había acusado a Ruiz-Tagle de terrorista y delincuente. No hubo un mea culpa, menos pedir perdón… Hace pocos   días, en sus cartas al director, dio cabida nuevamente al tema. Esta vez publicó (sin censura al parecer), una nota de la hermana del joven ingeniero asesinado, que daba cuenta de la sentencia de la Corte Suprema que condenó a parte de los criminales que participaron de los luctuosos sucesos que llevaron a la muerte a su hermano.

“Señor Director: El 19 de octubre de 1973, mi hermano Eugenio fue asesinado en Antofagasta por miembros de la comitiva del general Arellano Stark, delegado especial de Pinochet. El 18 de diciembre de 2015, 42 años más tarde, la Corte Suprema confirmó la resolución de la Corte de Apelaciones y condenó a siete suboficiales (r) de la llamada Caravana de la Muerte por 14 delitos de homicidio calificado en Antofagasta durante la noche del 18 al 19 de octubre de 1973. Sergio Arellano Stark fue sobreseído por demencia (…) Ni el estar bajo la custodia del Ejército ni las gestiones al más alto nivel de Gastón Cruzat y Luis Fernandois, abogados de mis padres, impidieron que fuera torturado en Cerro Moreno ni que fuera masacrado y mutilado hasta morir por quienes conformaban la Caravana de la Muerte”, señala la carta.

“Esta verdad se negó reiteradamente durante décadas. Mi familia tuvo que soportar durante años todo tipo de hirientes comentarios y recriminaciones relacionadas con sus supuestas actividades «terroristas» (…) La sentencia de la Corte Suprema por fin valida nuestra verdad. Lo triste es que ya pasó demasiada agua bajo el puente y el tema a pocos interesa; el juicio social ya está hecho. Mis padres y hermano Emilio murieron prematuramente llevando esa pena en su corazón (…) Sin embargo me alegra que esta sentencia aún llega a tiempo para mis muy queridas cuñada Mónica y sobrina Josefa e hijos. El juicio de la historia les reafirmará que su padre fue un hombre de bien, que creyó en la solidaridad y la justicia con una profunda dedicación a los más desposeídos, y que por ello terminó asesinado. La impunidad finalmente llegó a su fin”, termina señalando María Alicia Ruiz-Tagle Orrego.

Fuente: Cambio21

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