domingo, diciembre 22, 2024
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Reuniones de Contreras y la CIA, Financiamiento a la DC, Operación Cóndor: Documentos Desclasificados Muestran la Mano que Mece la Cuna

Una nueva desclasificación de documentos del Departamento de Estado arroja luces sobre desconocidos hechos de los albores de la dictadura: el papel de Manuel Contreras como emisario de Pinochet ante Kissinger; la manga ancha ante los crímenes de la dictadura; el financiamiento de la CIA a la DC; las razones del asesinato de Charles Horman y la sinuosa relación entre el conocimiento de la inteligencia norteamericana acerca de la Operación Cóndor y el asesinato de Orlando Letelier.

 

Documentos desclasificados muestran a Contreras como emisario secreto de Pinochet para Kissinger

Peter Kornbluh

La oficina histórica del Departamento de Estado de EE.UU. acaba de publicar un volumen de documentos, muchos de ellos recién desclasificados, que arrojan nuevas luces sobre el rol de ese país en los primeros años de la dictadura. Se incluye un memo que Contreras llevó a Washington y entregó a la CIA: era un mensaje de Pinochet a Kissinger.

Entre las nuevas revelaciones se cuentan detalles de la polémica interna por el respaldo económico a la DC, además de antecedentes sobre el asesinato de Charles Horman y el funcionamiento de la Operación Cóndor.

El 7 de enero de 1975, el director de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), Manuel Contreras, viajó a Washington DC a una reunión secreta con el subdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en Inglés), Vernon Walters.

Su verdadero propósito, sin embargo, era transmitir un mensaje de una página de Augusto Pinochet a Henry Kissinger, entonces secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional del Presidente Gerald Ford.

“Vino como enviado especial del presidente Pinochet con un mensaje para usted para ser entregado a través mío”, reportó Walters al secretario de Estado Kissinger después de reunirse con Contreras por 45 minutos.

El memo de Pinochet requería que Estados Unidos entregara a Chile créditos, asistencia, así como tanques, barcos, submarinos y apoyo en vigilancia electrónica para proteger al país de lo que se percibía como una amenaza militar de Perú.

En su conversación con Walters, Contreras reportó que la DINA había “infiltrado un miembro en el Comité Central del Partido Comunista” y que el régimen había “desmantelado completamente” la resistencia armada.

Con Kissinger planificando una visita a Chile, reportó Walters, Pinochet quería que supiera que su régimen estaba dispuesto a “dar algunos pasos en la dirección de los derechos humanos y darle a usted (Kissinger) el crédito por haberlo persuadido” (ver documento original y documento traducido al español).

Sólo seis meses después, nuevamente por “instrucción de Pinochet”, Contreras volvió a Washington el 5 de julio para una nueva reunión secreta con Walters. Esta vez informó que el régimen había decidido cancelar un viaje a Santiago de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas (ONU) para investigar el destino de los desaparecidos, y pidió que el gobierno de Estados Unidos ejerciera su veto ante cualquier intento de expulsar a Chile de la ONU.

Contreras entregó detalles sobre las “excelentes relaciones de enlace tanto con los servicios [de inteligencia] de Argentina como de Brasil, con un amplio intercambio de información”, una colaboración regional que pronto se transformaría en la Operación Cóndor.

A nombre de Pinochet, Contreras nuevamente hizo lobby para conseguir ayuda militar para defender a Chile de los peruanos pro-soviéticos, que según aseguró, estaban trabajando con los cubanos para derrocar al régimen de Bánzer en Bolivia.

“Al presidente Pinochet le gustaría ver si hay alguna forma por la cual Estados Unidos pueda conseguir ayuda militar indirecta para Chile a través de un tercer país”, reportó Walters a Kissinger.

En una reunión en el Departamento de Estado dos meses después, el embajador de Chile, Manuel Trucco, se quejó amargamente de que la DINA tenía “un canal separado con Washington” y que el ministro de Relaciones Exteriores “ni siquiera supo que Contreras venía” a la ciudad.

LOS SECRETOS DE LOS NUEVOS DOCUMENTOS

Las revelaciones de las comunicaciones secretas de Pinochet con Kissinger son parte de una docena de nuevos documentos desclasificados, un regalo adelantado de navidad de la oficina histórica del Departamento de Estado.

El 18 de diciembre, la Oficina del Historiador liberó la última compilación de la serie Relaciones Exteriores de Estados Unidos (FRUS, por su sigla en Inglés), que contiene 1.000 páginas se documentos transcritos sobre las relaciones entre Estados Unidos y naciones del Cono Sur entre 1973 y 1976.

Entre esos registros hay más de 115 documentos sobre Chile y los primeros años de la política de Estados Unidos hacia la consolidación de la sangrienta dictadura de Pinochet.

Algunos de los documentos se han conocido antes, pues fueron liberados hace unos 15 años como parte de la desclasificación especial de la administración Clinton, que luego de la detención de Pinochet en Londres dio a conocer 23.000 registros sobre Chile.

Por ejemplo, el nuevo volumen de FRUS contiene la transcripción de la reacción de Kissinger, durante un reunión de asesores del 1 de octubre de 1973, ante reportes sobre la extendida represión y las ejecuciones que llevaba a cabo el nuevo régimen militar:

“Creo que deberíamos comprender nuestra política, de que sin importar cuán desagradablemente actúen ellos, el gobierno [de Pinochet] es mejor para nosotros que lo que fue el de Allende”.

Contiene también la transcripción de la famosa reunión de Kissinger con Pinochet en Santiago, en junio de 1976, durante la cual le dijo al dictador que “en Estados Unidos, como usted sabe, simpatizamos con lo que usted está tratando de hacer acá… Queremos ayudarlo, no perjudicarlo”.

Pero el volumen también contiene muchos memos nunca antes vistos sobre conversaciones, reportes de la CIA, cables y apuntes de reuniones que arrojan bastantes luces sobre las operaciones de Pinochet y la política de Estados Unidos hacia la consolidación de su régimen.

Y algunos documentos que habían sido liberados previamente con largos párrafos tarjados por los censores del gobierno, ahora se dan a conocer completos. A través del lente de los agentes y analistas de inteligencia, diplomáticos y funcionarios de alto nivel, se cuenta la historia de los primeros años de la dictadura de Pinochet.

De hecho, entre los muchos detalles, los documentos entregan luces sobre algunas operaciones clave y controvertidas, que tuvieron lugar entre 1973 y fines de 1976.

EL FINANCIAMIENTO SECRETO DE LA CIA  A LA DC

El golpe fue ampliamente condenado alrededor del mundo. Como parte de un temprano esfuerzo de propaganda encubierta para mostrar al nuevo régimen con una mirada positiva, la CIA destinó US$ 9.000 a, de acuerdo a los documentos desclasificados, a “cubrir costos de viaje de tres miembros del Partido Demócrata Cristiano (PDC) para recorrer América Latina y Europa explicando la decisión del partido de apoyar al nuevo gobierno chileno”.

La CIA también pidió fondos adicionales para ayudar a una organización que el cable menciona como “Chilean Society for Industrial Development” (Sociedad Chilena para el Desarrollo Industrial, podría referirse a la Sociedad de Fomento Fabril, Sofofa) a comprar una red de radios para promover al nuevo régimen, e intentó conseguir US$ 160 mil para ayudar al casi quebrado PDC a pagar sus cuentas y seguir funcionando como un partido político líder.

El esfuerzo de la CIA de seguir financiando de manera encubierta al PDC después del golpe desató un gran debate dentro del Departamento de Estado, particularmente entre el subsecretario de Estado para América Latina, Jack Kubisch, y Harry Schlaudeman, un importante asesor de Henry Kissinger.

Discutieron sobre la conveniencia del apoyo encubierto y el riego de ofender a Pinochet versus la necesidad de mantener al PDC funcionando para apoyar al nuevo régimen.

Durante una reunión con funcionarios de la CIA el 23 de noviembre de 1973 –un resumen sin censura del encuentro está disponible ahora–, Kubisch argumentó que el apoyo encubierto para el PDC estaba bien cuando Allende era presidente. Pero ahora que Pinochet estaba en el poder, apoyaba el principio de no intervención.

“El que simplemente no nos guste un gobierno no era razón para intervenir en sus países”, dijo.

Shlaudeman, por otro lado, veía una gran hipocresía en esa posición. De acuerdo al memorándum de la conversación, “dijo que estaba preocupado por los efectos de un corte drástico e inmediato, especialmente porque lo que hemos estado diciendo desde 1962 es que nuestro principal interés en Chile era la supervivencia de la democracia. El señor Kubisch respondió que la democracia chilena había llevado al país cerca del desastre”.

Además, Estados Unidos no quería ofender al régimen militar de Pinochet apoyando a un partido pro-democracia.

“El señor Kubisch preguntó qué pasaría si en enero o febrero la junta descubre que hemos puesto dinero a disposición del PDC. Naturalmente preguntarán qué diablos estábamos haciendo, ¿estábamos aún interviniendo en Chile; aún entrometiéndonos?”.

Al final, la CIA entregó fondos a la DC hasta junio de 1974, no porque representaran el potencial retorno de la democracia chilena, sino porque su apoyo para al golpe militar entregaba legitimidad al nuevo régimen.

“Un quiebre del PDC con la junta”, argumentó Shlaudeman, “podría significar un retroceso en la efectividad del nuevo gobierno”.

EL CASO HORMAN

Entre los cientos de chilenos ejecutados en los días y semanas que siguieron al golpe, había dos ciudadanos estadunidenses: Charles Horman y Frank Teruggi. El caso de Horman, que inspiró la película ganadora del Oscar, Missing, se transformó a un dolor de cabeza político para Estados Unidos.

Su esposa, Joyce, y su padre, Ed Horman, presionaron tenazmente a los funcionarios de la embajada para encontrarlo luego de que fuera capturado por los militares en su hogar y desapareciera el 17 de septiembre de 1973.

Dos de los funcionarios de la embajada que manejaban el tema eran, de hecho, agentes de la CIA encubiertos que actuaban como agregados diplomáticos en el consulado. Por primera vez, el volumen FRUS da a conocer sus identidades:

John S. Hall and James Anderson (los historiadores del Departamento de Estado se acercaron a la CIA y pidieron registros de un archivo llamado “Proyecto Especial de Búsqueda Chile”; también pidieron a la CIA permitir que se publicaran sus nombres. La CIA accedió).

En noviembre, la estación de la CIA en Santiago envió un cable a Washington reportando los contactos que Hall y Anderson tuvieron con la familia Horman y los esfuerzos iniciales que hicieron para investigar su paradero. El cable comienza así:

“La embajada en general y el consulado en particular están siendo acusados de ineficiencia y negligencia en el manejo de los casos de Frank R. Teruggi y Charles E. Horman».

Los siguientes párrafos contienen el contexto de los aspectos más importantes del comportamiento de [oficiales consulares John Hall and James Anderson] [una línea no desclasificada]”.

Anderson se transformó en un actor clave en la saga de la búsqueda de Charles Horman. Durante la primavera de 1974, acompañó al agente de inteligencia chileno Rafael González a recuperar el cuerpo de Horman de una fosa común en el Cementerio General.

Poco después, sin embargo, González pidió asilo en la embajada italiana con su esposa e hijo pequeño, y fue forzado a vivir ahí por varios años, mientras el régimen de Pinochet se negó a darle un salvoconducto para salir del país.

En junio de 1976, dijo a dos reporteros estadounidenses que había estado presente en la oficina del general Augusto Lutz mientras Charles era interrogado y que había un estadounidense en la habitación –una falsedad que dijo haber inventado para atraer la atención sobre su pedido de asilo– y que Charles había sido asesinado “porque sabía demasiado”.

Las acusaciones de González crearon un escándalo mayor en Estados Unidos, donde ciudadanos y líderes del Congreso estaban indignados por las operaciones de la CIA para derrocar a Allende. Los nuevos documentos revelan que esas protestas llevaron al segundo de Kissinger, Harry Shlaudeman, a reunirse con Anderson en San José de Costa Rica en septiembre de 1976, donde fue destinado en forma encubierta en la embajada como un funcionario político.

De acuerdo a un “memorándum para registro” sobre esa reunión desconocido hasta ahora, Anderson recordó todos sus esfuerzos para ubicar a Charles Horman en el otoño de 1973, así como sus encuentros con González.

El memo revela, por primera vez en más de cuatro décadas, que la CIA compiló un set de documentos investigativos, basados en entrevistas y reportes de Anderson, sobre sus esfuerzos para ubicar a Horman luego de que su causa se transformara en célebre. De acuerdo a Anderson, guardó un set de memos y reportes porque “preparó el borrador de un cable para su supervisor debido a la sensibilidad del caso. Acompañando el borrador de este telegrama había información de contexto para que su supervisor decidiera si transmitir o no el borrador”.

Sin embargo, ninguno de esos documentos fueron recuperados por el Departamento de Estado. Pero este documento ayudará a la familia y sus abogados a presionar a la CIA para que encuentre los registros de Anderson y los libere.

OPERACIÓN CÓNDOR

La nueva colección de documentos contiene un número de documentos desclasificados sobre el asesinato del ex canciller Orlando Letelier y sobre el conocimiento del gobierno de Estados Unidos respecto a la Operación Cóndor. Incluyen documentos desclasificados anteriormente que muestran que los asesores de Kissinger supieron de Cóndor y sus misiones de asesinatos en julio de 1976, e informaron a Kissinger a comienzos de agosto. Kissinger autorizó una demarche (una advertencia, expresando su preocupación por el plan) a todos los gobernantes militares en las naciones Cóndor.

Pero luego de que su embajador en Santiago, David Popper, objetara que “Pinochet podría tomar como un insulto cualquier inferencia de que está conectado con esos complots para asesinar”, Kissinger rescindió la demarche.

El volumen incluye la descripción de un breve cable que Kissinger envió cinco días antes del asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffitt, que “instruía que ya no deben tomarse medidas” para protestar por las operaciones de Cóndor. Y, el 20 de septiembre de 1976, un cable de su asesor Harry Schlaudeman transmitía la orden de “simplemente instruir a los embajadores a no tomar medidas, notando que no ha habido reportes en algunas semanas indicando la intención de activar Cóndor”.

Letelier y Moffitt fueron asesinados por una bomba instalada bajo su auto por la DINA la mañana siguiente.

A raíz de este horrible acto de terrorismo internacional en la capital de Estados Unidos, la oficina de Kissinger ordenó al jefe de la estación de la CIA reunirse con Contreras y efectivamente darle a conocer la demarche que nunca fue enviada a Pinochet. Por primera vez, un reporte sobre ese encuentro fue desclasificado en este volumen.

La reunión tuvo lugar el 8 de octubre de 1976. De acuerdo al reporte del funcionario de la CIA, cuya identidad está borrada de los documentos, compartió su preocupación sobre Cóndor con Contreras:

[La CIA] está muy preocupada por reportes recibidos de varias fuentes sobre la formación de Operación Cóndor por la DINA y sus contrapartes en el Cono Sur y Brasil [menos de una línea no desclasificada] que de acuerdo a nuestra información confiable, Operación Cóndor consiste en dos elementos: intercambio de inteligencia referente a extremistas y la planificación de acciones ejecutivas –asesinatos– contra extremistas en Europa y otras áreas del extranjero. [menos de una línea no desclasificada] es extremadamente preocupado sobre este último aspecto. Contreras dijo que estaba consciente de nuestra preocupación.

Como era de esperar, el jefe de la DINA mintió sobre las operaciones de Cóndor:

“Contreras dijo que nuestra información estaba distorsionada. Operación Cóndor existe, tiene su sede en Santiago, pero su único propósito es el intercambio de inteligencia sobre extremistas entre los países participantes, que incluyen a Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil.”

Reveló que la DINA mantenía presencia oficial tantp en Argentina –lo que ya se sabía– como en Brasil, algo desconocido hasta ahora.

“Contreras aseguró que la DINA tenía sólo dos oficiales en el extranjero, un oficial de contacto en Brasil y otro en Argentina, y negó que haya algún oficial en Europa o Washington. De acuerdo a Contreras, el coronel Mario Jahn, ex subdirector de la DINA, volvió a la Fuerza Aérea antes de partir a su destinación en Washington”.

Increíblemente, el oficial de la CIA no puso el tema del asesinato de Letelier; no hay mención a ello en el reporte sobre la reunión. Quizás más sorprendente, los funcionarios en Washington parecieron creer que Contreras estaba ahora efectivamente advertido de no participar en nuevos asesinatos.

En un memo a Kissinger transmitiendo el reporte de la CIA sobre el encuentro, Shlaudeman escribió que “el acercamiento a Contreras me parece una acción suficiente por el momento. Los chilenos son los principales impulsores en Operación Cóndor. Los otros servicios de inteligencia también están advertidos de nuestra preocupación [menos de una línea no desclasificada] y ahora, sin duda, a través de Contreras. Seguiremos observando los acontecimientos de cerca y recomendaremos nuevas acciones si fuera necesario”.

Con investigaciones judiciales abiertas por los crímenes de Cóndor en Argentina y en Chile, además de los continuos esfuerzos legales sobre Horman y otros casos de derechos humanos, estos nuevo documentos siguen siendo relevantes, aunque no alteran fundamentalmente nuestro conocimiento de la historia de la represión de Pinochet y las políticas y operaciones de Estados Unidos durante los tres primeros años de su régimen.

En efecto, estos documentos entregan un mapa cronológico de ruta sobre una história particularmente dolorosa y dramática que, incluso cuatro décadas después, se rehúsa a alejarse completamente hacia la historia. Las revelaciones de estos registros seguramente estimularán los esfuerzos para presionar por la desclasificación de más documentos, incluyendo documentos chilenos, pues aún quedan secretos que deben ser expuestos.

De hecho, hasta que la última página de documentos históricos secretos sea desclasificada, la historia del rol de Estados Unidos en golpe y en los días más oscuros del régimen de Pinochet, se quedarán en el presente.

Fuente: CIPER Chile

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