jueves, abril 25, 2024
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Por Qué Necesitamos una Nueva Constitución

¿Reconoces la influencia de la Constitución en tu vida? Si es así, tendrías que preguntarte si estás de acuerdo con la Constitución de Chile que enmarca las relaciones entre los ciudadanos, que señala los derechos y deberes que tejen nuestro quehacer social. Y si, por ventura, no estás de acuerdo con algún numeral de la Carta fundamental o con sus efectos sobre el acontecer diario, tendría que importarte el que cuentes con una opción de trabajar por su cambio, sobretodo cuando son muchos los ciudadanos que comparten este juicio tuyo.

Amiga, ¿te gusta vivir en un país ordenado, donde las instituciones funcionan, donde se respeta el derecho a elegir religión, colegio, películas para ver? ¿Donde puedes comprar ropa importada, hacer fiestas, viajar donde quieras, elegir lo que deseas estudiar con plena libertad, decir lo que piensas, leer diarios y revistas que opinan distinto? ¿Donde no sientes miedo de decir que estás a favor o en contra del matrimonio igualitario, del aborto, de darle o no soberanía a Bolivia para acceder al mar nuestro? ¿Donde puedes reclamar al Tribunal Constitucional si se quiere instalar un basurero frente a tu casa porque existe dentro de la Constitución un artículo que protege el derecho de los ciudadanos a vivir en un ambiente libre de contaminación?

Si contestas que sí, que te gusta tener derechos protegidos por la Constitución, entonces eres un individuo que cree en la política, lo que es muy distinto de creer en los políticos. Un ciudadano no es sólo quien tiene derecho a voto y también vota, es quien se interesa por su polis, por su ciudad.

Sin política existiría el caos porque la política es el “arte de gobernar”. Y si te sientes alejada de la política es que te sientes alejada de la polis, de la organización social que te ampara a ti y a los tuyos. No tendrías la vida que tienes si no hubiera gente que se preocupa por su polis.

Algunos se ocupan de la polis y los ciudadanos; unos muchos se ocupan de sus propios asuntos y ejercen la política para aprovecharse. Pero todos los que vivimos en una ciudad, en un país debiéramos ocuparnos de hacerla un mejor lugar para todos. Y esto parte por una “educación ciudadana” desde que ingresamos a la educación básica. Pero esto es otro asunto.

Ahora bien, yendo al punto: la ley madre de un país es su Constitución. Eso significa que cada decreto ley, cada ley que surja del Congreso, cada reglamento de cada institución pública o privada, cada norma interna de un condominio, organización sindical, colegio, etc. deberá respetar el espíritu de la ley fundamental, la Constitución, origen de toda ley, reglamento o norma dentro de los límites del país y en territorios off shore con bandera nacional.

Entonces, ¿reconoces la influencia de la Constitución en tu vida? Si es así, tendrías que preguntarte si estás de acuerdo con la Constitución de Chile que enmarca las relaciones entre los ciudadanos, que señala los derechos y deberes que tejen nuestro quehacer social. Y si, por ventura, no estás de acuerdo con algún numeral de la Carta fundamental o con sus efectos sobre el acontecer diario, tendría que importarte el que cuentes con una opción de trabajar por su cambio, sobretodo cuando son muchos los ciudadanos que comparten este juicio tuyo.

Y si quisieras poner manos a la obra y organizar un movimiento en pro de dicho cambio, ¿te parecería correcto que la Constitución te dijera: “Oye, eres libre de presentar la moción, pero va a ser pura pérdida de tiempo porque yo me las arreglé para construir un cerrojo que impida estos cambios que no me convienen a mí (los poderosos).

Es imposible que logres la mayoría requerida en el Congreso para cambiar esta condición que te afecta negativamente, porque he impuesto un porcentaje imposible de alcanzar para su aprobación”.

Y así es, amiga, como están las cosas. La exigencia de los 3/5 o los 4/7 de aprobación de los cambios en ciertas leyes existentes que se propongan ante las honorables cámaras, es casi imposible de alcanzar gracias a otro cerrojo de nuestra Constitución: el sistema binominal que organiza las elecciones parlamentarias. Este mecanismo asegura una configuración casi igualitaria de diputados de cada una de las dos coaliciones, y lo mismo en el Senado.

Dicho en palabras simples, con un ejemplo casero: si tu marido siempre niega los permisos y tú eres más blanda y te cargan los enfrentamientos, cuando tu hijo quiera ir a la fiesta de Juanito te pedirá permiso a ti y tú dirás “sí, pero debes preguntarle también a papá”.

Y si el muchacho va primero donde papi a preguntar, papá responderá: “No”. Y así acaba la cosa: el pobre chico está sonado. Y así de sonados estamos todos los ciudadanos pensantes que queremos mejorar el estado de cosas, porque la Constitución creada hace 25 años se protege a sí misma de todo cambio significativo.

Y esto, amiga, es la negación de la vida, porque sin evolución la vida se muere tal como una laguna se pudre si no cuenta con una posibilidad de recambio de sus aguas.

Finalmente, respondo tu pregunta: Nuestra actual Constitución es un veneno que nos está matando de a poco. Debemos cambiarla. Pero no podemos ser tan estúpidos que decidamos que lo mejor es que sean los mismos “no representantes” nuestros -senadores y diputados- quienes la formulen.

Debemos elegir representantes que nos representen, algunos por su condición de ciudadanos afines a las diversas realidades y sensibilidades que coexisten en Chile, y otros, en su calidad de expertos del ámbito legal-constitucional.

Fuente; El Quinto Poder

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