Perú: Polarización en la Fragmentación, o cómo Superar la Crisis

Finalmente, las tendencias registradas en las encuestas quedaron refrendadas en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Perú.

La dispersión de las preferencias es de tal magnitud que la suma de los votos otorgados a los tres primeros candidatos, juntos, no alcanzan el 50% de los votos válidos: hecho inédito en la historia de nuestras elecciones democráticas desde 1980.

Los resultados electorales del domingo –que ubican a Pedro Castillo, de Perú Libre, y en empate técnico de Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, Hernando de Soto, de Avanza país y Rafael López Aliaga, de Renovación Popular para la segunda vuelta electoral, con tan solo el 33% de los votos– confirman lo que meses y semanas atrás se venía advirtiendo como el principal rasgo del actual proceso electoral: la profunda crisis de representación política, expresada en la clara fragmentación de la intención de voto que implicó que hasta 5 candidaturas llegaran al día de los comicios con similares probabilidades.

Sin embargo, esta fragmentación no debe opacar un rasgo fundamental de los resultados de esta primera vuelta: una franca polarización entre dos modelos de solución a la grave crisis política, económica y social que atraviesa el país, agudizada el último año por el contexto de la pandemia.

Por un lado, si al 16% del sorpresivo Pedro Castillo –con un discurso radical, estatista, pero moralmente conservador–, se suman las votaciones obtenidas por Yhonny Lescano, Acción Popular (9.8%) –con algunos planteos de izquierda–, y de Veronika Mendoza, Juntos Por el Perú (7.8%) –que aggiorno su propuesta para ganar al centro–, tenemos que un 36% del electorado se habría mostrado favorable a candidaturas que plantean –con coincidencias y matices– cambios profundos en el manejo de la economía y el Estado.

Por ejemplo, los tres partidos se afirmaron en la necesidad de una nueva Constitución, en revisar los contratos ley y eliminar exoneraciones y privilegios, en aplicar una reforma tributaria progresiva e impulsar la diversificación productiva. Lo cual representa poco más de un tercio del electorado que se siente identificado con un “giro” al modelo aplicado los últimos 30 años.

Por otro lado, en la “vereda de enfrente”, las candidaturas de Keiko Fujimori, Fuerza Popular (14%), Rafael López Aliaga, Renovación Popular (11.9%), y Hernando de Soto, Avanza País (10.8%), encarnan el sentir de un sector de la población que se aferra al continuismo neoliberal y que expresa un profundo miedo al cambio: más allá de las puyas y roces para la platea, queda claro que estos tres proyectos políticos y económicos se inscriben claramente dentro de lo que podríamos denominar la matriz fujimorista, supérstite desde la década de 1990.

En cualquiera de los tres casos (al que se podría agregar, tranquilamente, a George Forsyth, Victoria Nacional), el escenario más previsible sería la continuidad del modelo económico extractivista, la apertura comercial indiscriminada, nuevos intentos de desregulación y flexibilización laboral, y claro, la mantención de los privilegios tributarios para las grandes empresas y las grandes fortunas.

La definición de la segunda vuelta dependerá de cómo se estructuren las alianzas políticas que permitan obtener la mayoría absoluta de los votos. La extrema fragmentación de las preferencias electorales, en un contexto de crisis económica, política y moral agravado con la pandemia, animó el surgimiento de los extremos ideológicos (la aparición de López Aliaga introduce a la extrema derecha fundamentalista en el sistema político), signo de un electorado que se decanta por opciones que ofrecen salidas dramáticas a la crisis.

Pero, si algo queda claro, como un primer balance de esta primera vuelta electoral, es que la crisis política que se originó el 2016 (con la disputa entre la derecha de PPK en el Ejecutivo y el fujimorismo en el Congreso), no llegará a su fin con los resultados de estos comicios y las proyecciones para el nuevo gobierno.

Lo mismo se puede decir de la emergencia sanitaria y económica: esta se mantendrá siempre que se mantenga el continuismo económico y el piloto automático neoliberal.

Las soluciones tendrán que darse por fuera del molde de Estado incapaz y corrupto que heredamos del fujimorismo de los años noventa, y se mantuvo hasta la actualidad, con la anuencia de los gobiernos que le sucedieron, condenando a miles de peruanos a morir abandonados y prematuramente por no acceder a un sistema de salud equipado y eficiente, o a regresar aceleradamente a la pobreza por la pérdida de sus empleos e ingresos.

Aspectos claves y fundamentales que las peruanas y peruanos tendremos que evaluar y tener presente cuando volvamos a las urnas a escoger al nuevo gobierno.

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