miércoles, mayo 1, 2024
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José Manuel Lira: Emprendió Vuelo el Mejor de los Nuestros

El 28 de julio, a las 8 de la mañana, aquejado de un cáncer con el coexistió estos últimos años, José Manuel Lira, nuestro querido Pepe, «emprendió el vuelo», como nos escribió en  un correo la «negrita», su compañera de vida. Se nos va uno de nuestros colegas de la generación del setenta, de los que comenzaron a antropología en los primeros años de la Carrera en la Universidad de Chile.

 

Apasionado y rotundo, Pepe asumió un trabajo militante durante el Gobierno de la Unidad Popular y estuvo dispuesto a dar la vida por defender las conquistas de la clase trabajadora. Su compromiso militante lo alejó de las aulas en ese entonces.  

Preso en la cárcel  y luego exiliado  en Austria, volvió a Chile y se dedicó con todas sus fuerzas a la resistencia contra la dictadura.  

Al comenzar el gobierno civil, se reintegró a la carrera y se tituló en la Universidad de Chile a comienzos de los noventa. Recuerdo cuando lo conocí, compartiendo algunos cursos en el pregrado.

Un verdadero maestro de la vida  que se veía exasperado por la situación de la academia en postdictadura y que, en las clases, ponía en las cuerdas a muchos docentes que alguna vez habían sido sus compañeros de curso y de sueños, que veía transformados en intelectuales funcionales al modelo neoliberal que se profundizó durante postdictadura chilena.

Como antropólogo, Pepe se negó a ejercer en consultoras y proyectos de dudoso destino. Prefirió apoyar sin retribución económica a diversas comunidades y movimientos, como el MST de Brasil, además de continuar en los diversos oficios de artesano que aprendió en los años duros, alternando el trabajo manual e intelectual.

Fue también un miembro activo del Colegio de Antropólogos de Chile.

Al salir de la Universidad tuve la fortuna de cultivar una amistad que se fue desarrollando en actividades comunes que nos encontraron en diversos momentos, como el trabajo de memoria política en la Brigada de la Memoria Popular y  en la edición de la Antología de la obra antropológica del Dr.  Alejandro Lipschutz que realizamos desde el Colegio de Antropólogos con el equipo de Francisco Herreros en el ICAL.  

Así pude conocer sus notables condiciones intelectuales y su conocimiento profundo de la antropología crítica latinoamericana (participó también ocasionalmente en el grupo de Antropología Crítica que fundamos con el maestro Garbulsky).

Además de sus talentos, me admiró siempre de Pepe su postura ética frente a la vida, que mezclaba su oficio de artesano con el compromiso intelectual y revolucionario. De ahí surgía una energía que le permitió realizar grandes tareas  sin jamás buscar un reconocimiento personal por ello.  

Hace unos años decidió irse a vivir con su compañera a Colliguay, donde construyó su casa y siguió desarrollando oficios de artesano al tiempo que se involucró en el trabajo comunitario, liderando diversas iniciativas por la recuperación del patrimonio campesino y la defensa del derecho al agua de los comuneros.

No alcancé de despedirme.

La última vez que nos vimos venía saliendo de un penoso tratamiento médico que había soportado con entereza y plena lucidez. Teníamos esperanza en que ya la enfermedad había pasado.
Bromeamos sobre el destino y cómo había logrado sortear tantas veces la muerte.

Pese a su condición irradiaba fortaleza y confianza, haciendo de la visita al hospital un momento de luminosa alegría para todos los que estábamos en ese momento junto a él.

Su funeral fué en Colliguay. Le enviamos un gran abrazo a la negrita y el reconocimiento de la comunidad antropológica al menos visible, al mejor de los nuestros.

!Hasta la victoria, siempre!

Rodrigo Sepúlveda

 

 

 

 

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