Pablo Longueira fue el operador sistémico de la derecha pinochetista y neoliberal que le tendió la mano al presidente concertacionista (PS-PPD) Ricardo Lagos el 2003 en los llamados “Caso Coimas” y MOP-Gate.
Las constituciones no pueden hacerse a la medida de las prácticas de quienes las redactan. Ellas deben fundarse sobre principios y derechos que una sociedad se da para dotarse de vínculos sociales solidarios e instituciones legítimas en tiempos de profunda crisis de la misma democracia y del capitalismo depredador.
Las Cartas fundamentales sirven para enfrentar desafíos y para orientarse en una sociedad donde se instaló como sentido común una tolerancia casi nula a las injusticias y desigualdades sociales, de género, de poder y de acceso a bienes comunes. Por lo que es evidente que con personajes con el perfil público de Pablo Longueira, de redactor constitucional de una nueva Carta, tendríamos otra Constitución viciada y con cero legitimidad.
Como se sabe, Longueira será sometido a un juicio oral por el delito de cohecho en el marco del caso SQM. Actualmente se encuentra sobreseído de la arista de delitos tributarios, en razón de que el Servicio de Impuestos Internos (SII) decidió no ejercer acción penal en su contra. Situación de evidente abandono de deberes republicanos del SII que muestra la maraña de intereses que cohíben el funcionamiento de este organismo clave del Estado, pero que, además, y sobre todo, dice mucho de su captura por los intereses de la oligarquía empresarial.
La actitud política de Longueira consiste en negar el peso de la realidad. Reacciona como alguien que se siente por encima de la ley. Por eso que los sabios griegos de la Antigüedad llamaban la desmesura o hibris. Longueira desconoce que sobre él pesan gravísimas acusaciones de cohecho y de múltiples delitos tributarios por parte de la fiscalía.
Reacciona iracundo ante periodistas que hacen su trabajo. Además, al desconocer el fardo de estas imputaciones responde de la peor manera para alguien que defiende las estructuras heredadas de la misma dictadura al acusar de “persecución política” a un organismo como el Consejo de Defensa del Estado (CDE), interesado más en la estabilidad del sistema político que en la lucha contra la corrupción política que corroe al mismo Estado.
En caso contrario, se notaría. No es así, pues el malestar social nace en gran parte del sentimiento de inoperancia de las instituciones del Estado. Que desde hace tiempo no funcionan.
En efecto, las declaraciones de Longueira son reveladoras, no solo de la profunda crisis política que vive la derecha y la casta política toda y que se traduce en una crisis manifiesta de liderazgo ético, sino que, además, hay que entenderlas como los coletazos de la Rebelión Social de Octubre.
El gran remezón masivo y ciudadano del 18/O repercute hoy en los debates internos de la UDI y RN acerca de las formas que debe asumir la estrategia de poder de las clases propietarias. Es obvio que los delegados de la derecha a una “Convención constitucional” intentarán, aprovechando el poder de veto de 1/3 del que disponen, redactar una constitución a su pinta.
Es la tesis del “Apruebo, pero no de cero” adelantada por Longueira.
Recordemos que Pablo Longueira fue el operador sistémico de la derecha pinochetista y neoliberal que le tendió la mano al presidente concertacionista (PS-PPD) Ricardo Lagos el 2003 en los llamados “Caso Coimas” y MOP-Gate. Eran dineros ilícitos que circulaban entre diputados oficialistas y el subsecretario Patricio Tombolini, así como pago de sobresueldos a ministros concertacionistas.
Fue el primer aviso, ignorado por la opinión pública y los medios, que daría señas de los altos niveles de corrupción que más tarde alcanzaría el sistema político chileno. El jueves 16 de enero del 2003, tras una hora de reunión en La Moneda entre Longueira, jefe de la UDI en la época, con Ricardo Lagos, el político UDI declaró que un pacto había sido fraguado entre él y el concertacionista Lagos con miras a “modernizar el Estado”. Para la risa si vemos los niveles de corrupción alcanzados más tarde por la política de la casta transicionista.
En aquel momento, otro personaje de la Concertación, el hoy senador del Partido Socialista de Chile (PS), y ministro del Interior de la época, José Miguel Insulza, declaró, en lo que es una confesión de incompetencia política y de demagogia:
“El escenario que hay hoy día es un gran consenso en avanzar en la modernidad. Hay que demostrar y ejercer el liderazgo para salir de esto. Lo peor que nos puede ocurrir es que frente a todos los hechos que estamos conociendo todos los días en los tribunales y medios de comunicación, es que no hagamos del 2003 el año para poder avanzar en la modernidad de Chile”.
Hoy Longueira cuenta con esos contactos y apoyos transversales forjados en la era de la hegemonía de la casta política concertacionista para intentar reanudar ese gran “consenso neoliberal” en pos del espejismo o la distopía de la “modernidad capitalista” y plasmarlo en una Constitución.
En el que se inserta el Acuerdo-pacto del 15 de noviembre, ya que fue el primer paso en lo que es la tentativa de la casta política del “consenso neoliberal” por capturar definitivamente el proceso constituyente y desviarlo del proyecto ciudadano tendiente a dotarse de una Constitución que plasme las aspiraciones populares y ciudadanas.
Habría que desbarajarles el naipe.
Fuente: Clarín