La semana pasada en una entrevista dada al portal estadounidense VOX, declaro que su política externa tiene una dosis de realismo pues su país está rodeado de gente mala «que está tratando de hacernos daño; si no actuáramos de esta manera no alcanzaríamos nuestros objetivos; tenemos el ejercito más fuerte el mundo y en ocasiones tenemos que torcer el brazo a los países si no quieren hacer lo que queremos, a través de métodos económicos, diplomáticos y a veces militares”.
Cuando Barack Obama fue elegido presidente de Estados Unidos por primera vez, algunos, cándidamente, se ilusionaron con la posibilidad de que por fin se consolidaría un anhelo desde fines de la guerra fría: que el país más poderoso del mundo cambie su política externa en un nuevo cuadro internacional, sin el contrapeso de los países que conformaban el equilibrio que representaba la Unión Soviética.
Es más, recordemos que se lo galardonó con el Premio Nóbel de la Paz .
Nada de esto ha sucedido. EE.UU. continúa con su política armamentista, y junto a sus aliados en distintos continentes, sigue sembrando de guerras, muerte y bombardeos, utilizando indiscriminadamente su fenomenal fuerza armada.Ha consolidado su hegemonía en los países de la OTAN y cada día éstos, a pesar de la resistencia de sus pueblos, se han hecho más serviles, justificando cuanta amenaza e intervención se le ocurra al líder de la potencia hegemónica, fundamentalmente en Oriente, donde se concentran los mayores recursos energéticos del plantea. No hay lugar de la tierra donde Estados Unidos no esté tratando de torcerle el brazo a los países, ya sea por el poder económico, la vía diplomática o por las armas.
En nuestro continente históricamente todos los países han sido víctimas del imperialismo. Los sabemos mejor que nadie los chilenos: cuánta barbarie ocurrió en nuestro país con la intervención yankee y su apoyo al golpe que derrocó a Salvador Allende. Fue el propio Senado norteamericano el que desclasificó la información que evidenció esa participación, tal como lo hicieron sosteniendo a otras tiranías en nuestra América.
Hoy el imperialismo norteamericano amenaza a Venezuela pues le interesa su petróleo y urde cuanto plan se les ocurre para derrocar el proceso revolucionario que condujo el Comandante Chávez y lo continua Maduro. Hoy lo niegan, tal cual hizo cuando se le acusó por el golpe en Chile, pero desvergonzadamente en algunos años más lo reconocerán, bajo el mismo pretexto de siempre, “en nombre de la libertad y la democracia», pero el mal y el daño ya estarán hechos, como en la triste realidad de Irak hoy.
La gran esperanza de los que creemos en otro mundo, que no sea el capitalismo, es lo que nos han enseñado Cuba y hoy Venezuela: su lucha frontal por entregar otros valores, como el apoyo total, sin el maldito lucro, a la educación, a la salud, a la vivienda y a la seguridad social, sólo por poner algunos ejemplos.
La campaña de apoyo a los golpistas es brutal, mientras el Departamento de Estado declara cínicamente que está monitoreando la situación en Venezuela; exige la libertad de los golpistas Leopoldo López y Antonio Ledezma, a quienes declara «defensores de la democracia y la libertad en Venezuela», y moviliza a sus peones de Colombia, España y Chile, entre otros.
Cuando Obama, declara sin vergüenza, que a veces tiene que torcer el brazo a países que «no quieren hacer lo que queremos», se actualiza con mayor fuerza lo que dijo el Libertador Simón Bolívar en su famosa carta de Jamaica el 6 de septiembre de 1815, hace dos siglos:
«Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.
(*) Dirigente Asamblea Nacional por los Derechos Humanos, integrante de la Comisión Nacional de Profesionales Comunistas