martes, noviembre 12, 2024
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En la Memoria de las Víctimas: El Infierno de Tres y Cuatro Álamos Sigue Ahí

Cuando el país se escandaliza porque políticos que lucharon contra la dictadura se acercaron a pedir dinero al yerno de Pinochet, se alza la voz de una de las víctimas de la represión: no perder de vista el sacrificio de miles de chilenos, para los cuales el infierno vivido en los centros de tortura sigue ahí, en el recuerdo. De hablar calmado pero seguro, sin frases grandilocuentes o consignas trasnochadas que hablan sin decir nada, Osiel Núñez Quevedo hace un claro y sentido llamado a la clase política, en especial a las fuerzas que lucharon por recuperar la democracia, a no perder de vista qué les convoca, honrar la memoria de los que cayeron y sufrieron y que eso se hace solo llevando adelante los cambios pendientes, con un actuar político, consecuente y ético.

 

Cuatro y Tres Álamos estaban juntos, sin embargo no eran lo mismo, en especial para quienes se encontraban en uno y el otro. Era un transitar extraño, pues la esperanza era de pasar del infierno al purgatorio. Por allí transitó, entre otros lugares Osiel Núñez, un joven dirigente universitario proveniente de la ex Universidad Técnica del Estado. Ya había transitado por distintos campos de prisioneros, incluso la Cárcel Pública. A pocos días de cumplirse los 41 años de esos campos de dolor, recuerda momentos épicos y tristes, rostros desencajados por el sufrimiento y esperanzas hoy traicionadas.

Desde el infierno de Cuatro Álamos

«En Cuatro Álamos éramos solo un número, prisioneros no reconocidos que se encontraban en el circuito de la tortura y por lo tanto algunos de ellos hasta el día de hoy son detenidos desaparecidos, fueron asesinados y otros fueron terriblemente dañados por la tortura física y sicológica», señala Núñez.

Desde Cuatro Álamos, un centro de incomunicación a cargo de la DINA, desaparecieron decenas de compatriotas. Permaneció activo desde 1974 a 1977 aproximadamente.

Muchos chilenos murieron a manos de la dictadura sacados violentamente desde allí, un centro de torturas donde se les enviaba a recuperarse de laceraciones y heridas luego de haber intentado sacarles lo que presuntamente sabían de la resistencia a Pinochet.

Pero no era un lugar seguro pues si se sospechaba que aún era posible obtener más de ellos o si se creía que tenían información que habían ocultado, volvían al circuito del terror, algunos hasta la muerte. Lo dirigió Orlando Manzo Durán un oscuro oficial de Gendarmería y agente de la DINA. Allí también estuvo el mítico «Mauro», otro agente que fuera posteriormente hecho desaparecer por la propia DINA.

También fue «sede» de aquellos que se quebraron y cooperaron en la identificación de camaradas o cercanos. Algunos lo hicieron al borde de la muerte, otros lo disfrutaron transformándose en colaboradores.

Cerca de 500 prisioneros políticos pasaron por este lugar y aunque habitual no eran sometidos a torturas en este recinto, muchos de ellos desaparecieron desde allí. Sentidos son los recuerdos del sacerdote español Antonio Llidó, Pedro Merino Molina, Flavio Oyarzún Soto y Cecilia Miguelina Bojanic Abad, quien tenía 23 años de edad y se encontraba con un embarazo de cuatro meses y medio.

Al purgatorio, Tres Álamos

Aledaño se encontraba el otro establecimiento, Tres Álamos, el que era una especie de prolongación del Estadio Chile como centro de detención de personas reconocidas como tales. Estaban al lado, pero muy lejos en el sentido de lo que ocurría dentro de ellos. «Otros pasamos a Tres Álamos como prisioneros reconocidos como tales, enlistados y con derecho a visita de nuestros familiares y enseres. Incluso tuvimos ocasionalmente acceso a duchas, lo que en los otros centros de detención nos estaba vedados, a no ser que fueran parte de torturas», recuerda Núñez.

La diferencia era completa, si hasta incluso lograron ganarse en Tres Álamos espacios para realizar cursillos y se obtuvo hasta quedar liberados de tener que cantar obligadamente canciones militares bajo riesgo de castigo. «De hecho pudimos armar grupos musicales nuestros en que cantábamos y componíamos canciones para darnos fuerzas.

Pasar de Tres a Cuatro Álamos era tener un pasaporte hacia la vida», afirma emocionado Núñez.

Lo administraba Carabineros a cargo del violador de DDHH el Tte. Cnel. Conrado Pacheco.

El recordarlo provoca repulsa a varios entrevistados: Nieves Ayrees señaló a Cambio21 que en marzo de 1975 la trasladaron a Tres Álamos, allí «fui sometida a violaciones, amenazas, insultos, y otras torturas sicológicas. Pacheco, quien estaba a cargo de ese centro de torturas, me abusaba constantemente, sometiéndome a acosos sexuales durante casi dos años», menciona.

Otro prisionero, Rubén Roca Zapata, recuerda que «el Campo era dirigido por un Coronel de Carabineros llamado Conrado Pacheco, quien era un sádico de tomo y lomo».

Débiles pero fuertes

«Llegar a Tres Álamos era un proceso complejo, normalmente cuando un prisionero recién llegaba a ese lugar, venía muy maltrecho y le costaba mucho la recuperación, hasta de las confianzas. Las marcas que deja la tortura son espantosas dentro del alma de cada persona y para quienes provenían de Cuatro Álamos que traían muy frescas esas experiencias, no le era fácil conversar, menos contar las atrocidades por las que había pasado. A veces no se contaron nunca, incluso hasta hoy», reflexiona el sobreviviente Osiel Núñez.

«Los temas de conversación eran variados -recuerda-, pero normalmente nunca se tocaban las experiencias directas de los apremios. A lo más se podía sincerar los dolores en conversaciones individuales, pero hasta se tenía temor de estar hablando con un infiltrado. Otros silencios eran por vergüenza o pudor. Justamente eso era lo que buscaba entre otras cosas la tortura, destruir las confianzas, la dignidad, la humanidad de los prisioneros y vaya que lo lograban».

«Era una situación contradictoria, donde primaba naturalmente la reserva pero a su vez nuestra fortaleza y que evitaba muchas veces quebrarnos, era sentirnos uno al lado del otro. Era una contradicción compleja, pues nuestro deber era que primara la confianza, pues si no la teníamos entre nosotros mismos, adónde íbamos a llegar», cuenta Núñez quien actualmente es el Presidente de la Corporación Tres y Cuatro Álamos.

Una canción, una sonrisa, un llanto…

Cualquiera de ellos sincero era un regalo celestial, incluso para los no creyentes. Alejandra Holzapfel, una chiquilla de solo 19 años también transitó por Tres Álamos luego de vivir una pesadilla en La Venda Sexy que la marcó, pero no la venció.

Recuerda que al llegar a ese lugar «Había un grupo de detenidas que daba como la bienvenida. Me encuentro con Nieves Ayrees, y dice «Oh, la Holzapfel, ¡chiquillas, llegó otra del Liceo 1» y comenzaron a cantar, «Eleceí, ceí, ceí». Alejandra no sabía cómo reaccionar: «qué está pasando aquí, están todas las locas».

Luego pudo aquilatar ese gesto, fue como volver a la vida, una sonrisa en medio de las lágrimas. «Estoy demasiado agradecida de ella, porque con ella al lado uno no puede caerse. En Cuatro Álamos me llevó a su celda. La llamó «la cueva mágica», hacía dibujos, siempre nos dibujaba sonriendo. Nos obligaba a conversar sobre lo que nos había pasado. «Ah, a ti también te violaron». Al final, era raro porque ella lo entendía todo. Y nos hacía hacer obras de teatro, sociabilizar el dolor. Yo, que me sentía sucia, logré ver que a todas nos pasaba eso. Estoy convencida de que ella me enseñó a sobrevivir», reconoce sincera.

Osiel Núñez recuerda que «La esperanza que había en el interior de los campos de concentración, era la certeza de que íbamos a ser capaces después, en un mañana, de construir un Chile más justo y más democrático, donde se alejara la repetición de barbaries que vivíamos como consecuencia del golpe de Estado. Sin duda que esas esperanzas eran mayores que las que vivimos en el día de hoy», se lamenta.

«No tienen derecho»

Justamente por todo eso y más, lo que sucede hoy en el país azuza el dolor y lacera la dignidad por los que ya no están o sufrieron y sobrevivieron al ver cómo se traiciona o abandona aquello por lo que tantos se sacrificaron. La tristeza y la irritación se confunden en la voz de quienes observan como algunos se alejaron del camino.

Osiel Núñez levanta la voz por momentos: «Lo que estamos viendo el día de hoy, las situaciones que estamos observando hoy en el terreno de las fuerzas políticas, no es algo que nos pueda poner contentos, al revés, nos pone extraordinariamente tristes. Lo que algunos han hecho, puede que no sea ilegal, pero escapa del campo de lo moral, de lo ético», señala.

«No cabe ninguna duda que lo que hemos logrado de democracia, no de haber sido capaces de derrotar a la dictadura, pues mientras exista una constitución pinochetista estaremos frente a su institucionalidad, pero sí de superarla, tuvo como protagonistas principales a quienes fueron asesinados, torturados, las víctimas de la represión y sus familias, también víctimas», asegura.

Y lanza una sentida reflexión:

«Nuestro país merece algo mejor, debemos estar a la altura de eso. No seré yo quien diga cómo deben hacerse las invocaciones para lograrse superar la crisis y hacer los cambios que se requieren, sin embargo estoy claro que mientras no seamos capaces de zafarnos de la lacra institucional que representa la dictadura, estaremos condenados a seguir padeciendo lo que estamos sufriendo. Tenemos el deber ético de terminar la tarea de erradicar la dictadura en todo lo que representó, no importa si de pronto no están los personajes que estuvieron ayer, pero mientras no tengamos una constitución surgida de la voluntad popular, no puedo dejar de ver el rostro de Pinochet, en la institucionalidad que tenemos ahora, y eso daña».

Perdonar a los que flaquearon

Fue difícil perdonarlos, reconocen todos los entrevistados sobre aquellos que para evitar seguir sufriendo entregaron información que costó vidas. Sin embargo hoy, a la distancia entienden lo que ello significó. «Cuando llegaba alguien relativamente joven y que no era conocido de los otros prisioneros, se le acercaba quien fuera relativamente conocido públicamente para darle confianza», relata Núñez.

«Eso me pasó cuando estuve en la Cárcel Publica, donde nos enviaron a algunos de nosotros durante el primer tiempo. Allí recuerdo una experiencia. Un día me acerqué a un muchacho que venía mal, le conté del régimen interno, le reconforté acerca de que había pasado la complicada primera etapa, etcétera, cuando de pronto me relató que venía muy «cargado», pues durante la tortura que se le hizo insoportable, le habían obligado a firmar un documento en que confesaba un crimen que no había cometido».

«Fueron muchos que llevados a límites extremos firmaron o reconocieron cualquier cosa con el fin de terminar con la tortura a la que estaba siendo sometido. En esto hay ejemplo para todo, incluso los hay de quienes no soportaron y entregaron gente, amigos, compañeros que como consecuencia de ello fueron asesinados o están desparecidos o fueron brutalmente torturados. Muchos de los que fueron forzados a hablar, hasta el día de hoy no se perdonan aquello y deben vivir con ese tormento. Es espantoso».

Claro que es necesario hacer una diferencia. Algunos se quebraron o los quebraron pero renegaron toda su vida de lo que fueron forzados a hacer. Hubo quienes pidieron perdón, algunos otros se sumieron en el dolor y la vergüenza. Otros colaboraron al principio por miedo y luego lo hicieron por voluntad propia, como Miguel Estay, El Fanta, La Flaca Alejandra o el «Guatón Romo», entre otros.

Una alegría entre la pena

Se nota entusiasmado el Presidente de la Corporación Tres y Cuatro Álamos, Osiel Núñez al que anunciar a Cambio21 prontamente habrán novedades en ese lugar que es solo en parte un sitio de memoria. De vuelta la democracia, el año 2010 el Consejo de Monumentos Nacionales declaró Monumento Nacional a este recinto, ocupado y gestionado en la actualidad por el Servicio Nacional de Menores (SENAME).

«Existe una novedad -cuenta-, hace pocos días, hubo una reunión donde participó la Directora del Sename, Marcela Labraña, gente de la Oficina de DDHH del Ministerio del Interior representada por Francisco Ugaz, Monumentos Nacionales representada por María Soledad Silva y la Agrupación Tres y Cuatro Álamos que representé. Allí la señora Labraña se comprometió a enviar una carta a Monumentos Nacionales en donde muestra su disposición a que sean revisados los límites actuales del Monumento de Memoria actual, agregándole todo lo que es el patio de visitas. Hoy solo una pequeña parte está reconocida como lo que se conoce como «La Casona».

«Esto va a significar que La Casona y el patio quedarán reconocidos como monumento Nacional y además, que la administración de ellos quedará radicada en la Corporación Tres y Cuatro Álamos. No solo eso, se avanzará en la búsqueda de un lugar a que pueda trasladarse en actual centro del Sename que alberga a niños en situación especial, a objeto de que los pabellones que ellos actualmente ocupan, pasen también bajo la administración de la Corporación, como parte de este monumento nacional a la memoria. Ello no sería inmediato sino que en dos etapas. Es una gran noticia y queremos que cuando se materialice ello, las estructuras pasen a formar parte de un gran Parque por la Paz, la Memoria y la Justicia», confiesa Osiel Núñez.

Fuente: Cambio 21

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