La abrumadora mayoría de analistas y opinólogos, estos últimos de todos los pelajes, sacaron a pasear el lugar común de que la ciudadanía le propinó un mensaje de castigo a la clase política. En realidad sucedió todo lo contrario. Con su comportamiento apático, despectivo y prescindente, reflejado en el 65% de abstención electoral, un record por donde se lo mire, lo que hace es condenarse a permanecer en la pesadilla del Chile neoliberal, con toda su carga de oropel, injusticia y desigualdad.
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El primer dato que surge de los cuadros adjuntos es la abstención: el 57% de abstención de las elecciones municipales de 2012, las primeras que se realizaron bajo el régimen de voto voluntario, escaló al 65% el domingo.
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Es evidente que representa un castigo de la ciudadanía al lamentable espectáculo de la corrupción y el maridaje entre el dinero y la política prevaleciente en los últimos dos años. Tampoco ayudó, ciertamente, la no menos lamentable comedia de equivocaciones sobre el error en el padrón electoral, que cambió de domicilio electoral a cerca de medio millón de personas.
Con los antecedentes conocidos hasta hoy, no es posible determinar a ciencia cierta la influencia cuantitativa del error, pero es probable que de no haber ocurrido, el resultado no habría variado de modo sustancial, porque sus causas son de naturaleza estructural, aparte de que, estadísticamente, la dispersión debe ser la misma que la tendencia general.
Retroceso nihilista
El mensaje de castigo electoral de la ciudadanía pudo asumir dos direcciones:
La primera, progresista, un vuelco hacia las posiciones políticas identificadas con el cambio del estatus quo.
La segunda, conservadora, una retracción omisiva hacia la indiferencia y la abulia.
Es evidente que en Chile el domingo sucedió la segunda de las posibilidades, lo cual se encuadra en la tendencia regional y global, de expansión electoral de la derecha, en un escenario, también global, de crisis del neoliberalismo y del patrón capitalista de acumulación, y de ausencia de modelo alternativo que sea visualizado como competitivo por las mayorías.
El problema de la segunda opción es que, lejos de castigar a las elites, la improductiva e inmadura conducta de la retracción y la omisión favorece objetivamente las posiciones conservadoras y tiende a preservar un cuadro de inmovilismo político e institucional; al punto de que cabe sospechar que la introducción del voto voluntario obedece a una estrategia deliberada. No es accesorio consignar que el voto voluntario fue introducido y promovido por Sebastián Piñera, cuando era senador.
Reflujo reformista
En el caso chileno, se suma la particularidad de la resaca de la oleada reformista de 2011. A pesar de que las reformas vinieron desde abajo, y que su dirección apunta a mejorar la calidad de vida de los chilenos, en especial los más desprotegidos, las capas medias y populares fueron receptivas al mensaje de la derecha, trasmitido a través de su poderoso brazo mediático, que asimiló reformas con desorden, caos, desgobierno e inseguridad, de una manera casi simétrica con lo que ocurrió con el Frente Popular y la Unidad Popular, guardando las debidas distancias y proporciones.
En otras palabras, las reformas de Nueva Mayoría representan un tercer o cuarto momento histórico de cambios, en los últimos cien años de nuestra historia, instalado en el escenario por la presión popular. Y como en ellos, después de alcanzar cierto grado de desarrollo, y de alarmar a los poderes fácticos y oligárquicos, sobreviene el repliegue de los sectores medios y populares hacia la falsa sensación de seguridad que proyecta la derecha.
Aunque los resultados del domingo inducen a pensar que hacia allá va la tendencia, el ciclo reformista de la Nueva Mayoría todavía no ha concluído, y tiene una decisiva etapa pendiente, como las elecciones generales de 2017, donde todavía quedan cartas por jugar.
En esa perspectiva, la primera lectura que surgieren los datos duros del cuadro, es la derrota del Gobierno y la Nueva Mayoría. El primer reflejo tiende a atribuirlo al desorden interno y el déficit de gestión. Pero también se inscribe en el proceso de flujos y reflujos precedentemente citado, sin perjuicio de que, como también está dicho, el corolario del ciclo aún está abierto, y de que la necesidad de reformas es ya, a esta altura, una realidad de la causa.
Además, por más que la sensación térmica sugiera un triunfo de la derecha, una lectura más cuidadosa de los datos indica que también sufrió pérdidas catastróficas, y que está muy lejos de tener el triunfo garantizado en la próxima elección, especialmente si el bloque reformista logra reactivar la épica de la necesidad del cambio, y consigue obturar la absurda tendencia a la dispersión.
Ascenso de los independientes
En el clivaje ganadores-perdedores, después de la abstención, los datos sugieren que el segundo vencedor de la jornada son los independientes fuera de pacto, los cuales en la elección de alcaldes pasaron de 607.750 votos y 10,96% en 2012, a 825.558 votos y 17,37%, en las elecciones del domingo. Sin embargo, no se puede prosperar mucho más en el análisis, sin despejar antes la cuantía de los votos de ex integrantes de las dos coaliciones mayoritarias, que en esta ocasión compitieron por fuera de ellas, lo cual no es posible extrapolar sin un estudio más detenido.
Además, en la elección de concejales, los independientes fueron en su abrumadora mayoría, dentro de pactos con partidos políticos. Pero para la estadística, en 2012, los independientes fuera de pacto obtuvieron 52.865 votos y 0,99%, y en 2016, bajaron a 37.988 votos y 0,84%.
Fuente: Elaboración propia, con datos del SERVEL. Descargable en planilla excel
(*) Excluye independientes dentro del pacto. Considera los siguentes partidos: PDC, PS, PPD, PRSD, PC, IC, MAS
(**) Excluye independiente dentro del pactos. Considera los siguientes partidos: UDI, RN, Evopoli, Amplitud, PRI.
Los mayores perdedores
En el caso de partidos individuales, las mayores pérrdidas, tanto absolutas como relativas, las sufrió el partido Demócracia Cristiano: de 915.044 votos y 16,51% en 2012, a 561.041 votos y 11,80%; es decir, -354.003 votos y -4,71% en alcaldes; y de 804.622 votos y 15,07%, a 578.939 votos y 12,77% en concejales, lo que significa una merma de 225.683 votos y la pérdida de 2,3 puntos porcentuales.
El segundo gran derrotado de los partidos tradicionales, o si se prefiere, del dupopolio, es la UDI. En efecto, en alcaldes, bajó de 997.016 votos y 17,98% en 2012, a 702.402 y 14,78% en 2016; esto es, una pérdida de 294.614 votos y 3,2 puntos porcentuales; mientras que en concejales bajó de 915.621 a 728.844 votos, y de 17,15 a 16,08%, o sea, una pérdida de 186.777 votos y 1,07 puntos porcentuales.
Derecha
A Renovación Nacional, su socio de pacto en Chile Vamos, le fue mucho mejor en términos relativos. Si bien también perdió votos -muchos menos que la UDI, en todo caso-, mejoró su participación en términos porcentuales. En alcaldes, bajó de 839.436 a 800.477 votos, es decir una pérdida de 38.959 votos, pero subió su participación porcentual de 15,72 a 17,7%, es decir, un incremento del 1,98%.
En concejales sucedió lo propio: bajó el número de votos, pero subió en la participación relativa: de 655.367 votos en 2012, bajó a 601.126, o sea, 54.241 vtos menos. Pero subió de 11,82 a 12,65% de participación porcentual.
En cambio, los socios menores del pacto, algunos de los cuales hacían su debut en la arena electoral, chapotearon en la irrelevancia.
Evopoli, la plataforma personal de Felipe Kast, obtuvo 150.352 votos en concejales, lo que equivale al 3,32%.
En alcaldes, Amplitud, un desprendimiento de Renovación Nacional, que actualmente tiene a la senadora Lily Pérez y los diputados Karla Rubilar, Pedro Browne y Joaquín Godoy, obtuvo 34.764 votos, y un 0,73%, y 51.151 votos, equivalentes al 1,13% en concejales.
Con esas performances electorales, a los «renovadores» de la derecha no les da ni para arbitrar las diferencias de los socios mayores. Pero, con todo, no es un resultado desastroso como el del PRI, que lo coloca en la UTI, al borde de la extinción.
En alcaldes, de 42.854 votos en 2012, bajó a 10.376 en 2016, y de 0,77 a 0,22%, o sea una pérdida de 0,55 puntos porcentuales. Eso en términos relativos, porque en términos reales la pérdida de 32.478 votos es casi tres veces los votos que obtuvo el domingo, o si se prefiere, lo abandonó el 76% de sus votos, respecto a la elección anterior.
La cosecha fue tanto o más magra en concejales. En 2012, en virtud de ventajosos pactos con independientes, obtuvo respetables 405.787 votos, equivalentes al 7,60%. En 2016, en subpacto con Evopoli, sacó 109.310 votos y un 2,41%. Nuevamente, los 296.477 votos que perdió, equivalen a 2,7 veces los que obtuvo el domingo.
Nueva Mayoría
De vuelta en Nueva Mayoría, después de la DC, el segundo lugar del ranking de las pérdidas lo ostenta el Partido Socialista, En alcaldes, bajó de 547.102 votos y 9,87% en 2012, a 380.264 votos y 8%; es decir, una merma de 166.838 votos y 1,87 puntos porcentuales; y en concejales, de 653.611 votos y 12,24%, bajó a 486.198 votos y 10,73%, o sea una reducción de 167.413 votos y 1,51 puntos procentuales.
Lo sigue el Partido Por la Democracia, que de 528.974 votos y 9,90% en alcaldes, 2012, bajó a 400.356 votos y 8,83%, es decir, una pérdida de 128.618 votos y 1,07 puntos porcentuales. en concejales, bajó de 362.649 a 270.620 votos (-92.029), y de 6,54 a 5,69% (-0,85%).
Los siguiente socios del pacto son los únicos que consiguen números azules entre todos los partidos de los dos pactos mayoritarios, y en rigor, entre todos los partidos.
En alcaldes, el Partido Radical Social Demócrata baja de 182.592 votos y 3,29% en 2012, a 147.242 votos y 3,10%, es decir, una merma de 35.350 votos y 0,19 puntos porcentuales. Pero en concejales sube de 304.408 votos y 5,70% en 2012, a 336.487 votos y 7,42%, esto es, un incremento de 32.079 votos y 1,72 puntos porcentuales, en 2016.
El caso del Partido Comunista es exactamente al revés. En alcaldes, a pesar de perder 1, de elegir 3 de 7 candidatos, subió de 74.997 votos y 1,35% en alcaldes, en 2012, a 77.091 votos y 1,62%, o sea, un aumento de 2.094 votos y 0,27% puntos porcentuales en 2016; mientras que en concejales bajó de 342.062 votos y 6,40% en 2012, a 246.657 votos y 5,44% en 2016, una merma de 95.405 votos y 0,96 puntos porcentuales.
En alcaldes, el l Movimiento Amplio Social, subió de 31.562 votos y 0,56%, a 36.298 votos y 0,76%, en otras palabras, un alza de 4.736 votos y 0,2 puntos porcentuales. En concejales no se puede hacer la comparación, pues en 2016 fue en pacto con la IC, y el Servel aún no entregaba la desagregación por partidos.
Fuente: Elaboración propia, con datos del SERVEL. Descargable en planilla excel
(*) Excluye independientes dentro del pacto. Considera los siguentes partidos: PDC, PS, PPD, PRSD, PC, IC, MAS
(**) Excluye independiente dentro del pactos. Considera los siguientes partidos: UDI, RN, Evopoli, Amplitud, PRI.
Los mayores perdedores Fuera de las coaliciones
Los pobres resultados de partidos, agrupaciones y colectivos por fuera de los dos pactos mayoritarios también demuestran que el castigo a la clase política no pasó por el ámbito electoral.
En ese rubro, lo más llamativo es la debacle del Partido Progresista, que parece marchar en paralelo con el declive de su líder, Marco Enríquez Gumucio-Ominami. En alcaldes, de 88.800 votos logrados en 2012, un 1,6%, bajó a 48.187 votos y 1,01%; es decir una pérdida de 40.163 y 0,59 punto electoral. De modo análogo que el PRI, la pérdida de votos casi equivale a lo que sacó en 2016. En concejales, de 241.500 votos y 4,52%, en 2012, bajó a 157.233 y 1,01%.
El Partido Humanista permanece anclado en la irrelevancia. En alcaldes, 2012, obtuvo 34.661 votos y 0,62%. En 2016, bajó a 12.839 votos y 0,27%, o sea una reducción de 21.822 votos y 0,35 punto porcentual; otro caso en que la magnitud de la pérdida supera casi en dos veces la votación obtenida el domingo. En concejales, bajó de 102.220 votos y 1,91%, a 85.004 votos y 1,87%, respectivamente. En derrotas electorales el PH tiene una nutrida experiencia, pero de un manera u otra, se recompone para una siguiente batalla.
El Partido Ecologista Verde parece haber experimentado el crecimiento más explosivo de ambas elecciones. De 146 votos en la elección de alcaldes en 2012, pasó a 32.892 votos y 0,69%, en 2016. Pero es en rigor una ilusión óptica, porque en 2012 llevó un solo candidato para la elección de alcalde, mientras que en 2016 llevó 13 candidatos. En concejales no llevó lista propia en 2012, y en 2016 obtuvo 86.235 votos, con 1,90%.
El Partido Igualdad conservó su posición, pero siempre en los márgenes. De 19.810 votos en 2012, y 0,35%, bajó a 18.156 votos, pero subió en términos relativos a 0,38% de participación, es decir un incremento de 0,03 punto porcentual. En concejales bajó de 47.828 a 35.721 votos, y de 0,89 a 0,79%.
Debutantes
En las elecciones municipales de 2016 debutaron una serie de agrupaciones y movimientos, algunos de naturaleza contestataria, otros de origen regionalista, y los de más allá provenientes del movimiento social. Pero ninguno tuvo una actuación destacada. Antes bien, los 14 debutantes, en su conjunto, obtuvieron 1,14 puntos porcentuales en la elección de alcaldes, y por cierto no eligieron ninguno.
En la elección de concejales mejoraron considerablemente. Ello obedece tanto a que van en pactos con independientes, como al sistema electoral proporcional con cifra repartidora, que tiende a ser más inclusivo con las representaciones políticas menores, lo cual, naturalmente, las incita a participar en la arena electoral, y eleva los estándares de la democracia.
Ese mismo conjunto de fuerzas debutantes elevó su participación al 3,12%, y eligió ocho concejales.
Coaliciones mayoritarias
La participación de las dos coaliciones mayoritarias se redujo de modo sustantivo, si bien de manera más pronunciada en el caso de Nueva Mayoría.
En efecto, de 2.385.178 votos y 43,03% en 2012, bajó a 1.472.556 votos y 30,97%, en alcaldes, en 2016. En concejales, bajó de 2.633.677votos y 49,32% en 2012, a 2.134.750 votos y 47,1% en 2016.
En alcaldes, el pacto Chile Vamos, de la derecha, bajó de 2.079.854 votos y 37,52% en 2012, a 1.348.668 votos y 28.38% en 2016.
En concejales, de 1.755.057 votos y 32,87% en 2012, subió a 1.841.146 votos y 40,62% en 2016.
Conviene aclarar que estas cifras incluyen sólo a partidos, y no consideran a independientes dentro del pacto.
Conclusiones
A modo de conclusiones preliminares, los datos muestran, en el mismo orden:
– Es evidente que el gran dato es la abstención. Pero eso no constituye una expresión de castigo ciudadano a la clase política, como coinciden la mayor parte de los análisis, sino que obedece a una retracción de tipo omisivo e individualista de la gente que no votó, coherente con el retroceso de la consciencia colectiva y la entronización de nihilismo egoista que ha traído consigo la cultura neoliberal.
Si los que se abstuvieron de votar creen que con eso castigan a la clase política, están muy equivocados, pues lo único que consiguen es que las cosas pemanezcan donde están, y que en los medios de comunicación sigan las mismas caras, ofreciendo los mismos discursos insustanciales e irritantes.
En ese sentido, los grandes ganadores de la jornada, son las elites políticas y sociales, las oligarquías empresariales y financieras y los sectores ultramontanos y conservadores, que ven con alivio el reflujo de la marea reformista de 2011, sin ocasionar daños irreparables en la arboladura del neoliberalismo estratégico.
– Luego, claramente viene el crecimiento de la participación de los independientes, esta sí, potente señal de fastidio ciudadano, con un incremento de 217.808 votos y 6,41 puntos porcentuales entre las dos últimas elecciones municipales.
El campo de los independientes es heterogéneo por definición, de forma que no se puede describir con la misma lógica de los partidos. Sin embargo, un considerable porcentaje de estos independientes, llegó con el apoyo de tal o cual partido, o integra deterninado movimiento o colectividad cualquiera que comparte un programa o finalidad, caso típico del exponente más emblemático de este sector, Jorge Sharp en Vakparaíso, que pertenece al movimiento autónomo, de neto corte político. Muchos compitieron por fuera de sus ex compañeros de pacto, y no pocos ganaron, sin perjuicio de que muchos de los que no lo hicieron, liquidaron las pretensiones de sus ex compañeros de pacto.
En suma, una expresión política.
Eso no impide, desde luego, que también haya triunfado una profusa gama de liderazgos personales y/o locales, con escasa o nula influencia de organización política alguna. Sin embargo, a poco que se propongan el desarrollo de programas de gobierno comunal, no tienen otra camino para alcanzarlo que la planificación y organización, dos clásicas pero nunca oxidadas herramientas de la política.
En rigor, el dilema es inescapable. El independiente, por así decirlo, químicamente puro, que persiste en su camino solitario de prescindencia política, enfrenta dos grandes probabilidades. O se convierte en el caudillo, o pasa con más pena que gloria su período edilicio, sin apenas dejar huella de su paso; lo que no niega, naturalmente, la existencia de otro tipo de casos particulares.
– En tercer lugar de la prelación, hubo un castigo severo, expresivo y brutal a las dos coaliciones mayoritarias. Sin embargo, la combinación de la abstención y la irrelevancia de las expresiones emergentes que se definen por oposición al sistema, o por alternativa a las dos coaliciones, les deja libre el camino a la permanencia en al menos otro ciclo político de cuatro años, en que nuevamente se alternen en el Poder Ejecutivo y se confronten en al ámbito parlamentario con correlaciones que se anulan recíprocamente, y dejan las cosas exactamente como están.
Como el castigo a ambas coaliciones fue proporcionalmente equivalente, quedan repartiéndose el escenario político con menos votos y legitimidad, pero en proporciones básicamente idénticas a las que han ocupado hasta ahora.
Así, la abstención, en lugar de representar una expresión de castigo, devino en una ventaja coyuntural para el denominado duopolio. En lugar de que el nuevo sistema electoral se manifestase en la emergencia de mayor pluralidad, la abstención consiguió que la configuración binomial del sistema de partidos chileno, se prolonge al menos por otros cuatro años.
– En el caso de Nueva Mayoría, es evidente que parte de la derrota pasa por la escasa destreza táctica, el desorden en la gestión y el déficit de conducción política. Pero un análisis más detenido lleva a concluir que esas son manifestaciones de causas anteriores y más profundas. Nueva Mayoría es la coalición más amplia y heterogénea que registre la historia del país. Pero de ahí proviene su principal debilidad. En rigor, su problema fundamental radica en el estado de empate catastrófico de sus dos tendencias internas, el ala progresista y la retaguardia neoliberal, que se anulan mutuamente.
Mientras no resuelva esa contradicción, difícilmente mejorará la gestión, independiente de quien conduzca el carro. No obstante, el vacío político existente la deja como contendor natural de la derecha, en otro ciclo político de cuatro años. El resultado de la elección del domingo no modificó sustantivamente la correlación interna de ambas tendencias.
Hay quienes ven en la derrota electoral de la Nueva Mayoría un considerable retroceso de las posibilidades de Ricardo Lagos. Pero eso no es necesariamente así. Lagos es parte de un plan mayor, que ciertamente no se fijará en gastos. Independiente de lo que piensen los demás, el prosigue impertérrito su plan de campaña. No trepida en disputarle a la Presidenta el protagonismo del cambio de gabinete, el domingo concurre con su habitual pompa y circunstancia, a saludar candidatos ganadores o perdedores, y se enfrasca en su habituales polémicas televisivas, en las que no deja de recordar el episodio del dedo, y de refregar en el rostro del contradictor, que si puede ocupar la tribuna, es por la valiente lucha que condujo contra la dictadura.
Lagos está posicionado como el candidato de los sectores concertacionistas, conservadores y neoliberales de la coalición, que atraviesan transversalmente la mayor parte de los partidos de la coalición, apenas con las excepciones del PC y la IC, acaso el MAS. Pero todavía falta que se defina el candidato de los sectores progresistas. Mientras ello no ocurra, sin que se omita un tercero en discordia, las posibilidades de Lagos, y en rigor, de cualquier otro candidato de Nueva Mayoría antes de una definición programática, se reducen a la especulación.
– En el caso del pacto de la derecha el dato clave es la resiliencia de la UDI ante la crisis de la corrupción. Y nuevamente fue capaz de elegir alcaldes en comunas populosas, con predominio de sectores medios bajos y populares. Sin embargo,el castigo que recibió el domingo, y el mucho menor retroceso de Renovación Nacional, favorece objetivamente la candidatura de Sebastián Piñera.
Al igual que en el caso de la Nueva Mayoría, el escenario de abstención, sumado a la irrelevancia del comportamiento electoral de los desprendimientos, pretendidamente renovacionales, casos de Evopoli y Amplitud, le deja el camino libre a la UDI para seguir ocupando un espacio algo menor pero equivalente e igualmente decisivo en la interna de la coalición, a un nivel parejo con RN.
– Es evidente que Renovación Nacional ganó por puntos el presente round en el interior del pacto, pero no le alcanzó para alterar sustantivamente las correlaciones preexistentes. Aparte de las vagas pretensiones del senador Alberto Espina, el partido está alineado detrás del «liderazgo natural» de Sebastián Piñera para la elección de 2017, lo cual ciertamente representa una ventaja significativa.
Es altamente probable que más de alguien en el partido, haya sonreído sardónicamente ante los pobres resultados de Amplitud. Definitivamente, de Evopoli y Amplitud no parece perfilarse alguna competencia peligrosa para Piñera.
Y si tiene alguna, esta provendrá de fuera de la coalición, como ha anunciado reiteradamente el senador Manuel José Ossandón, quién renunció a RN en julio pasado.
– Desde el punto de vista de la carrera presidencial, las elecciones municipales de 2016 fueron neutras, y no aportaron mayores novedades. Por la derecha. Piñera sigue corriendo solo. En la Nueva Mayoría, Lagos está a la espera de quién lo desafíe. Pero eso no sucederá antes de que se defina la continuidad o el cambio del programa de reformas. Los resultados del domingo no alteraron la correlación interna de la coalición oficialista, ni favorecieron o perjudicaron a ningúna precandidatura en particular.
– Las expresiones políticas emergentes y debutantes, así como otras de mayor trayectoria, pero por fuera de las dos coaliciones mayoritarias, también fueron castigadas, sin excepción, por la abstención, y quedaron relegadas a espacios marginales. Es también palmario que desde allí, al menos en esta vuelta, tampoco provendrá el cambio. Pero es de esperar que el revés electoral no las desanime o las incite a irse para la casa, y que perseveren en el camino de la organización, pues su crecimiento y desarrollo es conveniente para la calidad de la democracia.
En un conjunto de suma cero, como el sistema político, donde el crecimiento de uno(s) implica el decrecimiento simétrico de otro(s), todo espacio que conquisten estas expresiones emergentes, será a costa de los partidos tradicionales y la configuración binominal.
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Neoliberalismo estratégico
– Desde el punto de vista del cambio del sistema económico y politico neoliberal, las elecciones municipales de 2016 no representaron avance alguno. Las primeras elecciones con sistema electoral proporcional con cifra repartidora, no modificaron la configuración binominal del sistema político chileno. Con menos votos y representatividad, las leyes se seguirán haciendo con los mismos criterios, por los mismos políticos, de las mismas coaliciones, tal como viene sucediendo desde 1990.
Para que se produzca un avance, en la perspectiva del reemplazo del modelo neoliberal, es necesario que se produzcan al menos tres condiciones.
a) que termine la actual composición de dos grandes coaliciones en estado de empate permanente, propia del sistema político chileno desde 1990;
b) que en lo que es hoy Nueva Mayoría, se decanten las fuerzas con el neoliberalismo como línea divisoria; y
c) que se produzca una amplia convergencia política y social entre los que se proponen el cambio de sistema.
Los resultados de las elecciones municipales de 2016 muestran que todavía hay mucho camino que hacer, y muchas luchas que dar, antes de que maduren las condiciones que permitan dar el salto hacia el post neoliberalismo.
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