sábado, noviembre 9, 2024
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Kurdistán: Ser Mujer en el País más Democrático del Mundo

En una entrevista a una miliciana de YPJ, las unidades kurdas de protección de la mujer, le preguntaron si no tenía miedo de ir a la guerra. «¿Miedo?», respondió sorprendida. «El miedo es para las mujeres occidentales en sus cocinas».

Cuando leí que había una zona de oriente medio donde la mujer tenía la misma posición social que el hombre, no me lo acabé de creer. La típica exageración propagandística revolucionaria, pensé. Mi escepticismo natural me obligó a venir a verlo por mí mismo.

Rojava, parte del también llamado Kurdistán sirio, es probablemente el país más democrático del mundo. Aquí no hay elecciones a presidente; no hacen falta. El poder lo ejercen las asambleas de barrio mediante consenso y participación directa.

Estas asambleas se agrupan en una confederación de distritos, comarcas y, finalmente, cantones. Las asambleas sólo se consideran legítimas si tienen al menos un 40% de cada género.

Cada uno de estos niveles tiene sus comisiones o ministerios específicos: ecología, economía, industria, deporte. También hay un grupo específico para las minorías étnicas y religiosas, que tienen una representación mínima garantizada. Y por supuesto, también hay uno dedicado a la mujer.

Además de esto, todos los puestos administrativos, sea un ministerio, una alcaldía o la presidencia de una comunidad de vecinos, son duales, siempre compuestos por una mujer y un hombre.

Por último, las mujeres en Rojava tienen sus propias instituciones, totalmente autónomas, tanto en la sociedad civil (Yekîtiya Star, Jinên Ciwan, en la foto) como en el ejército (YPJ).

Esta situación inverosímil, imposible hace sólo cinco años, existe gracias al concienzudo trabajo del movimiento de liberación kurdo.

Por su parte, el PKK lleva más de cuatro décadas organizando la resistencia kurda contra el Estado turco, aliado del Estado Islámico.

Sus férreos valores ecológicos, feministas y democráticos, basados en la ecología social y el municipalismo libertario de Murray Bookchin, y forjados en la nieve de las montañas de Bakûr, son ahora la inspiración para la revolución de Rojava.

Según el líder del PKK Abdulah Öcalan, «sin la liberación de la mujer no puede haber liberación de la sociedad».

En Rojava, el movimiento de las mujeres no se define explícitamente como feminista. En cambio, han creado la ginología, el estudio de la mujer, que pretende huir del dogmatismo y del positivismo que suelen contaminar este debate, pero es profundamente político desde su misma existencia.

Tendemos a pensar que Europa es la panacea social, la cima del feminismo, el cénit de los derechos humanos, el paraíso de los oprimidos. Acostumbrados a enseñar, se nos ha olvidado aprender.

En España decimos que hay democracia porque la comparamos (todavía) con la época franquista. Nos conformamos con vivir en una dictadura mejor que la anterior. Nos hemos acostumbrado a vivir con miedo en nuestras cocinas, pero Rojava nos demuestra que otro mundo es posible.

Entonces, ¿ya está? ¿Es Rojava la sociedad ideal y utópica por la que llevamos tantos siglos luchando? ¿Al fin lo hemos conseguido?

El dulce sueño contrasta con una cruda realidad a pie de calle: más allá de las instituciones revolucionarias, en la vida privada de muchas familias sigue dominando la lógica patriarcal. La función opresora de los hombres es más bien pasiva, y son sobre todo las mujeres las que se reprimen unas a otras, perpetuando roles de sumisión y decencia a través de la presión social.

La otra gran asignatura pendiente es el caso de los homosexuales, trans, etc. Por el momento, es un tema totalmente tabú, una caja esperando a ser abierta. También hay que hablar de asuntos como el aborto, la prostitución o la infidelidad, pero eso lo dejo para otra ocasión.

Tantos siglos de dominación y asimilación por parte del fundamentalismo religioso no se eliminan de un plumazo, pero la semilla está ahí, y ha enraizado con fuerza.

La gente de Rojava es muy consciente de que la auténtica revolución la va a hacer la siguiente generación. Saben que cuanto más grandes son las escuelas, más pequeñas son las cárceles, y están poniendo todo su esfuerzo en crear estructuras educativas libres para que esto no sea sólo un experimento social. Perwerde, perwerde, perwerde.

Este es el fruto más dulce de las revueltas de 2011, erróneamente llamadas primavera árabe. Kurdistan es sólo el principio. Lo único que necesitan para llevar a cabo su (nuestro) sueño democrático es que les dejen en paz.

Jin, jiyan, azadî.

(*) Biólogo postcapitalista

Fuente: The Huffington Post

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