jueves, mayo 2, 2024
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Marxismo, Economía y Metodología

Una clarificación epistemológica desarrollada por Manuel Sacristán.

Desde el punto de vista político-moral, la ciencia es ambigua, por así decirlo, si no queremos usar la palabra “neutral”, lamentablemente satanizada en los ambientes de izquierda, en los cuales se recuerda poco quien fue el autor que propuso llamar “canalla” al que practica la ciencia con un interés que no sea puramente el científico,a saber, Karl Marx; y no algún positivista. (Sacristán, 1983c).

1. Marxismo y ciencia

Es decisión propia del hombre el hacer ciencia, y el considerar que los únicos datos de que se puede partir para intentar comprender incluso aquello que nunca es dato científico –la totalidad universal y las totalidades particulares en su concreta cualidad real– son los datos de la ciencia. (Sacristán, 1964).

Existen diversas formas de expresar qué es el marxismo, pero de acuerdo a la noción epistemológica y política del filósofo español Manuel Sacristán “el marxismo es, en su totalidad concreta, el intento de formular conscientemente las implicaciones, los supuestos y las consecuencias del esfuerzo por crear una sociedad y una cultura comunistas”.

Por tanto, “el marxismo se caracteriza (…) por la afirmación de que el contenido de los postulados morales debe buscarse en la realidad. En el movimiento obrero las ideas morales sólo tienen verdaderamente sentido si contienen una crítica racionalmente justificada de la realidad con que se enfrentan, si su contenido significa futura realidad previsible, y si se insertan en el marco de una concepción del mundo que, sobre una base científica, sea capaz de explicar primero y organizar después la realización de aquellos contenidos” (Sacristán, 1964).

Por tanto, “el análisis marxista se propone entender la individual situación concreta (en esto es pensamiento dialéctico) sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos (y en esto es el marxismo un materialismo)” (Sacristán, 1964). Es por ello que −siguiendo a Sacristán− “los rasgos característicos de la tradición marxista la predisponen a una abundante producción de hipótesis (históricas, analíticas, prospectivas) y, por tanto, a refutaciones frecuentes” (VV., AA., 1978).

Cabe destacar que la noción de ciencia también es abordada por Sacristán Luzón, en parte, por su excepcional forma de identificar las diferencias existentes entre el marxismo y la ciencia positiva.

La naturaleza del marxismo y la de la ciencia, en sentido estricto, son expuestas ampliamente por el traductor de las obras completas de Marx y Engels en el artículo titulado: “La tarea de Engels en el Anti-Dühring” 2 donde, además, explica que “los conceptos de la ciencia en sentido estricto −que es la ciencia positiva moderna− son invariablemente conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales, «leyes», como suele decirse, que informan acerca de clases enteras de objetos”.

De esta forma, “la ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinadas a factores menos complejos (…) y más homogéneos cualitativamente, con tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierda toda relevancia” (Sacristán, 1964).3

No obstante, en el artículo de Sacristán al que se ha hecho alusión destaca la existencia de algunas nociones absurdas de la ciencia positiva en Engels,4 “al afirmar que las dificultades lógicas del cálculo infinitesimal leibniziano-newtoniano eran esenciales y no se resolverían nunca en la teoría matemática, Engels ha asumido una actitud epistemológica regresiva, y superada luego por el esfuerzo de los matemáticos; y con su versión de la fusión de análisis científico y síntesis dialéctica, Engels ha reproducido la utopía de Goethe, Hegel o Leopold von Henning sobre la integración de «experimento» y «facultad de juzgar», «ciencia» y «poesía»”. Además, Sacristán afirma que “el conocimiento científico positivo se caracteriza formalmente por su intersubjetividad, y prácticamente por su capacidad de posibilitar previsiones exactas” (Sacristán, 1964).5

La visión totalizadora del marxismo, que reproduce en ella una dialéctica, y el carácter analítico-reductivo, permiten identificar que “el conocimiento que busca Marx ha de ser muy abarcante, contener lo que en nuestra academia llamamos economía, sociología e historia. Pero, además, el ideal de conocimiento marxiano incluye una proyección no solamente tecnológica, sino globalmente social, hacia la práctica. Un producto intelectual con esos dos rasgos no puede ser teoría científica positiva en sentido estricto (…)” (Sacristán, 1983b). Bajo esta perspectiva se puede argüir sobre la relación que existe entre la ciencia y el marxismo.

Este último, al ser una “concepción del mundo explícita, que tiene por fuerza que contener también una visión de las relaciones del hombre con la naturaleza, y, consiguientemente, de la naturaleza misma y de la ciencia que la estudia” (Sacristán, 1964).

El filósofo español precisa que “una concepción del mundo no es un saber, no es un conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta de un sujeto, a veces sin que éste se los formule de un modo explícito” (Sacristán, 1964).

Asimismo, afirma que “(…) la tradición marxista no es una tradición teórica pura. Es una tradición política, una intervención consciente y organizada en la lucha de clases, sobre la base de un fundamento científico en sentido estricto 6 y un fundamento todavía más amplio de carácter filosófico” (Sacristán, 1983c).

En este sentido la propia corriente de pensamiento marxista y la concepción comunista del mundo (CCM) también se encuentran en distintos niveles de conocimiento, ya que para la CCM el sujeto de estudio es el propio movimiento comunista y el marxismo en sí es la vertiente intelectual que permite darle plausibilidad a la cultura y a la sociedad comunistas.

Algunos tópicos del marxismo.

Se pueden identificar en varios artículos escritos por Manuel Sacristán los desarrollos de la corriente marxista. En específico, explica la diferenciación entre los conceptos de “método” y de “metódica”. Marx utiliza en su visión totalizadora para la CCM el “método dialéctico”. Sin embargo, es importante precisar que la noción de “método” no es aquella a la que habitualmente hacemos alusión hoy en día.7

En palabras de Sacristán: “cuando uno dice «método», por regla general, uno piensa en una técnica para conseguir algo o averiguar algo. Pero la verdad es que no existen métodos progresistas y métodos reaccionarios, ni métodos reaccionarios y métodos revolucionarios de conseguir datos. Lo que se llama dato no tiene formas distintas ni de consecución ni de descripción. En esto, si los marxistas, sobre todo los estudiosos, fueran buenos lectores y la pasión con que un movimiento político cultiva a sus clásicos no le hiciera olvidar que hay que leer despacio, con cuidado y críticamente, habría encontrado en los clásicos textos de sobra para no cometer este error” (Sacristán, 1977).

Es decir, “el método dialéctico no sirve para descubrir datos porque no es un método de invención”. Por ello, “la distinción metodológica más importante en El Capital ha sido, como en cualquier otra cosa, la distinción entre método de investigación, metodología de investigación, y metodología de exposición” (Sacristán, 1977). Ya que “la concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilitaria)”, por tanto, “abonar o hacer plausible, no es lo mismo que probar en sentido positivo” (Sacristán, 1964).

Por ello, coincidimos con nuestro autor en cuanto a la noción que se debe tener de “método” utilizada en la obra de Marx. En este mismo tenor, Sacristán menciona que: “la empresa del marxismo no es la empresa de la ciencia, ni una empresa científica. Eso no quita que uno de los rasgos característicos de la tradición marxista sea la intención de incorporarse ciencia e incluso hacer ciencia ella misma. La mejor manera de caracterizar el lado intelectual de la tradición marxista es verlo como una metódica”.

Este planteamiento se puede ampliar diciendo que: “entre los elementos principales de esa metódica se cuentan: el ver la emancipación como un asunto básicamente económico-social y derivativamente ideológico y político («materialismo», visión complicada hoy por la presencia del Estado en la base productiva); el necesitar (…) una comprensión integrada y autocontenida (…) de los diversos aspectos de la realidad social, la distinción entre los cuales le es, por otra parte, esencial (esta necesidad metódica es «la dialéctica»); el requerir un fundamento empírico-racional de la práctica (es el motivo de la «unión del movimiento obrero con la ciencia»); el no darse a la fabulación de una vida futura, sino trabajar con lo que hay y partiendo de lo que hay (esto es el «principio de la práctica»)” (VV., AA., 1978).

El mismo Sacristán en una contestación al economista y anarcosindicalista Joan Martínez Alier, a finales de la década de los años setenta, afirma que “la refutación de muchas tesis de Marx o de marxistas no es ninguna prueba de que las maneras marxistas de pensar, el «método» materialista históricodialéctico, sean acientíficos, sino, en cierto sentido bastante trivial en filosofía de la ciencia, todo lo contrario. Si el marxismo fuera una filosofía especulativa y sistemática, (…) sería irrefutable y acientífico, como toda teología. Si el marxismo fuera ciencia en el sentido de la teoría positiva, como un sistema completo y detallado de tesis sobre un trozo de realidad, entonces la refutación de esas tesis, o de algunas de ellas en posición central, determinaría no una condena de acientificidad, sino su abandono en cuanto a construcción científica superada” (VV., AA., 1978).

Con todo lo anterior se puede afirmar que la ciencia y el marxismo tienen diferentes instrumentos operativos y distintos objetivos. Es decir, la ciencia tiene como fin entender a la realidad y el marxismo no sólo entenderla sino transformarla. Por ejemplo, no podemos afirmar con un análisis “marxista” que las matemáticas, por ejemplo, son burguesas o que en algún momento de la historia fueron socialistas.

Lo que sí se puede hacer a través del marxismo, visto como un conjunto de ideas, es hacer consciencia racional del comunismo. La noción de «método» en Marx “tiene un sentido más general y menos preciso que el que se ha hecho habitual en la literatura metodológica y en la literatura científica de las últimas décadas de este siglo. Pero, en cualquier caso, su metódica o concepción general del método, lo que él llamaba «dialéctica crítica y revolucionaria», es, efectivamente, el factor que hace de argamasa entre filosofar, análisis científico propiamente dicho y teoría de la revolución” (Fernández Buey, 1983).

Ahora bien, el aporte de Marx en cuanto a la formación de un socialismo científico contiene distintos matices. En sus primeros escritos Marx abordaba todo su quehacer con un matiz filosófico, no obstante, el carácter dialéctico de su pensamiento le permitió integrar varias ciencias para la explicación de algo concreto −el capitalismo−, es decir, su trabajo dialéctico parte del conocimiento científico para entender y encontrar los puntos débiles del capitalismo.

En sí, el pensamiento de Marx contiene estas dos características y ello le permite articular algunas ciencias; en específico, a la filosofía, la economía y la política.8 Sacristán menciona que “desde 1848 hasta casi su muerte; Marx vivirá intensamente los dos planos de su actividad: la fundamentación científica («el arma de la crítica») y la acción revolucionaria («la crítica de las armas»)”.

Es por ello que “no se puede dejar de estudiar ninguno de los textos de Marx y −sobre todo El Capital− si se quiere conocer con detalle el conjunto de teoremas o «teoría» de Marx, el marxismo en el sentido de sistema de proposiciones, a la manera de los tratados científicos. Pero tampoco parece que la enumeración de sus proposiciones científicas en este sentido fuera para Marx lo principal de su obra” (Sacristán, 1973).

Sacristán aclara que “el marxismo temáticamente completo cuenta con tres fuentes y partes: la filosofía clásica alemana (con la que critica la cultura capitalista y clasista en general), la economía política inglesa (bisturí con el que reseca la «anatomía de la sociedad») y la política revolucionaria francesa (impulso y tradición cultural que da nombres –libertad, igualdad, comunidad, etcétera– a los objetivos despejados y fundamentados por la crítica)” (Sacristán 1973), en el mismo sentido Fernández Buey (1983) afirma que “estos tres elementos son en la obra de Marx inseparables (…) están ya presentes en los escritos del período 1843-1848 y reaparecen −como es natural, desarrollados, modificados y en algunos casos corregidos− en los últimos años de vida de Marx”.

Por su parte, el marxista y lógico español puntualiza que “este marxismo es ya completo no en el sentido de que conste todas las proposiciones teóricas que lo caracterizarán, sino sólo en el que presenta todos los aspectos, todos los campos de temas en que se pueden repartir aquellas. También es cierto que en 1843-1844 la necesidad más urgente de Marx era enriquecer su conocimiento científico de la sociedad” (Sacristán 1983b).

Por su parte, “las interpretaciones que hacían de Marx Althusser 9 y Colletti coincidían en basarse en la idea de un corte completo entre el Marx maduro y su formación filosófica anterior, que fue principalmente hegeliana. La confusión entre el tratamiento filológico de un clásico y la continuación productiva de su legado es frecuente en las tradiciones en cabeza de las cuales hay un clásico que lo es no sólo en el sentido de paradigma de pensamiento teórico –en particular, científico–, sino también en el de inspirador moral, práctico o poético.

Una cosa es estudiar y explicar el pensamiento de Marx; otra hacer marxismo hoy. Muchas cosas que enseñaban Althusser y Colletti (…) se estudian más provechosamente como pensamiento (de tradición) marxista de uno u otro de esos autores que como pensamiento de Marx” (Sacristán, 1978). Estos dos autores forman parte de un grupo de marxistas que sólo enfatizaban la parte económica de la obra de Marx, sin embargo, también existe la contraparte, aquellos marxistas que sólo acentúan la parte filosófica.10

La “cientificidad” en el pensamiento de Marx.

La importancia de los aspectos científicos en la obra de Marx va más allá de preguntarse si su obra es “científica” o “filosófica”, la cuestión es explorar su noción de ciencia en la de la sociología de la ciencia y la posibilidad de que su pensamiento totalizador se encuentre en un enfoque de “microsociología” de la ciencia, como lo sugiere el epistemólogo español.

“En la sociología de la ciencia,11 la obra de Marx muestra un desarrollo continuo de la ciencia, sin rotura alguna, ni menos a partir del momento, muy temprano (fechable con la terminación de sus tesis doctoral: 1841), en que deja de interesarse por especulaciones de corte hegeliano y joven-hegeliano acerca de la filosofía de la ciencia.12

Las ideas de Karl Marx sobre cuestiones de sociología de la ciencia se articulan hasta constituir una concepción sistemática en la época en que cosecha los resultados de su decisión de «volver a empezar desde el principio» sus estudios y reflexiones, en la segunda mitad de los años 1850. Al expresarse de ese modo se refería precisamente a sus estudios de economía” (Sacristán, 1968b).

El marxista, lógico y filósofo español expresa que “el principal documento de esa época, las Líneas fundamentales para una crítica de la economía política (Borrador), los Grundrisse de 1857/1858, es un texto fascinante precisamente por su inmadurez, por la libertad de escritura propia de un manuscrito del que su autor ha debido de notar muy pronto que quedaría en borrador, que no lo podría publicar como libro”. Ya que, “la herencia especulativa de Marx, que ha nacido intelectualmente como filósofo romántico y ha tardado unos veinte años en abrirse camino hasta una noción clara de lo que es trabajo científico en el sentido moderno del término y que, además se ha puesto a practicar ese trabajo sin abandonar la especulación, no es la única causa de que su obra no sea teoría pura, aun contando con un núcleo que sí lo es” (Sacristán, 1983d).

No obstante, “Marx aceptaría sin duda los cuatro valores que definen la actividad del científico de Merton: universalidad, comunidad de los conocimientos, escepticismo organizado y desinterés.
Es posible que si se sigue al pie de la letra la sistemática de Merton, haya que llamar a muchos desarrollos de Marx en la materia que nos ocupa «teoría sociológica de la ciencia», y no «sociología de la ciencia». Pues la idea de Merton consiste en que la teoría sociológica de la ciencia es un tipo especial de epistemología, y ése no es el caso de los principales análisis de Marx, a los cuales sería más adecuado llamar «macrosociología de la ciencia».

Se define de esta forma, que “Marx utiliza una visión totalizadora desde una perspectiva dialéctica, por ello existe una ausencia de estudio microsociológico que, a su vez, «no se puede contraponer razonablemente al enfoque macrosociológico»” (Sacristán, 1983d).

En el Borrador, como le llama Sacristán, “salta a la vista el importante papel que tiene la ciencia en la concepción de éste y no sólo por el hecho de que en los últimos pasos aducidos la ciencia ocupa explícitamente una posición destacada, tan destacada que es el ejemplo privilegiado que de su teoría se propone Marx, cuando escribe acerca de la «ridícula» nostalgia de la plenitud pasada y el «ridículo» apego al vacío de la presente sociedad capitalista, Marx añade: “como ejemplo se puede tomar aquí la relación del individuo con la ciencia”. Finalmente, Sacristán afirma que “el Borrador es probablemente el mejor lugar marxiano sobre lo que hoy llamamos «comunismo de la abundancia»” (Sacristán, 1983d).13

2. Dialéctica, economía y metodologías

Ningún profesor de economía o de sociología que no sea un poco raro gustará de exponer textos que se parecen más a Isaías que a Durkheim o Walras. Puro moralismo, como dicen.
(Sacristán, 1983b).

Los tres aspectos a desarrollar en este apartado se interconectan para la comprensión de la obra de Marx.14

En principio, es importante definir que “la dialéctica no es un método de invención porque de eso no hay nada que sea codificable; tampoco es un método de validación del dato, sino un pensamiento revalidador, por así decirlo, convalidador, refundador, que vuelve a fundamentar las cosas con conceptos que no son mensurables siempre, como valor, plusvalía. El pensar dialéctico es un pensamiento que totaliza, consigue una totalidad rebasando las parcialidades que son siempre el pensamiento científico, pero con eso puede dar (…) mucha arbitrariedad como en el caso de Hegel” (Sacristán, 1977).

Asimismo, se afirma que “la dialéctica de Marx no es una lógica contrapuesta a la lógica formal con leyes y principios también contrapuestos a los de la lógica formal; ni es una ciencia en sentido sustantivo y propio (…) ni es explicación de realidades mediante la fórmula sacramental de tesis, antítesis y síntesis.” (Fernández Buey, 1983).

De la misma forma Sacristán hace una especificación sobre el papel que juega la dialéctica, es decir, él expresa que “la tarea de una dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo, sin concebir las cualidades que pierde el análisis reductivo como entidades que haya que añadir a los datos, sino como resultado nuevo de la estructuración de éstos en la formación individual o concreta, en los «todos naturales»” (Sacristán 1964).

“El objeto de la dialéctica es (…) el propio de las concepciones del mundo, a saber: todos o totalidades, a las que Marx llama concretas para diferenciar su pensamiento de filosofar especulativo. La legitimidad de la dialéctica −escribía Sacristán (…)− procede de la limitación del método que es propio de las ciencias positivas, las cuales al practicar una reducción cuantitativa de aspectos cualitativos no se ocupan directamente de totalidades como son, por ejemplo, el conjunto de los individuos vivientes (…).

El primer rasgo de la dialéctica marxiana es, pues, ser pensamiento globalizador, totalizador” (Fernández Buey, 1983).15 Para Sacristán la “dialéctica no es especulación de un sistema del mundo ni tampoco método de invención como lo pueda ser la imaginación o experimentación o la búsqueda casual, al azar, de datos en un archivo, sino una totalización no especulativa cuyo criterio por tanto no es teórico sino práctico, el criterio de ponerla a prueba, y no práctico tecnológico sino práctico revolucionario, práctico social” (Sacristán, 1977).

Sacristán en el texto de “La tarea de Engels en el Anti-Dühring” hace una crítica en cuanto a la forma en que Engels, con la supervisión de Marx, explica qué es la dialéctica. Sacristán explica que “Engels y Marx han tenido que enlazar con el repertorio de conceptos de Hegel, por más que las raíces de su nueva teoría estén en otro lugar, a saber, en la realidad económico-social y en el movimiento obrero. Y ese obligado enlace con Hegel, (…) redunda frecuentemente en una injustificada invasión del terreno de la ciencia positiva, en una estéril aplicación, puramente verbal, de la dialéctica al nivel del análisis abstracto y reductivo”.16 (Sacristán 1964).

En otros textos Sacristán alude a que “la dialéctica no es lógica, y cuando se presenta como lógica, cuando alguien intenta demostrar algo a base, por ejemplo, de la «ley de la negación», da entre vergüenza y risa, empezando por Engels” (Sacristán, 1983c).

Para Sacristán “«dialéctico» es un cierto trabajo intelectual que, por una parte, está presente en la ciencia, pero, por otra, la rebasa con mucho, en el doble sentido de que actúa también en el conocimiento ordinario pre-científico y en otro tipo de conocimiento, posterior al científico metodológicamente. Ese tipo de trabajo intelectual existe como programa (más bien oscuro) en la filosofía del conocimiento europea desde el historicismo alemán, tiene en Hegel una realización especulativa y busca en Marx una realización empíricamente plausible”.

El programa dialéctico es “buscar un tipo de conocimiento que, utilizando el producto científico «normal», lo integre como «artísticamente » en una totalidad concreta que evoque el concreto real (histórico) que se está estudiando” (Sacristán 1983c).

La dialéctica y la economía.

Estos son conceptos utilizados en el marxismo para poder explicar la plausibilidad de la existencia de una sociedad comunista. En los párrafos previos se ha tratado de repasar el significado de algunos de los elementos más importantes del marxismo. La noción de dialéctica, en sentido estricto, es un elemento imprescindible de clarificar para una buena comprensión de las ideas de Marx.

La economía y la dialéctica se encuentran en distintos niveles de conocimiento, ya que la economía es sólo un instrumento para explicar al capitalismo. En principio, la economía y la dialéctica “son vistas en un plano general, filosófico, no haciendo ciencia positiva sino haciendo a lo sumo teoría del conocimiento, metodología no más, cuando hablamos de cuestiones científicas” (Sacristán, 1977).

Ahora bien, el marxismo como comunismo científico se expresa como “un pensamiento emancipatorio, y también científico, en el sentido de explorador de las condiciones de posibilidad de la emancipación o revolución o movimiento libertario, o como se le quiera llamar a eso que tiene una antigüedad milenaria, es claro que las condiciones de posibilidad son, en este caso, condiciones no de posibilidad puramente lógica, puramente formal, sino condiciones materiales de posibilidad y esas condiciones de posibilidad tienen su ámbito privilegiado en lo que solemos llamar [ámbito] económico. Digo de «lo que solemos llamar» porque el concepto de lo económico, precisamente cuando se trata de marxismo y se tiene presente la experiencia de la enseñanza académica de la economía, no es tampoco ningún concepto sin problemas, sino un concepto bastante problemático” (Sacristán, 1977).

Por ello el marxista español explica, en otro de sus escritos, que: “la matemática no es física, ni economía, etcétera. Pero desde el punto de vista marxista ninguna de esas disciplinas es conocimiento sustantivo, sino sólo instrumental. Sustantivo es exclusivamente el conocimiento de lo concreto, el cual es un conocimiento global o totalizador que no reconoce alcance cognoscitivo material (sino sólo metódico-formal) a las divisiones académicas” (Sacristán, 1968a).

Sacristán menciona que, sin duda alguna, “entablar una discusión sobre temas económicos a propósito del marxismo y del pensamiento académico no marxista es una fuente enorme de confusiones porque no se trata sin más de dos investigaciones cuyo campo sea exactamente el mismo, o, para decirlo de un modo más técnico (…): se trata de dos investigaciones de las que de ninguna manera está claro a priori que tengan el mismo objeto formal, el mismo campo de conceptos, el mismo sistema de categorías. Todo esto son groseros sinónimos para responder un poco al lenguaje filosófico que tenga cada cual” (Sacristán, 1977).

Así, entramos a una extensión de la discusión, entre economía y marxismo aludiendo a una reflexión del lógico español:

“A mí me habría parecido bueno regular el léxico de tal modo que así como se dice «economía política» o «la economía de Smith», etcétera, en el marxismo se dijera no «la economía marxista» sino la «económica marxista»,17 para evitar confusiones, para dejar claro que no es lo mismo, que son dos tipos de investigaciones diferentes, (…) y no olvidando que hay una zona de coincidencia y contraprosición, incluso como economistas, no ya en política, ni en lucha de clase” (Sacristán, 1977).

Con ello se afirma que “el tipo de validez de una totalización dialéctica no es el mismo que el tipo de validez de un trozo de teoría física, química o de teoría económica académica (…). Esto hace grotesco todo intento de decir que el marxismo ha demostrado que de esta sociedad se pasará a través de una transición a una sociedad comunista. Nada de esto es demostración. Demostración es lo que se obtiene de un cuerpo teórico formalizado mediante una serie de reglas fijas, bien definidas y con una aplicación limitada. Esto es demostrar; lo otro no es demostrar, es argüir y esperar una totalización confirmada o no, en la práctica. En cambio, la totalización dialéctica es lo que no es ciencia ni es nada porque la ciencia tiene que ser contrastable, operativa, mensurable” (Sacristán, 1977).

Por ende, el filósofo español explica que “una de las características más peculiares de la literatura acerca de El Capital es la extremosidad de los juicios que suscita su lectura”. Por ejemplo:
“Croce dice: la ciencia económica ha conseguido ya formas de teoría pura, como la física o la biología, neutrales respecto de toda empresa o todo programa político-social; la obra de Marx como la de Ricardo, es anterior a ese nivel teórico; luego es una obra caducada” (Sacristán, 1968b).

Por su parte, Sacristán menciona que “Marx describe como «cinismo» cierto rasgo de la obra de Ricardo, o incluso de toda la «economía nacional»” y precisa que aunque Marx se “exprese tan enérgicamente sobre los componentes ideológicos no significa que reduzca la ciencia social de la cultura burguesa a esos contenidos ideológicos, y menos a intenciones apologéticas” (Sacristán, 1983d).

En contraparte, “la obra de Michio Morishima es buena representante de un ambiente intelectual exento de las crispaciones de filósofos e ideólogos, marxistas o antimarxistas, de hábitos mentales predominantemente literarios.

Escribe Morishima:

«Se puede decir sin exagerar que antes de Kalecki, Frish y Tinbergen, ningún economista, excepto Marx, obtuvo un modelo macrodinámico18 construido rigurosamente por medio de un método científico (…). Nuestro acercamiento a Marx es distinto de la llamada economía marxista (…). Nuestra intención es reconocer la grandeza de Marx desde el punto de vista de la teoría económica moderna avanzada y, haciendo esto, contribuir al desarrollo de nuestra ciencia»” (Sacristán, 1983a).

Una perspectiva diferente a la de Morishima es la del marxista Georg Lukács, quien entiende al “análisis económico matemático en ciertas sociedades muy industrializadas como necesidades exclusivamente ideológicas del sistema social. Lukács no parece ver más que la función ideológica (…) de la economía matemática (especialmente de la microeconomía) nacida en los países aludidos; no se pregunta siquiera si esa disciplina tiene alguna función técnica medianamente material, productiva, determinada más por la base del sistema que por las necesidades ideológicas. Parece verosímil que el análisis económico nacido en las sociedades burguesas más maduras haya tenido y tenga −además de su eficacia ecológica− una función nada despreciable −por su eficacia para la comprensión de ciertos mecanismos capitalistas− en la estabilización relativa del capitalismo tras la crisis de los años treinta; en este análisis han confluido, además, probablemente experiencias socialistas (como la técnica soviética de balances) que los escritores marxistas de formación exclusivamente filosófica (en el sentido académico por el cual «la» filosofía es una especialidad sistematizada) no supieron entender ni valorar” 19 (Sacristán 1983a).

La importancia de las metodologías de las ciencias sociales.

Se trata de identificar la fundamentación de estas metodologías en sus dos tradiciones: la naturalista y la historicista. La primera tradición, “aspira a un conocimiento social de conformación metódica semejante al de las ciencias de la naturaleza más maduras: expresable bajo leyes, susceptible de formulación axiomática o matemática, con modelizaciones fuertemente abstractas, carente –tentativamente– de restricciones temporales, etcétera”.20

Por su parte, “la tradición historicista reclamaría para las «ciencias de la cultura» (…), para las ciencias «ideográficas» (…), un estilo peculiar, habida cuenta el carácter singular, único (…), de sus objetos de investigación: las sociedades. Estilo que antes que por la modelización pasaría por las reconstrucciones históricas detalladas que no aislasen los datos psicológicos, económicos o sociales –de ahí su rechazo de constructos como el homo economicus” (Ovejero, 1987).21

Siguiendo con las ideas de Ovejero, destaca el planteamiento que el autor realiza sobre la tradición naturalista diciendo que: “en su aspiración a una ciencia de leyes, la tradición naturalista encontrará sus mejores valedores en el siglo XX menos entre científicos sociales que entre los filósofos de la ciencia herederos del Círculo de Viena, punto de referencia fundamental en la formación epistemológica de Manuel Sacristán al que se mantendrá fiel (…)”.

Sin embrago, Ovejero afirma que “la crítica a la «pasión teoreticista», aunque comparte motivos historicistas, no va acompañada –y ahí está el matiz importante, la diferencia con la escuela histórica– del desprecio por el programa de las leyes sociales, sino por el reconocimiento de sus limitaciones: precisamente por operar con abstracción de propiedades, con segmentos de la realidad, la modelación permite conocer el funcionamiento de determinado plano analítico.

Ahora bien, cuando se trata de conocer una sociedad concreta ese paso necesario por las abstracciones, por los productos intelectuales que nos proporcionan las distintas ciencias, es paso necesario, inevitable –a diferencia de lo que pensaban los historicistas que despreciaban ese conocimiento y pretendían un paso directo, empático– (…)” (Ovejero, 1987).

No obstante, “la tradición naturalista, aunque de mejor calidad técnica, siempre tiene en su horizonte intelectual los modelos explicativos de las ciencias de la naturaleza, corolario obligado de su seña de identidad básica, la tesis de la unidad metodológica de la ciencia, y de la apreciación atinada del eficaz funcionamiento de aquellas ciencias (más discutible es la inteligencia con la que se interpreta este dato). En los años en que una epistemología confiada y autocomplaciente –los años de la prepotencia popperiana– se atrevía administrar los títulos de ciencia entre unos científicos sociales en permanente crisis de fundamentos, que escuchaban a los filósofos con oído atento y talante sumiso, Manuel Sacristán no aceptó el papel de nuevo cardenal Belarmino: sabía demasiada ciencia social como para creer que la «inmadurez» de ésta –como venían a decir, con más o menos matices, los positivistas– fuese una simple consecuencia de no aplicar el «método científico»”. De esta manera, el marxista español, “pudo percibir las inflexiones importantes en la evolución del pensamiento social, sin dejarse sugestionar por las recurrentes «modas» intelectuales tan frecuentes en disciplinas en donde los filtros de selección son enormemente permeables a la charlatanería” (Ovejero, 1987).

Asimismo, Ovejero enfatiza que: “la capacidad excepcional en nuestro siglo de participar en las dos lecturas de las ciencias sociales explica lo que se podrá llamar la tolerancia con buen sentido de Manuel Sacristán.22 La participación de este autor “en las dos tradiciones de las ciencias sociales ayuda, cuando menos, a entender algunas de sus sensibilidades políticas y éticas y de sus simpatías culturales” (Ovejero, 1987). Así, las dos tradiciones metodológicas de las ciencias sociales permiten identificar en algunos intelectuales su ubicación política en el propio terreno del conocimiento. Por ejemplo, la actitud de Lukács en cuanto a la tradición naturalista no se puede expresar más que como un panideologismo, entendido como una deformación de la tradición historicista de las metodologías de las ciencias sociales, la cual consiste en creer que todo hecho de conocimiento debe incluir de un modo explícito una posición en torno a la lucha de clases.

Por ejemplo, Marx no incurrió en este tipo de deformación de la tradición historicista ya que durante toda su vida intelectual –en algunas etapas más que en otras– utilizó la ciencia económica para poder explicar y conocer al capitalismo, y al hacer su fórmula de tasa de ganancia recurrió a los datos estadísticos de los Libros azules del Parlamento Británico, como cualquier científico, dejando de lado aquella frase donde despreciaba los promedios por no contener el sudor de los trabajadores, la sangre que derramaban éstos, etcétera. Pero no olvidemos también a aquellos científicos que incurren en el neopositivismo, los cuales afirman que cualquier planteamiento que contenga el tema de la lucha de clases es pura metafísica o filosofía, ya que carece de planteamientos formalizados axiomáticamente.23 En este sentido, creen que sólo la ciencia a través de su método analítico-reductivo puede explicar la realidad.

Del panideologismo de Lukács Sacristán critica el que trate a la “lógica formal no como una disciplina positiva o especial, sino como una ideología. La lógica formal no puede ser un punto de vista para la captación del mundo por la sencilla razón de que no es una ciencia real, sino una ciencia formal; no se refiere directamente a la realidad, sino a la captación de la realidad o a modelos materiales muy simples que pueden construirse en la realidad recortando ésta de un modo muy artificial” (Sacristán, 1967). Además, “es para Lukács (…) toda la teoría económica burguesa posterior a Ricardo mera ideología apologética (…), y lo mismo es para él, en general, toda disciplina teórica especializada que no incluya explícitamente una concepción del mundo. Hoy día, desesperados por la evidente crisis del pensamiento revolucionario, bastantes sectores, por lo demás muy valiosos, del movimiento socialista tienden a reproducir este esquema ideologizante que construyó Lukács por los años veinte y no ha abandonado nunca, aunque ahora no lo explicite y hasta lo someta a crítica cuando lo trata como objeto” (Sacristán, 1967).24

Conclusiones

La clarificación de algunos tópicos que aborda el marxismo como los conceptos de ciencia, dialéctica, método, metódica, economía, crematística, etcétera. permite no caer en confusiones triviales al momento de leer a Marx. Las obras de este gran científico social para cualquier economista o filosófo lo convierten en un clásico, dejando fuera todos los adjetivos que cada uno de éstos le quiera, libremente, añadir. No obstante, ha de reconocerse que la situación por la que atraviesa el estudio del marxismo en algunas partes del mundo es una señal de que esta corriente de pensamiento ya no está “de moda” y que, por tanto, Marx ha perdido relevancia e interés en muchas partes de la comunidad de las ciencias sociales.25

Al respecto Sacristán, el alma de la revista mientras tanto, afirma que “en el mejor sentido de la palabra resulta oportuno ocuparse de Marx, ahora que ya este autor va siendo abandonado por la solicitud fantasiosa de que fue objeto durante los dos últimos decenios. En este último período de moda marxista, centrado en torno a 1968, dominaron el horizonte unos espejismos particularmente engañosos (…). Eso contribuye a explicar el que, desde hace aproximadamente dos años, la discusión sobre la calidad científica del trabajo de Marx, o su falta de calidad científica, se sitúe bastante en el centro del cuadro de la crisis que están atravesando los movimientos políticos explícitamente marxistas y varias corrientes de pensamiento de esa misma tradición” (Sacristán, 1978).

Al abandono de las ideas de Marx se le agrega la deficiencia por parte de algunos marxistas en cuanto a tratar de catalogar el pensamiento del científico social en algún género literario. Por su parte, el espistemólogo español aborda este problema de la siguiente forma:

“La relación del «género literario» praxeológico y el de la teoría pura (en sentido fuerte o formal) no es de antagonismo, sino de supraordinación: para la clarificación y la fundamentación de una práctica racional; la teoría es el instrumento más valioso, aparte de su valor no instrumental, de conocimiento. Marx lo ha sabido muy bien (…) y eso hace de él, precisamente, una figura única en la galería de los grandes revolucionarios de la historia” (Sacristán, 1968b).

Es importante precisar que el olvido de las ideas de Marx obedece, en cierta forma, a la inexistente incorporación de nuevas herramientas explicativas a su método dialéctico. La relevancia del pensamiento totalizador marxista en su época se debió a que Marx incorporaba críticamente el pensamiento de los economistas de su época y los avances científicos que en ese momento se le presentaban.

Sin embargo, hoy en día no existe ese constante debate entre los seguidores de las ideas de Karl Marx y los economistas del siglo XXI. Si esta situación permanece, entonces la tradición marxista sólo seguirá ganado batallas del siglo XIX, lo cual se contrapone con el objetivo último de Marx: entender y encontrar las debilidades del capitalismo para poder crear una sociedad donde no exista la lucha de clases. Otro de los problemas es el panideologismo y el neopositivismo que existen en la enseñanza de una de las ciencias sociales que nos interesa, a saber, la economía.

Los múltiples trabajos de nuestro autor, Manuel Sacristán Luzón, son de gran utilidad para entender la situación por la que atraviesa el marxismo y sus posibles puntos de debilidad. Es decir, Sacristán, con su formación epistemológica logró tener una visión acerca del marxismo que iba más allá de establecer una posición política; más bien expuso todas las argumentaciones de Marx, Engels y otros autores que a través de sus obras se posicionaron en aquel entonces como los principales autores que creaban una tradición de pensamiento totalizador.

Finalmente, cabe destacar para todos los seguidores de Marx lo que Sacristán afirma: “Marx era comunista, no fiel de ninguna escolástica” (Sacristán 1973)

Fuente: Marx desde Cero
https://kmarx.wordpress.com/2016/01/08/sobre-el-marxismo-la-economia-y-las-metodologias/

NOTAS

2 El éxito del Anti-Dühring residió en que “era la primera exposición de conjunto de la concepción comunista del mundo iniciada por Marx. No se debe, sin duda, perder de vista que una exposición temáticamente tan amplia como el Anti-Dühring no puede ser, dado que apenas rebasa las 300 páginas en octavo, sino un manual de divulgación. Pero a pesar de eso −o quizá precisamente por eso− su importancia fue grande para todo el movimiento obrero”. Además, tuvo en su génesis una gran y espontánea “motivación política y polémica contra un oscuro confusionario hoy olvidado, Eugen Dühring” (Sacristán, 1964).

3 Por ello, “los «todos» concretos y complejos no aparecen en el universo del discurso de la ciencia positiva, aunque ésta suministra todos los elementos de confianza para una comprensión racional de los mismos” (Sacristán, 1964).

4 Es importante mencionar que, según Sacristán, la falta de claridad y precisión de algunas de las nociones de la ciencia positiva no sólo se encuentra presente en Engels, sino también en el propio Marx, algunas veces explícitamente en sus escritos y otras en trabajos realizados con Engels.

5 Decir que es intersubjetivo significa que “todas las personas adecuadamente preparadas entienden su formulación del mismo modo, en el sentido de que quedan igualmente informadas acerca de las operaciones que permitirían verificar o falsar dicha formulación” (Sacristán 1964).

6 “Si se superan esos dos prejuicios: el apologético y el referente al análisis de las teorías y de la experiencia, no queda uno preso en el dilema entre la glorificación de una letra supuestamente científica pura de Marx y el rechazo apasionado de su obra, cuando se descubre que no toda ella cumple, ni mucho menos, los requisitos formales de lo que hoy es ciencia” (Sacristán, 1983c).

7 “Cuando un filósofo del siglo XIX (como Marx) dice “método” está pensando en “manera general de pensar”, estilo intelectual. Cuando nosotros decimos “método” estamos pensando (…) en artefactos tan exactificados que sus operaciones se pueden describir como una sucesión normada de pasos tales que cualquier profesional competente los puede repetir en el mismo orden y con el mismo resultado” (Sacristán, 1983c).

8 “El principal ejemplo de la paulatina síntesis de la crítica filosófica, la economía y la política en el trabajo del joven Dr. Marx es quizá su aportación (…) al concepto de alienación” (Sacristán, 1973).

9 “Louis Althusser observó que la noción de desarrollo es el centro de la metodología de Marx. Pero hay que decir que esa circunstancia precisamente caracteriza al Marx maduro como un hegeliano” (Sacristán, 1978).

10 Uno de los marxistas que no adoptó ninguna de las dos posiciones, al igual que Sacristán, fue Antonio Labriola, quien “obtiene un fruto importante de su concepción del marxismo: su pensamiento está exento de cualquier escolástica y, desde luego, de la escolástica más primitiva, la que se basa en la persistencia de sistemáticas arcaicas, como la división del materialismo histórico y materialismo dialéctico, las divisiones entre sociología y economía marxistas, y todos los demás distingos especulativos y metafísicos” (Sacristán 1968a).

11 Según Sacristán, “las consideraciones marxianas de sociología de la ciencia también tienen a menudo una dimensión filosófica y casi siempre otra histórica y, por ello, se obtiene el conocido cuadro excesivo, por así decirlo, del enfoque marxiano de cualquier cuestión social” (Sacristán, 1983d).

12 “Este tipo de especulación, de no haberlo abandonado, habría podido incapacitar a Marx para la práctica científica moderna, por que las ideas hegelianas y joven-hegelianas de ciencia que la orientaban son incoherentes con el hacer científico moderno” (Sacristán, 1983d).

13 Para una revisión detallada de la visión del comunismo de la abundancia, véase Osorio Ramírez, 2007.

14 Sin embargo, se debe mencionar que el tercer punto a tratar –las metodologías de las ciencias sociales– no se aborda explícitamente en las obras de Marx.

15 En el mismo texto el autor asume que “la dialéctica se considera con razón materialista, porque en su comprensión de los conflictos reales decide no acudir a instancias trascendentes. Se considera histórica, crítica y revolucionaria en sentido teórico y en el sentido práctico”.

16 “El conocido y desgraciado ejemplo del grano de cebada −que en su siembra, germinación y crecimiento debería entenderse según la fórmula sacramental hegeliana de «negación de la negación»− es característico en este sentido” (Sacristán, 1964).

17 “El término «económica» estaría justificado (que es lo que me inspiraría la propuesta que, como digo, no cuajará nunca y por tanto sólo la saco a colocación para reforzar psicológicamente la diferencia) porque en el punto de partida fue que Marx, cuando hace historia de las ideas económicas, al llegar a Aristóteles, recoge con mucho gusto una distinción de Aristóteles entre lo que llamaba «las cosas económicas », literalmente «lo económico», o sea, «la económica», y lo que Aristóteles llamaba «las cosas crematísticas», «lo crematístico», «la crematística». Marx se coge a esa distinción con mucha afición, considerándola él también pérdida, pero señalando el mérito que tenía la distinción porque «la económica» de Aristóteles son las relaciones económicas prescindiendo de que haya mercancía. Son, por así decirlo, relaciones de intercambio naturales entre seres humanos plenos, que ellos mismos hacen su trabajo y no están a merced de ningún mercader que recoge su producto y luego lo redistribuye y haga él el intercambio en vez de hacerlo los interesados; mientras que, según Aristóteles, «crematística» es la ciencia que estudia esta segunda cosa, esta vida económica ya mediatizada («mediada» dice Marx de acuerdo con Hegel), no por los mismos interesados sino por una objetivización extraña a la que nosotros estamos ya acostumbrados, que nos parece lo natural, pero que, desde el punto de vista de Aristóteles, es extraña” (Sacristán, 1977).

18 Para mayor información sobre el modelo macrodinámico véase Contreras Sosa, 2007.

19 “Por ese camino de ideologización de todo hecho de conocimiento, llega Lukács a posiciones parcialmente infectadas por cierto irracionalismo. (…)” (Sacristán 1983a).

20 Por ello Sacristán dice que “el análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: por una parte, la reducción de los fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas y, en el caso ideal, desprovistas de connotaciones cualitativas (…). Por otra parte, en análisis deductivo posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados, aunque no sea más que por la destrucción de viejos conceptos inadecuados” (Sacristán, 1964).

21 “El historicismo había nacido desde la ciencia social y, con independencia de la desigual calidad de la formulación metacientífica historicista, es indiscutible que la mayor parte de los argumentos sobre los que se vertebra son problemas específicos de las ciencias sociales” (Ovejero, 1987).

22 Es importante destacar que “la otra veta de Manuel Sacristán, la racionalista, hizo que su reflexión político-ecológica (…) no se sustentase en desprecio ignorante de la ciencia o en actualizaciones refinadas del «buen salvaje», ni pusiese en el centro de esa reflexión estimaciones esteticistas, místicas o nostálgicas. Al revés, su ecologismo era racional y antropocéntrico, porque no podía ser de otro modo, porque el peligro es de supervivencia de la especie humana, no de mantenimiento de los equilibrios ecológicos per-se” (Ovejero, 1987). Véanse López Morales, 2007 y Osorio Ramírez, 2007 para un análisis de las cuestiones ecológicas.

23 Sacristán menciona que “conceptos fundamentales como la perspectiva general de paso a otra sociedad, una sociedad emancipada sin los fenómenos característicos de las sociedades de clases, entre ellos la lucha de clases para empezar (…), como la perspectiva del comunismo, son para una economista académico pura metafísica, a lo sumo, poesía mal hecha, sin ningún valor de conocimiento”. Aunque, “mientras tratándose de cuestiones concretas y limitadas en el espacio y el tiempo, economistas marxistas y no marxistas pueden entablar una discusión con pleno sentido científico, sin abandonar ni uno ni otro el plano de lo científico, en cambio, cuando se trata de cuestiones de fundamento, de conceptos fundamentales o de cuestiones de perspectiva no, se mueven en discursos diferentes” (Sacristán, 1977).

24 “El materialismo histórico, que perfectamente se podría utilizar con fines reaccionarios o conservadores; puesto que, como puro conocimiento es praxeológicamente neutral”. Es un grave peligro que “por obra de los intelectuales, Marx se convierta en un mito” (Sacristán, 1968a).

25 Al respecto Sacristán dice que “las páginas de Marx que pueden sobrevivir como clásicas ofrecen textos de varias clases: científicos sistemáticos, históricos, de análisis sociológico y político, de programa. Por otra parte, ninguno de esos textos −tal vez con la excepción del Manifiesto Comunista y de algunos trozos de El Capital− es tan bueno literariamente como para perdurar por su sola perfección” (Sacristán, 1983b).

Bibliografía

Contreras Sosa, Hugo (2007), “El proyecto emancipatorio y el modelo macrodinámico. Sentido y vigencia del marxismo en el enfoque de Manuel Sacristán”, ponencia presentada en “Marxismo, economía y ecología. Seminario sobre algunos aportes de Manuel Sacristán”, Seminario de Credibilidad Macroeconómica, FE-UNAM, marzo-abril.

Fernández Buey, Francisco (1983), “Nuestro Marx”, mientras tanto núm. 16-17, agosto-noviembre, Barcelona.

López Morales, Carlos A. (2007), “La ecología política y el marxismo: consideraciones analíticas y programáticas”, ponencia presentada en “Marxismo, economía y ecología. Seminario sobre algunos aportes de Manuel Sacristán”, Seminario de Credibilidad Macroeconómica, FE-UNAM, marzo-abril.

López Zúñiga, Miguel Angel (2007), “Manuel Sacristán: una vida vinculada al marxismo”, ponencia presentada en “Marxismo, economía y ecología. Seminario sobre algunos aportes de Manuel Sacristán”, Seminario de Credibilidad Macroeconómica, FE-UNAM, marzo-abril.

Osorio Ramírez, Arturo (2007), “¿Conduciría la restricción ecológica a un comunismo homeostático?”, ponencia presentada en “Marxismo, economía y ecología. Seminario sobre algunos aportes de Manuel Sacristán”, Seminario de Credibilidad Macroeconómica, FE-UNAM, marzo-abril.

Ovejero, Félix (1987), “Las dos culturas de las ciencias sociales en la reflexión de Manuel Sacristán”, mientras tanto núm. 30-31, mayo, Barcelona.

Sacristán, Manuel [MSL] (1964), “La tarea de Engels en el Anti-Dühring”, en MSL, 1983a.

— (1967), “Sobre el uso de las nociones de razón e irracionalismo en Lukács”, en MSL, 1983a.

— (1968a), “Por qué leer a Labriola”, en MSL, 1983a.

— (1968b), “¿A qué «género literario» pertenece El Capital de Marx?”, en MSL, 2004.

— (1973), “Karl Marx”, en MSL, 1983a.

— (1977), “Sobre economía y dialéctica”, en MSL, 2004.

— (1978), “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia”, en MSL, 1983a.

— (1983a), Sobre Marx y marxismo. Planfetos y materiales I, Icaria Editorial, Barcelona.

— (1983b), “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”, en MSL, 1987.

— (1983c), Entrevista concedida a la revista Dialéctica año VIII núm.13, UAP, México, junio; en MSL, 1987.

— (1983d), “Karl Marx como sociólogo de la ciencia”, mientras tanto núm. 16-17, agosto-noviembre, Barcelona.

— (1987), Pacifismo, ecología y política alternativa, Icaria Editorial, Barcelona.

— (2004), Escritos sobre El capital (y textos afines), editan Fundación de Investigaciones Marxistas/ El Viejo Topo, Barcelona.

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