por Manuel Zúñiga (*)
Corría septiembre de 1990, recién iniciada la transición democrática y Augusto Pinochet aún era la gran figura de la derecha y del empresariado.
Sus partidarios se peleaban por estar cerca de él y le invitaban a comidas. En una de ellas, en el Club de la Unión, y fuera de todo programa, el Comandante en Jefe del Ejército de Chile, se dirigió a la audiencia.
En su intervención, criticó a las fuerzas armadas alemanas, fundadas el año 1955, con epítetos como un ejército de “marihuaneros, drogadictos, melenudos, homosexuales y sindicalistas”.
La improvisada intervención del dictador, le valió el enérgico reclamo del gobierno alemán.
La Bundeswehr, corresponde a la reorganización de las FFAA alemanas después de los horrores del régimen nazi y de la segunda guerra mundial, incluyendo el holocausto judío y la eliminación de gitanos, comunistas entre otros.
Fue un proceso complejo, que se debió realizar asumiendo varios desafíos, entre los más importantes: el rechazo de los alemanes al militarismo.
Por ello, la Bundeswehr reordena a las antiguas ramas: ejército, marina y aviación. Y, además, rompe con las antiguas tradiciones de casta, el culto al guerrero y la ciega obediencia.
Estas nuevas FFAA se asumen como parte integrante del Estado alemán. Y esto no es menor si el propio Estado establece en su Constitución Política el pleno respeto a los derechos de todos los pueblos y habitantes.
La Bundeswehr, cambia la doctrina según la cual educa y adiestra a sus cuerpos militares. Para ello asume los lineamientos que desde el poder político se le han encomendado:
– Total sumisión al poder político. La Bundeswehr acata que el superior jerárquico de estas, para tiempos de paz, es el Ministro de Defensa (un civil), y éste nombra y destituye a los Comandantes en Jefe. La Bundeswehr debe rendir cuenta ante el Parlamento alemán, como órgano representativo de la ciudadanía.
– Respeto y fidelidad a la Constitución Política, la misma que garantiza el imperio de los DDHH.
– Incorporación de las FFAA al resto de la sociedad.
– Fin al sistema de justicia paralelo. Se mantiene un código de justicia militar, pero son tribunales penales civiles quienes juzgan.
– Inclusión de organismos de defensa de los derechos de los uniformados frente a la superioridad.
– Establecimiento del “Ciudadano en uniforme”, en contraposición al “soldado guerrero” tradicionalmente inculcado en las milicias germanas.
– Término a la nefasta tradición de la obediencia ciega. Se establecen mecanismos por los cuales un inferior puede rechazar una orden, aduciendo que es incorrecta, o vulnera principios de la Constitución, o bien, representa un delito.
Con esta breve descripción no es de extrañar que este 2020, para la conmemoración de los 75 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, la noticia de dichos homenajes a las víctimas, fuera profusamente publicada en la web de las FFAA alemanas. dando con ello una muestra clara y objetiva de su doctrina interna de promoción de los derechos fundamentales y de asumir su responsabilidad histórica.
Dicho espíritu autocrítico que lleva a la Bundeswehr a ser parte de la promoción de los derechos de sus conciudadanos y de su propio personal, es sideralmente opuesto a lo que ocurre con las FFAA y de Orden chilenas.
La autonomía de las instituciones castrenses y de Carabineros, frente al poder civil, es una realidad que de facto se impone, pese a lo expresado por la Constitución.
La noción de institución al margen de la sociedad; con valores y principios especiales; con normas jurídicas específicas; con un sistema de pensiones diferenciado ( y muy beneficioso); con prácticas tradicionales de endogamia y autoreproducción del mando, son todos vicios que condicionan a nuestra policía militarizada (Carabineros) y a las FFAA.
De igual manera, nos parece preocupante, su actitud refractaria frente a los avances y compromisos que el Estado chileno ha asumido en materia de DDHH.
Un aspecto a considerar fue la escasa y pobre predisposición a colaborar con el trabajo de las Comisiones de Verdad y Reconciliación y con la de Prisión Política y Tortura.
A ello debemos agregar, la actitud crítica y de rechazo a los informes emanados de dichas Comisiones. Tal postura rebelde se puede apreciar, en la minúscula apertura a materializar las recomendaciones de los informes: formación en derechos humanos, siendo esta, escasa, superficial y sin supervisión.
Lo que a nuestro juicio representa el mayor daño de esta actitud contraria a los esfuerzos que la sociedad chilena viene impulsando, lo representa la práctica concreta de homenajear a los líderes del Golpe de Estado.
Con ello, estas instituciones que debiesen ser de todos los chilenos, dan muestra de abanderamiento y posicionamiento político.
Además, los homenajes a Pinochet, Merino, Manuel Contreras o Fabriziano González contravienen el Principio de No Repetición que el Estado chileno ha acogido como parte integral de la doctrina de DDHH.
Dar garantías que no se repetirán dichos actos criminales y lesivos a la dignidad de las personas se rompe al mantener todo símbolo que enaltezca a la dictadura y sus promotores.
Sería inimaginable que las FFAA alemanas, contraviniendo su constitución y sus leyes, promovieran la figura de, por ejemplo, Hitler, bajo el argumento de que es parte de la historia institucional, o, se le homenajea, dado que en vida, ningún tribunal lo condenó.
Esos argumentos los hemos escuchado de parte del Ejército y la Armada chilena.
Sería oportuno que, para fortalecer una cultura respetuosa de los DDHH, todos, incluyendo a nuestras FFAA y de Orden, aprendiéramos lo positivo que los marihuaneros, drogadictos, melenudos, homosexuales y sindicalistas militares alemanes tienen para enseñarnos.
-(*) Director de la Fundación Memoria Histórica
Fuente: Piensa Chile