por Hernán González.
Con el devenir de la administración derechista, se ha ido haciendo cada vez más evidente que el neoliberalismo criollo no resiste más parches y que estamos ya en plena transición hacia un nuevo país, una nueva sociedad.
Esto, sin embargo, ha sido disimulado por la emergencia sanitaria provocada por la epidemia de coronavirus.
Paradójicamente, mientras desnuda de la manera más descarnada las grietas del modelo, sus contradicciones e incapacidad para satisfacer las necesidades de la población y del país, la emergencia es aprovechada por la administración derechista para distraer la atención de la opinión pública, de las verdaderas causas de esta situación de vulnerabilidad en que nos ha colocado el neoliberalismo, no el virus.
Deja en evidencia la enorme desigualdad que cruza a la sociedad, y los intereses de clase que sostiene este modelo.
Para el trabajador, promesas; para el financista y el especulador, certeza, ganancias inmediatas y abundantes. Pero al mismo tiempo, la emergencia sanitaria actúa como un distractor que trata de presentar la desigualdad, la precariedad y el abuso como una tragedia circunstancial producto de la epidemia.
Haciendo gala de su proverbial sentido de la oportunidad y su capacidad de hacer de la tragedia una excusa para aplicar planes de schok, la derecha ha aprovechado la epidemia de coronavirus como excusa para realizar las transformaciones al modelo neoliberal que adelanten desde ya sus defensas ante los efectos de esta crisis, un escenario tan dramático como el de 1982 o quizás más.
En efecto, los sectores dominantes de la sociedad, han aprovechado sin ningún tipo de escrúpulo, la coyuntura del coronavirus para sacar adelante -contando eso si con varios votos opositores en el Parlamento- leyes de flexibilización del trabajo, para transferir ingentes recursos a la banca; ir al rescate de las empresas.
Los suplicantes llamados de urgencia del gobierno a la oposición para alcanzar un acuerdo en materia de reactivación económica usando como pretexto los efectos de la epidemia, dan cuenta de su preocupación y la comprensión de que ésta no es una crisis más.
Trabajan afanosamente para lograr un acuerdo que les permita enfrentar los efectos de la crisis del modelo y en lo posible, dar estabilidad y proyección en el largo plazo a todas estas medidas.
Toda la última semana ha sido el tema principal de la actualidad noticiosa. De que este acuerdo nacional prospere, dependen en gran medida las condiciones en que esta crisis del modelo vaya a a seguir desarrollándose.
Sin embargo, para la derecha no ha sido posible distraerse del debate principal, que es de la nueva Constitución pues es parte de este -probablemente la más importante además-.
Tal como lo dijo Lagos en alguna ocasión, el debate constitucional va a estar fuertemente determinado por los efectos de la epidemia de coronavirus.
Es imposible sustraerse de estos pues demuestran con elocuencia el carácter del contrato social vigente. Un contrato excluyente, desigual y autoritario.
Vamos a ver si lo es menos el contrato social, el «acuerdo nacional» que tiene en mente la derecha y para el que ya dieron una primera aprobación algunos sectores opositores.
Esta situación de transición a una nueva sociedad, reclama de la izquierda una actitud audaz.
La construcción de una alternativa independiente expresiva de toda la amplitud del pueblo, que se proyecte más allá de la epidemia y de sus consecuencias más inmediatas.
Que perfile ese nuevo Chile que está por nacer, sin sectarismo pero con convicción y firmeza de propósitos.
Fuente: Blog del autor