por Unidad Debates Económicos.
El talón de Aquiles de América Latina sigue siendo su sector externo. Estados Unidos (EE. UU.) es consciente de esta fragilidad y la utiliza en su provecho, como con Cuba, que lleva seis décadas con un embargo sobre su sector externo.
Todos los países que hoy son calificados como “milagros económicos” de desarrollo reciente, en gran parte lo son porque lograron disminuir la dependencia del sector externo. En efecto, la estrategia desarrollista basada en las exportaciones, no sólo es una política activa de desarrollo económico, también es una política estratégica de soberanía.
La historia de Latinoamérica ha demostrado que las crisis empiezan y terminan con un desbalance con el exterior, ya sea por una caída de los precios internacionales de las materias primas, una fuga masiva de divisas o por un descalce del financiamiento de la deuda externa. Cualquiera de estos caminos detona, en última instancia, una crisis de financiamiento de divisas y un ajuste de la economía doméstica vía tipo de cambio.
En el caso de Venezuela la dependencia es aún más crítica pues la oferta interna de bienes es altamente dependiente de la cantidad de divisas disponibles para importar. Venezuela es un país que desde la década del ‘60 ha profundizado su especialización productiva en el petróleo y, en consecuencia, es altamente dependiente de las importaciones. El dólar es el insumo más importante de la oferta agregada y su sistema productivo depende del financiamiento del exterior para poder seguir reproduciéndose.
Sin una entrada neta de dólares que financie el proceso productivo, la economía se achica al compás de la escasez de divisas. El boicot económico que Venezuela está sufriendo ha recrudecido tras la asunción de Nicolás Maduro en 2013, es una muestra de que la integración comercial plena en la globalización tiene efectos secundarios negativos, y entre ellos destacan los riesgos geopolíticos que hoy afectan al país.
En esta breve nota, realizamos una estimación contrafáctica sobre cuál ha sido el efecto del boicot dirigido desde EE. UU. a Venezuela desde el año 2013 —y con mayor énfasis desde 2015—, cuando Estados Unidos cortó el acceso al mercado de crédito, repitiendo la receta cubana de asfixiar comercial y financieramente a la economía y a la sociedad. Empleando un modelo macroeconómico de consistencia cuantificamos cuál es el efecto del bloqueo financiero en la producción del país y, en consecuencia, sobre las condiciones del mercado de trabajo y la migración.
El trabajo demuestra que el bloqueo explica la mayor parte de la crisis económica que afecta al país, que ha sido el principal causante de las migraciones, y argumenta que la actitud internacional, de atribuirle la totalidad de la culpa al Gobierno de Venezuela, tiene el mismo sentido que las excusas de los violadores echándole la culpa a la longitud de las faldas.
Motivos del bloqueo
¿Cuál es la motivación que empuja el boicot internacional liderado por EE. UU. a Venezuela?
En primer lugar, tenemos que preguntarnos si la intervención realmente se justifica por razones humanitarias. A nuestro entender, este argumento se desploma cuando observamos que EE. UU. ha tenido una política muy hostil y golpista hacia el gobierno venezolano desde el inicio de la gestión de Chávez, cuando no había crisis humanitaria.
También se desploma cuando probamos que la crisis humanitaria es la consecuencia directa del estilo de boicot que han impulsado los EE. UU. a través del instrumento de guerra económica basada en la hegemonía financiera.
Existen muchas razones que explican las pretensiones de EE. UU. sobre Venezuela. Muchas de ellas son de índole política y tienen que ver con los desafíos a la hegemonía estadounidense, que están en la matriz del pensamiento chavista, y la apuesta por un mundo multipolar en desafío a la Doctrina Monroe, con la participación abierta de actores extra-regionales, como China y Rusia. No menos importantes son las razones económicas. Entre ellas destacan los inéditos desafíos liderados por Venezuela a la hegemonía del dólar y la abundancia de los recursos naturales venezolanos.
En Economía utilizamos el concepto de la “maldición de los recursos (resource curse)”, que podemos describir como el efecto negativo sobre el desarrollo que genera la abundancia de recursos naturales. Una de las cepas de esta maldición se explica por el hecho de que la disputa por el control del recurso conduce a conflictos políticos que ponen obstáculos al desarrollo.
Algunos de esos conflictos son internos[1], entre facciones que intentan controlar el recurso; otros, en cambio, se apoyan en facciones internas que representan a intereses externos, como es el caso del boicot económico a Venezuela.
Desafío venezolano a la hegemonía del dólar
Tras la crisis del petróleo de los años ‘70, Estados Unidos reaccionó terminando unilateralmente con los acuerdos de Bretton Woods en los que se había acordado el sistema monetario global basado en el patrón oro. Uno de los desencadenantes de la crisis fue el embargo petrolero de Arabia Saudí y otros países árabes a los países que apoyaron a Israel en la guerra de Yom Kipur, entre ellos EE. UU.
Estados Unidos reaccionó para impedir que ningún otro país pudiera utilizar el petróleo como arma contra la economía estadounidense.
El acuerdo alcanzado con los saudíes incluía la protección de Washington a Riad frente a cualquier amenaza externa, a cambio de que las ventas de petróleo se cotizaran y se pagaran exclusivamente en dólares estadounidenses. De esta forma, EE. UU. garantizaba la demanda artificial de dólares en las transacciones económicas internacionales, de forma que fuera el nuevo pilar en el que cimentar el poder global de la economía estadounidense.
El acuerdo fue la estrategia para contener el descrédito de la moneda norteamericana tras la devaluación producida al terminar el compromiso de respaldo en metálico del dólar. El nuevo patrón monetario ya no ligaría las tenencias de dólares con las reservas de oro, sino que lo vincularía al petróleo, de forma que cualquier país que necesitara comprar o vender petróleo, debía obtener los dólares para efectuar la transacción. Se creó así, la demanda mundial de dólares que sustentaría su valor y credibilidad como nueva moneda de reserva y circulación global.
Cualquier país que haya desafiado la hegemonía del dólar rápidamente recibió la respuesta estadounidense, bien vía embargos o –si estos no resultaban efectivos- algún tipo de intervención militar. Dos países con grandes reservas petroleras como Irak y Libia, cuando impulsaron la creación de sistemas alternativos para el comercio del petróleo que evitaran emplear el dólar como moneda transaccional, sufrieron las intervenciones estadounidenses.
No son los únicos casos. Las sanciones a la economía rusa también arreciaron tras sus intentos de crear mecanismos alternativos para colocar la oferta petrolera rusa.
De la misma manera, Venezuela ha impulsado en las dos últimas décadas, junto con el proceso de recuperación soberana de sus recursos naturales, iniciativas que le permitieran librarse de la situación de dependencia respecto al dólar.
En este sentido, iniciativas como el SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional de pagos), los acuerdos bilaterales con otros países para comerciar con otras monedas, los intentos de crear una banca de financiamiento regional como el Banco del Sur o, en las últimas fechas, la creación de la criptomoneda Petro, suponen desafíos a la hegemonía del dólar impulsados desde Venezuela.
El Sucre [2], una iniciativa que se creó en el marco del ALBA, propuso la creación de un sistema de pagos internacionales basado en una moneda virtual que funciona como unidad de cuenta común de registro de las operaciones internacionales. Estas operaciones, y las liquidaciones resultantes, son canalizadas a través de los Bancos Centrales de los países participantes que compensan las cuentas en virtud de las operaciones realizadas.
Adicionalmente a esta iniciativa, Venezuela ha impulsado en los últimos años acuerdos y convenios de carácter bilateral para comerciar el petróleo en monedas diferentes al dólar. En este sentido, destacan el acuerdo con China para vender el petróleo en yuanes.
China, actualmente segundo consumidor mundial de petróleo y principal contrincante de la hegemonía estadounidense, emitió en marzo de 2018 el primer contrato de petróleo en yuanes, un paso importante para convertir el renminbi en una divisa de referencia mundial.
Como ha hecho Venezuela, otros países exportadores de petróleo que ya tienen avanzados convenios para comerciar petróleo en yuanes son Nigeria, Angola, Rusia o Irán; estos dos últimos también son países que resultan víctimas de las sanciones y el boicot impuestos por EE. UU.
La última iniciativa impulsada desde Venezuela para contrarrestar la hegemonía del dólar fue el lanzamiento del Petro en el año 2018, una criptomoneda del tipo transaccional no especulativa cuyo valor deriva del respaldo en recursos naturales. El propósito del Petro es sortear el bloqueo financiero, recaudar fondos con la emisión y crear un activo de reserva internacional para competir con la demanda de dólares dentro de Venezuela [3].
A pesar de los intentos de otras monedas como el Euro, el Reinminbi o las iniciativas impulsadas por Venezuela, el dólar sigue representando el 62% de la deuda global, el 56% de los préstamos internacionales, casi el 44% de las transacciones en el mercado cambiario y casi el 63% de las reservas de divisas.
El común denominador de estas iniciativas apoyadas o impulsadas desde Venezuela, es que comparten el objetivo primario de librarse de la dependencia financiera y el secundario de menguar la capacidad de fuego de una de las armas estratégicas más poderosas que utiliza indiscriminadamente EE. UU.: la hegemonía del dólar.
Venezuela no es la única, comparte este objetivo con muchas naciones. Mientras más utiliza EE. UU. la herramienta del boicot financiero, más alienta a los países con pretensiones soberanas a tomar medidas para lograr esta independencia financiera.
Es difícil predecir si conseguirán este objetivo compartido por Venezuela, porque hoy estamos en una etapa de transición hacia un mundo multipolar y Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza, ha abandonado la vía diplomática recrudeciendo la batalla contra todos aquellos que osen poner en jaque cualquiera de estos dos pilares de poder. La Guerra comercial contra China, las sanciones contra Rusia, el bloqueo comercial, el boicot financiero, la injerencia política y la amenaza de la intervención militar contra Venezuela son las respuestas que da el poder de un EE. UU. en decadencia, frente a un mundo multipolar que no termina de nacer.
Estados Unidos es consciente del carácter estratégico de la hegemonía del dólar, y como está demostrando con sus acciones contra Venezuela y otros países que desafiaron el sistema monetario de los petrodólares -como Irak y Libia-, está dispuesta a grandes sacrificios de reputación diplomática con tal de defender su posición en el ordenamiento global.
El talante de incorrección política que hoy abunda en el liderazgo estadounidense no debe sorprender a nadie, es una muestra de que ha llegado el momento de la verdad, y que los cambios en la hegemonía global nunca fueron pacíficos.
Exuberancia de los recursos naturales venezolanos
Sin embargo, es difícil demostrar que detrás del intento de golpe de Estado existe el interés material de la abundancia de recursos naturales venezolanos.
¿Cómo probar que EE. UU. desea controlar los recursos naturales para tener una ventaja competitiva internacional y/o estimular su economía y/o beneficiar a sus corporaciones? Quizás las declaraciones circunstanciales de algún funcionario desprevenido permitan fundamentar esta sospecha.
En este sentido apuntan las declaraciones del consejero de Seguridad de EE. UU., John Bolton,[4] que afirmó sin rubores que “sería una gran diferencia económica para EE. UU. si conseguimos que empresas petroleras americanas participen en la inversión y producción de petróleo de Venezuela” o las declaraciones del propio Trump respecto de la invasión a Libia, en la que reconoció que EE. UU. debería haber extorsionado a los rebeldes opositores a Kadafi ofreciéndoles un lapidario: “los ayudaremos pero queremos el 50% de su petróleo”.[5]
De nuevo, la ayuda humanitaria de EE. UU. a las primaveras árabes parece tener las mismas motivaciones que la ayuda humanitaria a Venezuela. Teniendo en cuenta que este país tiene el doble de reservas que Libia, es fácil esperar que la vocación golpista de Trump sea aún más intensa.
Sin bien no podemos demostrar en forma fehaciente ni documentar sobre las razones del golpe de Estado impulsado desde EE. UU., es útil tener una aproximación a cuáles serían las ventajas que dispondrían los países participantes del intento de golpe. Después de todo, la teoría del crimen nos demuestra que la mejor manera de encontrar al agresor es buscar entre quienes se beneficiarían del delito.
En este sentido, destacan las reservas de petróleo venezolano que representan un 18% del total de reservas globales. En efecto, las reservas mundiales alcanzan 1,65 billones de barriles, de este total Venezuela cuenta con 300,9 [6] miles de millones de barriles que la convierten en la nación con mayores reservas de petróleo del mundo.
El consumo diario de petróleo del mundo asciende a 98 millones de barriles por día, y Estados Unidos consume el 19,2% [7] de este total. Si consideramos este nivel de consumo, las reservas de petróleo venezolano alcanzan para 9,2 años de los 50 [8] años que duraría la reserva total mundial.
En este sentido, considerando el consumo de los Estados Unidos, que tiene reservas de petróleo escasas, que los pozos que utilizan el sistema de extracción de la rotura hidráulica (fracking) están demostrando tener vida útil y productividad menores a las esperadas y que EE. UU. importa el 53% [9] de los barriles que consume, puede entenderse lo importante que es para Estados Unidos contar con el acceso a una gran fuente de petróleo como es Venezuela. [10]
A la relevancia de este recurso en sí, debe agregarse una consideración muy importante, como es la cercanía existente entre Estados Unidos y Venezuela. La distancia entre ambos países es determinante del precio final al que Estados Unidos puede acceder al petróleo. No es lo mismo transportar petróleo de Venezuela, que se encuentra a 2.500 km de Estados Unidos, que transportarlo desde Arabia Saudita que se encuentra a 12.500 km.
Asimismo, los beneficios se multiplican si se tiene en cuenta que varias refinerías de petróleo venezolano se encuentran en territorio estadounidense.
Hasta aquí resulta claro el interés de Estados Unidos por el petróleo venezolano, pero la pregunta es, si ya tiene acceso a él por las exportaciones, qué busca con la intervención en la política venezolana. Y la respuesta está ligada a cómo ejerce el Gobierno de Venezuela el poder que le otorga el petróleo en términos geopolíticos.
Con esto nos referimos a la influencia que tiene el país caribeño sobre la determinación el precio del petróleo desde organizaciones como la OPEP y en la posibilidad, aunque todavía no muy importante en los hechos, de desviar la producción de petróleo a otros países como China (1er importador y 2do consumidor mundial) y lograr una mayor independencia de las exportaciones a Estados Unidos.
Venezuela no sólo es rica en petróleo. Es un país de vastas riquezas naturales. Su reserva de gas natural alcanza 5,7 billones de metros cúbicos y posiciona al país como la 8va nación con mayores reservas de gas natural del mundo. Esta reserva, sumada a la de EE. UU., supondría contar con el control de aproximadamente 7,4% de las reservas mundiales de gas natural y lograr un mayor peso en un mercado que se encuentra fuertemente concentrado en manos de Rusia, Irán y Qatar, países afectados por acciones de hostilidad económica dirigidas por EE. UU. que, juntas, suman un 54%[11] de las reservas.
En el arco minero del Orinoco, particularmente, se estima que las reservas de oro alcanzan las 8.900 toneladas,[12] monto que ubicaría a Venezuela como el 2do país con mayores reservas de este mineral[13]. El acceso de EE. UU. a estas reservas le permitirán triplicar sus actuales reservas.
Las reservas estimadas de hierro de Venezuela alcanzan los 14.600[14] millones de toneladas, convirtiéndolo en el 5to país con más reservas. El hierro pertenece a minerales en los que EE. UU. tiene un nivel de vulnerabilidad moderado, porque importa hasta el 49% de lo que consume.[15] De controlar este recurso venezolano, EE. UU. quintuplicaría su disponibilidad de hierro y prácticamente eliminaría esta dependencia.
La bauxita, materia prima del aluminio, forma parte de otra de las riquezas que posee Venezuela. A pesar de contar con el 1%[16] de la reserva mundial, Venezuela tiene 16 veces más bauxita que los Estados Unidos, que depende 100%[17] de la importación de este bien para abastecer su consumo.
El caso del bloqueo económico sobre Venezuela
El uso del boicot económico como estrategia para amedrentar a aquellos que desafían los lineamientos hegemónicos ha sido una herramienta de amplio uso por parte de los Estados Unidos. En muchas ocasiones, como preludio a intervenciones militares que han dejado devastados económica, política y socialmente a los países que las han sufrido.
A lo largo de la historia, en América Latina se han documentado varios episodios de boicots económicos orquestados o apoyados por EE. UU., entre los que se destacan el que sufrió Juan D. Perón en su primera Presidencia[18], el de Cuba desde 1960, el de Salvador Allende en 1973 y el perpetrado contra Joao Goulart[19] en 1964.
Durante lo transcurrido del siglo XXI un total de 18 países han padecido sanciones y bloqueos por parte de Estados Unidos. A la lista la integran, además de Cuba, que lleva 60 años sufriendo las consecuencias del bloqueo, Irán, Irak, Birmania, Zimbabue, Bielorrusia, Siria, República Democrática del Congo, Sudán, Somalia, Libia, Costa de Marfil, Líbano, Ucrania, Corea del Norte, Yemen, Sudán del Sur, Rusia y Venezuela. A los anteriores pueden sumarse casos como Qatar, sancionados por países árabes dentro de la órbita de influencia de EE. UU.
Si en el siglo XX la causa que justificaba el bloqueo era abiertamente la lucha anticomunista, hoy en día se viste con otros mensajes, como la lucha contra el terrorismo, violaciones de los derechos humanos o “crisis humanitarias” definidas unilateralmente. El bloqueo, en términos generales, busca restringir la capacidad de ingresos nacionales (si se trata de un embargo a la principal fuente de recursos del país), cerrar las fuentes de financiamiento externo, y boicotear la capacidad de acceso a los mercados internacionales de bienes y servicios.
En el caso venezolano, el bloqueo se ha basado en la expulsión de Venezuela de los mercados financieros internacionales, impidiéndole recurrir al mercado de créditos tanto para renovar vencimientos como para realizar nuevas colocaciones.
En un país integrado al mundo como proveedor de petróleo, la especialización productiva condujo a una alta dependencia de las importaciones que resultan financiadas con los ingresos petroleros. Es por eso que el boicot financiero y comercial sobre Venezuela tiene consecuencias mucho más graves que en las economías diversificadas.
La especialización productiva venezolana, fruto de su vocación de integrarse al mundo, le ha jugado una mala pasada, en el sentido de dejarla expuesta a las voluntades del país hegemónico. En efecto, existen varios motivos que justifican el proteccionismo que busca diversificar la producción, entre ellos, la soberanía productiva. Con la globalización, en cambio, la integración a los mercados globales y la especialización productiva que genera en los países en desarrollo, pueden afectar seriamente las intenciones soberanistas de los países en desarrollo.
En Venezuela, el embargo de la matriz de PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima) en suelo estadounidense, CITGO, ha procurado limitar la capacidad de conseguir financiamiento y, por lo tanto, de financiar importaciones.
La abrupta caída de importaciones, que tenían valores en torno a 60 mil millones de dólares anuales entre 2011 y 2013, se desplomaron a valores estimados en 12 mil millones en 2017. Así se ha configurado el escenario de “crisis humanitaria” que sirve a las pretensiones intervencionistas de EE. UU.
En los últimos años la economía venezolana ha convivido con diversos bloqueos y sanciones que dificultaron la evolución económica del país. La coyuntura internacional adversa, impulsada por la caída de los precios del petróleo, fue agravada por el impacto procíclico del boicot internacional.
Uno de los brazos del boicot provino de las agencias calificadoras. El indicador del Riesgo País de Venezuela subió sin correspondencia con el riesgo económico de la economía real, con independencia de la evolución de los precios del petróleo y del historial y capacidad de pago del país.
A estas alturas puede afirmarse que la evolución del indicador parece más bien haber anticipado con certeza los efectos que causaría el boicot económico, es decir, el riesgo geopolítico asociado a tener una posición independiente, que el riesgo económico relacionado con el libre juego de las condiciones económicas.
El segundo elemento del boicot provenía de las sanciones de Estados Unidos, que implicaron la imposibilidad de acceder a financiamiento en el mercado tradicional y de renegociar deudas, a pesar de que se cumplieron los pagos adeudados.
En efecto, entre 2014 y 2017 Venezuela perdió 68.653 millones de dólares por pago de deuda externa. Sin embargo, a pesar de que el país no incumplió sus pagos fue calificado con las peores notas por calificadoras de riesgo como Moody´s o Standard & Poors. El riesgo país (tasa que paga un país por sobre la tasa libre de riesgo) se ubica por encima de los 2.000 puntos desde 2015, con picos de hasta 5.000 e incluso 6.000 recientemente. Los motivos aducidos por estas calificadoras a la hora de evaluar países son opacos y tienden a puntuar bien a aquellos países que favorezcan políticas de libre mercado y castigar lo contrario.
Así es como la deuda venezolana, a pesar de seguir pagándose sostenidamente, era calificada como de altas probabilidades de default con una calificación peor a la de países en guerra, como Siria.
Esta situación fue profundizada con el bloqueo financiero que impuso Estados Unidos el 24 de agosto de 2017 a partir de la orden ejecutiva 13808[20]. La misma implicó:
Entre febrero y mayo de 2018 las sanciones fueron ampliadas con:
Este aislamiento y pérdida de divisas por la vía del pago de la deuda se dio en correspondencia con la caída de los precios internacionales, lo cual derivó en una escasez significativa de divisas.
Así, Venezuela adoptó una dinámica muy distinta a la de la mayoría de los países de la región que, ante la baja de los precios internacionales, dieron lugar a un acelerado proceso de endeudamiento. Por caso, en el periodo mencionado, países latinoamericanos con un tamaño similar como Argentina, Chile, Colombia y Perú recibieron nuevos ingresos en concepto de deuda externa por 99.624, 23.010, 48.048 y 17.070 millones de dólares, respectivamente (datos FMI).
Fueron años en los que las ratios de deuda se incrementaron fuertemente para compensar la caída de los precios internacionales. Por el contrario, Venezuela perdió divisas por esta vía a causa del aislamiento financiero, profundizando el problema externo.
En este periodo también se han sucedido episodios menos conocidos, pero que han alterado el funcionamiento normal de la economía venezolana. Desde 2015 se inició un proceso de bloqueo financiero solapado que dificultó y encareció las compras al exterior y diversas operaciones realizadas por el Gobierno o instituciones venezolanas.
Las consecuencias más notables de este bloqueo fueron la demora o imposibilidad de ingresar al país productos vitales y los gastos extra que implicó la búsqueda de alternativas financieras para realizar los pagos. Insumos vitales como medicamentos, alimentos o recursos imprescindibles para el Plan de Siembra han sido objeto de estas trabas.
Las demoras o trabas al ingreso de productos esenciales se suman al encarecimiento de las operaciones. Los puertos de Venezuela son catalogados como Puertos de Guerra, lo que implica un pago más elevado por fletes y seguros para importación y exportación.
Todo esto en un marco donde el pago a los proveedores tendió a volverse cada vez más complicado, a causa de las limitaciones que impone la banca internacional a la hora de hacer transferencias y la negativa de abrir cuentas del Gobierno o instituciones venezolanas en el exterior (corresponsalías bancarias).
Al no poder pagar normalmente mediante corresponsalías bancarias, el país se las tuvo que arreglar para hacer pagos de manera alternativa como, por ejemplo, vía fondos de inversión, lo que implicaba gastos extra en concepto de comisiones y multas por retirar el dinero de manera anticipada. Otras veces se pudieron hacer los pagos pero con importantes demoras, por lo que se tuvieron que mantener los fondos sin remuneración mientras se realizaban diligencias para superar las trabas.
El sobrecoste financiero también se ha dado por el uso de monedas alternativas al dólar, ya que las transacciones en dólares fueron las más obturadas, lo que implica gastos extra de conversión.
A continuación, se presenta un listado cronológico seleccionado de obstáculos concretos que enfrentó Venezuela:
Simulación de impacto del bloqueo (el costo del boicot para Venezuela)
Las estadísticas económicas muestran la dimensión y profundidad del estrangulamiento del financiamiento externo y el aislamiento del mercado de capitales de Venezuela. La balanza de pagos permite observar dos hechos estilizados:
En promedio, el sector público venezolano durante este período se financió con 19 mil millones por año provenientes del mercado financiero internacional. Es un volumen de ingresos que muestra una economía integrada al mercado financiero internacional y, en consecuencia, con mayores grados de vulnerabilidad y dependencia respecto del financiamiento externo.
Cabe notar que en este período el resto de los países en desarrollo de la región no sufrieron el mismo trato de parte del mercado financiero internacional.
En efecto, es un hecho estilizado que todos los países de la región aumentaron su endeudamiento. Sin excepciones, el resto de los gobiernos de la región recurrieron al financiamiento externo para compensar la caída de los ingresos fiscales derivados del ambiente desfavorable del mercado de commodities.
Efecto del bloqueo en las condiciones de la población
¿Cómo afectó esta anemia de divisas las condiciones materiales de la economía y la calidad de vida de la gente?
En base a un ejercicio de consistencia macroeconómica, que vincula al sector externo (balanza de pagos) con el sector real (producción) para los años 2011 al 2017, podemos estimar las devastadoras consecuencias que tuvo la suspensión del financiamiento internacional tanto en la oferta de bienes y servicios como en la generación de empleos y migraciones.
El ejercicio permite aislar a través de simulaciones el efecto del bloqueo financiero respecto a otros factores que, ciertamente, también afectaron a la economía.
Basándonos en la vinculación estadística entre la balanza de pagos y la oferta agregada de la economía, puede construirse un escenario contrafáctico que permite simular “qué hubiese pasado si Estados Unidos no iniciaba el bloqueo, y el flujo financiero internacional hubiese seguido llegando en forma similar al período 2008-2012.
Para ello simulamos 3 escenarios:
Escenario 1: qué hubiese ocurrido si los 22 mil millones por año se hubiesen destinado a importaciones, sin alterar el destino de las mismas y manteniendo los patrones de consumo y producción vigentes entre 2008 y 2012.
Escenario 2: qué hubiese ocurrido con la oferta total, al igual que en el escenario anterior, si hubiese continuado el financiamiento externo en 15 mil millones anuales, cifra igual al promedio 2008-2012, excluyendo el financiamiento extraordinario de 2011.
Escenario 3: qué hubiese ocurrido si los 22 mil millones por año se hubiesen destinado a incrementar la producción de barriles de petróleo, atraer aún más divisas y, por ende, compensar la caída del precio durante 2015 y 2016. Este escenario es similar al empleado por Ecuador como estrategia para enfrentar el desplome de los precios del petróleo de 2015.
Para realizar este ejercicio se ha transformado el PIB (en dólares corrientes) de la economía entre 2011 al 2017 a un índice que toma el valor de 100 para el año 2011 de tal forma de facilitar la comparación de resultados.
Los resultados de las simulaciones se muestran en el gráfico 1, que permite comparar la situación real, resultado de las circunstancias estructurales, coyunturales y del boicot sobre la economía venezolana, y la situación que se habría logrado siguiendo el ejercicio contrafáctico de suponer que se hubiesen cumplido cualquiera de los 3 escenarios propuestos.
Las simulaciones muestran que bajo cualquiera de los 3 escenarios planteados[22] la economía hubiese tenido una senda de crecimiento notoriamente mejor que la vigente si el bloqueo no se producía.
De hecho, en 2013 y 2015 la economía hubiese alcanzado en ambos años un crecimiento del producto respecto al año inmediato anterior. Incluso bajo el escenario 3, la economía en 2017 hubiera visto signos de recuperación si el flujo de divisas vía deuda externa hubiese ingresado en similares condiciones que las que ocurrieron durante 2008-2012.
Al comparar los escenarios con la realidad podemos extraer algunas conclusiones importantes:
Estos resultados nos permiten explicar el porcentaje de la crisis económica basado exclusivamente por el boicot financiero y comercial. En efecto, podemos comparar hacia el final de 2017 la caída en términos de producción analizada, con el que se habría observado siguiendo cada uno de los escenarios propuestos. La diferencia es la porción de la crisis atribuida al efecto del boicot.
De acuerdo al escenario 1, el boicot explica aproximadamente un 60% de la crisis, mientras que bajo el escenario 2 explica un 43%, y bajo el último escenario un 30%. El porcentaje restante puede atribuirse a los factores no explicados por el boicot, es decir, el desplome de precios del petróleo, la estructura dependiente de Venezuela o las ineficiencias de gestión, entre otras.
La caída de la actividad productiva en Venezuela tiene un correlato inmediato en el nivel de empleo de la población. Podemos estimar el impacto en términos de empleo generado por la caída del producto real y por los tres escenarios planteados.
Utilizamos para ello coeficientes de elasticidad empleo-producto calculados para la economía venezolana, que se ubican dentro de los valores habituales que observamos para América Latina. Las elasticidades permiten anticipar cuál será el cambio porcentual sobre el empleo de una variación porcentual del producto. Si bien el ejercicio tiene limitaciones, nos permite tener una idea de cuál habría sido el efecto de la contracción del producto sobre el empleo.
La simulación emplea el coeficiente de elasticidad de 0.47, lo que significa que cada punto porcentual de caída del empleo implica una reducción del empleo total en medio punto porcentual. Esta cifra se ubica dentro de los coeficientes al uso de la región, que fluctúan entre 0.3 y 0.7, dependiendo del estado del ciclo económico.
Utilizando este coeficiente de elasticidad podemos aproximar la pérdida de empleos que habría sufrido Venezuela de no contar con instrumentos de regulación del mercado de trabajo y la estabilidad del empleo público. En particular, la estimación indica que la pérdida real de producción se habría traducido hacia 2017 en una pérdida de más de 3 millones de puestos de trabajo, es decir, un 24% del total de población económicamente activa. Por el contrario, sin el impacto pleno del boicot, la simulación arroja que la pérdida acumulada de empleos de calidad hacia 2017 sería de un 10% bajo el escenario 1, de 13% bajo el escenario 2 y de 17% bajo el escenario 3.
La literatura sobre migraciones reconoce que uno de los determinantes de la emigración es el estado del mercado de trabajo. En este sentido, el deterioro del mercado de trabajo que aproximamos con las simulaciones anteriores nos muestra que la crisis humanitaria que se emplea como excusa para la injerencia estadounidense en la región es también fruto de la crisis inducida por el bloqueo.
Conclusiones
Desde el arribo de Nicolás Maduro a la presidencia y el fallecimiento de Hugo Chávez, en 2013 prácticamente desapareció el financiamiento disponible para Venezuela, que dejó de contar con aproximadamente 22 mil millones de dólares por año. Fue el único país en la región que sufrió esta discriminación. La economía venezolana, altamente especializada en el sector petrolero, es el país más abierto de la región pero, como contrapartida, depende de la disponibilidad de importaciones.
Sin disponibilidad de divisas e importaciones, no puede activar su aparato productivo. En términos gráficos, la reversión del financiamiento es equivalente a haber lanzado bombas a la infraestructura productiva del país, incluyendo la petrolera.
A pesar de las limitaciones metodológicas que implica cualquier ejercicio de simulación contrafactual, este trabajo deja en evidencia que el boicot financiero y comercial sobre Venezuela explica una gran parte de la crisis que hoy afecta al país. Los escenarios planteados, siguiendo un criterio de prudencia, son escenarios realistas, que reflejan lo que podría haber sucedido en el peor de los casos si el país tuviese que afrontar la adversidad sin los embates del boicot financiero internacional.
En efecto, podríamos haber planteado incluso escenarios aún más favorables, como aquellos que facilitaron el endeudamiento de Argentina y de muchos gobiernos de la región que tuvieron la oportunidad de hacer política contra cíclica recurriendo al financiamiento externo. Nadie mejor para conseguir financiamiento que un país como Venezuela, plagado de recursos naturales útiles para servir de colaterales a los préstamos internacionales. Si Venezuela hubiese contado con un financiamiento proporcional al que recibió Mauricio Macri en los primeros tres años de Gobierno, habría tenido un crecimiento del PIB superior al de ese país. En cambio, en lugar de contar con el apoyo internacional Venezuela fue el único país obligado a desendeudarse.
Como consecuencia directa del boicot financiero y comercial los venezolanos perdieron entre 1,6 y 1,1 PIBs entre 2013 y 2017. Esto representa entre 350 mil y 245 mil millones de dólares acumulados desde 2013, es decir, entre 12.100 y 8.400 dólares per cápita. Las migraciones de venezolanos al resto del mundo representan un problema humanitario que requiere solución y atención.
Lamentablemente, el rostro humano del drama migratorio no sólo fue provocado en gran medida por las medidas de bloqueo, que se ensañó con las condiciones de vida de la población sino, que por el momento, parece servir sólo de excusa para justificar la injerencia de EE. UU.
Las aspiraciones soberanistas de Venezuela, sus políticas de retención en origen de la renta petrolera, sus iniciativas que desafiaban la hegemonía del dólar, su apuesta a la integración regional a través de la UNASUR y por un mundo multipolar, fueron desafíos a la hegemonía de EE. UU. que tuvieron consecuencias. Quizás representaron un desafío mayor al que podía permitirse un país con la soberanía económica limitada de Venezuela.
Venezuela es uno de los países más integrados en el comercio internacional a juzgar por el coeficiente de apertura externa. Uno de los riesgos inevitables de la integración al mercado financiero es la vulnerabilidad derivada de la estructura productiva especializada y concentrada en el petróleo, que significa dependencia respecto a cualquier avatar en el mercado petrolero y poca capacidad de autosuficiencia en el resto de bienes. Venezuela confió en su capacidad de endeudamiento, en su capacidad para importar desde varios orígenes en condiciones normales, condiciones de mercado, y sin embargo lo que encontró fueron condiciones de boicot.
Cabe notar que el ensañamiento con Venezuela es parte de una estrategia hegemónica global de EE. UU. Es un tiro por elevación a China y otros países extrarregionales que osan poner un pie en la región desafiando la Doctrina Monroe.
Para EE. UU. el control de los recursos venezolanos no sólo representa el restablecimiento de las condiciones históricas de dominio sobre la región, sino también una ventaja económica, una ventaja competitiva que fortalecería la hegemonía del dólar y la competitividad de la economía norteamericana frente a los competidores europeos y chinos.
Como hemos señalado, representa una ventaja para las corporaciones estadounidenses que tendrán a su cargo el negocio extractivo y una ventaja para el conjunto de la economía norteamericana que disfrutará una reducción del costo del combustible, tanto por el control del petróleo venezolano como por la posible retirada de Venezuela como integrante de la OPEP.
El crimen del golpe de Estado es una violación al derecho internacional con motivaciones económicas que no se ve en la televisión, salvo en algún canal de Historia. Parece ser que, para evitar que la historia se repita, no sólo es necesario conocerla, sino también anticiparla, de ahí nuestro ejercicio prospectivo.
Fuente: Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica
Notas
[1] Lam, R. y L. Wantchenkon (2002). Political Dutch Disease. NYU. www.nyu.edu/gsas/dept/politics/faculty/wantchekon/…/dutch.pdf
[2] El desafío del SUCRE a la hegemonía del dólar no ha resultado significativo. En parte se debe a que el comercio intrazona, que explicaría la demanda de sucres, es demasiado pequeño para justificar su existencia y, en parte, a que los compromisos financieros y comerciales con el resto del mundo justifican la preferencia por el dólar.
[3] El Petro representa un serio desafío a la hegemonía del dólar, que está en pleno desarrollo, aunque, sin duda, a un ritmo de avance mucho menor al que tendría de no contar con el boicot internacional. La activa campaña contra el Petro nos permite especular favorablemente acerca de sus atributos como herramienta para romper el boicot financiero.
[4] https://www.eldiario.es/internacional/Venezuela-Bolton-petroleo-EEUU_0_862314795.html
[5] https://www.youtube.com/watch?v=Fj0ELtWsVEg
[6] https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/2244rank.html
[7] https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/statistical-review/bp-stats-review-2018-oil.pdf
[8] https://www.businessinsider.es/10-paises-mayores-reservas-petroleo-mundo-249164
[9]https://www.bp.com/content/dam/bp/business-sites/en/global/corporate/pdfs/energy-economics/statistical-review/bp-stats-review-2018-oil.pdf
[10] https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/2244rank.html
[11] Datos de reservas de gas natural https://www.indexmundi.com/map/?v=98&l=es
[12] http://www.correodelorinoco.gob.ve/ministro-victor-cano-venezuela-podria-ser-el-segundo-pais-con-mayores-reservas-de-oro/
[13] U.S Department of the Interior U. S. Geological Survey. Mineral Commodity Summaries 2017.
[14] https://www.researchgate.net/figure/Figura-16-Reservas-de-Mineral-de-Hierro-de-Venezuela_fig15_320863885
[15] Monica Bruckmann. Recursos naturales y la geopolítica de la integración Sudamericana, 2011.
[16]https://www.researchgate.net/publication/275716630_Explotaciones_mineras_en_el_mundo_de_bauxita
[17] Monica Bruckmann. Recursos naturales y la geopolítica de la integración Sudamericana, 2011.
[18] Escudé, Carlos (1983). Gran Bretaña, EE. UU. y la declinación argentina. Editorial de Belgrano.
[19] Rapoport, Mario y Rubén Laufer (2000). Estados Unidos ante el Brasil y la Argentina: los golpes militares de la década de 1960. Editorial Economizarte.
[20] Desde marzo de 2015 Obama declaró a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior de Estados Unidos” a través de la Orden Ejecutiva 13692.
[21] Diferencia entre ingresos y egresos de los activos y pasivos del Sector Público de la cuenta capital y financiera, en concepto de títulos de deuda, créditos comerciales, préstamos, moneda y otros y préstamos.
[22] Se realizaron ejercicios suponiendo otros escenarios. Por motivos de claridad en la exposición solo presentamos estos tres, aunque la totalidad de los escenarios planteados nos permitieron llegar a conclusiones similares. En particular, las simulaciones alternativas presentadas se basaban en distintas alternativas de financiamiento o escenarios de ajuste.