La Legitimidad de la Asamblea Nacional de Venezuela

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Legitimidad elecciones parlamentarias Venezuela

por Yldefonso Finol

Consumado el triunfo del pueblo de Venezuela con la realización de las elecciones legislativas del 6 de diciembre, viene ahora el combate por hacer reconocer la legitimidad de la nueva institución parlamentaria.

Algunos conceptos y enfoques habrá que debatir sobre lo que se considera legítimo. ¿Es legítimo sólo aquello fijado por la ley? ¿O también debemos considerar legítimo lo que está asociado a lo ético, lo justo, lo moral, lo bueno? ¿Estas dos visiones entrarían en contradicción o se complementarían para una definición integral de la legitimidad?

Y aún más, cabría preguntarse, ¿quién tiene la cualidad de determinar lo legítimo? ¿La llamada legitimidad de origen, en cuanto a representaciones populares y nacionales, está determinada por consideraciones cualitativas o magnitudes cuantitativas? ¿Tienen acaso un grupo de Estados la potestad de interpretar y calificar la legitimidad de los actos políticos internos de otro Estado determinado?

Entremos en materia. Pasemos revista a los aspectos legales formales que tanto interesan a la clase política tradicional que medra en la “democracia representativa”, liberal, burguesa, sufragista.

El plazo.

La elección del 6 de diciembre no fue el capricho de un sector político en particular, interesado en sorprender a sus potenciales competidores y tomar algún tipo de ventaja. Es un mandato constitucional con vigencia previa desde el 15 de diciembre de 1999, que, en el caso concreto que nos ocupa, se activó desde el mismo 5 de enero de 2016 cuando tomó posesión la diputación actual para un periodo de cinco años, conclusivos en igual fecha del próximo 2021; más allá de la cual, cualquier pretensión de continuidad es absurda, ilegal, ilegítima y perturbadora, a menos que quien así lo desee se haya sometido al escrutinio del 6 de diciembre pasado, obteniendo una votación favorable para considerarse reelecto según el dictamen del Consejo Nacional Electoral.

El voto.

En Venezuela el voto es un derecho que se ejerce libre de toda coacción. Es un acto voluntario y espontáneo de la ciudadanía habilitada al efecto. No lo comparo, por elemental elegancia diplomática, con ningún otro país, pero en Venezuela, votar no es obligado. No existe ningún tipo de sanción administrativa, civil, política y mucho menos penal, para quien simplemente se quede en su casa el día de cualquier elección de las tantas que hacemos.

Por eso tampoco es dable una comparación desde otros Estados donde existen parámetros legales diferentes. Más, si hay un aspecto significativo de esta particular condición venezolana del voto, y es que la ciudadanía que decide participar, serena y confiada del carácter personalísimo, secreto y verificable de su sufragio, es la verdadera y única representación del Pueblo de la Nación, que ejerce su soberanía en forma directa o indirecta como actor político fundamental del destino de la Patria.

El árbitro.

Este voto venezolano además, goza del soporte estatal al más alto nivel, puesto que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela creó el Poder Electoral –según la Doctrina del Libertador- como entidad autónoma garante de la pulcritud y transparencia de los procesos eleccionarios, ya que en ellos descansa la solidez de la democracia participativa y protagónica que insistimos en construir. No es extraño entonces, que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, como parte del Pueblo y arma del Estado Social de Derecho y de Justicia, funja como vigilia celosa de la pureza de la elección en todo su proceso logístico y de seguridad.

El CNE como rector y encarnación de ese Quinto Poder Público, se ha ganado en sucesivas contingencias el respeto y credibilidad de la Nación, que confía en su gestión y sus resultados. La actual directiva del CNE fue renovada en parte por la vía excepcional del Poder Judicial, precisamente por la dejación que la diputación saliente hizo de sus obligaciones, para dedicarse a robar activos y atentar contra la paz de la República, bajo instrucciones de gobiernos extranjeros hostiles.

Esta situación, al contrario de mermarle legalidad a las autoridades electorales, las eleva en su corresponsabilidad para con la tranquilidad institucional, política y social de la Patria, puesto que ellas mismas fueron víctimas de los desmanes de un puñado de peligrosos delincuentes mercenarizados.

Las cuestiones de fondo en esta discusión sobre la legitimidad, pasan por una profunda reflexión sobre el concepto de soberanía en sus dos acepciones: popular y nacional. Al descansar la existencia de la República sobre la Doctrina Bolivariana, es innegociable el hecho que la autodeterminación y la independencia son inviolables. Ninguna fuerza foránea puede intervenir en las decisiones que sólo el Pueblo de la Nación debe tomar.

El empeño necio del gobierno de Estados Unidos, de algunos en la Unión Europea y otros cipayos en la OEA, de “no reconocer” a priori la elección para renovar la Asamblea Nacional, ya constituye un inaceptable irrespeto a nuestra soberanía, que desautoriza moralmente a esos Estados para cualquier tipo de interlocución. Menos debemos perder tiempo atendiendo su estúpida insistencia en ponerle nombre propio a la jugarreta, como si la opinión de unos extraños fuese a decidir el destino de la Patria del Libertador Simón Bolívar.

Por el contrario, la mayoría absoluta de la Organización de Naciones Unidas, o sea, la comunidad internacional, tiene muy claro que Venezuela se ha dado libérrimamente las instituciones que nuestro Pueblo aprobó a través de los mecanismos constitucionales establecidos. Entonces, también en el marco del Derecho Internacional, las actuaciones del Estado venezolano se apegan a la legalidad y legitimidad que rigen la convivencia en los organismos multilaterales, tan vilipendiados por esa derecha que nos agrede.

En esta confrontación continuada a que nos obligan los imperios decadentes y sus lacayos, tenemos que ser muy inteligentes, explicar nuestras razones con un lenguaje claro y digerible, masificar nuestros argumentos, ser convincentes y didácticos, intensificar los esfuerzos comunicacionales y diplomáticos, también hacia dentro del país, para que los enemigos queden desenmascarados y aislados en sus pretensiones insolentes.

Sí, que quede explícitamente aclarada la legitimidad formal y esencial de nuestra institucionalidad republicana, y que la nueva Asamblea Nacional corra a encontrarse con las exigencias de la Venezuela profunda, la que votó y la que aguantó callada porque requiere con urgencia volver a tener esperanzas.

Fuente: Agencia Latinoamericana de Información
https://www.alainet.org/es/articulo/210127

Síntesis de las elecciones parlamentarias de Venezuela

Legitimidad elecciones parlamentarias Venezuela

por José A. Amesty R.

Como habíamos augurado, se celebraron las elecciones para conformar la Asamblea Nacional Venezolana, en completa paz, seguridad y sin ningún contratiempo que lamentar. Los resultados, para algunos no son los más alentadores, no obstante, abordamos algunos datos en cuestión.

Primero, aludimos al elemento que algunos lo ven como negativo, a saber la abstención. Históricamente, la abstención en elecciones parlamentarias en Venezuela, siempre ha sido significativa, en términos de poca afluencia de electores.

En el año 2005, en el mejor escenario de la Revolución Bolivariana, con Chávez en el poder, sin problemas de gasolina, sin pandemia, con una serie de beneficios al pueblo venezolano, la abstención fue del 25%, ahora, con condiciones mucho más adversas 32%, ¿es una derrota? No lo creo. No es para celebrarlo, pero revela que hay un problema, que el gobierno Chavista, el Partido Socialista Unido de Venezuela PSUV, y las fuerzas políticas aliadas deberán encarar y resolver. Y hacerlo cuanto antes.

Así como que hay que revisar, a manera de crítica, los dispositivos de movilización popular, que siempre fueron tan importantes en el Chavismo, y que dan la impresión de estar necesitados de una urgente puesta a punto, según Atilio Boron.

Otro dato a manera de comparación, en las recientes elecciones en EEUU, la abstención fue del 70%, y se catalogó la elección como un fraude.

Mientras los venezolanos elegían a sus diputados, en Rumania, país de la Unión Europea, hacía lo propio y participó, proporcionalmente hablando, la misma cantidad de electores, la abstención fue de 32%. Pero se reconocen los resultados rumanos, pero los venezolanos no, aduciendo la baja participación.

Pocos meses atrás, cuando en las elecciones municipales costarricenses se computó 24% de participación, la “comunidad internacional” no cuestionó la legitimidad de la cita electoral ni de los resultados; como tampoco lo ha hecho cuando buena parte de gobernantes actuales de América Latina resultaron electos con un porcentaje bajo de votos, como es el caso de Sebastián Piñera en Chile, que ganó las elecciones presidenciales de 2017, con menos del 30% del padrón electoral.

Algunos señalan que una participación como la registrada invalida los resultados, hace que las elecciones puedan ser catalogadas de fraudulentas, un fraude, así como una farsa.

No obstante, y a propósito de estas cifras, Enrique Ochoa Antich (dirigente opositor) aseguró que queda en evidencia que en Venezuela no hay fraude electoral. “La mejor prueba de que aquí no hay fraude, es que el gobierno obtenga tan exiguos resultados”. Ochoa Antich, considera que “lo único que logró este abstencionismo, es remachar al gobierno en el poder.

Así mismo, el líder opositor, prófugo en EEUU por estafas en Venezuela, el Dr. Alejandro Terán Martínez, señala que, ante las declaraciones de fraude por parte de Juan Guaidó, “¿cómo se puede alegar fraude en un proceso en el que no se participó?, ¿cómo se puede decir que nos robaron las elecciones si nunca participamos?, éste es el antichavismo venezolano y extranjero, el mismo que promovió la “presidencia interina” de Juan Guaidó, sin un solo voto electoral y plenamente fuera de la Constitución venezolana.

Por otro lado, las personas que se abstuvieron, no significan que estén contra el Chavismo o contra la Revolución Bolivariana, sino que se conjugaron una serie de elementos a considerar, señalados por Atilio Boron:

1.El elemento nuevo de la pandemia y sus efectos, sin duda, desalentaron a la gente, al tener que abandonar el hogar, subirse a un transporte público, formar una cola para votar, estar en cercanía con personas desconocidas, entre otras. Tales factores disuasivos no pueden ser subestimados, como tampoco son una excusa, ante la abstención.

2.Otro factor, que también influyó fue la intensa campaña mediática, nacional e internacional, que desalentó la concurrencia electoral, y que pese a no contar con prueba alguna, descalificó a la elección como un siniestro fraude urdido por el oficialismo. Sus actores: el gobierno de Estados Unidos, los archicorruptos y represivos gobiernos del Grupo de Lima, junto a los de la Unión Europea. Todos ellos, como asegura Marco Teruggi, estuvieron durante largos meses “llamando a no votar y realizaron acciones de presión diplomática y económica sobre dirigentes de oposición”.

Otro ejemplo, de esas maniobras del “sicariato mediático”, es el ocultamiento de algunos datos que podrían arrojar luz sobre las razones de la baja concurrencia electoral del 6D. Se abstuvieron de informar y poner en perspectiva ciertos antecedentes, como el hecho de que en las elecciones municipales de Francia que tuvieron lugar el 28 de junio, donde se elegían alcaldes en las grandes ciudades del país, comenzando por París, la tasa de participación electoral fue del 40 %. Pero, ¡atención!: ningún país estaba ejerciendo un bloqueo integral en contra de Francia, desquiciando la cotidianeidad de su población como sí ocurrió en el caso del país venezolano. Pese a ello menos de la mitad de la ciudadanía francesa concurrió a los comicios.

Y esto no es todo: en las elecciones legislativas del 2014, que tuvieron lugar en Estados Unidos, la “mayor democracia del mundo”, la tasa de participación electoral se empinó unos pocos puntos encima de la venezolana: 36 %.

3.Otro elemento que jugó un papel para desalentar la participación, fue el impacto multidimensional y profundo del bloqueo impuesto por Estados Unidos a Venezuela, como también a Cuba desde hace sesenta años, y que creó innumerables dificultades de todo tipo: escasez de alimentos y medicamentos, de suministros esenciales como la gasolina para los automóviles, problemas en el transporte público, falta de repuestos para la industria petrolera y el metro de Caracas, especulación cambiaria, deterioro salarial, devaluación del Bolívar.

4.Como si lo anterior no fuera poco, hay que agregar el verdadero crimen político perpetrado por la Asamblea Nacional, controlada por la oposición antichavista. Esa rama del Estado fue gravemente deslegitimada al estar volcada, desde su inauguración, a un perverso y tiránico objetivo: lograr el derrocamiento del presidente sin dictar ni una sola ley que podría haber aliviado la situación de la población afectada por el bloqueo.

Esta afrenta al sentimiento nacional venezolano, esta conducta antipatriótica, anti bolivariana, ejerció un influjo negativo en la conciencia ciudadana y la alejó de la contienda electoral y, en cierta medida, de la política. Muchos lo hicieron pensando que la AN había caído en tal desprestigio e inefectividad que ni valía la pena molestarse en salir de la casa para ir a votar. Teniendo en cuenta estas condiciones, habría sido un milagro, que la población electoral venezolana, hubiese salido a las calles masivamente para emitir su voto.

No obstante, el nivel registrado de participación, tiene un valor más allá de lo matemático. Para las instituciones venezolanas, este resultado adquiere un valor simbólico y emblemático por el contexto que atraviesa el país, que ya señalamos.

De allí que la participación registrada tiene un significado en el cual un segmento importante de la población, mantuvo una clara posición de resistencia a los factores generadores de apatía y abstención. Se trata de un grupo plural y diverso del país, que no cedió a las acciones de “máxima presión” foránea, y ello hace de estas cifras significativas y satisfactorias más allá de lo meramente matemático.

Mucho más, cuando el ejercicio del voto de quienes no se abstuvieron, han habilitado ahora las vías políticas para reinstitucionalizar el Parlamento, y superar el prolongado encallo político que carcome al país. Quizá el éxito más importante saldado en esta contienda electoral, es precisamente la organización y feliz término de la misma.

Por otro lado, el presidente Nicolás Maduro, quien había puesto su cargo a la orden al final de la campaña y quien convirtió a las parlamentarias en un plebiscito, al señalar que dejaría su cargo si la oposición ganaba, resultó legitimado por el resultado y se alzó, nuevamente, como la figura política y electoralmente más sólida del país.

Como señalara Ignacio Ramonet, “grandeza de Maduro, transformar una elección parlamentaria, en una elección presidencial”.

En términos estrictamente simbólicos, el 2020 termina para Venezuela, como el año en que Trump prometió sacar a Maduro del cargo, pero es Trump quien se va.

En relación a los resultados electorales, como menciona el analista político Miguel Ángel Pérez Pirela, esta elección deja datos electoralmente relevantes. El primero de ellos, es el surgimiento de nuevas fuerzas opositoras, con partidos noveles, que se estrenaron en la política nacional ganando curules en el Parlamento.

Varios de estos partidos, aunque provienen de divisiones de otras organizaciones antichavistas, han asumido en lo electoral, el rol de capitalizar los espacios que los abstencionistas han dejado cautivos. Se han propuesto a liderar a opositores en descontento y políticamente huérfanos, y han previsto incorporarse a la Asamblea Nacional, en coincidencia con el chavismo en algunos puntos básicos, como el rechazo al bloqueo económico y a las amenazas militares contra el país.

Por otro lado, según como esboza el Grupo de Investigación y Análisis Misión Verdad, la oposición tiene también el regreso de Acción Democrática AD y el Comité de Organización Política Electoral Independiente, conocido también por su eslogan antiguo Partido Socialcristiano o Partido Verde por el color de sus identificativos COPEI, haciendo presencia como fuerza política electoral.

Acción Democrática AD con 419 mil 88 votos para un 7.08%, siendo el partido del llamado G4, que más se ha mantenido en el ruedo electoral sosteniendo su capital político. Entretanto, COPEI, con 170 mil 589 votos, para un 2.88%.

Lamentable saldo, para el Partido Comunista de Venezuela PCV, con apenas 2,74% de los votos, logrando incluso menos votos que COPEI. El PCV se alineó bajo su tarjeta a la Alianza llamada la Alternativa Popular Revolucionaria (APR) y se disponía a quebrar al chavismo oficial desde la izquierda. Pero su separación del Gran polo Patriótico (GPP) solo expuso la dimensión real de su volumen de seguidores.

Incluso, los electores del PCV, podrían ser menos que los 162 mil votantes contabilizados, dado que en la Alternativa Popular Revolucionario participaron una fracción de los Tupamaros y Patria para Todos (PPT). Todo ello supone la tesis muchas veces afirmada, incluso por el propio diputado electo Diosdado Cabello, que los votos históricos PCV provenían de chavistas que les votaban por simpatías, pero no por militancia.

El PCV demostró, ahora en cifras, que pudo conseguir más curules si seguía en alianza con el Gran Polo Patriótico GPP. Queda registrado también que es falsa la creencia de la ruptura de la polarización, menos desde la izquierda. También queda en evidencia que las sediciones electorales desde el chavismo están condenadas al fracaso.

Asimismo, PCV demostró no tener, lo que se entiende en Venezuela como trabajo político de base. Su campaña tampoco tuvo una oferta electoral sólida, no tuvo un relato consistente, estuvo centrada en el victimismo y con el fin de atizar al descontento social a su favor, desviaron sus narrativas a un férreo ataque a la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela PSUV y un estigma de sus seguidores a los chavistas.

Así mismo, una fracción del partido Voluntad Popular VP, organización a la que pertenecieron líderes de oposición Leopoldo López, el autoproclamado Juan Guaidó, entre otros, así como Primero Justicia PJ, obtuvieron una aplastante derrota.

Finalmente, tenemos una nueva Asamblea Nacional, quien tendrá como reto, por un lado, crear un nuevo espacio de distensión nacional, por otro, regresar al primer espacio de debate del país, el Hemiciclo, y de esa manera comenzar a retomar su lugar entre los poderes nacionales, y tercero, socavar la pretendida continuidad artificial y espuria de Juan Guaidó, y su séquito de diputados, quienes con auspicio estadounidense pretenderán sostenerse de manera indefinida y fuera del lapso constitucional como una “Asamblea Nacional Legítima”, apoyada esencialmente sobre la base estadounidense.

Para nuestra amada Venezuela, su continuo desafío será el de emprender nuevas luchas en el frente externo para degradar la aplicación del férreo bloqueo económico contra el país, principal nudo crítico en el clima nacional, y tratar juntamente con el gobierno bolivariano, de recomponer el tejido económico, quien por el efecto del bloqueo económico y otros mecanismos malévolos en contra del país y la nación, han dejado cicatrices que hay que subsanar.

Fuente: Alainet

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