La juventud es definida, principalmente, como un segmento socio-demográfico establecido por rango de edad. Pese a las generalizaciones habituales, no existe una definición internacional universalmente aceptada que agrupe lo que popularmente conocemos como juventud.
Sin embargo, con fines estadísticos, las Naciones Unidas, sin perjuicio de cualquier otra definición hecha por los Estados miembros, definen a los jóvenes como aquellas personas de entre 15 y 24 años, edad en la que, acorde a la lógica occidental, una persona adquiere madurez y se desenvuelve en la categoría de “adulto”.
Esta definición, que surgió en el contexto de los preparativos para el Año Internacional de la Juventud de 1985, fue aprobada por la Asamblea General en su resolución 36/28 de 1981. Todas las estadísticas de la ONU sobre la juventud se basan en esta definición, como se refleja en los anuarios estadísticos sobre demografía, educación, empleo y salud publicados por todo el sistema de las Naciones Unidas.
Esta definición de juventud, orientada en el campo de la estadística, implica a su vez que se considere como “niños” a aquellas personas menores de 14 años. No obstante, cabe destacar que el artículo 1 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, define a los “niños” como personas de hasta 18 años de edad. En ese momento, se esperaba que la Convención brindara protección y derechos a un grupo de edad lo más grande posible, especialmente porque no había un documento similar sobre los derechos de los jóvenes.
Muchos países también marcan la edad límite del concepto joven en función del momento en que son tratados como adultos frente a la ley, lo que se conoce como mayoría de edad. Esta edad suele ser los 18 años en muchos países; así, a partir de esa esa frontera etaria, la persona será considera como adulta. No obstante, la definición y los matices del término juventud varían de un país a otro, según los factores socioculturales, institucionales, económicos y políticos presentes en cada realidad local.
Como vemos, las definiciones sobre la juventud, en cuanto a grupo de edad, tienen límites difusos, pues un adulto de 18 años es a la vez considerado un “adulto joven”.
Sin embargo, hay un espectro subjetivo para definir a la juventud, que traspasa la clasificación etaria. La juventud puede ser también considerada una identidad sociocultural, entendiendo que las claves de esta identidad está determinada por las condiciones inherentes al bagaje, los estilos de vida, las aspiraciones y el rol concreto de los individuos en la sociedad.
Estas posibilidades en el terreno de lo difuso deben considerarse particularizadas. Un joven de 20 años en cualquier país del Sur Global, podría tener una vida plena de adulto, con responsabilidades y roles específico en la vida social e, a la inversa, podríamos hablar de adultos de 30 años en cualquier país del Norte Global, que podrían incluso seguir viviendo con sus padres, sin tener descendencia y por ende, sin ser jefes de hogar, desenvolviéndose en códigos e identidades propias de su procedencia, círculo social, intereses y afinidades, todas dentro de lo que subjetivamente consideramos “juvenil”.
Como punto de partida es vital comprender que la categoría juventud, en sí misma, ampara una variada gama de significados. Es un concepto de carácter polisémico que, en su vasta generalidad y diversidad de acepciones, induce a la confusión y a la imposibilidad de una definición certera si se emplean los marcos de análisis tradicionales. Por definición, la edad cumple una función netamente clasificatoria que contribuye a regular la actividad de la sociedad (Taguenca Belmonte, 2009), en tanto asigna tareas, derechos, deberes y recompensas de forma diferenciada entre los componentes poblacionales con la finalidad de integrarlos en las distintas posiciones dentro del modo de producción dominante.
Generalmente, el concepto juventud se presenta con atributos uniformes y despojado del entorno social, político y económico donde es aplicado. No obstante, este concepto, desde el punto de vista sociológico es de factura reciente y respondió, en primer término, al cuadro evolutivo de la industrialización capitalista en los países del Norte Global y de las tensiones bélicas que generó su proceso de desarrollo en el siglo XX. Visto desde esta perspectiva, la juventud nace como una categoría construida culturalmente en un contexto de disputas de clase, conflicto interimperialista y modelaje institucional de las transiciones del sistema capitalista.
Como mencionamos, la clasificación por edad y la idea de homogeneidad aparente que surge de allí deriva en una nebulosa de confusión y ambigüedad susceptible a las más variadas formas de manipulación. Por ende, como indica el sociólogo francés Pierre Bourdieu (2002), la diferenciación de clase es un filtro esencial para comprender cómo la organización económica y cultural condiciona el uso del concepto, evitando con ello presentar lo juvenil como un estado de maduración temprana sin asidero en la realidad:
…la edad es un dato biológico socialmente manipulado y manipulable; muestra que el hecho de hablar de los jóvenes como de una unidad social, de un grupo constituido, que posee intereses comunes, y de referir estos intereses a una edad definida biológicamente, constituye en sí una manipulación evidente. Al menos habría que analizar las diferencias entre las juventudes, o, para acabar pronto, entre las dos juventudes. Por ejemplo, se podrían comparar de manera sistemática las condiciones de vida, el mercado de trabajo, el tiempo disponible, etcétera, de los “jóvenes” que ya trabajan y de los adolescentes de la misma edad (biológica) que son estudiantes: por un lado están las limitaciones, apenas atenuadas por la solidaridad familiar, del universo económico real y, por el otro, las facilidades de una economía cuasi lúdica de pupilo del Estado (pp. 164-165).
Siguiendo esta línea, pensar la juventud como una totalidad homogénea solo identificable en oposición a la adultez, y a partir de ese punto de inflexión (construido culturalmente) atribuirle determinados patrones de comportamiento y roles sociales como la “rebeldía” y la “experimentación” (Taguenca Belmonte, 2009), ha derivado en la constitución de discursos idealizados poco prácticos no sólo para diagnosticar la evolución social de la juventud y su configuración de clase, sino los mecanismos de atención e integración a nivel de las políticas públicas.
Otras interpretaciones teóricas
La obra de psicólogo estadounidense G. Stanley Hall, Adolescence: its Psichology and its Relations to Physiology, Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education, publicada en 1904, se considera la matriz ideológica del concepto de juventud que ha marcado nuestra era contemporánea. Este primer tratado conceptual interpretó la fase de maduración temprana del individuo (en el eje atlántico industrial) bajo las premisas biologicistas de Charles Darwin, estableciendo una definición de la adolescencia a partir de rasgos de agitación y vocación al instinto que propiciaron una ideología de la ruptura con la edad adulta (Feixa[1], 2006).
La obra de Hall marca el inicio del culto a lo juvenil como una etapa de vida exenta de responsabilidades, orientada al ocio, la rebeldía y al ejercicio de la liberad individual en una amplia zona de tolerancia, concepción que fue naturalizando, como nuevo rol social, la búsqueda de una identidad distintiva a la de los adultos.
Este primer enfoque que otorga autonomía al concepto juventud fue desarrollado con un interés de clase destinado a salvaguardar a la juventud de las capas ricas de los países occidentales de la atmósfera bélica que comenzaba a convulsionar el ambiente europeo de principios del siglo XX.
En este contexto el general británico Robert Baden-Powell, partícipe en la guerra contra los bóers en Sudáfrica, creó los Boys Scouts en 1908, denominada secularmente como la primera organización de carácter juvenil en Occidente (Vallory[2], 2012), la cual estaba enfocada en instruir a jóvenes ingleses en tácticas militares de apoyo empleando estrategias lúdicas y de persuasión cultural. El modelo de los Boys Scouts tomado por Powell partía de las milicias juveniles (enfocadas en tareas logísticas) que él mismo organizó durante la ocupación británica del país africano años antes.
El punto de contacto siniestro entre el universo ideológico y material de la época se puso de manifiesto en la cruenta Primera Guerra Mundial[3], que se cobró la vida de 8 millones de jóvenes enrolados en los ejércitos de las potencias en conflicto (Feixa, 2006).
Si G. Stanley Hall buscaba una diferenciación utilitaria en el campo de la teoría entre lo joven y lo adulto, la conflagración militar en Europa vendría a introducir nuevas fracturas en una dirección diferente a su planteamiento inicial.
La carnicería bélica había puesto a la juventud en primer plano tal como lo había hecho la revolución industrial del siglo anterior en medio de la generalización de la explotación infantil, y si algo pusieron en evidencia ambos procesos era que la energía y la distancia generacional en términos de códigos compartidos y experiencias comunes que expresaba la relación joven-adulto, abría la posibilidad de una proletarización sistemática en el campo militar e ideológico.
En una visión más contemporánea de esta distancia sociológica, Bourdieu (2002) establece un factor de complejidad adicional:
Cuando digo jóvenes/viejos, entiendo su relación en su forma más vacía. Siempre se es joven o viejo para alguien […] Lo que yo quiero señalar es que la juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos. Las relaciones entre la edad social y la edad biológica son muy complejas. Si comparamos a los jóvenes de las diferentes fracciones de la clase dominante, por ejemplo, a todos los jóvenes que entran en la Escuela Normal Superior, la Escuela Nacional de Administración, a la Escuela Politécnica, etcétera, en el mismo año, veríamos que estos “jóvenes” tienen más atributos propios del adulto, del viejo, del noble, cuanto más cerca se encuentran del polo del poder (p. 164).
Juventud, disputa por el “futuro” y el “alma”
La juventud, primeramente por cuestiones etarias, pero también por cuestiones identitarias, consiste en el “bono demográfico” y el amasijo de subjetividades que en tiempo presente y futuro, definen los destinos de los países. Es decir, en ellos se juega la conjugación de los modelos de organización social, su disputa y sus relatos. Y en otros ámbitos de la base material de una nación, las posibilidades de crecimiento y bienestar. Sin embargo, estos procesos son mucho más complejos e intrincados.
Haciendo una revisión histórica, la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias posteriores impactaron en las almas más despiertas de la época. El filósofo Walter Benjamín haría de la juventud la materia prima de su primera producción filosófica, y el italiano Antonio Gramsci, en sus Cuadernos de la cárcel, incorporaría el tema como parte de su análisis global sobre la construcción de hegemonía y la lucha de clases en el marco institucional de la sociedad civil.
Ambos fueron autores esenciales en la confección de una teoría crítica sobre este tema, obligados por un contexto donde el alma de la juventud estaba siendo disputada por los proyectos políticos que determinaron el desarrollo del corto siglo XX (Hobsbawm[4], 1998).
Así, mientras el nazismo creaba las Juventudes Hitlerianas y Benito Mussolini la Opera Nazionale Balilla, la Unión Soviética ya le había dado forma al movimiento Komsomol, una organización que inspiró internacionalmente a jóvenes de los estratos obreros, justamente los mismos que habían sido utilizados como carne de cañón en los campos de Ypres, Verdun y Somme, tres de los lugares donde la guerra se experimentó de forma infernal (Feixa, 2006).
Para cada uno de estos proyectos la incorporación de la juventud tenía como principio ampliar la base de movilización social y conformar cuadros de relevo para la continuidad en el poder a mediano y largo plazo, más allá de las evidentes diferencias ideológicas y principios de acción política entre el fascismo y las estructuras juveniles derivadas del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Todo esto contribuiría, de forma compleja y caótica, a la cuestión generacional como materia prima para los reacomodos del capitalismo a nivel global y la instauración de opciones de poder.
En este orden de ideas, el concepto juventud no apareció como un simple producto de circunstancias naturales, sino que se constituyó culturalmente en medio de las tensiones de clase de la época, llevadas al máximo por la confrontación bélica de la primera mitad del siglo XX y por la evolución estructural del modo de producción capitalista que impulsó. Cambiando tan solo un poco las palabras empleadas por el historiador E.P. Thompson en su reflexión sobre la construcción de la clase obrera[5], podríamos decir que la juventud estuvo presente el día en que se constituyó como actor político y sujeto de manipulación al mismo tiempo.
Benjamin (1993), desde principios del siglo XX, ya olfateaba los dilemas y vacíos a los que se enfrentaba la juventud por el influjo de la era moderna, una visión que décadas después se confirmaría en sus consecuencias más decisivas con el Mayo francés de 1968, una “revolución juvenil” donde la rebelión sexual, la libertad de experimentación y el discurso identitario (en su acepción individualizada y fragmentaria) asumieron tal protagonismo que terminaron eclipsando la construcción de opciones políticas que representaran los intereses de clase de la juventud trabajadora:
La nueva juventud se encuentra al borde de un caos en el que han desaparecido los objetos (sagrados) de su elección. Ya no se halla iluminada por nada puro o impuro, sagrado o condenable, sino sólo por valores escolásticos como permitido y prohibido (p. 114).
En un análisis sobre la obra de Benjamin, Óscar Zaragoza intenta condensar la visión general que el filósofo tenía sobre la juventud, a la cual la dotaba de una entidad espiritual que permite entender porque los proyectos ideológicos determinantes del siglo XX, idearon formas de organización sofisticadas para arrastrar su apoyo social:
Es cierto que, temporalmente hablando, en la juventud se presenta la mayor lozanía física, es la época moza. Pero, al igual que en el cuento, lo físico no tiene importancia alguna, se trata más bien de otra cosa; para el filósofo judío la juventud es bella porque tiene lo que es primordialmente juvenil, es decir, la fe en el ideal y el sacrificio que logra permanecer inquebrantable aunque el ideal sea irrealizable por completo o resulte desdichado. En otros términos es potencia, voluntad, intensidad, motor de producción de lo espiritual mediante la revisión de los valores, de la costumbre y la convención social (Zaragoza, p. 134).
Gramsci, por su parte, interpretaba lo juvenil desde una perspectiva estratégica. La construcción de hegemonía representa el hilo conductor de la obra del italiano, siendo el sistema escolar una de las instituciones fundamentales donde ocurre la disputa por el dominio ideológico y moral de las sociedades. Para él, la escuela no es solo una correa de transmisión de conocimiento, sino algo mucho más importante: son espacios de lucha cultural (de clases), en los cuales la clase dominante difunde y generaliza sus visiones de la sociedad revestidas de “realidad objetiva” y, además, consolida en el tiempo una vanguardia técnica e intelectual que reproducirá el orden social capitalista.
A criterio del autor, las fricciones existentes entre los jóvenes y los adultos se desarrollan en un marco de normalidad determinado por el desarrollo de la “obra educativa” que cada generación intenta transferirle a la siguiente, lo cual, a medida que ha evolucionado la sociedad de masas, abre el espacio para ciertas resistencias con el pensamiento heredado (Gramsci, 1981).
Sin embargo, el autor no se sitúa únicamente en esta descripción, sino que indaga la situación desde una mirada de clase, argumentando que la explotación económica y social ha provocado que su “rebeldía permanente” se canalice hacia cuestiones superficiales. Para Gramsci la “toma del poder” -del Estado- no es el fin de la revolución, ya que ese Estado (en las sociedades de capitalismo avanzado) se encuentra inmerso en una red de instituciones, aparatos ideológicos e instancias de disputa que rebasan el marco formal de los poderes públicos entronizados por el pensamiento de la Ilustración.
En consecuencia, y de acuerdo a su filosofía de la praxis[6], la revolución socialista registrará su efectividad en la medida en que pueda hegemonizar el campo de la cultura y logre desplazar las ideas dominantes de la burguesía.
El quiebre de un modelo cultural
En el largo plazo de desarrollo del modelo capitalista y sus variantes neoliberales en el mundo, especialmente en el eje occidental, se han producido desgarramientos sistémicos a la base material y existencial de las “juventudes” de manera histórica y por medio de ciclos.
Se trata de una situación de conjunto en los países del Sur Global, entendiendo que este concepto sociográfico también incluye a países de Europa Occidental. España es un caso referencial.
Un trabajo realizado por el medio El País de la nación ibérica, indagó que la falta de estabilidad laboral, los bajos sueldos y la dificultad para conciliar la vida doméstica con la profesional convierten, para los jóvenes, “el deseo de formar una familia en una aspiración casi imposible”. El detallado reportaje refirió detalles inherentes a una significativa pérdida de la base material en ese país, que podría estar explicada, por los procesos de desindustrialización con los que España pagó su ingreso a la Unión Europea y también por el abandono del campo español, situación generada por la acumulación de tierras, apertura a los mercados internacionales en detrimento de la producción interna y por la caída demográfica en la vida rural que propició la desaparición de oportunidades para los jóvenes.
Seguidamente, el país evolucionó a una economía categorizada en los bienes y servicios, especialmente los del sector turístico, que ordenadamente han precarizado a grandes capas profesionales relegándolos a empleos subpagados, mientras que, un importante grupo de jóvenes españoles, ha tenido que migrar de ese país a otros más desarrollados en la comunidad europea.
El medio español ejemplifica como confluye el proceso de dilución de condiciones elementales en la base material y y por ende, de la base aspiracional de la juventud en España:
“Vives en casa de tus padres para poder ahorrar y comprar un piso con tu pareja. Mientras, esperas el eterno momento perfecto que te permitirá formar una familia”. Ese momento del que habla Elena Pérez, de 29 años, parece no llegar nunca. Muchos jóvenes no se atreven a dar ese paso debido a la alta temporalidad del mercado de trabajo o a la dificultad de alquilar o comprar una vivienda. Factores que empujan a las parejas a retrasar una y otra vez una decisión que para las chicas tiene fecha de caducidad. Las quejas de los jóvenes se centran en que, incluso cuando se dispone de trabajo, hay que hacer malabares para poder conciliar. Es lo que siente Diana, profesora universitaria de 34 años: “Ahora que tengo cierta estabilidad, me persigue la idea de que debo apresurarme para ser madre, algo poco compatible con mi etapa profesional”. Lo mismo le pasa a Ana, ingeniera de Caminos en Badajoz, de 29 años: “Mi objetivo es seguir creciendo profesionalmente y no me planteo formar una familia por el momento. Tengo un trabajo y debido a las continuas mudanzas la conciliación es bastante complicada” (Ugarte, 2021).
El fenómeno no es exclusivo en España. Acorde a cifras de Eurostat, en la Unión Europea los jóvenes dejan de vivir con sus padres, en promedio, a los 26,1 años. Pero en países como Italia, la edad promedio es de 30 años, en Malta ocurre a los 32,2 y en Croacia a los 31,9. Los jóvenes españoles suelen salir de casa a los 29,3 años, es decir, a más de 5 años de clausurar la edad promedio de juventud, acorde a la ONU.
Las expectativas sobre el desarrollo de la base material de la juventud han venido reformulándose acorde a las propias variaciones del desarrollo del capitalismo neoliberal, que ha venido de la mano de la desaparición de los Estados de bienestar que en gran medida han regido las sinergias del desarrollo en los países desarrollados.
En 2020 un reporte del Centro de Investigaciones Pew (2020), registró que la mayoría de los adultos jóvenes estadounidenses (el 52%), vivía con uno o ambos de sus padres, y fue así referido por el medio CNN. El análisis que hizo Pew de los datos mensuales de la Oficina del Censo destaca que esta cifra es más alto que cualquier medición anterior. Acorde a esto, el rango de edad definido para el estudio es de adultos jóvenes entre 18 y 29 años. Aunque muchas de las explicaciones están originadas por la recesión económica generada por la pandemia por covid-19, el problema es de amplio espectro. El reporte señaló que:
El número y la proporción de adultos jóvenes que viven con sus padres creció en todos los ámbitos de los principales grupos raciales y étnicos, hombres y mujeres, y residentes metropolitanos y rurales, así como en las cuatro regiones principales del censo” (Fry, Passel y Conh, 2020).
Hay un cambio destacado, según los expertos del Pew: cuando se trata de la proporción de adultos jóvenes que viven con sus padres, las diferencias raciales y étnicas parecen estar disminuyendo.
En las últimas décadas, los adultos jóvenes blancos han tenido menos probabilidades que sus contrapartes asiáticos, negros e hispanos de vivir con sus padres […]Esa brecha se ha reducido desde febrero a medida que la cantidad de adultos jóvenes blancos que viven con sus madres y/o padres creció más que la de otros grupos raciales y étnicos” (Fry, Passel y Conh, 2020).
Cheryl Young, economista principal de Zillow, dice que el aumento de jóvenes que regresan a casa ha comenzado a afectar el mercado de alquileres. “Básicamente, vimos que un poco más de 3 millones de personas adicionales se mudaron de regreso a casa… con sus padres o abuelos, desde hace un año. Eso es un 9% más”, indicó. “Una gran parte de la población que se mudó de nuevo a casa son jóvenes, la generación Z, de los 18 a 25 años de edad, e incluso algunos millennials también”, agregó Young. Además: “La Generación Z en particular, diría yo que el 75% de ese grupo tiende a ser inquilino. Con muchos jóvenes que no rentan, que no se mudan a las ciudades cuando normalmente lo harían, hay una gran cantidad de inventario en el mercado” (Young en Shoichet, 2020).
Existe además una importante discrepancia entre el desarrollo de la bese material real de la juventud, frente a sus expectativas, lo cual hace de estas circunstancias los componentes idóneos de la frustración.
En España, en su mayoría, estos jóvenes están mejor formados que sus padres (el 54% tienen título universitario), pero los más jóvenes de ese estrato se han encontrado con que, como consecuencia de la crisis, el mercado laboral tan solo les ofrece trabajos por debajo de su titulación, con contratos temporales y sueldos exiguos. El 75% de los jóvenes asalariados en España tienen un contrato temporal. Eso ha llevado a muchos de ellos a buscarse la vida fuera del país o con el autoempleo o el emprendimiento. Y sienten que la sociedad no les da respuesta al esfuerzo realizado para formarse.
Esa falta de certezas sobre el futuro puede ser la explicación de la enorme reducción de matrimonios entre los jóvenes actuales. El estudio de Pew Research Center señala que en los principales países desarrollados el porcentaje de casados a una edad de entre 18 y 32 años ha ido cayendo de forma exponencial en últimas cuatro generaciones censadas. En los años sesenta el porcentaje de casados se acercaba al 65%, cifra que se redujo a menos del 50% en los ochenta, menos del 40% a final de siglo y apenas el 25% en la actualidad.
Pese a todo, los millennials son una generación muy apetecida para las empresas y los bancos. Un informe elaborado por BBVA Research (2016) a nivel global los sitúa como centro de la actividad económica en un futuro muy próximo. Los define como “un grupo interconectado y muy familiarizado con la tecnología que interactúa en medios sociales”, aunque añade que “son una generación búmeran que ha vuelto a casa a vivir con sus padres”.
Evolución en América Latina
Un estudio macro publicado en el año 2000, bajo el título Juventud, población y desarrollo en América latina y el Caribe. Problemas, oportunidades y desafíos, representa uno de los documentos más nutritivos a nivel de información documental y datos estadísticos que pueden ser consultados en la actualidad para establecer una radiografía del estado de la juventud latinoamericana.
En líneas generales, el documento afirma que la juventud esta inmersa en un complejo cuadro económico y social en el cual destaca la precariedad laboral, una integración educativa deficiente y un protagonismo político que ha ido mutando hacia la sectorización y la apatía con respecto a las instituciones representativas. El panorama, a su vez, muestra amplias diferenciaciones por país en términos de recursos financieros invertidos y estrategias eficaces de políticas públicas, no obstante, los países donde se han aplicado políticas de ajuste de corte neoliberal resultan ser los más afectados en la mayoría de los indicadores referidos al desarrollo social de la juventud.
l extenso trabajo de investigación remarca cómo las crisis cíclicas del capitalismo periférico, siendo un hito de este proceso de inestabilidad los caóticos años 80, determinan estructuralmente la situación de desempleo, abandono escolar, precarización y frustración económica en la que se desenvuelve la juventud. Otros análisis más actuales reflejan una correlación directa entre la cantidad de recursos públicos destinados a la juventud y la bonanza externa derivada de los altos precios de las materias primas, escenario que, a la luz de la depresión de los commodities en general desde hace aproximadamente un lustro, ha provocado un retorno al paisaje de incertidumbre y crisis dibujado por la CEPAL hace 20 años.
El entorno de apatía, frustración y precariedad se ha visto profundizado por la crisis estructural del imaginario sobre la juventud impuesto desde los países industrializados de Occidente hacia América Latina (y el resto del Sur Global) en la entrada del periodo histórico de la posguerra. El enaltecimiento del consumismo, la individualización identitaria, entre otros modelajes de comportamiento cultural, dieron forma al planteamiento ideológico que sería exportado, creando un desfase, a nivel latinoamericano, entre ese ideal de realización y las condiciones estructurales del capitalismo periférico. Como indica Feixa:
Con el crecimiento económico de posguerra, la situación comenzará a cambiar lentamente. En un contexto de plena ocupación, con una capacidad adquisitiva creciente por parte de los jóvenes, con la difusión de los medios de comunicación de masas y de la sociedad de consumo, con la escolarización masiva y el nacimiento del mercado adolescente, nace la noción de “cultura juvenil” como categoría autónoma e interclasista, comienza a tener éxito el culto a la juventud, y ésta se convierte en la edad de moda. Al mismo tiempo nace la imagen del “rebelde sin causa” (2006, p. 8).
La promesa (global) de una realización individual de la juventud mediante el mercado y el consumo se vio resquebraja por la crisis sistémica y posterior restructuración del capitalismo fordista en la década de los 80, y desde esa base el cuadro de insatisfacción generalizada sólo se ha profundizado. Esta situación fue recogida por un informe de la UNESCO publicado en 1983:
Ni el enfoque ni el lenguaje característicos de la década de los 60 parecen adaptarse a las nuevas realidades que la juventud tendrá que afrontar en la década que empezamos. En el 68 se hablaba de confrontación, protesta, marginalidad, contracultura… en definitiva, era un lenguaje que denotaba una confianza posible en un cambio hacia un mundo mejor. Tal vez en el próximo decenio las palabras claves que experimentarán los jóvenes serán: paro, angustia, actitud defensiva, pragmatismo, incluso supervivencia (UNESCO en Feixa, 2006, pp. 12-13).
Una expresión notable de esta crisis es resaltada también por Feixa en los albores del nuevo siglo, cuando ya el relato del “fin de las ideologías” había ocupado un lugar central en la concepción de expectativas de futuro, denostando de la política y las clases sociales como factores fundamentales del desarrollo social:
Nació una actitud entre cínica y desencantada, que tuvo múltiples traducciones en los imaginarios juveniles, pero que casi siempre guardaban relación con una K subcultural: punKs, oKupas, sKinheads, maKineros. El sociólogo francés Michel Maffesoli (1990) habló del “tiempo de las tribus” para referirse a esta proliferación de microculturas juveniles, nacidas de la cultura de consumo o de los márgenes contraculturales que ocupaban nichos diferentes en el territorio urbano (2006, p. 12).
La imposición de un imaginario colonial de origen europeo y estadounidense centrado en el consumismo como meta de realización fracturó la memoria de la juventud latinoamericana, su afiliación a opciones políticas de la clase obrera y sus acciones transformadoras en ámbito estudiantil a principios de siglo XX, que fueron eficazmente retratadas y analizadas por José Carlos Mariátegui como el nacimiento de una nueva generación latinoamericana. Los escombros de este modelaje cultural, a su vez, tiene como consecuencia palmaria la apatía política y la fragmentación que marca nuestra era contemporánea, en la cual la organización transversal para intervenir en la conducción general de la sociedad ha dejado de ser atractiva, abriendo paso a agrupamientos cada vez más segmentados, parciales y enfocados en el consumo de identidades que para nada plantean una agenda disruptiva.
Esta situación la refleja un estudioso del tema con cierto tono de ingenuidad que es conveniente retratar en este pinto. Se trata de José Manuel Valenzuela, una autoridad académica en el tema, quien en una entrevista afirmó lo siguiente:
Un cuarto tema que me interesa señalar tiene que ver con el estudio de las agendas político-sociales juveniles y la conformación de una gran apuesta política en nuestras sociedades. Esto es muy claro para América Latina y lo hemos discutido mucho con varios colegas. Se está dando una cierta popularización de la cultura de la hueva entre los jóvenes: a los jóvenes todo les da hueva, nada les interesa, son apáticos. Y más allá del debate actual en torno a los millennials, parecería que realmente no les importa la política. Sin embargo, cuando empiezas a analizar los resultados de las encuestas nacionales de juventud, lo que vas encontrando son jóvenes muy interesados por el tema indígena, el zapatismo, en temas de derechos humanos, en temas ecológicos, en temas que tienen que ver con la participación virtual, digital. ¡No son para nada jóvenes apáticos! Resulta que eran jóvenes que estaban recolocando el tema de lo político, porque al mismo tiempo eran jóvenes profundamente decepcionados de la clase política y de los sistemas de procuración de justicia (2018, p. 17).
En medio de las contradicciones europeas y de su propia teorización sobre la juventud, en Latinoamérica se desarrollan apuestas políticas e intelectuales con la intención de canalizar la frustración juvenil hacia proyectos de transformación social. Las dos apuestas más coherentes e influyentes fueron la del intelectual peruano José Carlos Mariátegui y la del escritor uruguayo José Enrique Rodó a principios del siglo XX, ambos tenían como telón de fondo y centro de sus preocupaciones los movimientos reformistas universitarios de Córdoba (Argentina), Perú y México, que confluyeron en 1921 en la creación de la primera organización internacional de estudiantes. Para Mariátegui (2008), “El movimiento estudiantil que se inició con la lucha de los estudiantes de Córdoba, por la reforma de la Universidad, señala el nacimiento de la nueva generación latinoamericana” (p. 100).
El intelectual peruano veía en la Reforma de Córdoba, pero también en el movimiento estudiantil peruano, uruguayo y chileno, un capítulo específico de la lucha de clases que se desarrollaba en el plano general de la sociedad latinoamericana, profundizada por el contexto de la Primera Guerra Mundial, escenario que obligada a la región a mirarse a sí misma para resolver sus principales problemas. El peruano vinculaba en una misma sinergia al movimiento estudiantil con el desarrollo político de la clase trabajadora, ya que la demolición de la herencia colonial tenía como uno de sus principales instrumentos ideológicos de continuidad, justamente, a la institución universitaria:
Únicamente a través de la colaboración cada día más estrecha con los sindicatos obreros, de la experiencia del combate contra las fuerzas conservadoras y de la crítica concreta de los intereses y principios en que se apoya el orden establecido, podían alcanzar las vanguardias universitarias una definida orientación ideológica. Este es el concepto de los más autorizados portavoces de la nueva generación estudiantil, al juzgar los orígenes y las consecuencias de la lucha por la Reforma. Todos convienen en que este movimiento, que apenas ha formulado su programa, dista mucho de proponerse objetivos exclusivamente universitarios y en que, por su estrecha y creciente relación con el avance de las clases trabajadoras y con el abatimiento de viejos privilegios económicos, no puede ser entendido sino como uno de los aspectos de una profunda renovación latinoamericana (2008, p. 102).
Los movimientos reformistas que fueron objeto de las extendidas reflexiones de Mariátegui habían posicionado a la juventud como un actor político transformador frente a la oligarquía dominante, mayoritariamente terrateniente, comercial y ligada orgánicamente a los intereses del capital extranjero. Su amplitud filosófica le permitía entender el carácter inspirador del movimiento, sus orígenes sociales y económicos (la proletarización de la clase media a raíz de la Primera Guerra mundial) y, sobre todo, cómo podía impactar positivamente en el desarrollo general de la lucha de clases, estimulando, promoviendo y alimentando la organización de las clases trabajadoras.
Por esta razón, el intelectual peruano entendió las reivindicaciones gremiales del movimiento estudiantil (mayor participación en el gobierno universitario, entre otras) como un factor secundario frente al punto de quiebre general que estaba precipitando. Para Mariátegui, la juventud no aparece como un fenómeno aéreo definido únicamente por la edad y el rol de estudiante, en cambio, se construye en la dinámica del conflicto político, lugar donde adquiere una identidad de clase y un posicionamiento sobre los problemas y desafíos del orden material y simbólico en el cual se desenvuelve. Por otra parte, también logró identificar los impactos de los movimientos universitarios a escala regional:
Es, en todo caso, un hecho uniformemente observado la formación, al calor de la Reforma, de núcleos de estudiantes que, en estrecha solidaridad con el proletariado, se han entregado a la difusión de avanzadas ideas sociales y al estudio de las teorías marxistas. El surgimiento de las universidades populares, concebidas con un criterio bien diverso del que inspiraba en otros tiempos tímidos tanteos de extensión universitaria, se ha efectuado en toda la América Latina en visible concomitancia con el movimiento estudiantil. De la Universidad han salido, en todos los países latinoamericanos, grupos de estudiosos de economía y sociología que han puesto sus conocimientos al servicio del proletariado, dotando a éste, en algunos países, de una dirección intelectual de que antes había generalmente carecido. Finalmente, los propagandistas y fautores más entusiastas de la unidad política de la América Latina son, en gran parte, los antiguos líderes de la Reforma Universitaria que conservan así su vinculación continental, otro de los signos de la realidad de la “nueva generación” (2008, p. 105).
Por su parte Ariel, obra icónica del escritor uruguayo José Enrique Rodó, publicada en 1900, puede ser vista como el primer manifiesto político- espiritual de la juventud latinoamericana y de sus principales desafíos. Tanto Rodó como Mariátegui, a sabiendas de que el alma de la juventud estaba siendo disputada entre el conformismo ante el orden establecido y las acciones de transformación social, dedicaron sus esfuerzos teóricos para ofrecer una carta de navegación continental a las capas juveniles que marcaban los ritmos políticos de la época, enmarcada en las severas transformaciones geopolíticas que afrontaba el sistema capitalista en el convulso inicio del siglo XX. La tesis de Rodó en Ariel rompió con las fracturas artificiales que se propugnaban en los países industrializados de Occidente, basadas en una oposición falazmente planteada desde la biología entre lo joven y lo adulto:
Mis impresiones del presente de América, en cuanto ellas pueden tener un carácter general a pesar del doloroso aislamiento en que viven los pueblos que la componen, justificaría acaso una observación parecida. – Y sin embargo, yo creo ver expresada en todas partes la necesidad de una activa revelación de fuerzas nuevas; yo creo que América necesita grandemente de su juventud. – He ahí por qué os habló. He ahí por qué me interesa extraordinariamente la orientación moral de vuestro espíritu. La energía de vuestra palabra y vuestro ejemplo puede llegar hasta incorporar las fuerzas vivas del pasado a la obra del futuro. Pienso con Michelet que el verdadero concepto de la educación no abarca sólo la cultura del espíritu de los hijos por la experiencia de los padres, sino también, y con frecuencia mucho más, la del espíritu de los padres por la inspiración innovadora de los hijos (1993, pp. 11-12).
Esta poderosa tradición intelectual latinoamericana sobre la juventud y su desarrollo político y de clase, que más allá de las reflexiones de Mariátegui y Rodó, ocupó la escena del pensamiento continental vinculando a notables intelectuales involucrados en los movimientos de reforma, se vio paralizada por el influjo de ideas europeas y estadounidenses dirigidas a mitigar el papel de trasnformación de la juventud en la periferia del sistema-mundo.
Este proceso se verá interrumpido por el arribo y legitimidad del positivismo en las ciencias sociales, particularmente en la psicología. Así, ya desde la década de los años treinta, aparece la figura de Aníbal Ponce como “cientista social” emblemático, con las obras Sicología de la adolescencia (1938) y Ambición y angustia de los adolescentes (1939). Sus planteamientos convergen con la mayoría de las investigaciones que se estaban desarrollando en Estados Unidos y Europa desde principios de siglo en ese campo disciplinario (la influencia más notable es la obra de S. G. Hall).
A partir de los años cincuenta y sesenta, con la profundización modernizante y desarrollista, unas ciencias sociales precariamente institucionalizadas -como la psicología y la sociología- tuvieron para hacer de la realidad juvenil un fenómeno estudiable. Las miradas y enfoques se prenden de un estructural-funcionalismo norteamericano estigmatizador o de un marxismo europeo instrumental. El primero preocupado por normalizar a los “jóvenes disfuncionales o desviados” derivados de los procesos de industrialización y migración rural-urbana… (Feixa, 2006, p. 15).
Consideraciones sobre la Juventud venezolana
Un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), con el título “8 millones de razones. Encuentro con jóvenes 2020. Venezuela”[7], publicado a finales del año 2020 destacó que la población juvenil en Venezuela, aquella comprendida entre los 10 y 24 años de edad, abarca a un total de 8 millones de personas. El dato, desde una lectura simple, implica que la sociedad venezolana tiene un componente juvenil decisivo en la configuración de su estructura sociodemográfica, pues representa casi un tercio de la población total del país.
Esta realidad es producto de una tendencia que se venía profundizando desde inicios de la década pasada, cuando, según mediciones de la propia UNFPA y el INE correspondientes a los años 2011-2013[8], uno de cada cinco venezolanos eran jóvenes, para un total de 5 millones a nivel población. De acuerdo a las mismas estimaciones, Zulia (14,03%), Miranda (9,15%), Carabobo (8,13%) y Distrito Capital (6,48%), constituían los estados con mayor concentración demográfica juvenil, situación que parece haber sufrido pocas modificaciones en los últimos dos lustros, pese a los posibles impactos que la migración forzada ha tenido en el peso poblacional específico en cada una de las entidades, principalmente en Zulia, por su condición fronteriza con Colombia.
No obstante, la estructuración demográfica de la población juvenil no puede tratarse de forma aislada, pues se encuentra íntimamente relacionada con la organización socioespacial del territorio venezolano, en la cual Distrito Capital, Miranda, Carabobo y Aragua, en la entrada del nuevo milenio, ya concretaban el 50% de la población total.
La tendencia estructural, producto del rentismo petrolero, hacia una lógica de crecimiento económico basada en el sector servicios y el comercio, con acento en la movilidad de mano de obra y mercancías importadas en ciudades de alta concentración urbana y vinculadas directamente a la costa y sus puertos, trajo como consecuencia práctica el vaciamiento de las áreas rurales, reforzando con ello un círculo irrompible de escasez de empleo y baja productividad de la agricultura que favorece permanente la migración de jóvenes a las principales ciudades. La configuración socioespacial y demográfica bajo el influjo del rentismo petrolero ha dado forma al perfil sociológico de la juventud venezolana actual, caracterizado por su componente urbano y la concepción de un tipo de realización individual ligado al consumo material y simbólico propio de las urbes.
Por otro lado, la política de injerencia indirecta del imperio estadounidense, desde la etapa de consolidación de la Revolución Bolivariana luego del contragolpe definitivo al sabotaje petrolero con el cual se pretendió derrocar al presidente Hugo Chávez, supo leer las coordenadas antropológicas de la juventud venezolana y sobre sus premisas básicas creó una estrategia de radicalización política y guerra cultural, financiada por la National Endowment for Democracy (NED) y la United States Agency for International Development (USAID) a través de una laberíntica red de ONG y fundaciones civiles vinculadas a los partidos opositores y a organizaciones de extrema derecha de perfil internacional como CANVAS.
Fue evidente que el objetivo demográfico seleccionado previamente estuvo centrado en los estratos juveniles con rentas más altas y mejor posicionados económicamente, en su gran mayoría estudiantes de las universidades privada de la élite caraqueña, bajo el presupuesto de que en ese sector social podían calar con mayor facilidad las premisas del neoliberalismo.
No obstante, la perspectiva a mediano plazo buscaba facilitar un efecto expansivo que lograse arrastrar a sectores juveniles de los estratos intermedios y trabajadores del país, convocados por significantes indefinidos como “libertad” y “democracia”, cuya traducción concreta en el ámbito ideológico podía ser asumida desde una multiplicidad de demandas y reclamos. Sin embargo, la gestión pública del Gobierno Bolivariano enfocada en abrir oportunidades de estudio y trabajo a los jóvenes excluidos del sistema heredado por la Cuarta República, y la construcción de nuevos canales de participación política, sirvieron como cortafuegos a la estrategia de intervención estadounidense.
El activo financiamiento de la NED y al USAID fabricaría una generación de relevo dentro de los partidos que nacieron en el nuevo milenio tras diversas escisiones dentro las formaciones tradicionales del siglo XX venezolano. Esa nueva generación de líderes protagonizaría la revolución de colores del año 2007, tendría un nuevo momentum en el golpe blando de 2014 (“La Salida”) y finalmente mostraría su evolución definitiva en el ensayo de guerra civil del año 2017, evento que marcó su dominio definitivo sobre el destino de la oposición venezolana, llevándola al derrotero del gobierno fake encabezado por el exdiputado Juan Guaidó.
Entre ese proceso que dio estructura, poder e influencia a un liderazgo fabricado con una marcada tendencia fascista y la coyuntura actual, parece existir un punto de corte abrupto o un paisaje espeso en el cual, en apariencia, no ha ocurrido nada reseñable en términos de operaciones de injerencia que ponen a la juventud como objetivo estratégico.
Pese a esta sensación, el imperio estadounidense y sus redes de acción política público-privadas no han perdido de vista la faz juvenil de la sociedad venezolana, ni tampoco han abandonado la estrategia de invertir recursos en construir una masa crítica antigubernamental, afiliada a las ideas globalistas de destrucción de la soberanía y la capa basal de los estados-nacionales, para impactar en las expectativas de no solo de amplios sectores juveniles dentro y fuera de Venezuela, sino en componentes específicos de cara a configurar nuevos referentes políticos.
El pasado 6 de abril de 2021, en un comunicado oficial la USAID[9] anunció que, conjuntamente con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), había desplegado una línea de financiamiento de 2 millones de dólares en el marco de un plan denominado “BetterTogether/JuntosEsMejor”, enfocado específicamente en los migrantes venezolanos radicados en Brasil, Ecuador, Perú, Panamá y Guyana.
“BetterTogether/JuntosEsMejor” tiene como finalidad “generar empleo, fomentar el espíritu empresarial, combatir la violencia de género, fomentar el empoderamiento económico de las mujeres y mejorar la inclusión”, según explicó la propia USAID. Los recursos anunciados se canalizarán a través de diversas fundaciones privadas y proyectos sin ánimos de lucro.
- En Brasil, mediante la red de atención a migrantes Scalabrini International Migration Network[10] 15 mil mujeres venezolanas recibirán apoyo para levantar negocios particulares y emprendimientos, específicamente en Manaus, Cuiabá y Porto Alegre.
- En Ecuador y Perú, a través de la “Academia de Jóvenes Creadores de Cambio” de la fundación “Corporación para el Desarrollo de Emprendimiento y la Innovación Social”[11], se apoyará a 1 mil familias venezolanas con el mismo propósito.
- Igualmente, en Ecuador, la fundación “Las Reinas Pepiadas”[12], dirigida por tres venezolanas, “empoderará a las mujeres migrantes venezolanas para que compartan sus historias con medios digitales y cuentos para crear una ruta migratoria segura”.
- En Panamá, donde el banco Banesco recibió financiamiento para promover pequeños negocios, también la International Youth Foundation[13] “entregará el programa de certificación de TI [Tecnologías de la Información] en línea de Google y apoyará la inserción laboral de 200 mujeres migrantes venezolanas”.
La línea de financiamiento conjunta entre la USAID y el BID implica una ofensiva de carisma frente a los migrantes venezolanos y su entorno juvenil, dirigida hacia los países receptores más importantes, con el propósito de blanquear la responsabilidad del imperio estadounidense en la ejecución del bloqueo económico y financiero integral que ha estimulado la migración de los últimos años y socavado las bases del bienestar social de los venezolanos. Así, sobre la base de estos proyectos centrados en los migrantes, el Gobierno de los Estados Unidos puede reforzar su asfixia económica contra el pueblo venezolano, mientras promueve ante la opinión pública su supuesto papel benefactor.
De esta manera, la USAID y el BID (dirigido por el exfuncionario de Trump, Mauricio Claver-Carone, uno de los arquitectos de las “sanciones” contra Venezuela en su última etapa) actúan como distractores del bloqueo económico y, al mismo tiempo, emplean recursos millonarios para promover una imagen positiva de los Estados Unidos en la opinión pública.
También evidente la matriz ideológica del financiamiento anunciado. En todos ellos se puede percibir la intención de construir una imagen del migrante venezolano como “pequeño empresario”, lo cual persigue la modificación de su escala de valores previa, vinculando sus expectativas de realización individual al mito liberal estadounidense del “pequeño comerciante” que se transformó en millonario trabajando duro y, sobre todo, sin apoyo del Estado. Es sobre todo una operación ideológica con un claro diseño juvenil: se trata de introducir en la mentalidad de este sector un cuerpo de ideas de orden individualista y proempresarial que provoquen una ruptura con el paradigma de la Revolución Bolivariana, gestado en raíces comunitarias y de construcción colectiva del desarrollo nacional.
Es igualmente evidente el resultado informativo que se busca, y por ello el financiamiento de la USAID también se desdobla como operación mediática. La promoción de historias de emprendimiento o la capacitación juvenil en el uso de las TIC, describe la finalidad de fabricar referentes de “éxito individual” que impacten negativamente en el ánimo de sus pares de generación en Venezuela, quienes se enfrentan a los rigores del bloqueo fronteras adentro.
Apreciaciones finales
El cuadro en Venezuela no está exento de contradicciones. La amplia distribución de recursos públicos desde los primeros años de la Revolución Bolivariana con el fin de fortalecer la cobertura social de la juventud en todos los ámbitos de su desarrollo representó la base material para un creciente proceso de politización y organización colectiva que ha crecido en el tiempo, no exento de dificultades y desafíos. Las políticas públicas destinadas a la juventud venezolana por parte del Gobierno Bolivariano no sólo se han dirigido a reducir la brecha de desigualdad entre los jóvenes de las capas adineradas y los de la clase trabajadora en términos de acceso a la educación, capacidad de consumo y actividades de desarrollo integral (deporte, cultura, etc.).
Ya desde la promulgación de la Ley Nacional de Juventud en el año 2000[14], se marcó una línea de acción orientada a promover la participación de la juventud en los ámbitos de decisión fundamentales de la vida pública. La Ley tiene un fuerte contenido de clase al reafirmar el compromiso de las instituciones venezolanas de proteger los intereses de la juventud trabajadora y favorecer su integración laboral en un ámbito de control sobre los capitalistas. Estas visiones iniciales se vieron reforzadas en 2007 con la promulgación de la Ley para el Poder Popular de la Juventud[15], donde se crea un sólido entramado institucional (Instituto Nacional de la Juventud, Sistema Nacional del Poder Popular de la Juventud) de entidades de coordinación de políticas públicas para fortalecer los canales de participación y desenvolvimiento económico.
Esta línea de desarrollo tuvo su desafío más importante ese mismo año con la “revolución de colores” encabezada por estudiantes universitarios de las capas acomodadas de la sociedad venezolana en respaldo al cese de la concesión de la televisora privada RCTV. En el fondo, las conquistas sociales e institucionales de la juventud trabajadora habían preparado el escenario. El evento fue todo un “acontecimiento generacional” en el marco de una lucha de clases que tuvo su manifestación concreta en el estudiantado universitario. La estrategia insurreccional del movimiento estudiantil de las principales universidades privadas, impulsada por un discurso neoliberal y anticomunista de factura extranjera, finalmente decayó ante la imposibilidad de derrocar al presidente Hugo Chávez mediante la erosión simbólica y narrativa sus apoyos de clase en la juventud. La dirigencia juvenil que estuvo en el primer plano de la confrontación ganaría un protagonismo elevado, convirtiéndose, en el mediano plazo, en actores decisivos en la gestión de gobierno en una amplia gama de ámbitos y áreas de decisión política.
Tal como mencionamos, un boletín del Observatorio de la Juventud Venezolana publicado en 2013[16], la población juvenil representaba para aquel entonces un 26,44% del total del país. El dato en frío ubica al país en un contexto de “bono demográfico” que amplifica sus capacidades productivas. El boletín también ofrece una radiografía sobre el mercado de trabajo en la juventud y su comportamiento con respecto a los diversos estratos. Por ejemplo, la ocupación en trabajos particulares o por cuenta propia (es decir, entre los límites de la informalidad y el trabajo temporal) representa la actividad laboral principal de 8 de cada 10 jóvenes venezolanos incorporados al mercado de trabajo.
Es previsible que este cuadro incluso se haya profundizado a medida que se ha endurecido el bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por el Gobierno de los Estados Unidos, el cual ha tenido un impacto sensible en la emigración de jóvenes, en la erosión del empleo remunerado y en el alcance de las políticas públicas de atención social. Ciertamente, el acumulado de conquistas sociales de la juventud ha permitido erigir una muralla protectora frente a la crisis económica inducida por las maniobras de bloqueo externo, expresándose en la todavía elevada escolaridad, matrícula universitaria y nuevas misiones sociales (Plan Chamba Juvenil, por ejemplo) que han permitido contener parcialmente el escenario de incertidumbre, insatisfacción económica e inestabilidad de las expectativas de futuro que la agresión externa sobre la República ha impulsado.
Dicho panorama plantea un conjunto de desafíos y pone a prueba la capacidad de imaginación política de la juventud, que concierne a acciones de Estado:
- Frente a erosión de la capacidad redistributiva del Estado venezolano se hace complciado que la juventud sea atendida sectorialmente, respondiendo a cada demanda particular y específica. Ante esto es vital reconstruir un eje político transversal en la dinámica organizativa de la juventud, priorizando la orientación de clase y el foco estratégico en la recomposición social y económica del país.
- Es indispensable reconocer la inserción de recursos extranjeros y cómo los mismos apuntan hacia la oenegización de varios espectros de la vida del país y principalmente de la juventud. Se trata de procesos y estrategias de poder blando, políticamente direccionados.
- La complejidad del escenario pudiera estar provocando un vacío interpretativo del entorno social que condiciona la vida de la juventud en la actualidad. En consecuencia, representaría una contribución positiva que la dirigencia juvenil del chavismo discuta sus tesis programáticas para adaptarlas al nuevo escenario, con apertura al público, priorizando agendas estratégicas y reformateando determinados abordajes simbólicos y narrativos que pudieran haber perdido efectividad.
- La dolarización de las transacciones comerciales en Venezuela y la revitalización del sector terciario de la economía está propiciando la emergencia de nuevas fracciones de la clase trabajadora juvenil, relacionada a los servicios de delivery, encomienda y muchos otros en el sector de bienes y servicios.
- Esta reconfiguración del panorama de la clase debe conducir a estrategias discursivas y simbólicas para empalmar con las expectativas y aspiraciones concretas de los trabajadores jóvenes vinculados a estos nuevos sectores. El auge del emprendimiento en Venezuela, está generando nuevos comportamientos en la economía nacional donde los jóvenes se han ido integrando por medio de los relatos de la independencia económica. Sin embargo, ello impone la dicotomía de las situaciones de “éxito” o “fracaso” en medio de cambios agresivos de la cotidianidad.
- Las identidades entre milenials y centenials, que están fundadas sobre demandas existenciales que en muchos casos no guardan congruencia con la actual base material del país, puede seguir causa y factor acelerante en los procesos de perdida de bono demográfico en el país, complicando el cuadro en escenarios futuros, dada la pérdida de población en edad económicamente activa con capacidad de generar producción interna en los diferentes ámbitos de la economía.
- Es preciso reconocer estas alertas, entendiendo que los procesos de degradación de la base material y por ende existencial de las juventudes se emnarca en un proceso global, pero que en Venezuela guarda características singulares por la congruencia del bloqueo económico justo cuando el país estaba en pleno aprovechamiento en etapa inicial de su bono demográfico.
- Frente a una posible recuperación ascendente de la base económica del país para inicios de 2022, es indispensable reconocer que toda reformulación de la economía seguirá estando lejos de las formulaciones aspiracionales de los jóvenes, pues hay que insistir, estas han sido creadas como supuesto relato y destino de un modelo que globalmente está fracasando: el neoliberalismo.
- Por ende, ante una carencia por quiebre de relatos, en Venezuela debe formularse un nuevo ideario identitario juvenil constituido desde las oportunidades para el arraigo, en los espacios económicos donde es posible y acorde a las posibilidades que todavía ofrece la política estatal. Sin embargo, el proceso debe considerarse sociocultural. Es decir, la emergencia de nuevos factores en la economía real, nuevos planes de negocios en la economía privada, el emprendimiento, los nuevos roles de los jóvenes en el entramado de empleos, auge de bodegones, actividades dolarizadas, son expresiones de nuevos hitos que sobrevienen en la economía interna y estos están compuestos de símbolos y relatos.
- Es fundamental que en la juventud nacional cuajen relatos y perspectivas para asumir la permanencia en el país bajo un cuadro de nuevas oportunidades, filiaciones por la familia, por el lugar, por la toma de espacios cautivos que dejan quienes se fueron y por las posibilidades de crecimiento particularizado e individual que sobrevienen con los eventos de recuperación de la base económica y material del país.
- Evidentemente, las condiciones materiales del país están sujetas a condiciones externas propias del bloqueo económico. Pero hay que reconocer que probablemente esta no será una realidad perpetua. Es decir, a expensas de condiciones de regularidad que regresan a la vida política del país, es probable que algunas gravitaciones generadas por el bloqueo puedan retroceder, bien sea por acuerdos políticos generados en México o por otras formas de alivio que puedan generarse desde la objetiva condición de fracaso de la agenda aislacionista y de bloqueo al Estado Venezolano.
- Siendo optimistas, próximamente el país podría volver al ruedo del mercado petrolero internacional en términos modestos. Sin embargo, esa nueva fase de reingreso de divisas a la economía se verá potenciada por las condiciones de la economía actual, es decir, una economía de libre cambio, donde se redujo de facto la dependencia petrolera y donde otros sectores alternos al Estado están prestos a crecer. Existiendo condiciones elementales y objetivas idóneas para la recuperación, la superación por inaplicación o desmontaje parcial del bloqueo económico podría acelerar a la economía nacional a un nuevo ciclo, que será abordado por una economía que generará oportunidades para la población en edad activa y que se ha mantenido en el país.
- Serán los jóvenes en Venezuela quienes, en ese escenario, ofrecerán nuevos relatos, pero además, estos deben encaminarse, pues de ellos dependerá la construcción de perspectivas y aspiraciones reales entre estos sectores a partir de nuevos códigos. El agotamiento coyuntural del modelo rentístico venezolano y la presión social y económica que ejerce el bloqueo estadounidense debe habilitar la creación de políticas públicas creativas y flexibles para canalizar la capacidad productiva de la juventud en compatibilidad con los intereses estratégicos del país.
La conclusión sobre la evolución del cuadro de la juventud venezolana supone la confluencia de nuevos factores sociales, políticos y económico. En Venezuela confluyen los fenómenos propios en el mundo occidental, como las incertidumbres, las insatisfacciones, tanto como las aspiraciones y logros de los jóvenes. Pero las propias singularidades del país y los procesos que le han abordado, demandan nuevos códigos y nuevos imaginarios de interpretación.
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Investigación especial elaborada por el equipo de investigación del Instituto Samuel Robinson en dos etapas durante el primer semestre del año 2021. Fue actualizada con nuevos datos y análisis en julio y editada para su publicación final en agosto.
REFERENCIAS
1 Carles Feixa es uno de los investigadores referentes en la temática juvenil. Su aproximación teórica abarca la producción discursiva y los puntos de corte que, a nivel histórico, crearon las condiciones para que se comenzara a hablar en términos de generaciones dada las características estáticas del concepto juventud.
2 El autor hace énfasis cómo el escultismo (la formación individual desde un enfoque lúdico) tuvo su primera exhibición con los Boys Scout hasta transformarse en un movimiento de alcance planetario.
3 Este acontecimiento militar reconfiguró la geopolítica de la época e impulsó el desmantelamiento de los imperios coloniales, principalmente el alemán, austrohúngaro y otomano.
4 El historiador británico entiende “el corto siglo XX” como el periodo comprendido entre 1914 y 1991, siendo el auge de la Revolución Rusa y el colapso definitivo de la URSS los eventos decisivos que marcaron la pauta política y cultural de la época.
5 E.P. Thompson fue un historiador británico que redimensionó los estudios sobre la formación de la clase obrera. Aunque su análisis se basó en el caso inglés, las claves de interpretación pueden emplearse en contextos diferentes pues, según el autor, la clase no es “producto” de fuerzas económicas únicamente, sino una “relación social”.
6 Este planteamiento implicó una ruptura con la filosofía especulativa que dominó la escena intelectual en la bisagra entre el siglo XIX y XX. El enfoque considera que el pensamiento social está situado en las condiciones materiales de los pueblos, y que en función de ellas debe configurarse la apuesta transformadora del intelecto.
7 ONU. Capitulo Venezuela. “8 millones de razones. Encuentro con los jóvenes 2020”. Consulte el informe aquí: https://venezuela.un.org/sites/default/files/2020-10/sistematizacionencuentrojovenes_v5.pdf
8 Fondo de Población de Naciones Unidas. “Población joven en Venezuela”. Los datos pueden ser consultados y verificados aquí: https://venezuela.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/Juventud%20en%20Venezuela.pdf
9 USAID. “USAID and IBD announce $2 million in awards to support venezuelans and their host communities with inclusion, gender equality and entrepreneurship, employment, and education opportunities”. Puede consultar el comunicado aquí: https://www.usaid.gov/news-information/press-releases/apr-6-2021-usaid-and-idb-announce-2-million-awards-support-venezuelans-host-communities?utm_medium=email&utm_source=govdelivery
10 SIM Global Organization. Sitio oficial. La información de esta red está disponible aquí: https://simn-global.org/history/
11 Codeis. Sitio oficial. Sobre esta organización hay información disponible aquí: https://www.somoscodeis.org/
12 Las Reinas Pepiadas. Aquí la información personal de las venezolanas que dirigen el proyecto: https://lasreinaspepiadas.com/about-us/
13 IYF Global. Sitio oficial. Información disponible aquí: https://iyfglobal.org/about-us
14 La ley en cuestión puede ser consultada aquí: http://www.derechos.org.ve/pw/wp-content/uploads/ley_juventud.pdf
15 La ley en cuestión puede ser consultada aquí: http://www.juris-line.com.ve/data/docs/348.pdf
16 Boletín. Naciones Unidas. Observatorio de la Juventud Venezolana. Puede ser consultado aquí: https://venezuela.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/Boletin%20II%20Observatorio%202013.pdf