La derecha a la deriva, la ultraderecha al contrataque

El peor de los mundos para la derecha: Piñera investigado por la Fiscalía por delitos de corrupción y acusado constitucionalmente en la Cámara de Diputados y Diputadas y el candidato Sichel denunciado por aportes ilegales a su campaña.

Y así la derecha continúa a la deriva, confundida, no tiene ideas ni libreto para revertir su inminente derrota política. Es un barco que hace agua en todas sus líneas: en la gestión de gobierno, en la unidad de su bloque y en la conducta y probidad de sus líderes, particularmente su líder máximo, Sebastián Piñera. Y antes de navegar se tumbó su candidato Sichel.

El problema de fondo de la derecha política y económica no es solo su incapacidad de dar gobernabilidad al país, sino que no tiene propuesta para refundar o dinamizar el modelo neoliberal; y, salir a la cancha política con sus soluciones de parches y siempre las mismas, sólo implica derrotas en el presente y en el futuro.

Sichel es nuevamente la evidencia palpable que la derecha no tiene propuestas y que debió recurrir a un personaje que no los representa y que resultó ser la peor versión, si eso es posible, del mismísimo Piñera.

En medio de esta debacle, la ultraderecha pretende instalarse como el conductor de su sector, con un discurso y acción política de corte fascista, moviendo instintos nacionalistas básicos y desempolvando la antigua consigna de libertad o comunismo.

Así el sueño de una nueva derecha, puede terminar en la misma derecha pinochetista neoliberal, cuya tarea es poner un gran muro de contención a las transformaciones demandadas por la sociedad en general.

Al gobierno de la derecha le quedan menos de 5 meses y no logra gobernar. La razón principal: quedó sin programa en el momento en que el pueblo se lanzó a la calle a imponer sus demandas.

El programa de Piñera, no tenía propuestas para las mayorías nacionales, pues su intención era profundizar el neoliberalismo y alejar toda posibilidad de cambios, insinuados en el segundo gobierno de Bachelet. Y, de octubre de 2019 en adelante sólo hay torpeza e ineficacia, a modo de ejemplo: primero, en su estrategia para abordar la protesta social ha incurrido en serias violaciones a los derechos humanos, que tiene a Piñera al borde de una acusación en tribunales internacionales.

Debo recordar que en octubre de ese mismo año se presentó una acusación constitucional contra Piñera, que de haber prosperado hubiera evitado, las violaciones y atropellos que se cometieron con posterioridad, cuando intentamos de nuevo acusarlo en noviembre de 2019, luego de ocurrida ya 18 muertes producto de la represión a la movilización social.

Segundo, el gobierno de la derecha ha mantenido firme su doctrina de favorecer a las grandes empresas -y a los negocios del Piñera y su familia- avalando proyectos como Dominga, que destruyen el patrimonio nacional, amenazan seriamente la sustentabilidad del medio ambiente y la calidad de vida de nuestras comunidades.

Tercero, en el caso particular de los migrantes que ingresan por el norte a nuestro país en condiciones de ilegalidad, ha cometidos todos los errores posibles: criminaliza la migración (asociándola a delincuencia), sumó un trato vejatorio en la expulsión de extranjeros, subiéndolos en hileras y vestidos de overol blanco al avión; presenta a los migrantes como una amenaza para los sectores más empobrecidos de nuestro país; ayudando a generar condiciones para legitimar la estigma y agresión a los migrantes; sin embargo, usó la migración como un recurso político y en un arrebato de populismo e infantil intento de asumir un liderazgo regional, invitó a los venezolanos a venir a Chile.

Este desempeño del gobierno no sólo provoca pérdida de legitimidad y credibilidad en la ciudadanía; además, en las mismas filas de la derecha, donde sus dirigentes en un intento de salvar votos se apartan de Piñera.

Quizás la situación más patética que evidencia la degradación de la derecha, es lo que sucede con sus líderes, como el propio Presidente, ministros, jefes de partidos, candidatos presidenciales, convencionales, quienes caen en la trampa de su codicia y condición de vende humo.

La falta de propuesta, se devela en el retiro del 10 % de las AFP; esta fue una acción de la oposición, frente a la cual el presidente y su bloque político se opuso tenazmente ¿Y, por qué lo hizo? La razón final es la defensa del modelo económico, es el apego irrestricto a mantener los privilegios de la minoría y de la elite que representan; no es el interés de las gentes, que está pasando un momento de graves crisis de subsistencia.

Todos conocemos el final de la historia, para mantener su vigencia política, se agarran del salvavidas, se cuelgan de sus adversarios políticos; parlamentarios y dirigentes de la derecha terminan aprobando los sucesivos retiros de la AFP.

Y como reflejo de su altura moral y ambición -después de proclamar lo dañino que es el retiro del 10 %-, a la vuelta de la esquina y en secreto, ellos también se ponen a la cola para retirar fondos de pensiones.

A última hora, también su candidato presidencial, que había vociferado las penas del infierno para quién aprobase el cuarto retiro y de lo malo que sería para la economía del país, termina confesando que no pudo resistirse.

Se suma ya a este caótico cuadro, lo que sucede con el propio Presidente, de nuevo envuelto en conductas inmorales, delatado por la venta de Dominga a su amigo personal Carlos Alberto Délano, otro connotado empresario; como un símbolo de la ética de la derecha, pues también sucede con otros jefes de Estado de la derecha en América Latina.

Sólo quiero destacar la conducta recurrentemente corrupta del Presidente, movida principalmente por la avaricia; ya en noviembre de 2016, presenté una querella contra Piñera, por uso de información estratégica luego que Bancard, comprara acciones de la pesquera peruana Exalmar, en momentos que Chile estaba en litigio marítimo con Perú.

En ese momento Chile Vamos, buscó una vez más, destituirme, esta vez por acusaciones calumniosas.

Hoy el que arriesga ser destituido es Piñera por claras infracciones legales y constitucionales ligadas al Proyecto Minero Dominga y los Pandora Papers.

Mientras la mayoría de la derecha se encuentra en esta situación de desaliento, desvarío y frustración, la ultraderecha cree que ha llegado su momento.

Este rincón de la derecha, combina los residuos del pinochetismo y el negacionismo, con un conservadurismo extremo, una suerte de nacionalismo y supremacismo agrio y una adhesión extrema al neoliberalismo, como el sistema económico que mejor expresa la libertad (del empresariado).

Completa el cóctel contar con un líder que viene de una familia comprometida con el crimen y desaparición de más de 70 personas en Paine, entre campesinos, profesores, comerciantes y estudiantes a inicios de la dictadura el año 1973. Se presentan como la última línea de defensa de la patria y la nación, de las instituciones del orden, la familia, la religión y por supuesto de la propiedad.

En consecuencia, creen en la democracia elitaria y restringida (noción de la democracia de la dictadura), son enemigos los que no estén dentro de su noción de patria como los inmigrantes y los pueblos originarios. La narrativa de la ultraderecha, no es novedosa, ya es conocida en diversas latitudes, como en los partidos de la lejana Europa o Bolsonaro en Brasil.

Sus partidarios han estado envueltos en acciones de violencia, revelando también prácticas de corte fascista, como el caso del desalojo de la municipalidad de Curacautín en agosto de 2020, cuando comuneros mapuches de Victoria tomaron el recinto en solidaridad con el machi celestino Córdova.

La última intervención, que retrata nítidamente sus perfiles violentos, ocurrió al propiciar y protagonizar el ataque contra los inmigrantes en la ciudad de Iquique, durante el pasado mes. Gran parte del país quedó consternado por la brutalidad con que actuaron contra personas indefensas y la destrucción de sus enseres; provocando una movilización ciudadana de repudio al hecho y fraternidad con los inmigrantes, reivindicando la migración como un derecho humano inalienable.

La lucha contra los migrantes y minorías étnicas ha estado presente con mucha fuerza en la agenda de las derechas extremas en el mundo, forma parte del nacionalismo xenófobo y de ideologías supremacistas. Esta es una conducta peligrosa, porque muestra la falta de límites de la ultraderecha y porque daña la vida, los derechos y la integridad de las personas.

El fascismo usa este tipo de estrategias: identificar un sujeto como la causa de los males de una comunidad, uno claramente diferenciable identificado como distinto e inferior. Pero también usa el miedo, porque el odio, es parte constitutiva del miedo.

Acudir y convocar las pasiones de los pueblos, es una estrategia que se produce en situaciones límites y cuando se acaban los argumentos. En momentos en que el pueblo comienza a ganar protagonismo y a cuestionar y promover sus demandas y el conjunto de la derecha se ve debilitada, la ultraderecha quiere ofrecer al resto del bloque la promesa que bajo sus banderas es posible reconstruir su vigencia, recuperar influencia en sectores sociales tradicionales y derrotar a los enemigos del modelo imperante. Y en un acto de fallida novedad vuelve a la consigna pinochetista: libertad o comunismo.

Estamos en el umbral de un desastre no sólo electoral para la derecha política y económica, sino además está en cuestión la sobrevivencia del modelo neoliberal explotador, extractivista y depredador.

Un corrupto senador derechista ferviente admirador de Pinochet proclama hoy lleno de pánico: si gana Boric, Chile se va a la mierda.

El desvarío es también una forma de ceguera, las elites miran al pueblo desde lejos, no lo ven, se lo imaginan en su delirio; y el miedo con el que pretenden convocar a su parte de país se les vuelve en contra.

Ante el cuestionamiento profundo de la ciudadanía al modelo vigente, el tema de fondo es que la derecha no tiene propuesta que lo renueve, que pueda articular su bloque político y que además pueda entusiasmar a un sector relevante de la sociedad.

La suma de sus mezquinos intereses no alcanza hoy para proyecto político; y, el discurso de mantener la estabilidad económica y las actuales instituciones para evitar el caos, tampoco hace sentido a una ciudadanía cansada de precariedad y endeudamiento, mientras los de siempre siguen enriqueciéndose (vergonzosamente aún más en tiempo de crisis), las instituciones se hacen cómplices de esa situación y sus responsables caen sistemáticamente en la corrupción.

A la derecha chilena le queda grande la democracia, no da el ancho; por eso pretende achicarla, minimizarla, ajustarla a la dimensión de una minoría privilegiada; tarea que se propuso en la Convención Constitucional.

A la izquierda y fuerzas progresistas se nos presenta una cancha más favorable y despejada, pero ello implica mayor responsabilidad; principalmente con nuestro pueblo pues han habido momentos, en estos 30 años, en que se ha aplacado la movilización y protesta de las gentes, con falsas promesas.

El movimiento social y su lucha es el que va permitiendo desnudar a los corruptos; desnaturalizar los abusos y en este proceso se ha ido acumulando certezas y esperanzas.

Hay una conciencia creciente que se puede tener la fuerza para promover los cambios y transformaciones que Chile demanda y una parte importante del pueblo movilizado y los electores depositan en nosotros su confianza y ello nos exige actuar en consecuencia.

(*) Abogado chileno, actual convencional constituyente, fue diputado varios períodos, reconocido defensor de derechos humanos en tiempos de dictadura, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí