Antonio Zapata
Al final de la campaña, los simpatizantes del Frente Amplio pensaron que pasarían a segunda vuelta y se han sentido algo decepcionados. Pero lo conseguido es mucho más de lo planeado. La meta inicial era pasar la valla, colocar una pequeña bancada y proyectar una lideresa. Los más entusiastas plantearon alcanzar un 10%. Así, los objetivos iniciales se han superado con creces y lograr 19% es excelente.
Luego, dejar claro que este voto es altamente volátil. Para nada es un electorado ubicado ideológicamente en la izquierda, sino un conjunto azaroso de circunstancias favorables y el efecto de una gran candidata, dotada de gran calidez al emplear un mensaje desde el amor. ¿Cómo organizar ese sentimiento y construir una fuerza política para el mañana? Nada está dicho y todo dependerá de las iniciativas de Verónika Mendoza y del FA.
Para empezar, constatar que los principales partidos políticos peruanos han nacido de elecciones. Entre otros, sendos procesos electorales dieron origen tanto al APRA como a Acción Popular. Es cierto que el APRA tenía una historia previa, pero como partido peruano de masas se organizó para las elecciones de 1931, alrededor de la candidatura de Haya de la Torre.
Por su parte, Fernando Belaunde fue candidato en 1956 gracias a una pequeñísima coalición juvenil y a consecuencia de su excelente performance pudo convocar a sus partidarios y formar AP. Otra lección es que ninguno ganó sus respectivas elecciones. Por el contrario, después de un buen resultado –pero no ganador– organizaron sus partidos desde la oposición.
Los precedentes evidencian que el FA tiene una oportunidad entre manos. Veremos si es capaz de abrir las puertas, llamando a los entusiastas de la campaña a militar en una nueva formación principista de izquierda.
Asimismo, el FA tendrá una bancada más que respetable, compuesta aproximadamente por veinte congresistas, y sus responsabilidades en este terrero son delicadas. Sobre todo porque el fujimorismo dispondrá de mayoría parlamentaria y no necesita conversar, menos llegar a acuerdos, para aprobar sus iniciativas. Si gana Keiko, la mayoría absoluta en el Congreso es una invitación al autoritarismo.
En ese contexto, es clave organizar una bancada sólida, que cuente con una agenda precisa y pueda defenderla ante la opinión pública, porque en ese espacio se resolverá la política del próximo lustro. Por el contrario, si la bancada se disgrega, la impresión será negativa y poco se podrá avanzar en organización de bases. Ambas actividades son paralelas y corresponden a los próximos meses, antes del 28 de julio.
Finalmente, cabe discutir si conviene llamar a votar por PPK en segunda vuelta. Desde el punto de los intereses propios como izquierda, pareciera mejor un gobierno de PPK. Por lo dicho, Keiko entraría con su mochila y la mayoría absoluta del Congreso. Mientras que PPK estaría obligado a conversar. Pero ese diálogo sería con el fujimorismo y no con fuerzas progresistas.
Como Keiko y PPK comparten programa económico, para el país sería lo mismo. Aunque es verdad que PPK ha reclutado algunos caviares, es más liberal y menos clientelista. Pero las figuras PPKausas en TV evidencian una arrogancia racista insufrible. Entre Keiko y PPK es como elegir entre agua con y sin gas, al final será agua. Aunque con o sin tentación autoritaria.
Además, no existe capacidad de endose. Por más que la dirección del FA llame a sus votantes a votar nulo o por PPK, en realidad la gente hará lo que quiera y no seguirá una directiva. Por último, PPK ha sido explícito, para la segunda vuelta no conversará con partidos, sino planteará un pacto sin intermediarios. Solo quiere al fujimorismo, nada se gana apoyándolo explícitamente.
Sin fichas en segunda vuelta, la movida de la izquierda es más simple: recoger y organizar lo ganado.