Informe Especial Guerra Israel Irán: El Mundo al Borde del Desastre Nuclear

El ataque de Israel contra Irán empujó al mundo hacia una catástrofe a escala global, tanto más peligrosa cuanto que Irán pagó con la misma moneda. Desde la crisis de los misiles de 1962, que el mundo no estaba tan cerca del holocausto.

El ejército israelí lanzó el viernes una oleada de ataques aéreos dentro de Irán que impactó decenas de objetivos, incluidas instalaciones nucleares, y aniquiló a una parte importante de la cadena de mando militar del país, junto con científicos nucleares.

Irán respondió horas más tarde con dos ataques de represalia. Imágenes compartidas en redes sociales revelaron las consecuencias de los ataques de Irán, cuyos misiles lograron evadir el famoso sistema de defensa nacional israelí, denominado Cúpula de Hierro.

Antecedentes históricos del conflicto

Irán e Israel sostienen una rivalidad geopolítica de varias décadas, cuyos orígenes se remontan a fines del siglo XX. Antes de 1979, bajo el régimen del Sha, Irán e Israel mantenían relaciones cercanas e incluso cooperación militar y petrolera.

Sin embargo, tras la Revolución Islámica de 1979, el nuevo gobierno iraní rompió lazos con Israel, alineándose firmemente con la causa palestina y convirtiendo la antigua embajada israelí en Teherán en sede de la representación palestina.

Desde entonces, Teherán no reconoce la legitimidad de Israel y sus líderes han proclamado abiertamente su hostilidad: en 2005, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad repitió la consigna de que “Israel debe ser borrado del mapa”, marcando un tono confrontacional que definiría la relación en las siguientes décadas.

En los últimos años, varios factores han alimentado la tensión bilateral. Uno de los principales es el programa nuclear iraní, que Israel percibe como una amenaza existencial. Israel ha prometido impedir que Irán adquiera armas atómicas, mientras que Irán denuncia la hipocresía israelí, dado que el propio Israel posee un arsenal nuclear no declarado.

Otro foco de conflicto es el apoyo de Irán a milicias hostiles a Israel, conocidas como el “Eje de la Resistencia”. Teherán financia y arma a grupos chiíes e islamistas en la región, entre ellos Hezbollah en Líbano, Hamas y la Yihad Islámica Palestina en Gaza, y los rebeldes hutíes en Yemen.

Estas organizaciones sirven a Irán para proyectar poder asimétrico contra Israel, mediante una “guerra indirecta” de ataques con cohetes, drones y otras acciones encubiertas..

Por su parte, Israel ha respondido con una campaña encubierta de sabotajes, ciberataques y asesinatos selectivos de figuras clave del programa nuclear iraní.

Por ejemplo, en 2010 salió a la luz el virus Stuxnet –atribuido a inteligencia estadounidense e israelí– que dañó miles de centrifugadoras nucleares iraníes.

Asimismo, en 2020 fue asesinado en Teherán el científico Mohsen Fakhrizadeh, considerado el arquitecto del proyecto atómico de Irán, en un operativo atribuido a Israel.

Estos incidentes, junto con ataques israelíes frecuentes a objetivos iraníes en Siria e incluso sabotajes en territorio iraní, evidencian que el conflicto ha sido en gran medida indirecto y encubierto durante gran parte de las últimas décadas.

La enemistad entre ambas naciones se ha intensificado en tiempos recientes.

Israel ha fortalecido alianzas regionales para aislar a Irán, como los Acuerdos de Abraham firmados con países árabes en 2020, mientras que Irán ha aprovechado conflictos como las guerras en Siria y Yemen para expandir su influencia y presencia militar cercana a Israel.

En 2018, Estados Unidos se retiró del acuerdo nuclear con Irán (JCPOA), lo que aumentó el aislamiento de Teherán y fue visto como una victoria diplomática para la línea dura israelí.

Para 2023, la situación era de “guerra fría” no declarada: ambas partes intercambiaban amenazas retóricas y acciones encubiertas, pero sin enfrentamiento directo a gran escala. Este equilibrio inestable comenzó a romperse a partir de finales de 2023, cuando una serie de eventos desencadenó una escalada abierta del conflicto.

Escalada Reciente

Informe Especial Guerra Israel Irán: El Mundo al Borde del Desastre Nuclear

El punto de inflexión llegó el 7 de octubre de 2023, cuando el grupo palestino Hamas lanzó un ataque sorpresivo en el sur de Israel, matando a alrededor de 1.200 civiles y militares israelíes

Israel acusó a Irán de estar “directamente” involucrado en la planificación y apoyo de ese atentado, dado el respaldo histórico de Teherán a Hamas. Este ataque desencadenó una devastadora guerra entre Israel y Hamas en Gaza, que dejó más de 50.000 palestinos muertos en los meses posteriores.

Si bien Irán negó su participación directa, celebró la “resistencia palestina” y advirtió que la agresión israelí no quedaría sin respuesta.

En Israel, el gobierno de Benjamín Netanyahu percibió la mano de Irán detrás de sus enemigos regionales, lo que incrementó la presión para tomar acciones más contundentes contra Teherán.

En los meses siguientes, comenzaron a registrarse choques directos sin precedentes entre fuerzas israelíes e iraníes, rompiendo con la costumbre de confrontarse solo a través de terceros países o milicias.

A inicios de 2024 ocurrieron los primeros incidentes: el 20 de enero, Israel bombardeó un edificio en Damasco (Siria) durante la visita de oficiales iraníes, matando a cinco comandantes de la Guardia Revolucionaria iraní.

Este ataque fue en represalia, según fuentes de inteligencia, por la destrucción de un centro clandestino de espionaje israelí en el Kurdistán iraquí días antes, atribuida a Irán.

La escalada continuó en abril de 2024, marcando un hito histórico. El 1 de abril, la Fuerza Aérea de Israel lanzó misiles contra el consulado de Irán en Damasco, causando la muerte de dos generales iraníes y más de una decena de personas.

Teherán respondió cruzando una “línea roja” que hasta entonces había respetado: el 13 de abril de 2024 lanzó directamente más de 300 misiles balísticos y drones contra Israel, en una operación denominada “Verdadera Promesa”

La mayoría de estos proyectiles fueron interceptados por el escudo antimisiles israelí “Cúpula de Hierro”, que logró evitar víctimas civiles.

Aun así, era la primera vez desde la revolución de 1979 que Irán atacaba abiertamente a Israel con su propio ejército, revelando un nuevo nivel de confrontación.

Los meses siguientes vieron un tira y afloja peligroso. Israel continuó con operaciones limitadas: a finales de abril de 2024 llevó a cabo un ataque aéreo en la provincia iraní de Isfahán, donde se ubican instalaciones nucleares clave

En julio, intensificó su campaña de “decapitación” de líderes de milicias aliadas a Irán. El 31 de julio de 2024, el jefe de Hamas, Ismail Haniyeh, fue asesinado en su residencia en Teherán en un ataque encubierto atribuido al Mossad.

Según reportes posteriores, también fallecieron en operaciones ese año el cofundador de Hamas Yahya Sinwar y el líder de Hezbollah Hassan Nasrallah, figuras de altísimo perfil eliminadas por Israel en un intento de debilitar al “Eje de la Resistencia”.

Estos golpes provocaron indignación en Teherán y promesas renovadas de venganza. De hecho, la frontera norte de Israel entró en efervescencia: la milicia libanesa Hezbollah comenzó a intercambiar fuego de artillería y cohetes con Israel durante agosto de 2024, abriendo un segundo frente de tensión en medio de la crisis

La confrontación escaló a niveles cuasi-bélicos en octubre de 2024.

El 1 de octubre, fuerzas israelíes realizaron una incursión terrestre en el sur del Líbano para golpear posiciones de Hezbollah.

Irán, considerando aquello una agresión directa a un aliado clave, reaccionó al día siguiente lanzando unos 180 misiles de alcance medio contra Israel, algunos de los cuales lograron impactar cerca de Jerusalén y Tel Aviv

En la madrugada del 26 de octubre de 2024, Israel ejecutó su represalia anunciada: oleadas de aviones israelíes bombardearon objetivos militares dentro de Irán, incluyendo instalaciones en las afueras de Teherán.

Estas incursiones dañaron baterías antiaéreas y sitios de misiles iraníes y representaron los primeros ataques abiertos de Israel en territorio iraní.

El mundo contuvo el aliento ante la posibilidad de una guerra total, pero tras esos choques de octubre ambas partes parecieron contenerse momentáneamente, sin emprender hostilidades directas a gran escala durante los siguientes meses.

A inicios de 2025, varios hechos prepararon el terreno para un nuevo pico de tensión. Por un lado, el programa nuclear de Irán avanzaba rápidamente: el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) informó que entre febrero y mayo de 2025 Irán incrementó en casi un 50% sus reservas de uranio enriquecido al 60%, acumulando más de 400 kg, acercándose peligrosamente al umbral (90%) necesario para un arma nuclear.

Paralelamente, había un proceso diplomático en marcha: a instancias del presidente estadounidense Donald Trump, se retomaron negociaciones indirectas entre Washington y Teherán para revivir algún tipo de acuerdo nuclear, con Omán como mediador.

Sin embargo, las conversaciones se desarrollaban en medio de gran desconfianza. En mayo de 2025, el OIEA aprobó una resolución condenando la falta de transparencia de Irán y amenazando con elevar el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU.

Teherán lo consideró una provocación orquestada por Occidente. A su vez, el 7 de junio de 2025, Irán divulgó que sus servicios de inteligencia habían logrado infiltrarse en sistemas israelíes, obteniendo una “gran cantidad de información estratégica y sensible” sobre Israel.

Este golpe cibernético aumentó la ansiedad en Jerusalén, que temía que Irán pudiera usar esos datos para ataques sorpresa.

La última chispa llegó a mediados de junio de 2025. El 12 de junio, apenas días antes de una nueva ronda de diálogo nuclear en Omán, la junta de gobernadores del OIEA emitió una resolución crítica contra Irán, acusándolo de actividades nucleares clandestinas y abriendo la puerta a sanciones más severas

Irán denunció esta medida como “injusta” y advirtió que cualquier ataque a sus instalaciones sería “jugar con la cola del león”.

En Israel, cundió la percepción de que el tiempo se agotaba: los informes de inteligencia señalaban que Irán podría alcanzar capacidad de fabricar un arma atómica en cuestión de meses.  El gobierno de Netanyahu decidió actuar de forma contundente y preventiva, incluso a sabiendas de que encendería una conflagración.

Operaciones Militares, Ataques y Actores Involucrados

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El 13 de junio de 2025 estalló abiertamente la guerra entre Irán e Israel con una serie de operaciones militares de gran envergadura.

En la madrugada de ese día, Israel lanzó la Operación “Am Kalavì”, un ataque aéreo masivo y sorpresivo contra el territorio iraní.

Más de 200 aviones de combate israelíes atravesaron defensas y bombardearon alrededor de un centenar de blancos en Irán.

Los objetivos incluían instalaciones del “corazón del programa nuclear iraní” –como la planta de enriquecimiento de Natanz–, bases militares de la Guardia Revolucionaria y sitios de producción de misiles balísticos.

Las explosiones sacudieron Teherán y otras ciudades iraníes en plena noche, tomando por sorpresa a la cúpula persa. El primer ministro Netanyahu anunció horas después que los bombardeos iniciales habían sido “muy exitosos”, afirmando que lograron alcanzar a “altos mandos militares, científicos destacados que impulsaban el desarrollo de armas nucleares e instalaciones nucleares” de Irán.

Los resultados tácticos inmediatos de la ofensiva israelí fueron significativos. En primer lugar, varios líderes militares iraníes de primer rango murieron en los ataques.

Entre ellos se confirmó la muerte del general Mohammad Hosein Baqerí, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, así como del general Hossein Salami, comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC). También falleció el general Gholam Ali Rashid, encargado de la base aérea Khatam ol-Anbiya, crucial para la defensa antiaérea iraní.

La eliminación simultánea de Baqerí y Salami supuso “descabezar” la estructura militar iraní, algo nunca antes logrado por Israel.

Los ataques también golpearon objetivos nucleares sensibles: la OIEA confirmó que la planta de enriquecimiento de Natanz fue impactada por las bombas israelíes

Aunque las autoridades señalaron que no se detectó radiación anormal tras el ataque, el hecho de atacar instalaciones atómicas marcó una escalada sin precedentes.

Asimismo, al menos seis científicos nucleares iraníes que trabajaban en estos proyectos fueron abatidos en la ofensiva, según reportes de la prensa estatal iraní.

Irán reaccionó de inmediato a la agresión. En la misma mañana del 13 de junio, el líder supremo Ali Jameneí prometió que Israel afrontaría un destino “amargo y doloroso” como castigo por su “crimen” de atacar Irán.

Las fuerzas iraníes lanzaron una contraofensiva limitada pero preocupante: aproximadamente 100 drones armados fueron enviados desde territorio iraní hacia Israel en oleadas sucesivas

Al mismo tiempo, Irán disparó salvas de misiles balísticos Shahab y Qiam de medio alcance apuntando a centros urbanos israelíes. Algunos misiles lograron evadir las defensas: uno cayó en el área metropolitana de Tel Aviv, hiriendo al menos a cinco personas, y se reportaron daños materiales. También se informó que restos de proyectiles interceptados cayeron sobre territorio de Jordania, lo que obligó a ese país a cerrar su espacio aéreo temporalmente.

Además de los misiles directos desde Irán, milicias aliadas a Teherán abrieron nuevos frentes de represalia. En el Líbano, Hezbollah elevó su nivel de alerta.
En Yemen, los rebeldes hutíes lanzaron al menos un misil balístico de largo alcance hacia Israel. Dicho misil logró llegar hasta el sur de Cisjordania, impactando en las afueras de Hebrón y provocando heridas a tres niños palestinos.

Este hecho demuestra el potencial de la guerra de salpicar a terceros países y puso en evidencia la red regional con la que cuenta Irán para contraatacar.

Frente a la ofensiva múltiple, Israel decretó de inmediato el estado de emergencia nacional. El ministro de Defensa, Israel Katz, ordenó a la población civil permanecer en los refugios antiaéreos y prepararse para posibles nuevos bombardeos

Las escuelas y centros de trabajo no esenciales fueron cerrados, y el espacio aéreo israelí se clausuró para vuelos civiles.

“Estamos en medio de una campaña histórica sin precedentes… en un punto de no retorno. No podemos permitirnos esperar” declaró el jefe del Estado Mayor israelí Eyal Zamir, advirtiendo que las operaciones contra Irán continuarían “el tiempo necesario para eliminar la amenaza”.

En el bando iraní, a pesar del duro golpe inicial, la estructura de mando se recompuso rápidamente. Jameneí nombró de inmediato a nuevos comandantes: el general Abdolrahim Mousavi asumió como jefe del Estado Mayor en reemplazo de Baqerí, mientras que Mohammad Pakpour fue designado líder de la Guardia Revolucionaria en lugar de Salami.

El gobierno iraní declaró que “defenderá la nación con todo su poder” y que tiene derecho legítimo a responder militarmente en virtud del Artículo 51 de la Carta de la ONU (derecho a la autodefensa)

Un portavoz militar, el general Abbas Shekarchi, amenazó con dar a Israel y a Estados Unidos una “bofetada contundente” en represalia por la agresión

Hasta el momento, Irán ha optado por respuestas calibradas, con drones y misiles convencionales. No obstante, el riesgo de una intensificación sigue latente mientras continúan los combates indirectos.

Implicaciones económicas y geopolíticas

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Esta confrontación bélica de alto nivel entre Irán e Israel conlleva enormes implicaciones económicas y geopolíticas a escala global.

Un primer efecto inmediato se ha visto en los mercados energéticos y financieros.

El mismo día de los ataques, los precios internacionales del petróleo se dispararon ante el temor de interrupciones en el suministro desde Oriente Medio.

Irán es un importante exportador de crudo, y cualquier conflicto que lo involucre activa la “prima de riesgo” petrolera.

Los inversores temen, en especial, que Irán pudiera cerrar o desestabilizar el Estrecho de Ormuz (por donde transita ~20% del petróleo mundial) como represalia, o que infraestructuras petroleras en el Golfo sean dañadas.

Esto ha llevado a subidas bruscas del Brent y el WTI, lo que presiona al alza la inflación global. Bolsas de valores en todo el mundo reaccionaron negativamente: Wall Street abrió en rojo el 13 de junio de 2025, con caídas superiores al 1% en el Dow Jones, S&P500 y Nasdaq

Igualmente, las principales plazas europeas y asiáticas registraron descensos, reflejando la aversión al riesgo de los inversionistas ante una potencial guerra regional prolongada.

Los países importadores de energía están especialmente inquietos. Grandes economías como China o India –que compran petróleo iraní– temen el impacto en sus costos energéticos y han urgido resolver la crisis lo antes posible.

Por otro lado, países productores rivales de Irán, como Arabia Saudita, podrían beneficiarse de precios mayores, pero al mismo tiempo encaran incertidumbre por posibles ataques iraníes a sus campos petroleros, recordando el incidente de Aramco en 2019 atribuido a Irán.

Un aumento sostenido de los precios del petróleo también podría descarrilar la recuperación económica post-pandemia en varias regiones y agravar problemas de inflación que ya estaban latentes.

En el plano geopolítico, esta guerra representa un reposicionamiento de alianzas y equilibrios de poder en Oriente Medio. Israel, al lanzar un ataque directo sin precedentes, demostró que está dispuesto a actuar unilateralmente incluso desoyendo a su aliado estadounidense (Trump habría pedido explícitamente a Netanyahu que no bombardeara Irán, sin éxito.

Esto podría generar roces diplomáticos entre Jerusalén y Washington si la situación se descontrola, aunque por ahora la alianza se mantiene firme. Para las monarquías árabes del Golfo, el conflicto las coloca en una postura incómoda: por un lado temen y rechazan la creciente influencia iraní, pero por otro, no pueden avalar públicamente una intervención militar israelí en un país musulmán.

Irán, por su parte, podría estrechar aún más sus lazos con potencias emergentes en busca de apoyo político y económico. Es plausible que se acerque más a Rusia y China, presentándose como víctima de una agresión respaldada por Occidente.

Moscú y Pekín, si bien piden moderación, difícilmente apoyarán sanciones contra Irán en la ONU, y podrían acelerar la cooperación militar (inteligencia, entrega de armas defensivas) para fortalecer a Teherán.

De hecho, si la guerra se prolonga, no se descarta que Irán solicite a China sistemas antiaéreos avanzados o radares, o que Rusia provea municiones y asesoría militar, ampliando su presencia en Oriente Medio a costa de la influencia estadounidense.

 

En términos más amplios, el conflicto Irán-Israel puede reconfigurar el orden regional. Una hipótesis es que termine de consolidar dos bloques opuestos: un eje Israel-EEUU-(aliados occidentales)-algunos árabes vs. un eje Irán-Rusia-China-satélites (Siria, grupos chiíes).

 

Países tradicionales no alineados, como Turquía o Qatar, tratarán de mediar y evitar alinearse totalmente, pero las divisiones podrían profundizarse. La arquitectura de seguridad del Golfo podría modificarse; por ejemplo, estados del GCC (Consejo de Cooperación del Golfo) podrían ver con nuevos ojos la propuesta israelí de un frente común contra Irán, o en contraste, podrían distanciarse de Israel por la impopularidad de sus acciones bélicas.

 

Otra implicación geopolítica crítica es el impacto sobre el régimen de no proliferación nuclear. Si Israel logra destruir o retrasar sustancialmente el programa nuclear iraní mediante la fuerza, sentaría un precedente peligroso de acción preventiva unilateral al margen de la ONU.

 

Pero si por el contrario Irán decide, tras ser atacado, romper completamente con el OIEA y acelerar hacia la bomba nuclear, entonces el fracaso diplomático sería total.

 

La guerra actual torna casi inviable a corto plazo cualquier renegociación del acuerdo nuclear (JCPOA o similar). Los sectores más duros en Teherán presionarán para abandonar definitivamente las limitaciones nucleares y quizá incluso para salir del Tratado de No Proliferación (TNP), alegando que necesitan un arma nuclear disuasoria contra futuras agresiones.

Del lado israelí, el uso de la fuerza refuerza la imagen de Israel como potencia disuasoria pero también podría debilitar su legitimidad internacional, dado que actuó sin mandato multilateral. Algunos países podrían renovar llamados a poner bajo supervisión el arsenal nuclear israelí –tema tabú hasta ahora–, argumentando que la doble vara alimentó la crisis. Irán siempre ha sostenido que el arsenal atómico israelí es “la mayor amenaza para la paz regional”.

Económicamente, ambos países sufrirán costos internos. Israel ya estaba enfrentando tensiones políticas domésticas y gastos militares elevados por la guerra en Gaza; ahora deberá destinar aún más recursos a defensa (misiles interceptores, movilización parcial de reservistas, etc.), lo que puede golpear su crecimiento económico y turismo.

La bolsa de Tel Aviv cayó fuertemente tras el inicio de la ofensiva y la moneda (shekel) se depreció hasta niveles no vistos en años.

En Irán, la economía, ya debilitada por sanciones, puede entrar en shock: la incertidumbre bélica provoca caída del rial, fuga de capitales de la elite que teme por sus activos, y posiblemente racionamiento de ciertos bienes.

 

No obstante, un alza sostenida del petróleo podría paradójicamente dar a Irán mayores ingresos en el corto plazo, si logra seguir exportando a China/India sorteando sanciones. Por otro lado, el país podría ver más protestas internas si la población sufre penurias adicionales derivadas de la guerra.

Finalmente, cabe mencionar la implicación para otros conflictos internacionales: con la atención mundial volcada a Oriente Medio, conflictos como la guerra de Ucrania podrían quedar relegados en la agenda.

 

A la vez, la guerra Irán-Israel podría demostrar las limitaciones de EE.UU. para manejar dos grandes crisis simultáneamente, tensando sus recursos diplomáticos y militares, por ejemplo, teniendo portaaviones tanto en el Mediterráneo por Israel como en Europa del Este.

 

Esta “concurrencia de crisis” pone a prueba el liderazgo de Washington y podría obligarlo a priorizar un teatro sobre otro.

 

En resumen, las implicaciones económicas y geopolíticas del conflicto son de gran alcance: volatilidad en mercados y energía, reacomodo de alianzas (posible profundización de la brecha Oriente-Occidente en la región), riesgos para el régimen de no proliferación, fortalecimiento o debilitamiento de ciertos liderazgos globales, y efectos indirectos sobre otros conflictos.

El desarrollo de los acontecimientos en las próximas semanas será determinante para calibrar si estas implicaciones se materializan en un nuevo equilibrio global o si, por el contrario, se logra frenar a tiempo la espiral de consecuencias negativas.

Fuentes: Este informe se basa en despachos de agencias de noticias internacionales, reportes de prensa (EFE, AFP, Reuters, Euronews, Huffington Post, Al Jazeera, AS, Swissinfo) y análisis de expertos, entre otros, citados a lo largo del texto. Se han preservado citas textuales y datos clave de dichas fuentes para garantizar la confiabilidad y exactitud de la información presentada.

2 COMENTARIOS

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